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Mensaje por Viral Mar Mayo 22, 2012 3:03 am

El camino hasta el País de la Tierra no es largo, pero su inmensa bastedad me agobia. No es la primera vez que camino por sus cañadas desiertas, ni la última que pisaré los frondosos terrenos boscosos de sus montañas, pero como me ha acontecido siempre en el pasado, la deshidratación amenaza con acabar conmigo. Esta vez he venido mas o menos preparado, muchas cantimploras que relleno siempre que puedo, y mi capa, algo roída y desgarrada, cubriendo la armadura de Kage y la capa de Konoha. No era necesario que todos aquellos con que me encontrara supieran mi condición, pues según decían, Iwa estaba aliada con el Imperio del Viento, que a su vez era el principal competidor del Imperio de Kiri por la supremacía de las cinco grandes naciones ninja. Finalmente, tras seis días de interminable y solitario viaje, he llegado a las proximidades de la Villa Oculta de la Roca. Si mis fuentes no me engañan, debe estar al otro lado de un barranco, pero prefiero asegurarme usando el método tradicional. Acampo, plantando la Bandera del Imperio de Kiri al pié de la tienda, y me tumbo en el saco, con los ojos cerrados y los sentidos alerta. No pasa más de media hora, cuando oigo dos silenciosos pies que caen al suelo, seguramente desde alguna rama cercana. El shinobi, seguramente un Anbu de Iwa que hacía la ronda, se paró frente a mi improvisada morada, seguramente mandando órdenes por su comunicador, mientras yo le esperaba con una sonrisa. Pasaron los segundos y finalmente otro par de pies cayeron cerca. Ahora eran dos, y entrarían a por mi, pero les iba a ahorrar el trabajo. Silenciosamente, y con las manos sobre la cabeza, salí de mi tienda, con una enorme sonrisa afilada en el rostro. No llevaba protector, pero seguramente los dos hombres que tenía delante me reconocieron pues dieron un respingo y me apuntaron con sus armas, pidiéndome que no me moviera. Sin resistirme, dejé que me cachearan en busca de armas, encontrando tan solo un Kunai y un curioso colgante de color azul. Si hubiera sido un simple ninja, quizás me hubieran rateado el Kunai y la gema, se decía que en Iwa eran muy dados a ello, pero parecía que les había impuesto algo de respeto y no lo harían. Muy agradablemente, me condujeron hacia las puertas de la villa. No era un movimiento magistral, y mientras corríamos entre los árboles, me preguntaba como dos villas que habían sido fundadas por el mismo ninja podían haberse separado tanto en cuanto a la gloria futura.

El sol se alzaba sobre las montañas, amaneciendo en la Villa de la Roca cuando llegamos a sus puertas. Los dos Anbus se quedaron flanqueándome, mientras mandaban una cadena de órdenes en clave por su comunicador, seguramente mandando llamar al Tsuchikage. Al fin podría conocerlo en persona, y entregarle el objeto que le había prometido en su intercambio de correspondencia. Hasta ahora había vendido tres corazones humanos de ninja al Tsuchikage, y ese día se haría la última entrega. A cambio, yo obtendría una poderosa arma a la que sabría brindarle la utilidad necesaria. Crucé los brazos, esperando tranquilamente la llegada del hombre o mujer con que me iba a reunir, sin dejar de sonreir abiertamente, ni mostrar mis afilados dientes, herencia Kiriana por excelencia, disfrutando del nerviosismo de los dos shinobis que me "resguardaban".


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Última edición por Viral el Lun Mayo 28, 2012 5:44 pm, editado 1 vez (Razón : 2º Párrafo, 2º Palabra: Corrección Ortográfica. "Sol")
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Mensaje por Agito Hoshigaki Lun Mayo 28, 2012 9:59 am

Informes de días anteriores avisaban del movimiento de un ninja intruso, procedente de la Villa Oculta de la Hoja, este lucía una kapa de otra villa, de Kirigakure, villa de el país del agua. El ninja se encontraba a las puertas de Iwagakure, los anbus de la villa le llevaron hasta allí, sonreía mostrando unos dientes aserrados, característica propia de los habitantes de Kirigakure.

Kenko fue minutos después a conocer al intruso que había entrado sin permiso alguno en su país, Kenko debía estar preparado ante cualquier peligro por lo que también fue con sus dos escoltas y con su ataúd por si acaso. Kenko pudo identificar a la persona a la que vio allí, pues se trataba de un ninja que hizo el examen de Chunnin junto a él de la villa de Kirigakure, un tal Viral, por lo que decidió acercarse a él sin miedo alguno para hablar con él.

-¿Que haces aquí Viral?-

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Mensaje por Viral Lun Mayo 28, 2012 6:34 pm

Ya veo. Así que al final llegaste a lo más alto. En esos momentos tenía frente a mí a quien, si mis cálculos no me fallaban, debía ser el tercer Tsuchikage, que además no era otro que Kenko, el líder del Grupo Rojo en el examen de ascenso a Chunnin. Volvía a tener los dos brazos y no parecía saber quien le había arrebatado el original, pues se acercó a mí, dejando unos pasos atrás a su escolta, llamándome pro mi nombre para saber que hacía en Iwagakure. Se había vuelto descuidado si actuaba con esa normalidad ante un shinobi potencialmente peligroso. Era curioso, pero no parecía saber que había acabado con Uchiha Edu y ahora era Hokage en la Villa de la Hoja, a pesar de que habíamos intercambiado correspondencia preparando las transacciones que ambos teníamos entre manos, siempre había firmado como Godaime Hokage. Quizás por eso el joven no se había percatado de quien era yo, políticamente hablando, en la actualidad. Como fuera, antes de hacer nada tenía que asegurarme de que no me había tendido una trampa, por lo que abrí mi ojo derecho, cubierto como habitualmente por mi flequillo largo y desgreñado. Alrededor de mi dorada pupila, invisible por la cortina de cabello, había una fina línea azulada que con un suave brillo se deshizo. Al desactivarse la barrera, mi pupila se distorsionó estirándose y girando sobre sí misma, formando una espiral con tres círculos a lo largo de ésta, mientras el iris se me teñía de un rojo sangre intenso. A través de mi cabello, yo podía ver a Kenko, y directamente, fijé mi mirada en sus ojos, que me observaban sinceros. Esta vez fue mi Eien no Mangekyo Sharingan el que abriría la puerta del éxito en la misión. Usando los antiguos manuscritos del Clan Uchiha de Konoha, había aprendido una técnica increíble que me permitiría manejar los pensamientos de su adversario. Cuando sentí que la técnica había surtido efecto, le lancé mis órdenes mentalmente al joven, sabiendo que no podría sino pensar que eran sus propios pensamientos y deseos.

"Dile a todos que vuelvan a la aldea y que no salgan hasta que tu hayas vuelto. Olvídate de su existencia hasta que esté a un día de distancia. Deja tu ataúd en el suelo y no lo veas aunque estés mirando hacia él, olvida su posición y aléjate involuntariamente de el si vas a chocar con él. Desactiva todos los jutsus que tengas ocultos y olvida cualquier artimaña que tengas preparada. Llama por tu comunicador al shinobi que portará el Cuatro Colas y hazle venir. No sospeches nada de ninguna de mis acciones. Cuando haya partido, olvida mi identidad y libérate del resto de órdenes excepto las dos últimas."

Tras el discurso mental de órdenes, me sentía realmente preparado para comenzar el intercambio así que, del bolsillo interno de mi capa de viaje, saqué una esfera algo más grande que un puño, cerrada con un sello que impedía el intercambio de temperatura con el interior del contenedor. Era perfecto para transportar corazones.

- Kenko Sama. Vengo a efectuar el intercambio que acordaron Godaime Hokage y Sandaime Tsuchikage, así como a sellar y proteger al Yonbi y su Jinchuriki de vuelta a Konoha para que efectúen su entrenamiento especial, tal y como ambas naciones decidieron como muestra de amistad y paz.

Extiendo mi mano derecha, mostrándole a Kenko el contenedor, que seguramente sabría identificar como el corazón de naturaleza Raiton. Ahora comenzaba el intercambio, pero todo debía ir bien, el futuro del Imperio así lo requería.

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Mensaje por Agito Hoshigaki Miér Mayo 30, 2012 4:54 am

Kenko mandó irse a todos los presentes que allí se encontraban e hizo buscar a Sonzu, además dejó su ataúd y retiró de su mente toda estrtegia ofensiva que tuviese contra Viral, era como si estuviese realmente hipnotizado, sin embargo, lo hacía por su voluntad, extrañamente.

El Tsuchikage sacó de uno de sus bolsillos un pequeño frasco con su ojo sharingan izquierdo flotando en medio de un líquido blanquecino, seguramente serviría para conservarlo durante un periodo de tiempo, cambio de su ojo, Viral, al parecer el Hokage, le entregaría el último corazón que le faltaba a la colección de Kenko. Algo extraño pasaba pero Kenko no parecía reaccionar. Ya se habían ido todos y Sonzu debía estar al caer, Kenko ya le había dado el ojo izquierdo y Viral por su parte tenía la camara refrigerante que portaba el corazón, así el cambio se realizó sin ningún tipo de contratiempo.
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Mensaje por Sonzu~ Sáb Jun 02, 2012 11:58 am

El día había empezado como cualquier otro en la villa, pero era increíble la facilidad con la que una simple llamada de mi Tsuchikage había cambiado por completo el horario previsto, aportando así algo más interesante a la mañana.
Al principio apenas había recibido explicaciones, y tampoco las pedí, era disciplinada respecto a las órdenes que me daba un superior, así que fui tan rápido como pude a las puertas de la villa para atender a los asuntos que ahora me convocaban. El Sol ya comenzaba a salir, siendo sus rayos aún tan débiles que no llegaban a calentar lo suficiente, por lo que llevaba la chaqueta puesta intentando resguardarme de la brisa que horas más tarde sería bien recibida por todos, de lo contrario el calor se haría insoportable, pero en esos momentos no hizo más que incomodarme.
La capa de Iwa caía como un manto hasta alcanzar los tobillos, moviéndose ligeramente bajo mi paso firme y continuo, quedando debajo la camiseta negra de manga corta junto con los cómodos pantalones largos.
También portaba una mochila a mis espaldas, totalmente reacia a separarme de ella en los desplazamientos, y más sin saber a dónde me llevarían ni lo que tendría que hacer. Siempre pensé que se debe estar preparado ante cualquier situación, y aquella equipación era una clara prueba de ello. Por ese mismo hecho, lejos de molestar me aportaba cierta tranquilidad.

No tardé mucho en llegar hasta el sitio donde me habían citado, por muy raro que resultara no parecía haber nadie en el lugar, a pesar de que siempre había alguien flanqueando las puertas no encontré a nadie allí, continué adelante esperando que la situación cambiara. Aún pude distinguir dos figuras cuando nos encontrábamos a una distancia considerable, y a pesar de identificar una de ellas como mi Tchusikage y que la otra me resultara familiar, no fue hasta un par de metros más adelante cuando la reconocí. Aunque no lo mostrara de cara al exterior, algo en mi interior se revolucionó en cuanto me percaté de que aquel shinobi fue con quien me encontré en las montañas de Iwagakure, el mismo que consiguió que una pequeña chispa en mi corazón que parecía haberse apagado prendiera con una débil llama que intenté mantener viva durante el tiempo que no le veía. La bufanda que me entregó, que aún guardaba un trozo de su fragancia, la que yo asociaba inmediatamente como una parte de su esencia, me ayudó a mantener su imagen a salvo. Un vaivén de emociones que intentaba acallar sin éxito alguno se debatía en mi interior, no soportaba la sensación de volverme vulnerable ante alguien, el tiempo me demostró en su día las malas jugadas que te pueden pasar y desde entonces nada había logrado acallar aquel miedo en su totalidad. Los fantasmas me perseguían ansiosos de notar mi dolor en aquellas oscuras noches donde el sueño no conseguía llevarme a sus dominios. El vacío que había sentido un día aún me atormentaba con sus pesadillas, y temerosa de volver a pasar por lo mismo, intentaba exponerme lo menos posible a ese daño emocional.
Y como si fuera una señal, como si alguien hubiera leído mis pensamientos y ahora intentara advertirme, después de avanzar hasta distinguir todos sus rasgos y verles con claridad observé como Kenko tendía un ojo flotante sobre un líquido blanquecino en un frasco. Sin poder evitarlo mi rostro se contrajo en una mueca de horror durante un instante, aún anonadado de lo que mis ojos perlados acababan de ver. No parecía ningún Byakugan, pero la idea de arrebatarle a una persona su visión sin ningún prejuicio fue tan terrible que me familiarizó de una enrevesada manera con el propietario de lo podría haberse convertido en su perdición.

Durante unos momentos interminables para mi, las imágenes del pasado volvieron a acudir a mi mente, acechando hundirme con esos recuerdos. Pero me recompongo, esperando no haber advertido con mis acciones la oscuridad que me inunda, y finalizo la trayectoria quedándome a una distancia de unos cinco metros, sin llegar a atreverme a acercarme del todo a ambos. ¿Qué es lo que esos dos hombres se traen entre manos? ¿Cuál es la razón por la que me ha citado el Tsuchikage? ¿Pretenden a caso utilizarme junto con mi Byakugan en alguno de sus planes? Tras esta última pregunta caigo en la cuenta de que quiero conservar a toda costa el único legado que me queda ahora de mi familia, la razón por la que mi padre tuvo que anteponer su vida a la mía. Oculto todo esto tras una máscara de calma y inhabitual seriedad, que bien puede interpretarse como respeto hacia aquellas dos imponentes figuras, principalmente ante mi jefe.

-Buenos días, caballeros - comencé dejando atrás lo que a mí me resulta un incómodo silencio, acompañando las palabras con una ligera reverencia. Tras una rápida mirada a ambos bajo la cabeza ligeramente mirando a Kenko, lo que podría interpretarse como señal de sumisión . -He venido cuán rápido he podido a atender la llamada que me ha mandado, ¿qué es lo que debo hacer?

A pesar de que ya había saltado en alerta, me mantuve firme en mi posición, esperando que todo lo que había visto formara parte de una mala pasada. Después de todo, mi Tsuchikage no debería querer provocarme el mal. Y, aquel ninja… Vaya, siempre acababa causando emociones contradictorias en mí.

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Mensaje por Agito Hoshigaki Mar Jul 03, 2012 9:44 am

Tras recoger el último corazón que Viral, actual Hokage de kokonhagakure, le debía a Kenko este le entregó el ojo sharingan que hace tiempo formaba parte de su fisionomía, sin embargo un trato es un trato, y aquellos dos influyentes personajes negociaron un trato en el que uno entregaría cuatro corazones mientras el oro le entregaba el ojo con el poderoso dojutsu del Sharingan, negociar con partes del cuerpo es una muestra de desprecio al ser humano, pues como si fueran dioses jugaban con órganos que ninjas difuntos quizás necesitaran para vivir, era cruel y despiadado, pero Kenko ya había hecho el trato y no tenía mas alternativa que cerrarlo y dar lo acordado, pero el trato no acababa ahí, no solo jugaban con órganos, su ego les llevó a niveles mas elevados llegando a negociar con vidas humanas, pues parte del trato era que una ninja de Iwagakure fuese a Konohagakure para ser el recipiente de el demonio de cuatro colas. La elegida era Sonzu Hyuuga que había acudido a la orden que el Tsuchikage había mandado por un pequeño comunicador que llevaba, no tardó en llegar por lo que no tuvieron que esperar demasiado, por lo visto esta vez llegaría a tiempo y no tarde como la primera misión que hizo Kenko con ella.

-Buenas Sonzu, este ninja se llama Viral, es el Hokage de Konohagakure, iras con él en aprendizaje de técnicas y entrenamientos intensivos para aumentar tu nivel como ninja, ademas, él y yo te hemos elegido para que seas la portadora del demonio de cuatro colas, el Yonbi-Lo dijo con bastante seriedad, no parecía él pero así fue-En fin Viral, un placer conocerte, ahora que tienes el ojo y Sonzu esta aquí quizá debas irte.-Tras entregar el ojo al interesado, recoger el corazón que faltaba y estar allí Sonzu, Kenko pensó que Viral debía partir ya a su villa junto con Sonzu,a la que deseaba lo mejor y tenía algo de miedo por dejar a uno de sus subordinados en sus manos, mientras esperaba en irse o no, Kenko sonreía como era habitual de forma risueña y pacifica.
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Mensaje por Viral Dom Jul 08, 2012 12:46 pm

Tal y como había planeado, el joven Iwaniano de cabellos revueltos y gorro de aviador, Jiongu Kenko, cayó plenamente en mi genjutsu, que muchos llamaban el genjutsu definitivo del Clan Uchiha, y siguió mis órdenes al pié de la letra, tal y como lo haría un devoto ansioso por cumplir los deseos de su Señor. Su comportamiento cambiaba levemente, pero seguía portándose como un cachorro entusiasmado, sin quitar esa sonrisa tranquila de su rostro curtido por el sol de la montaña. Era la primera vez que me fijaba, pero tenía los ojos realmente pequeños, y los llevaba cerrados gran parte del tiempo, como si la luz del sol le molestase de alguna forma exagerada. El Tsuchikage, o mi pequeña marioneta despiezada, como lo llamaría de ahora en adelante, había hecho una llamada corta por el intercomunicador, y a pesar de que el mío también estaba encendido, aún no conocía el código que usaban los Iwanianos por lo que no podía sintonizarlo en su canal y escuchar la voz de su interlocutor desconocido para saciar la curiosidad sobre quién sería el elegido para contener a Yonbi, a quien algunos llamaban Son Goku. Mientras esperábamos al shinobi que regresaría conmigo a Konoha, Kenko tomó el recipiente con el corazón que le había prometido y en respuesta yo estreché en mi mano izquierda el pequeño tubo en el que flotaba el ojo de rojo iris que necesitaba para cumplir mis planes y proclamar al fin la mayor alianza que jamás hubiera existido entre naciones Ninja. Era una meta alta, y sabía que habría muchas complicaciones en el camino, la primera los extremistas del Imperio, quienes pensaban que una política expansionista por medio de la guerra era lo que Kirigakure necesitaba para aumentar aún más su gloria. Muchos de estos sujetos eran seguidores de las enseñanzas del legendario Suitachi Kirugani, y a pesar de que nunca pude llegar a conocerle en persona, mientras fue Mizukage, pude verle un par de segundos al final del examen Chunnin, y sentir el poder que irradiaba, ver la confianza con que había aniquilado a la enorme bestia hasta dejarla reducida a la nada y saber que luchó contra Sadoru Sensei y salió, no solo indemne, sino que las hojas de mi maestro no llegaron a rozarle en ningún momento. Al principio no quería creerlo. Me habían criado para pensar en Shodaime Mizukage como el traidor cobarde y malvado que abandonó la villa a su suerte en el momento que más le necesitaba, pero desde que crucé mis ojos con su mirada fuerte y sabia supe que ocultaba una verdad mucho más oscura que esa. No eran los ojos de un traidor, y esa no era la mirada de un ser débil. Si me dijeran que la tierra temblaba a su paso, que los arboles se apartaban de su lado o que las mismas aguas formaban a su alrededor por miedo a estorbarle me lo hubiera creído. La imagen de quien en algún momento de mi más tierna infancia había sido mi superior había quedado grabada en mi cerebro con el fuego del respeto. Recordaba ese cabello algo desaliñado, de un color oscuro tan normal en los hijos de la niebla. Su piel morena, de un tono muy diferente a la de Kenko, pues tenía el color de los pescadores que pasan hora tras hora bajo el plano sol de mediodía. Todo en él me había causado una impresión muy fuerte y desde el momento en que salí de aquel antro en el que se celebró el examen no había parado de investigar en secreto. Había leído todos los libros de todas las bibliotecas de Kirigakure que hablaban del Kage o lo mencionaban siquiera. Había exprimido a mi maestro lo más que pude, pues a pesar de que él era quien más sabía del Suitachi era un tema tabú frente a él y no solía soltar prenda. Cuando me dí cuenta de que necesitaba un poder superior para enfrentarme a las hazañas del maestro, planeé la muerte del cuarto Hokage en mi beneficio, quedándome con sus ojos y su trono. También exploré Konohagakure de arriba a abajo y en la nueva provincia encontré interesantes estudios e informes sobre el que llamaban Dansu no Akuma, el demonio danzante, un apodo que me dí cuenta, estaba muy extendido en todo el mundo, pero apenas se había escuchado en Kirigakure. Finalmente, y por desgracia, lo único que saqué en claro del Suitachi es que había partido hacia Iwagakure, donde había permanecido varios años antes de exiliarse por segunda vez y partir hacia un lugar que nadie conocía. Y que estaba vivo, por supuesto.

A mi parecer, la única manera que me quedaba de seguirle la pista era conseguir entrar en la aldea oculta de la Roca y buscar más pistas, pero eso no sería tan fácil. Durante semanas había ideado un plan, y finalmente ahora iba a cumplirse, estaba tan cerca de conocer los secretos que Iwa escondía sobre Kirugani que incluso me permití una pequeña sonrisa que mostraba mis afilados dientes, con algo de socarronería característica de lo que en Kiri llamábamos El orgullo de la Niebla. A mi izquierda escucho los pasos suaves de alguien que se acerca desde las puertas de la villa, seguramente una mujer o un niño, por la suavidad de sus andares, pero al alzar la mirada hacia la persona mi sonrisa se congeló, formándose en su lugar el gesto que mi rostro esbozaba en casi toda situación que no estuviera prevista, una sonrisa invertida que, al igual que la otra, mostraba mis dientes. La persona que tenía delante, no era otra que la bella mujer sobre la que me había caído aquella vez, hacía ya tanto tiempo, que había encandilado mis sentidos y a quién había acabado por regalar mi preciada bufanda como disculpa. Sus ojos claros me miraron, pero me pareció ver el miedo reflejado en ellos con mi pupila especial. Sentí esa pequeña vibración de chakra en ella que se produce cuando el cuerpo se siente en peligro, pero no solo era una diosa caída de las estrellas, sino que también era una ninja ejemplar, pues solo pude percibirlo por un instante, y gracias a los ojos especiales que Ánimus tuvo en gracia cederme, enseguida su corriente de chakra volvió a la normalidad, e incluso mostró la seguridad y firmeza del guerrero más aguerrido. Se dirigió a su Kage, mientras yo no podía alejar mi mirada de ella, y le comunicó su llegada, a la espera de órdenes. Kenko, quien al parecer había guardado en secreto la noticia y decisión de la llegada del Yonbi a Iwagakure, pues la joven dio a entender que no lo sabía. Cuando el líder acabo de hablar, yo clavé mis írises dorados en los puros ojos de la mujer con que pasaría tanto tiempo a partir de ahora. No podía creerme mi infinita fortuna, la suerte me sonreía hasta límites insospechados, seguramente algún o varios Dioses se habían fijado en mí aquel día y me apoyaban desde sus tronos celestiales. Queriendo dar el primer paso, para causarle buena impresión, recorrí nervioso el camino que nos separaba, simples metros de tierra, pero estaba tan nervioso que pensaba que tropezaría con mis propios pies. Aunque conseguí recorrer la distancia sin hacer el ridículo, cuando hinqué la rodilla derecha frente a la muchacha y tomé su mano izquierda con mi derecha, sosteniéndola suavemente por los dedos mientras cerraba los ojos y rozaba con los labios su fina piel.

- Es un placer que nuestros caminos se crucen de nuevo, Sonzu San, su belleza a florecido con las fragantes rosas de las montañas de Iwa en primavera.

Alcé mi rostro, y con él mis ojos hacia la chica, y ver desde tan cerca sus sonrosadas mejillas hizo que yo mismo me sonrojara. La parte derecha de mi cara quedaba, como siempre, oculta bajo mi cabello, y con ésta mi especial ojo, pero en la zona izquierda, si se fijaba, ella podría ver un ligero color sobre mi piel tostada, para mi vergüenza. En un instante todo mi plan había desaparecido de mi mente, y solo la musa que había frente a mí importaba.

Me levanté para poder mirarla a los ojos desde arriba, donde, aunque pareciera estúpido, me sentía más seguro y no me daría tanto pudor hacer lo que pretendía a continuación. Mi mano izquierda tomó la cintura de la chica, sin acercarla, pero manteniéndola a la misma distancia, mientras que la derecha se aposentaba bajo su barbilla, elevándola levemente hacia mí. No podía negar que estaba excitado ante lo que pretendía hacer, mucho más atrevido que el plan original, pero estaba seguro de que el riesgo valdría la pena.

- Buen provecho - Dije para mí un instante antes de inclinarme, sacudir la cabeza levemente de tal manera que apartara el cabello de mi ojo derecho, y besar con pasión a la Kunoichi, disfrutando de la dulce suavidad de sus labios. Tenían la textura de una fruta madura, jugosos y blandos al tacto y el sabor suave y almizclado de la última comida que la joven tomase. Mientras tanto, de espaldas al Tsuchikage, miraba intensamente a la joven, sin separar mis ojos de los suyos, ahora ambos a la vista, ella podría ver mi Mangekyo Sharingan activado, vería como éste giraba en su forma de espiral, despacio, muy despacio al principio, pero cada vez más y más rápido. La gema en mi cuello brillaba intensamente con luz roja y azul parpadeante, pero el azul de pronto se comió al rojo y éste pasó a brillar con la intensidad del sol en mi íris derecho. La espiral rotaba ahora tan deprisa que solo era un borrón negro en un mar rojo tan intenso que la hasta la sangre fresca palidecería en comparación.

Tan súbitamente como todo había comenzado, todo terminó. Alrededor de los jóvenes se había levantado un pequeño tornado de polvo, que se aposentó sobre el árido suelo, formando a su alrededor un círculo, como si la propia tierra quisiera separarles del resto del mundo, creando su pequeño rincón privado donde nadie les molestase. Con cuidado me aparté suavemente de mi nueva compañera, a quien, a modo de despedida, había acariciado, lengua con lengua, sintiendo ella una explosión de frescor en el paladar. Mis dos ojos volvían a ser dorados, y la cortina de cabello tapaba de nuevo el derecho, ahora normal, mientras que soltaba la barbilla de ella y mostraba un instante mi lengua, que brillaba con un resplandor del color del hielo. En mi pecho, el corazón estaba a punto de desbordarme las costillas y salir de paseo, sintiendo que podría recorrer a nado el océano si lo quisiera, no me importaban las consecuencias de lo que acababa de hacer. Había conseguido las dos cosas que había venido a hacer, y una inesperada pero placentera sorpresa. Tras darle un poco de espacio, le ofrecí mi brazo para que lo tomara y así pudiéramos partir hacia la villa de la hoja. No caminaríamos, pues conocía un método mucho más rápido para llegar a mi ciudad. Por un momento lancé una mirada jactanciosa hacia el Tsuchikage y expresé mi despedida, formal y superficial, como debía ser entre líderes, pero mis palabras para Sonzu, pues ese era el nombre de la princesa de Konohagakure, distaron de sobremanera de tales principios de protocolo.

- Cuando esté preparada, Hime Sama, partiremos hacia el País del Fuego. Solo tardaremos un instante y podrá descansar lo que le plazca.

Ansioso por mostrarle su habitación, y la mansión en la que nos alojaríamos ambos, esperé a que respondiera a mi ofrecimiento y me acompañara, mientras en mi mente preparaba el que sería uno de mis jutsus más poderosos, pero que hasta ahora nunca había mostrado. No me disgustara que ella fuera una de las personas presentes durante su inauguración, y mucho menos la primera en probarlo. Si todo salía bien, sería un paseo tranquilo durante dos segundos, tras lo que apareceríamos en medio del cuidado y radiante jardín de la Mansión de la Floresta, en el Bosque de la Muerte, que a pesar de su nombre, a mi parecer, era uno de los rincones más increíbles del País del Fuego.



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Mensaje por Sonzu~ Dom Jul 08, 2012 5:07 pm

El intercambio de ambos parecía haber acabado, quedando mi Tsuchikage con un contenedor que no sabía lo que guardaba, y el Pez volador con el ojo que flotaba en aquel frasco. Cuando esto sucedió, aún no parecían haberse percatado de mi reciente entrada, pero poco después debieron oírme llegar y se giraron para mirarme. A pesar de la atrocidad de los acontecimientos, no lograba callar los sentimientos que se debatían en el interior de mi pecho, ni evitar las furtivas miradas que compartía con él. La dentada sonrisa que adornaba su rostro no me daba miedo, todo lo contrario, me atraía hasta el punto de querer que me desmenuzara a pequeñas dentelladas sin dejar ni un solo pedazo de mi cuerpo. ¿Qué pensarían mis padres si me vieran en estos momentos? No deseaba admitir que me estaba cegando, y es que la fina línea que separaba mi sensatez del volcarme completamente hacia él se estaba rompiendo por momentos. Nunca antes nadie me había hecho sentir nada parecido, olvidando los recuerdos del pasado, la desconfianza y el instinto para dar paso a la bobalicona sonrisa que me costaba mantener alejada cada vez que pensaba en él. Los cinco metros que nos separaban no eran comparables a la añoranza que había sentido durante todo el tiempo en el que no le vi, y ahora que estaba tan cercano me resultaba más complicado aún retener todo eso.
Pero pronto llegaron las palabras de mi Tsuchikage, sacándome de mi ensimismamiento, contándome los planes que ahora se me revelaban con una seriedad impropia en su persona. Mucha información para asimilarla en tan breves momentos… El shinobi que tenía delante era el mismísimo Hokage, y además tendría que ir a Konoha, pues me habían elegido como recipiente para un bijuu. El demonio de cuatro colas, Yonbi, Son Goku. Miré unos segundos a los ojos de mi kage, desconcertada, intentando buscar una respuesta a todo aquello. ¿Qué certeza me daba que nada malo me fuera a pasar? Iba a un lugar desconocido a experimentar cosas nunca vividas, fuera de mi hogar, lejos de las personas a las que quería. Me sentí perdida, volví a ser la pequeña criatura a la que le hubiera gustado refugiarse en las faldas de su madre, intimidada por las grandes figuras que podían jugar con su vida a su antojo, sintiendo que ya solo les pertenecía a ellos. Pero me di cuenta de que habían pasado muchas cosas, de que ya no era la misma niña que llegó asustada después de las desdichas que más me habían marcado, y mi rostro confundido se transformó en el de alguien más seguro de sí mismo. No sabía lo que me pasaría, no entendía todo lo que iba a ocurrir, el por qué de las cosas, pero si algo era cierto era que recorrería el camino que me pusieran sin miedo y con valentía, asumiendo mi destino. Al fin y al cabo, era lo que siempre había hecho, y para lo que ahora me entrenaba duro.

Sonreí, sabiendo que me esperaba un buen viaje, que pasara lo que pasase disfrutaría. Al fin y al cabo... Giré la cabeza para dejar que mis ojos perlados se posaran sobre los de Viral, y él empezó a caminar. Con cada paso que daba, notaba como el corazón se me aceleraba un poco más, sin poder hacer nada me quedé paralizada ante su belleza, con la boca entreabierta, degustando en mi imaginación los perfectos días que podían esperarme teniéndole a mi lado. Se inclinó a mis pies, tomándome con delicadeza de la mano, la ternura que usó en el suave tacto de sus labios contra mi piel me hizo estremecerme, y le contemplé ligeramente ruborizada, sonriendo dulcemente. ¿Qué hacía aquel bello caballero a mis pies, cuando era yo la que debería seguir sus pasos? Tan solo una vez había escuchado su voz, algo seca y gastada antes los días de viaje que debía haber pasado, y sus palabras entraron armoniosamente en mis oídos, aumentando aún más el ardor de mis mejillas.

- Siempre es un placer encontrarle, y más que me informen que pasaré un tiempo en su compañía. No podían haberme dado mejor noticia.

Podía apreciar el leve color rosado que cubría también su rostro, o lo que quedaba visible de él, pues un lado estaba permanentemente oculto por el cabello que le caía cubriéndole el lado derecho. Se incorporó de nuevo, y en ese instante juraría que podía oír los rápidos latidos de mi corazón debido a la proximidad de nuestros cuerpos, mientras que con su mano me sujetaba la cintura, y en el momento en el que alzó mi barbilla ya solo existía él. Me había perdido en sus ojos, su suave tacto me transportaba a otro lugar... Pero no pude evitar un suspiro ahogado cuando sus labios rozaron los míos, y esta vez sí me perdí en su mirada... El ojo derecho había quedado destapado, dejando ver un Sharingan que comenzaba a girar. No conseguí preocuparme de eso, la pequeña torpeza con la que había comenzado al juntar nuestros labios prosiguió con más pasión, la fina línea que había guardado todo lo que sentía se rompió, escapándose de mi interior de la misma forma que se escurre el agua de las manos cuando intentas atraparla. Y volqué cada una de las emociones que crecían en mi interior en nuestro beso, entregándole todo lo que sentía en esos instantes. Apartados del mundo fuimos Uno, sin nada que nos molestara, mientras el amor entregado por aquel gesto me llenaba por dentro como nunca antes había sentido.
Nuestras lenguas se buscaron y tocaron, entregándome su sabor, que aún guardaría un poco más adelante, deleitándome de lo que sería un pequeño adelanto para mí.
Se separó con suavidad, mostrándome la punta de su lengua, que brilló con un destello azulado. El mareo fue instantáneo, y tuve que apoyarme en él para no caerme, aturdida... Un grito inundó mi cabeza, y me la agarré a la altura de los oídos, como si eso pudiera acallarlo, pensando que estaba rozando la locura. Cuando por fin me recuperé miré mis manos, extrañada, sintiendo algo poderoso en mi interior, pero sin entender del todo lo que estaba ocurriendo. ¿Era aquella criatura la que ahora guardaba dentro de mí? Busqué alguna explicación en sus ojos dorados, pero al volver a mirarle me tendía el brazo, y toda preocupación se disipó, volviendo a hacer aparecer una sonrisa en mi rostro.
¿A esto le llamaban amor? Vaya cosa más... tonta. Nunca nada me había hecho feliz de esta manera y, al fin y al cabo, me gustaba esto de que una persona te pudiera hacer sentir cosas así, llevándote de toda realidad hacia un mágico lugar donde solo estabais los dos.
Sin pensarlo dos veces cogí su brazo, agarrándolo fuertemente pero con ternura. Dediqué una mirada a mi Tsuchikage, quien aún contemplaba la escena, y me acordé de Shika... Iba a desaparecer de repente, dejándola sola.

- Adiós, Kenko-sama, le veré a mi regreso. Por favor, despídase de Shika por mí y dígala que la escribiré. Si ve a Dártirus, comuníqueselo también. Siento no haber tenido tiempo de despedirme de ellos.

Tras las breves explicaciones miré a Viral a los ojos, mientras él pronunciaban las palabras para comprobar si me encontraba preparada. El país del Fuego...Eché la vista atrás, y contemplé mi villa, preguntándome cuando sería la próxima vez en verla, sabiendo que añoraría el momento de volver a encontrarme de vuelta en mi hogar. Durante una temporada dejaba atrás las calles con sus gentes, los áridos paisajes de los páramos, las bellas montañas del lugar, al hada María, a las personas que me importaban, sobre todo a Shika. Prometí hacer recuento a la vuelta de que todo estuviera en orden. Y me pregunté como sería el nuevo lugar que me esperaba, nerviosa por empezar una nueva aventura. Apenas llevaba cosas, solo lo esencial, pero tener junto a mí a la persona que quería me aportaba toda la seguridad necesaria. Cuando miré de nuevo a Viral, estaba completamente segura de mis palabras:

- Estoy lista para partir.

Verdaderamente lo estaba, me sentía preparada para todo lo que me esperaba. Le sonreí dulcemente y miré al frente, recorriendo con mi mano su brazo hasta entrelazar nuestros dedos. Sí, estaba segura.
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