Un niño de cinco años que se sube por las paredes

por **Sokka** Lun Jul 09, 2012 2:39 am

El pequeño Sokka está durmiendo de forma muy plácida en el suelo de su casa, sobre un saco de dormir, y está tapado por una gruesa manta que le proporciona algo de calor. Sokka es un niño huérfano de Amegakure no Sato; en realidad Sokka solo era huérfano de madre pero, el día que Sokka se examinó para el acceso al grado de gennin el Amekage, el cual era el examinador y quien adoptó al pequeño Sokka, mató al padre de Sokka.
El niño de cinco años llamado Sokka se despertó a media mañana, desayunó algo y se cogió un helado de fresa; lo que más adoraba el pequeño Sokka en este mundo era el helado y, sobretodo, el helado de vainilla y fresa. La preferencia de los sabores de helados de Sokka era: primero el sabor a vainilla, segundo la fresa, tercero el sabor a mora (el cual era muy raro de encontrar en todas partes), cuarto el chocolate, quinto el sabor a pistacho y el resto de sabores le gusta más o menos igual al pequeño Sokka.
El niño pequeño de cinco años que era Sokka se sentó en el sofá que tenía en el salón a tomarse el helado tranquilamente. Cuando Sokka se toma un helado siempre reflexiona sobre lo que ocurre a su alrededor o sobre lo que ha ocurrido hace poco aunque no lo parezca, pero al pequeñajo de Sokka todavía le reconcome una cosa en la mente y dicha cosa es la promesa que hizo a su padre la mañana en que fue asesinado por el Amekage enfrente de la academia shinobi en la que realizó el examen de acceso al grado gennin y convertirse en un ninja.
Dicha promesa Sokka, en su infantil y joven mente, presiente que la debe de cumplir sí o sí, cueste lo que cueste, tenga las consecuencias que tenga ya que esa promesa se la hizo a su padre la misma mañana en la que éste murió; eso es lo que esta vez reflexionó Sokka mientras comía ese helado mañanero de sabor a fresa.
Sokka iba todos los días a la tumba de su difunta madre, la cual murió al dar a luz al pequeño Sokka, como hacía cuando iba con su padre biológico;. Aquella vez, estando de pie enfrente de la tumba de su madre, mientras que con una mano sujetaba el paraguas, para no mojarse de la constante lluvia de Amegakure no Sato, con la otra apretó el puño con fuerza y unas cuantas lágrimas resbalaron por el joven y sonrosado rostro del pequeño Sokka. A pesar de su corta edad, cinco años, Sokka ya había vivido un gran trauma aunque no quería dejar que se notara ante el resto del mundo y quería que el resto del mundo siguiese sin que se enterara; no obstante Sokka no podría seguir escondiendo todo ese sufrimiento que tenía dentro y por eso siempre que tenía tiempo libre y la posibilidad de hacerlo iba a visitar la tumba de su difunta madre.
El pequeño Sokka dejó un ramo de rosas blancas en la tumba de su madre y dijo:
-Si yo no hubiese nacido… tú todavía seguirías viva mamá. Toda la culpa es mía, lo mismo pasa con papá, si no me hubiese acompañado a la academia shinobi el día del examen todavía seguiría aquí, aunque…- a Sokka se le acababa de ocurrir algo- nunca encontré su cuerpo.
El Amekage, el día que examinó a Sokka para el acceso al grado de gennin, solo le mostró una oreja y una mano y le dijo que era de su padre, podía ser que el padre de Sokka siguiese vivo sin ningún daño o que siguiese vivo sin una mano y sin una oreja; sin embargo, ¿por qué no había ido a casa si seguía vivo? ¿Por qué dejaba a Sokka sufrir así? ¿A caso estaba secuestrado en algún lugar y no podía ir a reunirse con él? ¿O es que ya se había cansado de ver al pequeño Sokka? Si de verdad estaba muerto, ¿dónde estaba el cadáver manco y sordo de su padre?
En la cabeza del niño pequeño que era Sokka aparecían millones de ideas y preguntas cada una más descabellada que la anterior y el dolor de su cabeza aumentaba. Sokka estaba muy confuso y lleno de muchísimas dudas; necesitaba que alguien le ayudase a resolverlas, pero no había nadie que le fuese a prestar ayuda, debía ser el mismo y solo él quien debía resolver todas esas dudas. Sokka había tirado el paraguas al suelo y se sujetaba la cabeza mientras se tiraba de rodillas al suelo mojado del cementerio (dicho suelo se había convertido en barro) manchándose el pantalón, todo aquello le había causado un dolor enorme de cabeza. Sokka dejó la tumba de su madre con las rosas blancas atrás y se marchó a casa. La cabeza le daba vueltas mientras se fue a buscar otro helado y a tomárselo, esta vez había escogido un helado de tres sabores enorme (el pequeño Sokka necesitaba reflexionar mucho), los tres sabores eran vainilla, fresa y mora. Sokka cogió una cucharilla y empezó a mezclar los tres sabores, el helado se tornó de un color primero morado y luego algo más claro, es decir, el helado se cambió de color desde los tres principales (rosa, debido a la fresa, azul, debido al sabor a mora, y amarillo muy claro, debido a la vainilla) hasta un color lila.
El pequeñajo niño de cinco años llamado Sokka se quedó dormido a mitad del helado, eso era una cosa que nunca le había ocurrido, con unas cuantas lágrimas en los ojos y la cara enrojecida por el haber estado llorando mientras susurraba en sueños “¿Dónde estás papá?” mientras que le resbalaban por el joven, enrojecido y adorable rostro del pequeño niño de cinco años el cual tenía los ojos cerrado y la cabeza inclinada. Las lágrimas cayeron sobre el helado derritiéndolo debido a que la sal derrite el hielo.
A la mañana siguiente el pequeño Sokka se despertó en el sofá teniendo entre las manos el gran helado derretido de tres sabores y que ahora era un líquido de color lila que tenía un aspecto muy sospechoso. El niño pequeño de cinco años que respondía al nombre de Sokka se encogió de hombros y se bebió la mezcla de helado y lágrimas, se relamió y pensó: “esto no debe ser sano, no obstante sabe rico”. Sokka se encogió de hombros y se terminó el helado de fresa, vainilla, mora y lágrimas, una vez lo hubo acabado se levantó del sofá y se quedó pensativo.
-Debería ir a entrenar o a aprender alguna habilidad. ¡Ya sé! Aprenderé a andarme por las paredes de forma literal.
Dicho esto, el pequeño niño de cinco años que responde por el nombre de Sokka se Dirigió a su cuarto sonriente para cambiarse de ropa. Una vez en su cuarto, Sokka se quitó su camisa negra que fue tejida por su madre y los pantalones que tenía manchados de barro (estos los echó al cesto de la ropa sucia) y se vistió con la ropa ninja que su padre le había comprado. Comprobó que llevaba el colgante que perteneció a su madre y que había heredado de su padre el día en que este murió (el cual fue el mismo día en el que Sokka se convirtió en un ninja de grado gennin) y bajó a la entradilla de la casa. Seguramente fuera estaría lloviendo como era habitual en la villa de Amegakure no Sato así que Sokka cogió un pequeño paraguas para resguardarse de la lluvia y salió a la calle.
Tal y como Sokka pensaba fuera de la casa estaba lloviendo así que el pequeño niño se dirigió a las cloacas de la villa donde se rumoreaba que era un sitio especial para el entrenamiento de los shinobis de la villa de Amegakure no Sato porque se decía que dentro de las alcantarillas estaba el templo del Amekage.
Sokka se fue al templo del Amekage y cuando llegó comenzó a concentrar su chackra en las plantas de sus pies. Se acercó a una pared e intentó andar por ella, tras el primer intento Sokka cayó de espaldas contra el suelo pero siguió perseverando y a la décima vez ya controlaba la habilidad y era capaz de trepar por las paredes. Sokka se fue del lugar con la técnica ya aprendida.