Distintas vidas, mismos objetivos

Hacía un día caluroso en Iwagakure, por lo que el bosque era el lugar ideal para pasar el día. A lo lejos, se encontraba la villa, sumida en otro día de trabajo.Incluso desde tal distancia se podía oír el bullicio de la gente.

Kaname se encontraba sentado en un árbol, sin camiseta, mostrando así el tatuaje del escarabajo que tenía en su espalda,pero también una pequeña herida del ataque recibido en el abdomen, mientras observaba la villa tranquilamente. Hacía tan sólo unos días le habían aprobado y le habían otorgado el rango de genin. Kaname lo recordó y se quitó la banda ninja que tenía en el cuello, mirándola atentamente.-"Cada vez queda menos, padre; cada vez queda menos para que reconozcas que tengo el mismo potencial que cualquier otro miembro del clan"-Pensó mientras se volvía a poner la banda en el cuello. Pensó en todo lo que le esperaba: duros entrenamientos, arduas misiones... No pudo evitar sentirse algo holgazán y no le apetecía demasiado trabajar, pero unos minutos después cambió de opinión. Estaba dispuesto a darlo todo y más aún por la villa en la que, por fin, había encontrado su lugar; la villa en la que se sentía como en casa; la villa en la que, cada uno de los ninjas y los habitantes, eran como sus hermanos. Estos pensamientos hicieron que Kaname esbozara una leve sonrisa, pensando en que se estaba volviendo un poco cursi.

-Espero que hoy pueda tener otro día tranquilo...-Dijo mientras apoyó su espalda en el tronco del árbol y sacaba de su mochila un pergamino y un lápiz. Abrió el pergamino y comenzó a dibujar varios insectos mientras silbaba una canción.

De repente, oyó algo que llamó su atención, ya que no parecía un ruido causado por una animal, sino por una persona. Kaname guardó sus cosas en la mochila, saltó al suelo, cayendo a éste y agachándose para que sus piernas no sufrieran. Se irguió y miró a su alrededor, esperando ver a alguien, pero no fue así. Por un momento, Kaname pensó que probablemente habría sido objeto de su imaginación, por lo que se dispuso a subir de nuevo al árbol, cuando oyó el mismo ruido, esta vez más cerca, de manera que pudo deducir que el ruido provenía de unas pisadas; se acercó al camino del que se oían las pisadas y se detuvo al llegar, escondiéndose tras un árbol, y esperó a que apareciera la persona que se acercaba. De repente ésta apareció y Kaname le miró de arriba a abajo: rubio y pelo largo, ojos azules,
una extraña calabaza enorme atada a su espalda...De pronto, reconoció el color de su capa, la cual demostraba que era un ninja de Sunagakure. Kaname sabía que un ninja normal y corriente no podía estar en su villa, así y sin más, por lo que supuso que sería un jonin en una misión.

Sin embargo, sabía que las normas le obligaban a pedir explicaciones a todo ninja que perteneciera a otra villa y se encontrara en la suya, por lo que salió a su encuentro, colocándose en medio del camino, mirándo al sujeto en cuestión a la cara.

-Perdona que te detenga, pero eres un ninja forastero y la normas de mi villa me obligan a pedirte información respecto a los motivos de tu visita. ¿Qué has venido a hacer aquí, a Iwagakure? Y por cierto, ¿cómo te llamas?¿Quién eres?-Dijo con voz tranquila pero seria, haciendo ver al forastero que quería obtener la información por las buenas, ya que un día como aquél no había especialmente muchas ganas de luchar.

1ª Norma: Evita el Metarol evitando rolear por tu adversario. Haré como que no has puesto nada sobre mi descripción.

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No cubras el cielo con tu manto de estrellas, princesa de la luna,
deseas eclipsar el sol con tu brillo de plata, mujer caprichosa,
la inmensidad de la noche es tu deseada ilusión efímera,
engañas a los hombres para propiciar su caída,
entre tus brazos de seda, olvidan sus sueños,
fruta prohibida, ven a mí,

¿Írin?

Mis párpados temblaron levemente el instante precedente a mi brusco despertar. Una noche más, mi sueño se veía interrumpido por esas líneas malditas, que probocaban un estado de malestar en mi corazón capaz de cubrir mi frente de frío sudor. Paso la lengua sobre mis resecos labios, tratando de suavizarlos levemente, pero las grietas eran ya profundas y antíguas, mi saliva no hacía más que convocar el escozor que tan intensamente me torturaba desde que partí de Sunagakure. De un tirón, me arrebujo en la raída capa de lana que saqué de la alcoba de los criados, pues mi objetivo no era llamar la atención con seda y plata, sino pasar lo más desapercibido que pudiera hasta llegar a mi destino. En la situación actual, Iwagakure no tenía aún un Kage electo, por lo que cualquier intrusión de un País ajeno se consideraría hostil. Intentando despejar las oscuras nieblas de la pesadilla, evoco en mi memoria a mi amada esposa. No había nada que deseara más que su recuperación, pero los mejores médicos del País del Viento y del Fuego la habían atendido y ninguno pudo ayudarla, dándola por perdida. Decían que en su estado no podría durar ni un mes más, incluso con la ayuda de las máquinas que mantenían estables sus funciones vitales y que el hecho de que hubiera vivido hasta entonces era un milagro. Hasta el momento, me había centrado en traer de vuelta a Írin, sin embargo, en el fondo de mi corazón sabía que una llama de venganza se inflamaba cada vez que la desesperación era mayor que la esperanza. Los culpables de todo habían sido shinobis de Kirigakure no Sato, y si al final fracasaba, solo quedarían dos motivos para prolongar mi vida. El primero sería mi hija, que había sobrevivido al parto por muy poco, debido a las condiciones de su madre cuando ocurrió, y la segunda sería asegurarme en persona de que no quedara piedra sobre piedra en todo territorio del País del Agua y sus aliados.

Sacudo mi cabeza alejando los pensamientos negativos que mi subconsciente se empeñaba en clavar tras mis ojos como cuchillas, y trato de pensar en lo que diría Írin. Mis recuerdos vuelan hasta la última vez que la ví, sana y salva, aquella noche en el balcón del Edificio del Kazekage, antes de que partiera en ese pequeño e indefenso viaje que lo cambiaría todo. Recuerdo aquellas útlimas palabras, que reflejaban perfectamente la bondad y el amor que profesabamos Írin y yo.

-A chan, ya eres todo un hombre grande, y solo será esta noche. Mañana vendrás conmigo y estaremos una larga temporada disfrutando de nuestro bebé sin preocuparnos de la villa, ni del País del Viento ni del papeleo.

Podía recordarlas como si tan solo hubiera pasado un minuto, y seguramente quedarían grabadas en mi retina para siempre. Lo que debía haber sido la época más feliz de mi vida, se transformó en un duro golpe para mi corazón y el de mis allegados. Recordando la faz de mi esposa, finalmente consigo volver a dormir. Ojalá Morphaeus me diera su bendición, aunque solo fuera esa noche, y mis sueños dejaran de repetirme aquella cruel profecía que decidí ignorar, a tan alto precio...

A la mañana siguiente.

El sol del País de la Tierra era muy diferente al de Sunagakure y sus alrededores. No poseía ese resplandor cálido que sofocaba a los turistas, pero tanto agradaba a sus habitantes, sino que era como una enorme antorcha de luz fría y cálida, para mi gusto demasiado lejana y zalamera, como un mal consejero. Quizás fuera la tradición en Sunagakure, pero en el País del Viento no se consideraba de buena educación derrochar saliva en palabras, pues el agua era un bien escaso. Ésto hacía que los habitantes del desierto trataran a sus huéspedes de forma cordial, pero breve. Nunca conseguirás una conversación extensa en volumen de palabras con un Sunaniano, a no ser que la necesidad sea realmente grande, y en tal caso, tu interlocutor no estará de buen humor.

Como todo el viaje, me encuentro cubierto con mi uniforme de viaje, conformado por una toga estrecha que se ajustaba a mi cuerpo por un cinto ancho de resistente cuero cubierto por una placa abdominal de blindaje. Los brazos, cubiertos por completo, estaban rematados por un par de guantes de cuero fino, también recubiertos de placas en su zona dorsal, llegando casi al codo. Mis botas de viaje, las únicas que encontraba cómodas para caminar fuera del suave desierto, no podían faltar, siendo sencillas y cómodas, además de que el tono crema de su cuero me causaba un enorme placer visual. Mi atuendo habitual de viaje estaba rematado por una capucha estrecha, que se pegaba a mi cabeza tapándome justo por encima de las cejas y alrededor de los ojos. En el desierto, ésto evitaba que la arena entrara en la capa y se enredara en el pelo o molestara en las orejas. Mis labios y nariz quedaban cubiertos a su vez por una última placa que salía desde mi pechera, con forma ovalada dejando tan solo mis ojos azules visibles de entre todos mis rasgos faciales. Por supuesto, no podía faltar mi larga capa del mismo color crema claro de todo el conjunto, lo suficientemente grande como para envolverme por completo. A mis espaldas llevaba un pequeño petate con las mantas y algunos víveres y mi calabaza favorita.

Seguramente los habitantes de la región, no se extrañaran con mi aspecto, pues en general, los comerciantes del desierto solían vestir de la misma manera, y desde tiempos inmemoriales los países del Viento y la Tierra mantenían cordiales relacciones comerciales, muy fructíferas para ambos lados, por lo que no me preocupaba llamar la atención. Quizás un ninja pudiera preguntarme por mi procedencia y destino, pero en mi vestimenta nada podía revelar mi identidad, rango o pertenecencia a la sociedad Ninja, así que tampoco me preocupaba. Tan solo era un visitante más, un peregrino en busca de iluminación espiritual y corporal. O eso me repetía una y otra vez, intentando evitar los verdaderos motivos que me traían al lugar, por desgracia.

En un descuido, giré por el camino equivocado en el bosque, recorriendo un camino demasiado cercano a Iwagakure, lo cual no hizo más que propiciar la situación que menos deseaba. A los diez minutos de tomar la dirección errónea, un joven con el protector de Iwa en el cuello se paró frente a mí haciendo preguntas, demasiadas para mi gusto. El niño vestía como uno de esos clanes que manejaban insectos, en Konoha había una colonia grande de dichos especialistas, cuyo nombre era Aburame, si mal no recordaba. Ropas anchas, gafas de sol ocultando los ojos, capucha que cubría gran parte de su cabeza, manteniendo el resto en una leve penumbra. Sin embargo, el joven era algo motivado, casi se le podía ver feliz de estar descansando bajo el árbol hasta que le interrumpí, y eso se me hizo realmente extraño.

-...-En un principio no se me ocurrió que decirle, pues seguía escrutándole con mis azules ojos de arriba a abajo, pero pronto tuve que reaccionar para no llamár más su atención.-Mi nombre es Ekusa, y no soy un ninja. Frente a usted tan solo tiene a un hombre que busca la redención en los templos de las montañas. ¿Podría usted dejarme pasar, shinobi sama?

No sabía como reaccionaría el shinobi, pero seguramente se fiara de mí sin más problemas, pues podía parecer cualquier cosa, menos una amenaza para la seguridad del lugar, aunque a veces las apariencias engañan...

Offrol: Comprendido, no volverá a pasar; lo siento.

Kaname permaneció varios segundos, preguntándose de si aquella persona decía realmente la verdad, pues había algo en él que le daba mala espina, aunque no sabía realmente qué era. Le miró de arriba a abajo, intentándose fijar en algo que le pudiera servir como una pista, pero no encontró nada. Incluso la calabaza le parecía inofensiva, pues se imaginó que sería para transportar agua. En su mente, analizó toda la información que poseía:

-Este forastero dice que busca la redención de los templos de las montañas; sin embargo, este no es el camino que lleva a los templos, lo que significa que, o se ha perdido, o está mintiendo. En caso de ser así, sabe ocultar muy bien sus ropas de ninja y su actitud no da señales de tensión o nerviosismo. Mierda, me parece que dice la verdad...-Pensó algo molesto, pero procuró que la persona que tenía enfrente se percatara.

-Verás Ekusa: has tomado la dirección equivocada; para llegar a los templos, debes volver sobre tus pasos y torcer a la derecha al llegar al primer cruce que encuentres-respondió con la misma voz con la que le había interrogado-, una vez allí, debes ir recto sin detenerte. Así encontrarás el templo más cercano.-

Mientras dijo todo esto, Kaname se llevó las manos a la espalda y realizó un sello manual, preparando un jutsu con el que hacer frente al sujeto que tenía enfrente en caso de que éste intentara atacarle por sorpresa, ya que no se fiaba mucho de él.

Spoiler:

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Offrol:Tengo un par de dudas:
1º:¿Es así como tengo que poner mis atributos y el jutsu oculto?
2º:¿Los he puesto en el momento que debía?

Kaname estaba a punto de dejarle ir, pero su instinto le decía que no era un simple forastero en busca de los templos. Hasta ahora, esa intuición nunca le había fallado, y era muy improbable que esta vez fuera a ser distinta. A pesar de saber que si se equivocaba se metería en un problema muy gordo, no vaciló: activó el control de insectos, empleó el jutsu del puño de insectos y lo dirigió hacia el vientre de su rival. Sin miedo. Sin piedad. Sabía lo que se hacía y no pensaba dejar ir a un posible terrorista que pudiera poner en peligro la paz y la tranquilidad de la villa de la roca.

Spoiler:

Mientras el puño de insectos se dirigía hacia su rival, dijo:-Lo siento...Pero hay algo en ti que no me gusta. Sinceramente, espero no equivocarme; quedaría mal en mi ficha.-Mientras, con la otra mano, sacó su kunai, el cual pretendía clavar en la cabeza de Ekusa. Rezó para que su instinto no le fallara.

Spoiler:

Spoiler:

+1 Pene en la boca y 250 puntos de Experiencia.

Quizás algún día lo consigas Kaname, pero no será hoy ;D