Busquemos una perrita

Un nuevo día comenzaba en la villa de Iwagakure, y como siempre Sonzu se despertaba con su habitual espíritu de superación. Era más temprano de lo habitual, el sol se asomaba perezoso por las montañas, y a pesar de que muchos seguían invirtiendo esas horas durmiendo gustosos, ella tenía otros planes para aprovechar aquella mañana.

Se preparó tan deprisa como le fue posible, dejando para el final su capa que marcaba que pertenecía a Iwa y el kunai con el que siempre salía. Su pelo estaba recogido en una alta coleta, en un intento de que no le molestara. Llevaba una camiseta de manga corta morada y la chaqueta morada y blanca que la iba a servir para resguardarse del frío que reinaba antes de que los rayos pudieran dar calor.

Salió de su hogar y fue calmada pero con paso constante hasta la oficina del Tsuchikage, pues era una misión lo que pretendía buscar. El encontrarse algo lejos de allí sirvió para que la actividad de las calles fuera creciendo, y cuando llegó a las puertas de su destino todo estaba preparado ya, como si lo hubieran hecho para ella y la invitaran a pasar.
Miró en el tablón de misiones, y una de todas las que allí colgadas estaban le llamó en especial la atención. Hablaba de la desaparición de una mascota, una perrita para ser exactos, por las viviendas de la villa.
Respondía al nombre de Kohana, y llevaba un par de días desaparecida, por lo que la familia, ya preocupada, había ofrecido una recompensa a aquel que la encontrara para llevársela de vuelta.

No parecía tampoco complicado, y los animales siempre se le habían dado bien, así que eligió aquella misión y avanzó hasta las zonas residenciales de su villa, inspeccionando el camino de arriba a abajo mientras avanzaba, por si Kohana aparecía en cualquier momento. Pero apenas había comenzado cuando se dio cuenta del error que había cometido, en el cartel de la misión no había ninguna foto, y así se haría imposible de encontrar, solo pudiendo usar su nombre como referencia. Pero sí hablaba de la familia, y preguntando a algunos vecinos rápidamente les localizó, unas calles más abajo desde su posición.
El sol ya se alzaba en el cielo, despejando las nubes e iluminando así a los habitantes de la villa. Y aunque hubiera podido hacer un calor sofocante, la brisa ayudaba a que la temperatura se regulara e incluso llegara a hacer algo de frío, y de no haber sido por aquella capa y las ropas mayormente negras que portaba, quizá ella también habría pensado que no hacía tan buen día.

34, 35, 36,37….

Los números de las casas se veían claramente, y así el encontrar el hogar que necesitaba fue más sencillo. Al llegar hasta la puerta llamó con los nudillos y esperó impaciente a que la recibieran. Por si acaso la familia desconfiaba, elevó la voz y habló desde su posición, por fuera de la puerta.
-Buenos días -comenzó cordial- Soy una shinobi y he venido para encontrar a Kohana, ¿me podríais abrir?

Tras ello, se separó un poco de la puerta y comenzó a cambiar el peso de una pierna a otra con nerviosismo.

Los animales son una compañía perfecta para gente sola o para evitar caer en depresión,por ello la gente compraba y adiestraba animales,para jugar con sus hijos,para que le ayudasen a trabajar,para que les guiasen o simplemente por no estar totalmente solos,lo malo de los animales es que algunos podían escaparse de casa y perderse,en fin,no son humanos a fin de cuentas ¿que mas se les puede pedir a los pobres seres?

Este era el caso de una perrita llamada kohana que se había perdido por las calles residenciales de la Villa Oculta de la Roca,la familia entristecida por su desaparición,decidió poner una misión en el tablón de misiones del edificio del Tsuchikage ofreciendo una recompensa a el ninja que consiguiera encontrarla y devolversela a la familia sana y salva.

Por lo visto una kunoichi se interesó por la misión una vez vista,por lo que decidió ir a buscar al animalillo por las viviendas de Iwagakure pero al final cayó en la cuenta de que no sabía como era el aspecto del perro que tenía que buscar por lo que comenzó a buscar la casa donde residían.Tardo un buen rato en encontrar la casa pero tras preguntar a varios vecinos y buscar el número de la casa,al fin llegó hasta el alojamiento.La casa era mas bien modesta,tirando a un poco vieja y cochambrosa,la familia no parecía tener mucho dinero pero pagarían la recompensa por encontrar a su perra perdida

La kunoichi,Sonzu,llamó a la puerta con los nudillos y después se alejó un poco diciendo a que había venido,tras ello esperó con impaciencia y nerviosismo.Tras unos momentos uno de los inquilinos abrió la puerta siendo un niño de apenas 7 años,pero solo la abrió como para que se viese su cabezita y acto seguido se oyó una voz dura y adulta propia de un hombre

-¿Quien ha llamado a la puerta Ryuzaki?-Tras decirlo el hombre,que parecía ser el padre abrió la puerta por completo viéndose su aspecto y pudiendo ver a la ninja al servicio de Iwagakure,mientras el niño al ver a la mujer se escomdió entre las piernas de su padre algo acergonzado

Su impaciencia se vio recompensada cuando, instantes después, alguien abrió la puerta y entre la ranura que era visible apareció una cabecita perteneciente al curioso niño que se asomaba. Le sonrió con simpatía, pero antes de que llegara a hablarle una voz adulta sonó tras él y quien parecía ser su padre abrió del todo la puerta y preguntó por la persona que había llamado. Ante la pregunta, después de seguir con la mirada como el niño se escondía tras las piernas de su progenitor, clavó en él sus ojos blancos y le dedicó una media sonrisa intentando ser amable, a la vez que se acercaba algo más hacia la entrada de la casa, y el estado de esta delataba que la familia parecía no estar en una buena situación económica.
De alguna forma, eso le dio a entender que la mascota debía de ser bastante importante para ellos, pues a pesar de todo pensaban pagar una recompensa a aquel que la encontrara, y esto le supuso una nueva motivación para encontrarla y llevársela de vuelta sana y salva.

-Buenos días, señor. Soy una shinobi de Iwa, y hoy he visto la misión en la que pedían ayuda para encontrar a su perrita, Kohana. Me he dispuesto a ir a por ella, pero me he percatado de que no tenía nada para reconocerla, por lo que había venido para pedirles que me la describieran o me enseñaran alguna foto suya, si no es molestia...-concluyó algo tímida, pues no le gustaba incordiar a las personas en sus tareas diarias, y lo último que quería era causar una mala impresión a la familia a la que debía ayudar.

Aquel hombre pudo apreciar a la kunoichi que tenía delante de la puerta de su casa,parecía algo tímida y por la sorpresa del señor aquella ninja al servicio de Iwagakure quería encontrar a su mascota y devolvérsela sana y salva,que alivio para esa familia

-O si claro pasa,creo tener una foto de mi pequeña en el salón-Tras decir eso el hombre entró en la casa y el niño pequeño tras de él agarrándole de los pantalones a la altura de las rodillas.Aquel hombre se dirigió al pasillo torciendo en la primera puerta a la derecha de un largo pasillo de madera algo cochambrosa,abrió la puerta corredera,dándose a ver el pequeño salón, bastante desordenado,con el suelo lleno de juguetes,seguramente del niño de la casa,y cogió una foto de la perrita que estaba enmarcada encima de una mesa amplia para lo que era el salón

La perrita era totalmente negra excepto por las puntas de las patas y la punta de la cola,era bastante pequeña,como una perrita muy joven,casi cachorro y su mirada enternecedora

-Por favor dese prisa en buscarla,la queremos mucho y mi hijo la echa especialmente de menos-Entonces señaló a su hijo sentado en el suelo jugando con dos juguetes que tenía en sus manos mientras su padre le hablaba a la kunoichi,que al parecer le había caído bien

Momentos después de soltarle aquella atropellada explicación, el hombre la dio una respuesta afirmativa. Este la permitía entrar, y la guió por la casa con el niño aún agarrado a sus piernas. Pasaron por un pasillo hasta llegar a la estancia que parecía ser el salón, y esta tenía algunos juguetes dispersos por el suelo.
Cuidadosa de no pesar ningún muñeco, se acercó hasta el centro de la habitación, donde estaba una gran mesa con la foto de la perrita. Nada más ver a aquella bolita color carbón con calcetines una oleada de preocupación la encogió el corazón. Era más pequeña de lo que pensaba, y esa mirada tan profunda y tierna la conmovió. Quizá aquello la hizo reaccionar del todo, pues no puso en duda que esa familia fuera a dar el dinero que tuviera para encontrarla. Y supo también que no lo aceptaría, que no aceptaría los ryos que le quisieran dar por llevarles de vuelta esa bolita de felicidad.

-Le prometo que la traeré de nuevo, no descansaré hasta dar con ella -dijo muy segura de sus palabras, dirigiéndose al padre. Seguidamente acarició con dulzura la cabeza del chico y esta vez hablaba para él cuando continuó-:Pronto volverás a estar con Kohana y jugar mucho con ella, ya verás -sonrió y se encaminó hacia el marco de la puerta, pero antes de salir del salón, dio la vista atrás para despedirse. -Voy a por ella, intentaré no tardar mucho. Hasta luego.
Y con sus últimas palabras, salió a la calle cerrando de la puerta de la casa tras de sí, con la imagen de la perrita grabada en mente, sin olvidar ni un instante su aspecto. Se fue perdiendo por las calles, atenta a todo lo que sucedía a su alrededor. Activó el Byakugan, para así poder ver mejor a través de todos los impedimentos que pudieran interponerse en su camino. Y, a todo esto, gritaba el nombre de Kohana, intentando que la perrita oyera su llamada y la respondiera o diera alguna señal que la indicara su dirección.

Atributos:

Acciones:

Gasto:

La Kunoichi de Iwagakure estuvo buscando a la perrita durante una largo periodo de tiempo,pues estuvo toda la mañana buscando por todos los recovecos de las zonas residenciales de Iwagakure hasta dar con ella,realmente la perrita Kohana se encontraba muy cerca,pues estaba cerca de unos cubos de la basura siendo golpeada por unos gamberros,bastante jóvenes,con piedras y palos,esos desalmados no tenían intención de parar,aunque no parecían ser gran cosa para un ninja bien formado por separado,juntos podrían suponer una mínima amenaza contra un mero gennin,aunque así fuera Sonzu se tendría que enfrentar a esos gamberros si hiciese falta.La perra estaba resultando dañada,no paraba de llorar y gritar de sufrimiento,intentaba defenderse pero ellos eran mas y ella aún era muy pequeña como para representar un verdadero peligro para esos malditos indeseables,necesitaba ayuda y nadie se la proporcionaba,todos los que pasaban por ahí pasaban de largo ignorando los gimoteos del pobre animal

Ya llevaba un buen rato buscando a la pequeña. La mañana se le estaba haciendo eterna, pues a pesar de tener ventaja con su Byakugan resultaba una tarea complicada recorrer todas las viviendas de la villa en busca del animal.
Escuchó unos aullidos de dolor en dirección contraria a la que estaba caminando, no sabía si la llevarían hasta lo que buscaba, pero se guió por su instinto y se encaminó hacia allí. Antes de llegar al lugar, ya había visto la razón de aquellos angustiosos gemidos. Kohana estaba siendo brutalmente atacada por unos desalmados jóvenes. Estos la habían acorralado entre unos cubos de basura y la pegaban con todo lo que encontraban, cuya única intención parecía la diversión.

Las heridas de la perrita ya eran visibles, y a pesar de su agonía ellos no tenían intención de parar. Habían pasado algunas personas cerca, y todas tenían la posibilidad de contemplar aquella horrible escena, y aunque la opción de ayudarla estuviera en su mano, pasaban de largo indiferentes.
Sonzu no entendió a aquellos insensibles. Ni a los que no se inmutaban ante el sufrimiento de un animal, y mucho menos a los que lo disfrutaban y provocaban. ¿Cómo podía alguien mantenerse al margen ante tal brutal escena?
Desde luego, ella no iba a ser así. No necesitaba nada más. En esos momentos, dejó de lado el actuar con cabeza, y a pesar de que los gamberros la superaban en número, se encaminó con una chispa furiosa en su mirada.

A unos 7 metros de ellos, hizo un sello con ambas manos, acumulando así chakra en su interior a la vez que le daba la forma deseada, para después expulsarlo en forma de bola de fuego. Sin intención de darles, esta pasa cerca de sus cabezas pero sin causarles daño, y pasó a estrellarse contra la pared, desapareciendo así tan rápido como momentos antes había aparecido.
-No os recomiendo seguir haciendo eso. Podríais salir muy mal parados si continuáis - dijo con voz firme y en un tono amenazante.
No quería verse obligada a hacerles daño, pero tampoco iba a quedarse quieta viendo como maltrataban a aquel indefenso animal que había prometido cuidar. Sin miedo a que la hicieran daño, se acercó más a ellos, quedando a 5 metros de los agresores.
-Marchaos.
Su voz no admitía replica, pues no iba a dudar a defenderse ella ni proteger a Kohana si se ellos continuaban.

Acciones:

Gastos:

Los jóvenes corrieron despavoridos huyendo de la Hyuuga, parecían verdaderos borregos huyendo del lobo feroz, interpretado por Sonzu. La perrita cansada y dolorida cayó al suelo inconsciente, pero gracias a Dios viva, realmente falto bien poco para que esa escena en la que el animalillo estaba en mero estado comatoso podía haber acabado en estado morten si no hubiese sido por Sonzu, su rescatadora.

Parte del objetivo de Sonzu ya estaba cumplido, ahora solo le faltaría devolver a Kohana a su hogar, pero la misión solo se cobraría si el animal estaba sano y salvo, a salvo estaba pero su aspecto no irradiaba salud precisamente, por lo que la misión no la podría cobrar, una lástima pero al menos la perrita estaba viva para el consuelo de Sonzu.

La casa de los dueños no quedaba muy lejos, así que esta misión podría terminar ya pronto.

La joven había logrado su propósito, los chiquillos corrían aterrorizados, dejando de una vez a la pequeña, que caía inconsciente.
Sonzu se precipitó para quedar a su lado, sujetándola la cabeza aún antes de que esta cayera sobre el suelo, y se arrodilló junto a ella, colocando a la perrita sobre sus piernas. Rápidamente se quitó la chaqueta, y envolvió a Kohana al abrigo de esta, intentando así devolverle algo del calor que parecía estar perdiendo, y con un jirón de su camiseta anudó su pata trasera, que no presentaba muy buen aspecto.
Acunando a Kohana entre sus brazos, se levantó y encaminó en dirección a la casa de sus dueños. Sus ojos volvían a mostrarse con el aspecto habitual, pero ocultaban una gran desolación. Podía haber sido mucho peor, pero le hubiera gustado devolver al animal sano a su familia, y no había logrado por completo su cometido. Saldría de esta, estaba segura, y lo último que le importaba era el dinero, algo que desde antes había pensado no pedirles
Lo único que la preocupaba era su salud, y su mirada, en la que aún relucía una chispa de rabia, recordaba con furia a esos gamberros que antepusieron la diversión a la vida de un animal, que más que quitar nada, llena de alegría un hogar. Pronto llegó a su destino, aquel sitio que había visitado antes, y se introdujo en la casa que tenía la puerta entreabierta, con la perrita entre sus brazos, contándoles lo sucedido y pidiendo disculpas por no haber podido hacer nada más.
Pero, a pesar de todo ese terror de que las cosas fueran a empeorar, el odio hacia aquellos seres inhumanos, y el hecho de sentir que había defraudado a la familia que había confiado en ella, no podría olvidar la alegría de que en el bultito color carbón siguiera encendida la chispa de la vida.

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