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De vuelta al pasado

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Mensaje por katnisseverdeen Mar Jun 18, 2013 10:00 am

Hoy es el día que tanto tiempo he estado esperando, y por eso tengo que estar a la altura. Estoy muy nerviosa, incluso más que Sadoru creo yo. Para estar descansados le había apagado el despertador la noche anterior, y yo por supuesto no voy a ser menos, así que a las doce de la mañana estamos aún despejándonos. Una hora después salimos por fin de casa, llevaba puesto un vestido amarillo de tirantes con un sombrero a  juego por si llovía. El sombrero tiene una cinta roja en la parte de atrás que conjunta con unas sandalias rojas que me he puesto. Mi hijo no se ha arreglado mucho, la verdad es que nunca tiene problemas con la ropa que suele ponerse, está increíblemente guapo con cualquier cosa. Aunque nunca se quitaba de encima el chaleco que Suiryumaru me había regalado.
Tenía pensado llevarle con los ojos vendados y guiarle yo misma hacia el lugar del regalo, pero claro, no había caído en la cuenta de que medía así como diez centímetros más que yo, así que acabo llevándole encima de mi abanico y poniéndole un pañuelo en los ojos para que no vea a donde le estoy llevando. Nos lleva casi tres horas llegar y está lloviendo, así que cuando estamos cerca comienzo a correr cerca de la casa pero antes de entrar me paro en seco, aunque mi abanico mete a Sadoru para que no se moje “Mamá, ¿me los puedo quitar ya?” me dice desde dentro, creo que nota lo inquieta que estoy. “No, es parte de la sorpresa, quédate donde estás y ahora voy”. La puerta se queda cerrada y yo inspiro hondo.
Alguien ha sido enterrado aquí en los últimos dieciséis años y tengo la sensación de que han estado visitándola, todo está igual, intacto. Sin embargo algo ha cambiado, hay un montículo de piedra, así que me acerco a verlo. Parece una tumba, y en él hay rosas marchitas. Tiene una inscripción, pero no consigo verla porque está muy borrosa por el tiempo, aunque se distingue una “s”… Se me escapa una lágrima. Así que es verdad, Suiryumaru ha muerto y lo han enterrado aquí, alguien se ha ocupado de visitarlo y llevarle flores y yo he estado todo este tiempo en mi casa soñando y pensando en él. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en que podría estar aquí, ni venir, me habría dado cuenta… ¿Cuánto tiempo llevará muerto? ¿Cómo habrá muerto? No creo que haya sido durante la guerra, entonces no estaría aquí enterrado… Entierro mi rostro en mis manos y se me escapa un sollozo. No lloro solo por su muerte, lloro por todo este tiempo reprimiéndome, por haber esperado tanto para venir, por lo sola que me siento en el mundo de repente. Antes mantenía la esperanza, pero ahora no sé que me queda, ya no puedo imaginar el momento en el que le presente nuestro hijo, en el que le vuelva a ver, ya no hay un futuro a su lado y una familia juntos. De repente todas mis expectativas de un futuro feliz se han quedado aquí, ancladas a esta tumba.
Alguien me toca el hombro, levanto la mirada y Sadoru está ahí, mirándome. No pregunta nada pero su mirada lo dice todo, el también piensa que es su padre. Se sienta a mi lado y me abraza, nunca me había dado cuenta hasta ahora de la gran fortaleza que tiene, seguro que era como su padre. Así que nos quedamos allí, sentados en frente de su tumba y mirando las rosas.
-          Seguro que era muy bueno – me dice – y  no se merecía la muerte que tuvo.
-          Lo era, era el mejor hombre que podrás conocer nunca, y tú tienes muchísimas cosas buenas de él.
-          ¿Mi sorpresa era traerme a la casa donde os conocisteis?
-          Sí, pero sigue siendo tu regalo, así que puedes ir y verla y cuando vuelvas pregúntame lo que quieras
-          Vale, empezaré por la habitación, ahora vengo
-          Yo te espero aquí mi cielo

Así que le veo entrar mientras yo me quedo embobada mirando la tumba de la persona a la que siempre pertenecerá mi corazón. Con una mano en el pecho y la otra en la tumba agacho la cabeza y solo digo lo único que se me ocurre decir es lo que siempre he deseado decirle desde el día que le deje marchar “Lo hubiera dado todo por ti, por un simple día más.”
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Mensaje por Suiryumaru Hozuki Mar Jun 18, 2013 10:49 am

La figura de lo que parece ser un hombre, ataviada con el blanco más puro que se haya encontrado en esta llanura constantemente lluviosa, pues la lluvia siempre destruye la mácula de lo intachable en todo lo siente a su caer, se acerca lentamente a una casa. Una casa la cual hace un año que no visita. La cual contuvo a su pasada, futura y no presente esposa. Dispuesto a seguir adelante con su vida, no tiene problema en llegar hasta allí, a pesar de que se encuentra a alguien. A alguien a quien no reconoce. Es normal, ya ha pasado bastante tiempo desde que entabló conversación con persona alguna, no desde que conoció a ese jovencito de pelo rubio con quien se divirtió, terminando de pulir sus enseñanzas del ninjutsu, dejándolo en Kiri. Ahora ya debería ser un Gennin de pro, alguien que pueda encargarse de resucitar de sus cenizas a aquella villa, a aquel pecado. El pecado que ese hombre cargaba a sus hombros y por el cual andaba siempre, llevándolo sobre sí mismo. Intentando liberarse, pues es lo único que lo hace un poco menos fantasma y un poco más humano.

El camino hasta allí ha sido duro, han pasado catorce años desde que no pisaba el continente. Lleva ya un año deambulando por ahí, sin rumbo conocido, procurando que siempre su techo no sea más que una cueva, o un poco de las ramas de un árbol el cual le puedan procurar el suficiente cobijo. Alejado de la suntuosidad que un día pudo tener, ya no se siente ligado a esta tierra. Necesita conseguir el modo de expiarse. Y ahora que, en estos años lo ha encontrado, se dedica a ello con todo lo que queda de su cuerpo y alma. Sin embargo, es más alma que física morada, lo que queda de su cuerpo es, metafóricamente hablando, no más que metal y huesos, carne y tendones. Bajo la armadura hay un torso, unas piernas y una cabeza, pero no más ya el Suiryumaru Hozuki que un día rió en aquellos lares.

Porta en su mano una rosa, la cual, como cada año, lleva a la tumba que curtió quince años atrás, tras la guerra en al cual terminó de perder todo. Entregó sus dos espadas a el primer hombre que vió, sintiendo que la espada ya no era el camino por el cual debía regir su vida. Nunca volvió a verle, pero aún así puede sentir las voces de los espíritus que antes las contenían. Sabiendo que su amada murió allí, terminó de crear un montículo de piedra, en el cual la inscripción: Meo et dilectus meus hic est, in cubile rosis wilted "Aquí yace mi corazón y mi amada, en este lecho de rosas marchitas" adorna la poca piedra que hay. Cada año añade un poco más ese santuario a la pena y al dolor. A pesar de haberse exiliado y haber pasado la mayoría del tiempo en el mar, siempre vuelve, tomando una semana para la ida y otra para la vuelta, a dejar otra rosa más allí. Es un ritual que necesita cumplir. Si no fuera por ello, no más lazos le quedarían, de carne ni de sangre, a esta realidad física. Destruir la Plaga ahora es su cometido. Conociendo bien sus limitaciones, sabe que no podrá exterminarla en su despliegue entero, pero no necesita eso. Es consciente de que, con solo haber acabado con uno de esos seres; el día ya ha sido un éxito. Es lo único que necesita.

El camino ha sido largo, pero el tiempo que tardó en ello le hace sentir bien. Es un pequeño sacrificio más para sentirse mejor consigo mismo. Cuando se encuentra con las dos personas, ve como una de ellas entra en la casa en la cual un día se enamoró, y ve a la otra sobre el lecho de su amada, donde ahora han crecido unos rosales, los cuales, por la estación veraniega, están algo mustios y marchitos. Planta el joven, al cual no se le puede ver el rostro por la armadura que porta, y de la cual, sale una larga coleta, que le llega hasta el suelo. El hombre, ya de mediana edad, no es consciente de que tiene ante sí a la que fue su amada, pero el sabe, o cree saber, que murió. Aun así, ella aparenta demasiada poca edad como para serlo. De ese modo, mientras se encuentra ella compungida por el dolor, tapando su rostro para evitar que las lágrimas fluyan, tan procelosamente como las gotas de la lluvia de este húmedo país, él planta su rosa, la cual cortó esta mañana, y se halla fresca y lozana. Se añade a la pequeña selva que crean estas plantas, con ésta quince, y coloca su mano sobre la piedra, para, con un sello, cambiar la forma de ésta, reparandola, o más bien dejándola tal y como era originalmente, con solo una máscara ilusoria de transformación. Ahora es bien visible el texto. No le parece bien que, al menos en su presencia, la tumba improvisada que hizo se vea tan derruida. 

Quien eres tú, que interrumpe mi duelo, y mi ofrenda floral? No necesito tu nombre, pero te rogaría que me permitieras hacer mi oración en paz.

El guerrero se arrodilla delante de la tumba, dejando que su pelo, agarrado por un extraño coletero, compuesto por la tela que un día fue pulsera suya, y que ella misma le regaló, y comienza su oración por el alma de quien está viva y se halla a su lado. Así, espera a su respuesta, mientras se encomienda a un dios que cree que le ha negado lo mejor que tuvo, a pesar de tenerlo a su mismísima vera.
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Mensaje por katnisseverdeen Mar Jun 18, 2013 11:19 am

Alguien me interrumpe, y encima osa decirme que le deje en paz. La rabia me inunda, la vista se me vuelve roja. No puedo ver más allá del hombre que me dice que me aparte de la tumba de mi amado. "¡Pero quien te has creído que eres tú!" Le grito, tengo los ojos casi cerrados. Si no fuera porque sé que es mucho más fuerte que yo le mataría allí mismo, "Deja la tumba en paz, es de mi amor"
 
¿Pero quien se cree que es? ¿Piensa que puede venir aquí, donde conocí al amor de mi vida, y echarme? Lo lleva claro, nunca en la vida nadie podrá quitarme valor en lo que respecta a él. Sadoru me ha oído gritar y le veo salir por la puerta, pero se queda allí. Es precavido, no quiere entrar en un combate, me parece bien. Miro mejor al hombre de la rosa y me fijo en su larga coleta. No puede ser, pienso para mí misma, ¿será su asesino? Le quito el coletero lo más rápido que puedo y lo cojo con tanta fuerza que casi se me duerme la mano. ¿Qué hace con esto? Se lo regalé a Suiryumaru el día que nos despedimos, no le pertenece. Es mío. Solamente mío. MIO.
 
No por dios, delante de él no, no quiero parecer débil. Pero no puedo contenerlas, toda mi fuerza se derrumba allí mismo y mi ira se aplaca. Rompo a llorar como la cría que me siento. Seguramente se pensara que soy bipolar, paso de la ira al llanto en menos que canta un gallo. Pero el no entiende nada, claro que no lo entiende, el no acaba de perder toda su vida, el no ha perdido a la persona que podría hacerla hecho feliz de verdad después de dieciséis años manteniendo las esperanzas y soñando con el reencuentro. El no sabe nada. Y seguramente nunca sabrá lo que se siente, solo viene a traerle flores. A lo mejor se siente mal por asesinarlo o a lo mejor se le encontró muerto y  lo enterró. Como estaba solo él viene a traerle flores, pero no siente ni de lejos el vacío que siento yo.
-          Vale, sé que eres mucho más fuerte que yo y no soy tan tonta como para empezar una pelea poniendo en peligro a Sadoru, es lo único que me queda, pero por lo menos deja que me vaya y me lleve este trozo de camiseta conmigo. No te pertenece, le pertenece a Suiryumaru y yo se lo di a él.  
 

Me doy la vuelta y llamo a Sadoru, que se acerca corriendo hacia mí. El chaleco vuela a su espalda y le hace parecer una capa, aún le queda un poco grande pero estoy muy segura de que seguirá creciendo y se hará tan fuerte y alto como su padre. Le hago un gesto con la mirada de que se suba al abanico. “Pero aún no me has contado cómo os conocisteis” me dice, pero ya sabe la respuesta, siempre le doy la misma respuesta “Otro día será mi cielo, y abrígate bien con el chaleco que sigue lloviendo y te puedes constipar”. “Yo quiero que sea hoy”. No parece dispuesto a ceder, pero tiene razón, después de tanto tiempo evitándole las preguntas es la hora de enfrentarse a la realidad. Y no hay momento mejor que hacerlo delante de la tumba de su padre. Aunque bueno, es un delante metafórico, porque este hombre no tiene por qué enterarse de nada. “Entra a casa y te lo cuento. Nuestra casa”. Esto último lo digo más alto y con resentimiento en los ojos mientras le miro. Que le quede claro que esa casa es mía, mía y de suiryumaru. Y de nadie más
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Mensaje por Suiryumaru Hozuki Mar Jun 18, 2013 11:45 am

El hombre, con su sosegada cara, la cual no puede verse debido a la máscara, sin rostro, que cubre su faz, y es plana, ve turbada su plegaria por la misma mano de quien recibe la oración. El pelo del ya casi no hombre queda desalborotado, pero prácticamente ignora lo que dice la muchacha, que no debe de sobrepasar los veinte o veiniticinco años. Ahora, es imposible reconocerle sin quitarse la máscara. El cabello que antes era azulado es grisáceo, blanquecino, y el crecimiento se completó de forma asombrosa casi, llegando ahora a los dos metros de alma en pena. El viento y la lluvia terminan de dejar ese cabello caer sobre la espalda del hombre de nieve, que ni las gotas de lluvia pueden mancillar. Ignora en gran medida las palabras de quien se enfada tras de él, debido a que no comprende mucho la situación. Esa tumba se supone que es un monumento a una amada, no la tumba de alguien llamado Suiryumaru. Sin embargo, el ser recuerda ese nombre. Fue el que algún día le denominó en el pasado, no más ya en el futuro. Ahora no parece considerar que necesite un nombre. 

Sin entender mucho como está avanzando esta situación, se permite a si mismo dudar un poco, y dejar que las circunstancias avancen. La muchacha llama a alguien por un nombre que recuerda aún con más claridad. Ese fue el nombre, la palabra por la cual denominaban al que un día llamó padre. Las lágrimas le cayeron en la cara momentos antes sin que el hombre de nieve hiciera nada por evitarlo. Aquella mujer no era su problema. El había venido para desempolvar recuerdos del pasado y, por qué no, abrir viejas heridas en el corazón, que las espinas de las rosas se encargarían de agrandar. Si aquella mujer tenía un hijo, este era enorme, pues debió tenerlo con la edad de diez años. El chico era grande, pero portaba una prenda de ropa que le sonaba mucho, y que no llegaba a ubicar. Demasiadas piezas encajaban en aquel macabro y grotesco puzzle del destino, en el cual las marionetas eran Suiryumaru Hozuki, el cual se denominaba a sí mismo ahora Hakumen, u hombre de nieve, aun que aún podía recordar trazas del que fue nombre suyo alguna vez, Katniss Everdeen, la mujer que un día le amó entre sus brazos, y que hoy puede que se reencuentre de nuevo con él, así como Sadoru Hozuki, el cual no tiene ese apellido, pero que un día adoptará como suyo, pues aunque todo es impredecible, y los caprichos del destino son imparables e inamobibles, ciertas partes ya fueron marcadas desde el inicio de los tiempos. El hombre agarra el hombro de la mujer cuando se dan la vuelta para entrar en aquella casa.

Mujer, tengo ciertas dudas que preguntarte. No oses, en primer lugar, mentar el nombre que un día fue mío, y menos arrebatarme una propiedad tan preciada como es mi anterior pulsera, a día de hoy coletero. En cuanto a tí, jovenzuelo, he de suponer que eres su sobrino. De la misma forma, creo que esas propiedades no os pertenecen, ni mi pulsera, ni ese chaleco. Entremos y aclaremos estas dudas.

No posee rostro, pero si lo tuviera, podría verse como una cara empieza a deformarse, incrédulo por ver lo que está viendo, pensando que no son más que mentiras generadas por un dios que le odia, que ama las coincidencias macabras y que disfruta viendole ser torturado.
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Mensaje por katnisseverdeen Mar Jun 18, 2013 12:21 pm

Este hombre está completamente loco.

       -   Bien, si quieres hablar adelante. Cariño, entra tu primero.
En primer lugar entra Sadoru y yo seguida de él, no quiero alejarme ni un momento de él. Sus ojos morados están mucho más abiertos que de costumbre y la curiosidad que refleja su cara me recuerda a la viva imagen de su padre. Nada más entra empiezo hablar, no quiero darle la oportunidad de comenzar sin que yo me haya explicado.

       -  En primer lugar, me llamo Katniss Everdeen y él es Sadoru Everdeen, hijo de Suiryumaru Hozuki. Mi hijo. Ese chaleco es un regalo que él me dio antes de marcharme porque mi camiseta no acabó en buenas condiciones y... – A medida que hablo me va faltando la respiración, ese hombre tiene algo que me atrae completamente. No. Muevo la cabeza, yo pertenezco a Suiryumaru, solo le amo a él. Pero algo en mi interior me recuerda constantemente su presencia y lo pequeña que parece esa sala con el hombre dentro -   yo se lo he regalado a mi hijo para que tenga un regalo de su padre. Así que no, no te pienso dar ese chaleco. Y por otro lado, el coletero que antes fue tu pulsera, fue anteriormente la pulsera de mi amado. Mi madre me hizo esta camiseta, me la cosió ella misma. La reconocería incluso con los ojos vendados.


Ojos vendados. Manos atadas. Pies atados. Suiryumaru encima de mí. Los recuerdos fluyen en mi mente, todos y cada uno de ellos. La comida que me hizo. Noto incluso su sabor en la boca cuando miro al hombre. Ahora me vuelven los recuerdos con este hombre en vez de mi amado. ¿Pero qué me está pasando? Yo solo le quiero a él, le jure amor eterno. Lo recuerdo todo, las lágrimas vuelven a mis ojos. Por primera vez en mi vida me siento completamente preparada para contárselo todo. Solamente con este hombre al lado mía me siento fuerte. Así que lo aprovhecho. Me giro y le miro.

      -     Si me perdona, tengo una cosa que contarle a mi hijo. No sé por dónde empezar, no quiero que nadie me interrumpa hasta que acabe. El me escribió un poema de amor y yo le respondí con un poema de despedida. “Rezaré para que algún día pueda verte y devolverte todo el amor que no te daré todo este tiempo, porque por muy lejor que esté de ti todo lo que pienso y siento acerca de ti, de nosotros, seguirá siendo igual y nunca menguará la intensidad con la que lo siento”. Esas fueron mis últimas palabras, y solo Dios sabe todo lo que he rezado cada día para volver a verle. Pero tu pregunta no es esa. ¿Cómo le conocí? Era inmadura y era mucho más tímida, solo daba un paseo para poder entrenar porque en Suna había una tormenta de arena que llevaba varios días y era imposible entrenar allí. Y llegué aquí, aunque ni siquiera sé a qué territorio pertenece esta casa. Llovía y hacía frío, el me dejó su chaleco. En vano, porque seguía tiritando, así que llegamos a esta casa. Fue nuestro nido de amor durante una semana, y lo hubiera sido durante mucho más tiempo si no hubiera sido época del examen chunin. No sé por qué, pero yo estaba casi tartamudeando cuando el me cogió de la barbilla y me besó. Entonces, en ese momento, descubrí que nunca más querría los besos de otra persona ni me cansaría de los suyos. Y eso es todo, cualquier persona pensará que es una historia cualquiera contada por una chica cualquiera y que no hay tanto amor. Pero fue lo más intenso que he sentido nunca y no lo olvidaré jamás. Fue mi historia de amor. – Ahora me  dirijo al enmascarado. – Por eso no puedo darte nada es esto, porque el chaleco y el coletero son los muros que sostienen mi vida y que me ayudan a seguir adelante cuidando de nuestro hijo. Y estoy casi segura de que si subimos arriba seguirá la nota que me escribió y la que le escribí yo a él. Para que veas que es verdad todo lo que digo.



En el fondo sé que es una tontería contárselo, si de verdad quiere las cosas las acabará cogiendo por la fuerza y moriré en el intento. Aunque bueno, al menos me reencontraré con él. No, no puedo pensar así. Ahora tengo que dedicar mi vida a la protección de mi hijo y a mejorar como ninja para proteger a mi villa. Porque es eso lo último que me queda.
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Mensaje por Suiryumaru Hozuki Mar Jun 18, 2013 2:34 pm

Suiryumaru Hozuki. Hacía mucho tiempo que nadie le llamaba por aquel nombre. No desde aquel momento en que fue bendecido con la luz purificadora del Susanooh. Sin embargo, la probabilidad de que el destino, funesto y morboso voyeur, que se regocija en la crapulencia de agrandar la maldición del ya anteriormente bendito. Si aquel joven, piensa, tiene por nombre el de aquel que pudo llamar Padre una vez, no puede ser casualidad, siendo que la que dice ser su madre es Katniss Everdeen; y él mismo, su padre. Era padre Suiryumaru Hozuki? Puede llamarle alguien así a partir de ahora? No posee la respuesta. Aquello es algo que le supera, ciertamente. Ni todos aquellos años de entrenamiento, primero como ninja, y más tarde como iluminado, podían haberle preparado para algo tan simple como era el milagro de la vida, el acto de la paternidad. Ni la más dura de las armaduras que podría haber portado podía protegerle de algo tan simple como era él mismo. Ese joven, si era sangre de su sangre, y carne de su carne, podía servir como nexo, como algo que le trajera desde el etéreo mundo en que vivía hasta llevarle de nuevo al plano material. De que servía tanto haberse liberado de su prision corporal, si él mismo había engendrado otra vida? No podía aún mantenerse fuera de aquí.


Pero todo esto era suponiendo que la mujer no mintiera. Podía ser perfectamente verdad que aquella chica hubiese obtenido toda aquella información del único amor del hombre marfileño de quien sabe que terribles formas. Todas las piezas encajaban, menos una. La que osaba llamarse Katniss Everdeen no podía tener aquel aspecto físico. Era uno extremadamente similar al que tenía cuando estuvieron aquella vez juntos. Y habían pasado ya dieciseis años desde entonces. Si fuera por eso, aún podría creer la historia que la, por otra parte, extremadamente atractiva mujer le contaba. Hacía ya casi veinte años que una mujer no le atraía, pero aquello era muy diferente. Solo una mujer en el mundo le aportaba tales sensaciones. Pero no. Esa mujer estaba muerta. No había más que añadir. Muerta. Sin embargo el hombre nunca vió ningún cadaver. Solo asumió que había muerto. Cientos de personas murieron en aquella guerra contra el mismísimo Mal. Y el había sido el artífice tácito de muchas de esas muertes, con su inutilidad como Mizukage. No, no podía permitirse ni el lujo de amar, y menos a aquella desconocida, que osaba usurpar con sus mentiras el nombre de la divina amada. Solamente el recuerdo de ella era lo que ofuscaba los sentidos del blancequino guerrero, que bajo su plana máscara tenía una cara compungida por la tristeza. Había aprendido en estos años a dejar que esta máscara se ocultara por él, a no tener que temer a nada mientras lo llevara, pues ni una lágrima se filtraba por estos muros.

Sin embargo, tras mucho tiempo sin hacerlo, Hakumen se despojó de su máscara, y fue Suiryumaru. La cara del hombre no había cambiado tanto en aquellos años, sería perfectamente reconocible por quien él se negaba a reconocer que era su amada. Solamente se había vuelto más alto, había encanecido y su cabello era ostentosamente más largo. Como ya una vez dieciseis años atrás hizo, cogió la barbilla de la joven, que era imposible que fuera ella, pero algo le decía que no se equivocaba, y, esta vez, en vez de besarla, dejó sus labios cerca de ella, con la única y firme intención de oler a esta nueva presa en la cacería del amor, donde Cupido se deleita con sus erráticos tiros de querubín ciego.

Hueles como ella, Mujer.
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Mensaje por katnisseverdeen Miér Jun 19, 2013 9:57 am

Me aparto corriendo y me pongo delante de Sadoru, ¿Qué está haciendo? ¿Tanto se nota que me siento increíblemente atraída hacia él? Entonces le miro. No, no le miro. Ahora lo veo, lo observo. Esos ojos morados, ese increíble color en el que me puedo perder en cualquier momento, esos no pueden ser los ojos de otro. Y ese rostro, ese rostro yo ya lo he visto antes, ya lo he besado antes… Que digo, a ese hombre ya lo he amado antes. Pero eso no es posible. ¿O sí? O a lo mejor era su padre, pero no Sadoru, ese era su tutor no su padre biológico. Sin embargo, él nunca me habló de un padre… Podría estar muerto o podría ni siquiera saber que tiene un hijo, solo me habló de Sadoru.

No entiendo por qué lo hago, quizás porque el hecho de que me haya dicho que huelo como ella me haga pensar que podría ser él o quizás porque llevo demasiado tiempo sola esperando a que vuelva. Lo único que sé es que necesito con todo mi alma que sea él. Aunque, si es él, ¿Estaría dispuesta a dejarlo todo por estar con él? No lo sé. De repente el miedo me recorre, ya no se qué pensar. Ahora, en este mismo momento, hubiera deseado que todo fuera distinto. Ojalá no hubiera ido al examen, ojalá le hubiera escogido a él y nunca nos hubiéramos separado, entonces podría haber tenido al hijo junto a él. Y seguramente hubiéramos intentado tener  una hija, porque yo se lo hubiera pedido.


Me acerco a él, rápido, sin pensármelo dos veces. Me pongo en frente de él, tan cerca que casi puedo sentir su respiración y oír sus latidos. Le cojo de la mano, no es el tacto que recordaba. El tacto es suave y es mucho mejor de lo que me esperaba. No puedo dejar de mirarle los ojos, estoy completamente cautivada con ese morado tan infinito. Levanto la otra mano y le acaricio una mejilla. Debe pensar que soy tonta, estoy con la boca abierta mirándole sin parar y sin saber que decir. Sin parar de acariciarle, me acerco y le susurro al oído lo primero que se me pasa por la cabeza: “Mírale, tiene tus ojos. “ Parecemos un cuadro, tan juntos que casi podríamos tocarnos, con la mano izquierda acariciándole la mano y con la mano derecha en la mejilla. Pero, ¿Y si el ya no me quiere? ¿Y si ha encontrado otra? ¿Y por qué le trae flores a una tumba en nuestra casa? Las dudas me comen por dentro, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad, será la última. Algo me dice que será la última. Así que me armo de valor para hacer lo que he estado deseando hacer cada día durante estos últimos dieciséis años. Me junto aún más, le abrazo, le abrazo tan fuerte que mis pechos se aplastan contra su pecho, me pongo de puntillas y le beso. Es él.
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Mensaje por Suiryumaru Hozuki Miér Jun 19, 2013 11:10 am

El caballero de la ahora incompresiva figura, se encuentra ante un mazazo de la realidad. La realidad, esa pequeña ramera que tanto arruina vidas y destruye lo poco que nos hace feliz, cual niño que pisotea las flores por el mero placer de notar algo morir a sus manos. Si realmente eso es cierto, y la que ahora parece ser la madre de sus hijos sigue viva, lleva más de diez años entregando flores a una tumba sin dueña, a un triste montículo de piedras tan vacío como el propio significado del acto. Algo demasiado inútil. Sin tener en cuanta eso, lleva penando también mucho tiempo por su Gran Pecado, el de ser lo suficientemente débil como para dejar caer lo que más amaba, que el pensaba que eran Kiri y Katniss, dos kaes que eran su vida. Sin embargo, una de ellas estaba aún viva, y la otra, renacida en el espíritu de los nuevos ninjas de la villa, que, a pesar de que aún no estaba reconstruida, y que no poseía capital de los señores feudales, poco a poco iba renaciendo de sus cenizas, como el brillante fenix que, en la mañana de los tiempos y eternamente, siempre se alza una y otra vez para alumbrar al mundo con su fuego, como ya hizo en su momento el Rey Fenix. Su espíritu siempre velará por el guerrero, es consciente de ello. De él y de todos los que amó el Imperator, a los que consideró amigos y que le consideraron un hermano. Aquellos ninjas, jovenes, inexpertos e inmaduros, realmente necesitaban un líder que les guiara. Sin embargo, era consciente de que su hermana seguía allí. Bien sería posible que ahora mismo estuviera comandándolos. Los recuerdos de la neblinosa villa siempre están en su mente, y sus despertares en horas inciertas por las pesadillas de su destrucción también siguen. Del mismo modo, por la desaparición de su amada también existían, ya no más nunca. Ella seguía viva. Solo quedaba despejar la duda de porqué tenía el mismo aspecto que hace tantos años... La memoria nunca fue el gran aliado de aquel hombre, que ya sobrepasaba los cuarenta. Comparados, él mismo podría ser el padre de ambos, madre e hijo. 

Sin embargo, solo una mujer en el mundo besa así. Y es ella. Los datos sobre su aspecto serán aclarados más tarde. Quizás solo guste, como toda mujer que sea un poco coqueta, de arreglarse lo suficiente, sea con ninjutsu o no, para así parecer más atractiva y deseable. Deseable a quien? Ni se supone que iban a encontrarse aquí. Pero ya nada importa. El caballero se deja besar, y mira los ojos del que sabe que ahora es su hijo, y es verdad, poseen los mismos ojos. No obstante, no sabe bien que hacer. Tan solo una vez ha acabado la escena, devuelve el apretón a su amada, a quien quiere hacer su esposa en este mismo instante. 

La mira con una cara que hacía dieciseis años que no empleaba, desatando toda la ternura que no ha podido dar en este tiempo, a unos ojos hermosos que ama.

Ey... Donde habéis estado vosotros el resto de mi vida? Realmente sí que tienes mis ojos, muchacho. Y ahora, si no te importa, voy a besar a tu madre.

Acto seguido, le corresponde con un beso que desata toda la pasión que encarceló en sí mismo por más de una década. La última vez estuvieron solo una semana, pero ahora no tiene ningún problema en ponerse a vivir aquí. Ya no tiene un hogar al que volver.  Ahora puede ser perfectamente donde vivan todos juntos, si es que ella tampoco lo tiene. Aunque, evidentemente, teniendo un hijo, no puede ser eso cierto. Habrá tenido que criarlo en algún hogar más o menos estructurado. No le importa todo eso, ya lo solucionarán. Por ahora solo se conforma con mirar a su hijo, que le mira a la cara de una forma bastante sorpendida, y a su amada, que despeja poco a poco sus dudas y temores del pasado, para poder, si Kami-Sama quiere, vivir un nuevo futuro junto a él.
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Mensaje por Sabaku no Asuke Dom Jun 30, 2013 10:00 am

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Mensaje por Ermitaño De Los 6 Caminos Dom Jun 30, 2013 10:00 am

El miembro 'Sabaku no Asuke' ha efectuado la acción siguiente: Dados

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Mensaje por Sabaku no Asuke Mar Ago 06, 2013 11:17 am

Este lugar no era para nada de mi agrado, tanta lluvia, demasiada humedad, los rayos de sol eclipsados por las nubes negras que escupían violencia acuática sobre mis hombros, empapando los dorados cabellos que destellaban bajo la poca luz que quedaba en tan oscuro paraje. Un pequeño paraguas de arena de un metro de radio protegía mi cuerpo de joven aún sin desarrollar, más cercano a lo que podría llamarse niño que a un adolescente de quince años, pero qué mas daría la altura en momentos como estos. El dominio del Chakra era algo que se aprendía durante toda una vida, y yo ya llevaba a todos mis compañeros una entera de ventaja. Aunque debía admitir que gran parte de mi mal humor no tenía que ver con el clima. "Ve tras ella y tráela de vuelta por los pelos. Si no tiene una buena razón para invadir territorio del Imperio, queda en tu decisión el castigo." habían sido las palabras textuales que el viejo Brujo Lobo, y a pesar de que tiempo atrás, en otra vida, había sido como un hijo para mí, ahora era yo quien lo debía considerar un padre, pues había sido él quien me crió, a pesar de que naciera con todo el conocimiento acumulado en mi anterior vida, a excepción de los últimos años, que habían sido prácticamente borrados de mi mente, quizás por la propia seguridad de que no se vería afectada mi sanidad mental por ello. No había traído calabaza, tampoco ropas en exceso, tan solo la arena que siempre me acompañaba, que repartía entre el paraguas y formando un disco bajo mis pies, sobre el que me hallaba acuclillado, moviéndome a altísimas velocidades, a pesar de que había menguado desde que mi arena se hizo ligeramente más pesada bajo la lluvia, podía seguir moviéndome fácilmente a unos 16 metros por segundo, cruzando llanuras y bosques sin problema alguno. Los rastros que la mujer dejaba eran excesivamente fáciles de seguir, pero ni siquiera me era necesario fijarme demasiado, pues en seguida la había alcanzado, a pesar de no detenerla, encantado de seguir su viaje hasta donde sea que fuera. Podía pensarse que perdía el tiempo, pero en estos largos períodos de paz entre guerras, poco más que ésto pasaba al año como distracción, y mis habilidades debían desengrasarse de vez en cuando fuera de los límites del desierto. Tras los días de viaje, la mujer llegó al País de la Lluvia, y más específicamente, a una de las más grandes llanuras que en éste se podía encontrar, guiándose por instinto quizás, supo guiarse en dicha inmensidad hasta un punto en el que se encontraba una pequeña cabaña. Espiando como si fuera uno de esos ninjas miméticos ambulantes que se encontraban por las ruinas de Iwa, dedicados en su totalidad a robar las pertenencias ajenas, me aposté en las alturas, a una distancia suficiente como para que la mujer, y el pequeño acompañante que la seguía no se fijaran en mí, en contraste contra las negras nubes. También había visto a un hombre por una de las ventanas, en una de mis silenciosas aproximaciones en el interior de la casa. Parecía que era el final del viaje, así que ahora tocaba encontrar las respuestas. Volé hacia el tejado de la casa rápidamente, teniendo a la vista la totalidad de la llanura. Estábamos solos, pero aún así, solo por si acaso, expandí una pequeña nube de arena, tan dispersa que a la vista simplemente parecía polvo levantado del suelo, a 75 metros a la redonda, a la vez que removí la arena del suelo, húmeda, pero arena después de todo, formando una esfera perfecta de arena invisible, que no detectó resistencia. Nadie había en dicho radio, así que procedí a actuar. Cerré el ojo derecho al tiempo que de mi paragüas improvisado surgía una réplica arenosa, que se asomó a la ventana más cercana de la casa, con cuidado de no ser detectado por aquellos que moraban en su interior y localicé a Katniss. Estaba junto a ese odioso niño de nombre Sadoru, medio Kiriano medio Suniano, y el desconocido. El líder de los Anbus no tendría problema para hacer su cometido. De un empujón, la arena que formaba mi protección ante los elementos se transformó en un afilado puñal que traspasó el techo de la casa silenciosamente, colándose entre las rendijas de las tejas y formó un tentáculo al rededor de la cintura de la mujer. De un tirón, Katniss atravesó todo obstáculo que se encontrase entre ella y el techo, traspasándolo también con daños menores, nada más grave que magulladuras o torceduras, quizás se le había dislocado el hombro, pero bah, que más daría eso ahora, saliendo al aire libre junto a mí, y elevándonos ambos a la máxima velocidad que nos era posible, es decir, 16 metros por segundo, hacia las alturas, hasta llegar a los 130 metros. Donde la coloqué frente a mí, flotando aún sujeta por el tentáculo que como si de un flotador mágico se tratase, la mantenía en el aire sin necesidad alguna de tocar el suelo. La arena bailaba a mi alrededor, mientras que el ojo que había quedado abajo, subía y escrutaba todo desde las alturas, a 80 metros de altura. Ahora que tenía a la mujer frente a frente, era hora de comenzar a preguntar.

- Dime que haces aquí, y por que has salido de la Villa violando las órdenes del Kazekage de avisar en las puertas a los Anbus portal. Antes de que respondas has de saber que por ello eres considerada una desertora, y traidora, espero que comprendas la gravedad de tu situación. Si no tienes un motivo de vital importancia para por tu patria, que te haya llevado a evitar el control de Sunagakure, serás ejecutada aquí mismo.

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Mensaje por katnisseverdeen Mar Ago 06, 2013 9:25 pm

El beso no dura lo suficiente como a mí me hubiese gustado, y no porque yo lo haya querido, o lo haya querido él. De repente un ruido estrepitoso rompe las paredes de la casa, apareciendo un cuchillo que se transforma en tentáculo y me recoge haciendo que salga de la casa con no mucho cuidado. Supongo que alguien con un tentáculo enorme hubiera conseguido que cualquiera hiciese lo que quisiera por las buenas, lo que me hace pensar que no viene en son de paz. Me muevo tan rápido que no siento casi no los golpes que me doy para salir de la casa, aunque con seguridad acabaré magullada después de eso, y vuelo hacia donde me espera alguien que tiene que decirme algo.  “Dime qué haces aquí, y por qué has salido de la Villa violando las órdenes del Kazekage de avisar en las puertas a los Anbus portal. Antes de que respondas has de saber que por ello eres considerada una desertora, y traidora, espero que comprendas la gravedad de tu situación. Si no tienes un motivo de vital importancia para por tu patria, que te haya llevado a evitar el control de Sunagakure, serás ejecutada aquí mismo.” Sus palabras retumban en mi cabeza después del viaje a, a mi parecer, al menos cincuenta kilómetros por hora.

Ahora que le tengo en frente mía y me explica exactamente qué he hecho parece muchísimo peor de lo que es en realidad. Es verdad que quizás estas medidas de actuación no fueran extremas, porque muchos sí que podrían pensar en traicionarla, pero yo nunca podría pensar en siquiera dejarla durante al menos más de un mes. Y, sin embargo, me está dando la oportunidad de explicarme y hacerle ver que no soy una desertora, lo que me hace estar entre los más afortunados de cualquier villa en este momento. Pero ¿Cómo decirle que aunque mi corazón  y mi lealtad pertenecen a Suna por encima de cualquier cosa, he salido por un motivo tan nimio como hacerle un regalo de cumpleaños a mi hijo? Tal vez, aunque solo tal vez, el también tuviera una persona por la que haría cualquier cosa para verla feliz, en ese caso sí que podría comprender mi partida, aunque no el no haberme apuntado. En caso de que no la tuviera sería tan difícil explicar tanto una cosa como la otra.

Sin embargo, yo no considero a Suna como una simple villa a la que defender a muerte. No la debo lealtad solo por haberlo jurado al ser ninja, se lo debo porque mi ser me lo dice así y eso es algo contra lo que realmente no se puede luchar. Aunque Suiryumaru me hubiera pedido que me quedara con él tendría que habérselo hecho entender o, en el hipotético caso de que dijera que sí, nunca encontraría un hogar de verdad como el que tengo allí. A pesar de que mis padres, antes de morir nunca me habían llevado al pueblo, y de que encima había tenido prohibidísimo ir allí, después de que ellos me dejaran encontré el hogar allí y de alguna manera después de llevar sus cosas ese lugar siempre, cada esquina, me recuerda a ellos. Tanto que incluso había dado de lado a mi familia, al resto que quedaban vivos, por vivir allí.

- El motivo por el que he venido aquí es tan sencillo como que es el cumpleaños de mi hijo y él me pidió venir aquí. No he podido negarme ya que cumple quince años y probablemente no tenga tiempo a partir de ahora. Si no es un motivo de vital importancia de Sunagakure para mí sí lo era. Sin embargo, mi lealtad y mi corazón siempre pertenecerán a mi villa por encima de todo ya que fueron ellos, los ninjas de mi villa los que me enseñaron a pelear por ella, y solamente para eso emplearé mis conocimientos como shinobbi, para protegerla y hacerme más fuerte con solamente ese propósito. Por otro lado, yo no evité a los Anbus a propósito además de que, con la increíble formación que tienen, me hubiera sido imposible hacerlo. Pasé a vista de todos con los ojos de mi hijo vendados y encima del abanico, pensando que al verme me apuntarían ellos mismos. De todas formas, si confiases en mis palabras y perdonases mi ejecución, prometo – me pongo una mano en el pecho – que no volveré a desobedecer las órdenes del Kage y aceptaré mi muerte sin luchar  (aunque como no mejorara mucho poco tenía que hacer) en caso de que vuelva a ocurrir.
-
Y no sé qué más decir, en los momentos críticos las palabras más esenciales se quedan siempre cortas, pero es muy difícil explicarle con solo una justificación todo lo que siento, no solamente por Sunagakure, sino también por mi vida y los muchísimos planes que tenía para ella. Es cierto que últimamente había estado más estancada pero estoy segura de que si se me da esta oportunidad aprovecharé muchísimo más mi vida y me haré más fuerte para poder cumplir con mi función de proteger la villa. Así no podrían volver a acusarme de traidora y ejecutarme.
Ya solo me queda esperar a ver qué ocurre después de todo. Espero poder hacerle hecho ver que en realidad no soy una renegada o un a traidora, y que nunca iría en contra de Suna. Ahora misma, a pesar de que mi elemento es el viento y me paso la vida volando, los centímetros que me separan del suelo me están matando mientras espero a su respuesta. Me fijo en el tentáculo que tengo en mi cintura mientras por el rabillo miro sus movimientos esperando a que haga algo, cualquier cosa que me indique qué decisión ha tomado. Si ejecutarme allí mismo por traidora o dejarme vivir, aunque con cualquier otro castigo, confiando en que no reniegue o traicione a la villa a la que pertenezco.
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