Encerrando en bolas de cristaaal la vida es mejoooor lalala

Jutsu a aprender:

Por fin, después de varias semanas sin apenas dormir, hubo un día en que me desperté al mismo tiempo que amanecía. Sonzu había salido ya a entrenar o a pasear… no sabía a qué, pero sí sabía que ella ya había salido de casa, por lo que no tendría que darle explicaciones sobre el lugar al que iba. Aunque… igualmente poco habría importado, pues mi intención era dirigirme al edificio del Tsuchikage y entrenar en una de las salas especiales de entrenamiento.

Me levanté de la cama con más energía que los días anteriores al tiempo que veía a Yami entrar en la habitación con su peculiar parsimonia. Mientras cruzaba el umbral de la puerta se iba desperezando, de aquella forma que tanta gracia me hacía. Después, se acercó a mí y se restregó por mi pierna en busca de mimos. Sonreí y le rasqué el lomo escuchando su gran forma de agradecerlo.

- GRAAAAAAAAAAAAAAAAAAA -decía, con total tranquilidad.

Cuando salió de la habitación para ir a comer algo, abrí el armario y me puse una camiseta marrón de manga corta y un pantalón largo negro. Me até un lazo marrón a la muñeca y contemplé durante un momento mi imagen en el espejo. Aquel día había mejorado bastante en comparación con los demás, pues había podido dormir varias horas más. No tenía tantas ojeras como el día en que miré mi reflejo en el lago, aunque aún así seguía teniendo unas pocas.

Cogí también de la silla el chaleco que me correspondía por haber pasado el examen y bajé las escaleras para llegar a la cocina y comer algo. Busqué por los muebles, pero no encontraba gran cosa. Hice una mueca al ver lo poco que se ocupaba Sonzu del tema de la comida y decidí coger un bote de mermelada que ella había preparado varios días atrás, siguiendo mis consejos. Lo cierto era que, después de tanto tiempo sin apetito, aquel día tenía muchísima hambre, por lo que unté varias tostadas y aún seguí hambrienta después de comerlas.

Unté dos más y, aunque me habrían entrado unas cuantas más en el cuerpo, decidí parar de comer y emprender ya el camino hacia el edificio del Tsuchikage. Esta vez dejé a Yami en casa, sabiendo que protegería la casa… a su modo. Comencé a caminar en dirección al centro de la aldea, pero en un momento me desvié y terminé frente a mi casa, observando el rosal, que había crecido mucho desde el ataque de los caracoles y que, por fin, mostraba unas rosas maravillosas, tan puras como blancas.

Tras observar un poco la fachada de mi casa, decidí que entraría en otro momento, pues tenía que aprovechar el día en entrenar nuevas técnicas. El camino que había que recorrer desde mi verdadera casa hasta el edificio en que entrenaría se me hacía extraño después de tantos días recorriendo otro diferente. Pensé en el momento en que tendría que volver a casa o si Sonzu decidiría dejarme un hueco en la suya por más tiempo. Fuera como fuera, era una distracción en ese momento, pues tenía la intención de aprender un nuevo jutsu de mi clan, no de mudarme.

Recorrí las calles de Iwa viendo cómo los vecinos me observaban con cierta curiosidad. Pensé que sería por el chaleco, pues siempre se rumoreaba que el examen para ascender a Chunnin era bastante duro, lo que menos me podría imaginar en ese momento era que les extrañara mi sonrisa. Los rumores cruzaban muy rápido la aldea, por lo que en poco tiempo todo el mundo se había enterado de mi trauma. Era algo que me ponía un poco nerviosa, pero hice caso omiso a las miradas de la gente y continué el camino en dirección a las salas especiales de la villa.

Llegué con el sol ya en lo alto del cielo y, sabiendo que no tendría demasiado tiempo para entrenar, recorrí el pasillo buscando una sala libre hasta que llegué a la última y, con un suspiro de alivio al saber que al menos esa estaba libre, entré y coloqué el muñeco de entrenamientos que antes había cogido en el centro de esta.

Comencé a pensar en la técnica que quería aprender y, tras ponerme a cinco metros del muñeco, me concentré en rodearle con una esfera de cristal. Lo intenté varias veces sin conseguir nada y, tras varios intentos en los que conseguía una buena cantidad de partículas de cristal, conseguí formar una nube alrededor del muñeco. ¡Una nube! ¡Pero eso no era lo que quería! Seguí intentándolo un rato más mientras me desesperaba al ver que el sol avanzaba por el cielo y, tras decenas de intentos, conseguí que una esfera de cristal bastante resistente rodeara al muñeco. Por fin lo había conseguido.

Revisado.