Entrenando para el examen

Jutsu:

Me despierto de madrugada tras haber tenido una pesadilla. Lo primero que hago es caminar hasta el cuarto de baño y abrir el grifo para refrescarme. Seguro que, de nuevo, he tenido un mal sueño por culpa del calor. Vuelvo de nuevo a la habitación y me tumbo en la cama para intentar dormir otro rato más, pues entre los entrenamientos ayer fue un día agotador. Cierro los ojos y me relajo, intentando olvidar aquello que me ha acompañado durante toda la noche. Abro de nuevo los ojos mientras intento frenar mi pulso. No puedo dormir otra vez, el temor a que las pesadillas vuelvan en el momento en que cierre los ojos me lo impide.

Me incorporo y termino sentada en el catre con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, pensando en lo que hice ayer. Lo primero que hice al levantarme, fue darme una ducha de agua fría para poder soportar un poco mejor el calor que se avecinaba con la llegada del nuevo día. Recuerdo el alivio que sentí al tacto del agua, que me refrescó ante el abrasador verano. Ya duchada, me dirigí a la habitación y saqué del armario una camiseta de manga corta de color blanco. Me puse también unos pantalones cortos rosas y me calcé con unas sandalias blancas. Me acerqué a la cómoda y, frente al espejo, me até el pelo en una coleta con el lazo blanco que cogí. Por un momento me quedé mirando la colección de lazos que tenía. Había de muchísimos colores y con diversos dibujos.

Tras echar un vistazo a la imagen de mí misma que el espejo me devolvía, salí de la habitación para dirigirme a la cocina y allí desayuné un tazón de leche fría acompañado por unas tostadas de mermelada de arándanos que yo misma preparé unos días atrás. Cogí la mochila que me había servido para los entrenamientos de los otros días y en ella metí lo que necesitaría. Fui hasta la habitación de nuevo y me senté en la silla para elegir una técnica que aprender. Me decidí por aprender un jutsu de mi clan y cogí el pergamino en que aparecía la técnica de menor rango que aún no había aprendido. Esta consistía en crear una especie de shurikens hexagonales de cristal que me ayudarían bastante en los combates.

Guardé el pergamino en la mochila y salí de casa con una sonrisa en el rostro. En esos días estaba entrenando mucho para ir bien preparada al examen que me ayudaría a ascender a Chunnin. Al salir, me fijé en el rosal y me llenó una gran alegría cuando vi que empezaba a recuperarse y florecer de nuevo. Sería un proceso lento hasta que volviera a estar como días atrás, antes de que los caracoles tuvieran ese ataque de hambre, pero merecería la pena cualquier espera por poder ver las magníficas flores de nuevo en todo su esplendor.

Con la alegría en mi mirada, crucé la aldea en dirección al edificio del Tsuchikage. Cuando estaba feliz, cada árbol me parecía más bello que nunca y cada animal más animado. Avancé a paso rápido por las calles de Iwa, viendo cómo los comerciantes y demás habitantes de la villa se levantaban y salían a la calle para enfrentarse a la nueva jornada que comenzaba. Una mujer de la aldea que se había encariñado bastante conmigo me paró un momento para preguntarme qué tal había pasado la noche y para decirme que, de nuevo, aquel día el cielo estaría despejado y el sol alumbraría la villa, dando calor a sus habitantes. No me extrañó esa información, pues así habíamos estado los días anteriores. En verano lo normal era pasar calor, ¿no?

No me entretuve para hablar con ella, pues me esperaba una jornada agotadora en cuanto a entrenamientos. Tenía que estar bien preparada para el día que comenzara el examen. Cuando nos separamos, seguí mi camino hacia la sala especial de entrenamientos en que aprendería la nueva técnica. Al llegar al edificio del Tsuchikage, me dirigí a una sala de la que cogí un muñeco de prácticas. Con él, entré en una de las primeras salas de entrenamiento y lo situé en el medio de esta.

Miré el pergamino que había cogido y me concentré en crear un shuriken de cristal rosado a partir de mi chakra. Sin embargo, no lo conseguí. Lo intenté varias veces más, obteniendo diferentes resultados, como un simple trozo de cristal que salió disparado hacia el muñeco, una aguja que tomó el mismo trayecto y varios shurikens de formas diversas, pero ninguna la correcta. Tras muchos intentos, conseguí observar cómo un shuriken de seis puntas aparecía a mi lado para salir directo al muñeco con una gran rapidez y clavársele en la cabeza.

Sonreí y recogí mis cosas para volver a casa, ya con un nuevo jutsu aprendido, con el que podría tener un poco más de juego en los combates… y en el examen que me esperaba.

Revisado.