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Entrenamiento con Kiara

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Mensaje por Taimatsu Jue Oct 18, 2012 3:26 am

El imperio de Kiri no solo era el país del agua, si no que también era el país del fuego, mas concretamente villa de Konoha, todo esto fue gracías al actual Hokage, y alumno del Mizukage Sadoru, esta hazaña fue lograda gracias a el asesinato del Hokage Edu Uchiha, el cual murió a manos del actual Hokage, que no dudo un momento en tomar su trono, nunca había pisado ese país, supuestamente la temperatura de aquel lugar era mayor que la de Kiri,y eso a el no le gustaba mucho, pero alguna vez tendría que hacerlo, temprano salio de su casa, pues el viaje sería de unos días de duración, pues tendría que cruzar el país del agua y el país del te, el camino entre ambas villas ninjas no era poco, pero lo haría tenía que conocer todo, preparándose se fue de la villa con rumbo Konoha, vestía con un pantalón negro oscuro y en los laterales unas rallas, y en la parte superior una camiseta con los mismos colores que el pantalón, y parte del pecho destapada, mostrando sus pectorales bien definidos y marcados, en su cintura había escondida un kunai y en su espalda una capa en la que señalizaba su villa, pero por si acaso en su cuello llevaba la bandana de Kirigakure, una vez fuera de las puertas comenzó a andar hacía lo que sería su nuevo destino.

Tras uno día entero caminando el país del agua iba a terminar y comenzar el país del te, cada vez el agua no era tan abundante y el paisaje era mas verdoso, y una ligera brisa le sacudía su largo pelo rubio haciendo que este se moviese de un lado a otro, tras entrar en el país del te siguió su camino hasta llegar al país del fuego.

Tras un par de días caminando llego a sus destino, era por la mañana, y el sol estaba en lo alto del cielo, y la temperatura era diferente a la de Kirigakure, en el ambiente era bastante seco, menos mal que llevaba su botella de agua guardada, pues si no bebía mas lo pasaría, tras un pequeño rato andando llego a una cascada, en ella dos personas talladas, Madara Uchiha y Hasirama Senju, tras un rato observando aquel paisaje se se puso en la orilla observando el agua, dispuesto a hacer un gran entrenamiento.

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Mensaje por Kiara Namikaze Vie Oct 19, 2012 2:36 am

El sol me dio de lleno en la cara despertándome de mis sueños. no recordaba bien que había soñado, solo tenía la imagen de Riku en su verdadera forma (un león blanco) y yo hablando y dándonos un abrazo, seguramente lo recordaría con el tiempo. Pero de verdad echaba de menos escuchar su voz, aunque me regañaba mucho por todo lo que hacía pero en el fondo sé que me quiere y me aprecia como yo a él.
Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que no estaba en mi cama, si no en el suelo y enredada con las sábanas, a saber que podría haber soñado para acabar así, me reí de mí misma pues hasta yo admitía que era un poco patética cuando el caso de daba.
Me levanté he hice la cama para después ducharme y arreglarme para salir a entrenar al valle del fin después de comer.
Después de exactamente media hora, ya estaba saliendo de la villa camino a mi destino para entrenar un poco. Fui lo más rápida que pude mientras corría y pensaba en qué iba entrenar ese día.
Llegando ya a mi destino, justo en el lado donde está la estatua de Madara Uchiha, pude observar que no estaba sola en aquel lugar. No me fiaba del todo de aquel individuo por las pintas que traía. Aunque yo no debo hablar mucho de eso pues tampoco era un buen ejemplo sobre como vestir debido a mi escasa ropa. Me acerqué a donde estaba al individuo y le dirigí unas palabras respetuosas pero serias:
-Hola, me llamo Kiara. No me suena haverte visto nunca por Konoha ni por Kiri. ¿De donde eres? ¿Como te llamas? todo esto se lo dije a una distancia de seguridad de un metro por si tenía intención de atacar en algún momento.
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Mensaje por Taimatsu Sáb Oct 20, 2012 2:28 am

Se encontraba en la cascada pensando en sus cosas, mas concretamente en la gran batalla que se tuvo que librar en este lugar para quedar como esta, dos grandes ninjas, dos clanes especificos de Konoha, el clan senju, el clan que controla la madera, y el clan Uchiha, el clan de los ojos rojos, mi clan era el Hozuki, uno de los clanes mas importantes de Kirigakure, junto al clan Hoshigaki, los Hozukis habían llegado muy lejos, los dos kages de imperio de Kiri y muchos de los espadachines, y el no se podía quedar atrás.

Tras un rato reflexionando y pensando volvió a la normalidad cuando oyó una voz femenina, se trataba de una chica que estaba a 1 metro de el, vestía con poca ropa, y tenia unas estrañas orejas puntiagudas, parecía como si de una elfa se tratase, tras oir esa respuesta el le respondio rápidamente:

Hola, mi nombre es Taimatu Hozuki, pero me puedes llamar Tai, pertenezco al imperio de Kiri, soy un genin recién alistado, vengo aqui para entrenar, si quieres podemos hacerlo juntos.

Cuando le dijo eso Taimatsu alargo el brazo intentando estrecharle la mano, esperando que ella le respondiese haciendo lo mismo, parecía una chica agradable, su pelo era largo y rubio, unos ojos amarillos, esperaba que las apariencias no le engañasen.

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Última edición por Taimatsu Hozuki el Mar Nov 06, 2012 2:46 am, editado 1 vez
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Mensaje por Sonzu~ Dom Nov 04, 2012 3:37 am

Primera en invadir ~~
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Mensaje por Sonzu~ Dom Nov 04, 2012 5:32 am

Me encanta esto de ser libre. Hacía ya un par de días que no lograba salir, y a pesar de que sé que mis energías se empiezan a debilitar tendré que aprovechar estos momentos al máximo. En vez de caminar por encima he decidido probar algo mucho más divertido, estoy usando mi elemento doton y voy como un topillo por el suelo. Aquí nadie puede verme, a no ser que tenga algún dojutsu, como el Byakugan que yo uso para observarles a ellos. Es de día aún, llevo desde los primeros rayos del alba dando vueltas de un lado para otro. Cuando la actividad era menor podía campar a mis anchas por tejados y callejuelas, aunque ahora prefiero no arriesgarme a que me vean. No entiendo cómo, pero Sonzu es más conocida que antes y no me es muy útil que vayan adivinando cosas sobre mí. Nadie sabe que existo y es mejor así, esperaré el momento oportuno para liarla lo suficiente y Sonzu se vea obligada solucionar algo grave. Ya veré que hago, planear las cosas es aburrido, mejor dejarse llegar y hacer lo que desees justo en el instante que vives.
A mí, por ejemplo, me apetece dar una vuelta por el valle del fin. Allí está la cascada y darme un baño no estaría mal, después de andar por la tierra. Por muy bien que me venga el elemento Doton, no hay nada como el Katon y esa facilidad para prender las cosas. Sin olvidar que es mucho más rápido en actuar. Agudizo un poco la vista y puedo distinguir a dos shinobis a un kilómetro de mí, aunque aún parece que no han empezado las presentaciones. Oh, y conozco a uno de ellos. La kunoichi de cabellos rubios con la que tuve el placer de coincidir en unos baños termales cerca de las puertas de la villa. No es la primera vez que coincido con ella, y encontrarse con viejos conocidos puede ser algo divertido. Y si no se les conoce, nunca es tarde para salir un ratillo y hacer que no se les olvidara mi nombre. O en su defecto, el nombre del cuerpo que uso. Empiezan a mover los labios, supongo que están intercambiando algunas palabras entre ellos. Otros tontos más con lazos y costumbres sociales, como si eso les fuera a servir de algo. Ya he avanzado gran parte de las distancias que nos separaban y tan solo me quedan unos metros más... Me concentro unos instantes, aumentando el calor de mi mano derecha, y en cuanto eso está hecho empieza a infundirse de chakra. Ya tengo activados tanta la radiación de calor, que aumenta la fuerza de mis golpes, como mi querido golpe suave del clan Hyuuga. Favorito por excelencia en los combates.
El chico estira el brazo a modo de presentación, pero la chica no podrá corresponderle. Salgo de debajo de la tierra con un gran impulso y mi palma abierta impacta contra los pies de la rubia, casi seguro que se llamaba Kiara o algo así. Nada la hace más inconfundible que la preciosa K por debajo de su cuello que yo me encargué de grabar. El golpe la ha debido lanzar inconsciente metros hacia la izquierda, y delante de mí tengo al chico. Miro hacia donde debería estar el cuerpo inconciente de la joven con la cabeza ligeramente torcida y chasqueo la lengua con disgusto.

- Tsk, pensé que era una roca...

Vuelvo a dirigir mis ojos al chico y le miro de arriba a abajo. Tiene pinta de pasmarote. Agarro su mano con fuerza y se la estrecho, agitándola de arriba a abajo tan solo un par de veces. Noto como mis fuerzas comienzan a fallar y sé que me queda poco tiempo. Le suelto la mano y pronuncio unas palabras. Mi voz suena más seca de lo que cualquiera que me conozca estaría acostumbrado a escuchar. En mí no permanecen la dulzura e inocencia que caracterizan a Sonzu.

- Encantad...

El chico podría ver como me alejaba de él unos metros, dejándonos a cinco(5) de distancia, ambos a la altura de la orilla. Me agarraba la cabeza con las dos manos y tenía visible gesto de dolor. Ojala hubiera podido un poco más...

____________

Salgo y veo el panorama que segundos antes he contemplado desde el interior de mi cabeza. La chica que habita en Konoha ahora yace inconsciente y cerca hay un chico que debe estar alucinando. Iba a ganarme peor fama de la que ya debía tener, y es que con estos transtornos tan raros no es para menos. A veces no logro controlar a Kinder. Parpado un par de veces debido a mi borrosa visión que me acompaña los primeros momentos de hacer el cambio, acostumbrándome al cuerpo al que me he pasado. Sonrío al chico con ternura, intentando disculparme a su vez por mi conducta.

- Lamento si te he asustado. De vez en cuando me dan fuertes dolores de cabeza. Encantada, ahora sí. Me llamo Sonzu Hyuuga.

Mi voz suena más cercana, no como el tono usado por Kinder. Aún en el mismo cuerpo nuestras características son distintas. Pobre Kiara, ha tenido que sufrir esto otra vez... Suspiro disgustada y miro mi ropa, algo era distinto. Ya no tengo el camisón para dormir, sino que estoy vestida con un corset negro y unos pantalones de cuero ajustados. Al instante me sonrojo. Toma ya, esto sí que es ser discreta. Solo me falta la fusta. Desde lo más profundo de mi ser, deseo que me hayan visto pocas personas con estas pintas. Me fijo en la bandana de Kirigakure que tiene atada al cuello, al menos es alguien del imperio.


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Mensaje por Hiaji Hanabi Dom Nov 04, 2012 10:55 pm

Segunda en invadir!

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Mensaje por Hiaji Hanabi Lun Nov 05, 2012 12:55 am

El sol se extendía sobre mi cabeza, creo que no podía estar más arriba, para mi suerte me encontraba bajó la protección de un gran bloque de piedra , en la entrada del edificio del Mizukage. En mi mano sujetaba entre dos de mis dedos un pequeño palillo afilado en el que en el se clavaban tres pequeñas bolitas dulces y de colores que solía comer por las mañanas, aunque ciertamente no fuera el mejor desayuno, pero estaban realmente ricas.Terminé de comérmelas con paciencia, hoy tenía pensado emprender camino a Konoha, recordaba conocer a varias personas allí, me atrevía a decir que incluso más que en kirigakure. Acabé mi desayuno quedando en mi mano un puntiagudo palo de madera un tanto pegajoso, debía lavarme las manos. Una mujer aparentemente mayor se acercó a mi por la espalda, tocando mi hombro y mandándome a salir, pues supuestamente no podía comer allí dentro, realmente me dio igual, pero tocó algo mi moral que me mandaran ha hacer algo, así que no dude en lanzar el palillo hacía la pared, el cual dio incontables vueltas hasta clavarse fijo en la misma. Tampoco me tomé tiempo en mirar a la mujer, pues en mi rostro se expresaba una sonrisa de satisfacción, no me hacía falta mirarla para saber su reacción.
Apoyé mi mano sobre el pomo de la puerta para disponerme a salir de salón principal, pero paré mis pasos mirando a la mujer por encima de mi hombro.
Saluda al Mizukage de mi parte. Hiaji Hanabi.
No me detuve más tiempo, era una molestia tener que llegar a Konoha cinco minutos más tarde de lo previsto, si no me daba prisa, se me escaparía de las manos.
Abrí de una vez la puerta, y con la misma al salir, la cerré a mi paso. Comencé a caminar atando a mi cuello una larga capa de tela negra, y cubriendo mi rostro con la capucha, por lo menos así me aseguraría de no caer al suelo por culpa del fuerte sol que se empeñaba en acaparar todo el cielo con su luz.
Llegué tras unos minutos al embarcadero donde un señor, al cual echaba entre treinta y treinta y cinco años, se ofreció con demasiada amabilidad a llevarme hasta la costa de Konoha, cuando me monté en esta, me di cuenta de que el joven era muy pesado¿Pensaba que porque me llevara le haría servicios gratis?No es que me gustara demasiado eso de tener enchufes, y menos con tal descaro con el que estaba llevando.Deberíamos llevar medio viaje cuando me cansé de su cháchara y tras ponerle un kunai en el cuello, me hice con su barca.Saqué su trasero de la que ahora era mi embarcación y proseguí mi camino.
Pasé tres días sobre aquella barca hasta llegar a la costa de konoha, realmente estaba hambrienta, a quien se le ocurre salir de casa sin comida para algo así, de todos modos, esta vez no hacía calor, y había llegado más temprano de lo pensado, así que me tomaría mi tiempo en ir a comprar dulces para calmar mis ganas de comer aunque solo fuera un poco.Tampoco me llevo mucho tiempo comprar los Dangos, pues había una tienda cercana al puerto, menos mal, mi tripa ya parecía un gato rabioso y recién mojado.
Entonces comencé a correr hacia el centro de konoha, no era plan de perder el tiempo tampoco. Entonces llegué a una casa conocida, estaba segura de haber visto antes esa casa, poco después de llegar a esta una muchacha de cabellos rubios y escasa ropa salió de su cada tranquilamente, si, sin duda se trataba de Kiara. Al acordarme, acarició con la yema de mis dedos la ''K'' de mi cuello, realmente no sabía que significaba, no sabía si el nombre de la muchacha que se lo había hecho tenía esa letra por nombre... Pero no, si mi memoria no me fallaba esta vez esa muchacha se llamaba Sonzu, si, era inconfundible, aquella manera de hablar la cual relajaba a cualquiera, al igual que sus golpes harían desfallecer a cualquiera. Recordé entonces el terrible mareo que recorrió mi cuerpo al sentir que si mano impactaba contra mi pecho, recordaba perfectamente ver como su mundo se movía a camara lenta hasta desfacer en el suelo y al despertar, encontrarme sobre la camilla del hospital con aquella ''K'' vendada y aun sangrando.
Seguí a aquella muchacha hasta una cascada preciosa, me daban ganas de vomitar un arco iris.

Al parecer hasta ese momento la muchacha no se había dado cuenta de mi presencia, lo cual era bueno para mi, aunque no tanto para ella.Me oculté tras un gran árbol tras del cual el tronco era dos veces yo, a veces ser pequeña tenía sus ventajas. Parecía que no nos encontrábamos a solas, sino que un joven yacía meditando junto a las estatuas de los grandes. De aquella forma me sería imposible atacar, pues no sabía nada sobre aquel otro ninja, por lo que una vez me descubriera podía pasar cualquier cosa. Oí como ambos se presentaban, tal como había deducido, la chica era Kiara, el muchacho tenía un nombre un tanto extraño y difícil de recordar, esperaba acordarse.

Oí también como planeaban entrenar y poco después un gran estruendo despertó mi curiosidad haciéndome agarrar con fuerza el palillo de madera donde aún había clavados tres dangos, de los cuales me había olvidado completamente. Cuando por fin me decidí a salir de detrás del árbol, allí estaba, la muchacha que se había encontrado en el Templo del fuego hacía ya bastante tiempo. Se agarraba con fuerza la cabeza, y pocos segundos después parecía como si no recordara nada de lo que acababa de pasar, yo, aún algo extrañada, tampoco había visto lo ocurrido, simplemente había oído el estruendo, y seguido de esto, darme cuenta de que Kiara yacía en el suelo inconsciente, aquello me facilitaría las cosas para hacer mi trabajo.

Di un pequeño mordisco a uno de los dulces y estiré la mano mirando tanto al muchacho, como a la chica varias veces, y con la boca llena, y cordialmente , me decidí a preguntar.
¿Quéreis? Están muy buenos.... Silencio sepulcral, ¿Cómo debía interpretar eso? ¿No?... Bueno, no me matéis, a este paso acabaré calcinada por vuestras miradas No me corté un pelo en decir mientras me acercaba descaradamente a la joven que ya conocía. Si no mal recuerdo tu eres Sonzu ¿Verdad qué si? Dije intentando imitar la típica sonrisa amable, simplemente para que no se asustara de mi y volviera a golpearme. ¿Qué te parece si hacemos un cambio? Yo ya había fijado mi vista en lo que deseaba cambiar. Vi sus apretadas ropas y bajé la capucha de mi capa para que pudiera recordar vagamente mi rostro. Coloqué entre sus pechos el palo de madera donde aun había dos dangos que deseaba regalarle y a cambio, cogí de su bolsillo un kunai.
En seguida te lo devuelvo, solo será un segundo.

Me acerqué a Kiara, que yacía tendida en el suelo. Me agaché a su lado cogiendo con mi boca el kunai y concentrando chakra en mi mano, creando un preciso bisturí de chakra con el que me ayudé para rasgar su ropa superior. Entonces con suavidad dejé la prenda a un lado cogiendo entre dos de mis dedos de la mano izquierda uno de sus pezones, y con la otra,la derecha, el kunai, con el que hice un rápido movimiento cortando este y dejando sobre su pecho tu misma ropa para evitar que sangrara mas de lo normal, cual papelillo cuando un hombre se corta al afeitarse.

Cogí el mismo y lo limpié un poco con la otra parte de sus ropas, colocandolo sobre su frente. Tras esto miro hacia la muchacha, Sonzu,que se encuentra a mi espalda, y colgado de su cintura puedo ver una bobina de hilo ninja, creo que si le cojo un poco, no se enfadará demasiado. Me acerco a gatas a sus pies y estiro del hilo cogiendo menos de un metro y cortando este con los dientes, tras esto, me acerco a Kiara de nuevo y con ayuda del kunai y mucha paciencia, coso este a su frente, tardará un poco en recuperarse e incluso me ha sobrado un pequeño trozo de hilo, que devuelvo junto al kunai a las manos de la muchacha con una sonrisa.
Muchas gracias por tu ayuda.

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Mensaje por Shika Lun Nov 05, 2012 3:45 am

Terceer ~~
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Mensaje por Shika Lun Nov 05, 2012 3:48 am

No me pasaba desapercibido el hecho de que Sonzu había salido por la noche de casa, vestida simplemente con un corsé negro y unas mayas ajustadas del mismo color. En el momento, sabiendo que lo que ella hiciera no me incumbía demasiado, no había hecho nada. Sin embargo, pasada ya la noche comenzaba a preocuparme por ella. Decidí preguntar a los ninjas de la mansión si la habían visto, pero contestaban que después de haber salido no habían sabido nada más de ella. Yo asentía sin perder la calma para después ir a buscar a Negro Kun. Si nadie podía ayudarme a saber dónde estaba, yo misma iría a buscarla. Algo me decía que el valle del fin le gustaba mucho a mi amiga cuando estaba mal o se aburría. Esperaba que no fuera la primera opción, aunque bien sabía que el aburrimiento de Sonzu podía ser bastante malo para algunas personas. Chasqueé la lengua, subí a lomos de Negro Kun y ordené a los ninjas que abrieran la puerta del patio.

Una vez fuera de la mansión, Yami comenzó a correr a lo largo del bosque de la muerte, arrasando con todos los árboles que hubiera a su alrededor. Notaba cómo mis reservas de chakra bajaban lentamente en cantidad mientras aumentaban los atributos de mi pequeño, pero sabía también que tendría suficiente para un buen rato de diversión. Me encantaba pasear por la villa subida en Negro Kun. La gente se apartaba, incluso algunos miraban con gestos extraños ante la ninja de pelo rosa que viajaba a lomos de un monstruo de grandes dimensiones. Era divertido.

Pronto llegamos a las puertas de la villa y el paso acompasado de Yami se convirtió en una carrera desenfrenada. Yo era plenamente consciente de lo mucho que le gustaba corretear por todas partes y hacer muestra de la velocidad que tenía cada vez que yo le cedía mi chakra. Mi risa podía oírse en el camino, totalmente solitario, que llevaba al valle del fin.

Mami, ¿jugaremos con los genins hoy?

No lo sé, Negro Kun. Si están en el valle del fin puede.

Un sonido gutural semejante al de un ronroneo llegaba a mis oídos, procedente de la garganta de Negro Kun. Me recordaba mucho a Coñito, lo que me hizo darme cuenta de que aquel día no le había visto. Solía descansar en la cabeza de Negro Kun, pero supuse que habría ido a cazar algún pájaro para comer. Entre pensamiento y pensamiento, a cada momento me daba cuenta de que era bastante cierto lo de la familia pintoresca. Teniendo un monstruo por hijo y un gato blanco llamado Coñito por mascota, no me extrañaba que la gente me mirase de forma extraña.

Sin embargo, por el momento nadie se atrevía a decir nada en contra de mí o de aquellos cercanos a mi persona. No era muy sencillo quitarme la sonrisa del rostro, por mal que fueran las cosas siempre habría un buen motivo por el cual ser feliz. Tan solo había que creer en aquel motivo.

En poco tiempo llegamos al bosque y encontramos el pequeño obstáculo del poco espacio que había entre los árboles, pero no fue problema, Negro Kun encontró un lugar en que el camino era más ancho. No le importaba tirar los árboles en el bosque de la muerte, pero los del valle del fin eran más bonitos. El respeto que en algunos momentos mostraba Yami ante la naturaleza que le gustaba me hacía pensar en el chico de la cascada y en cómo iría su vida en aquel momento. Me preguntaba cuándo volvería a verle, así como si sería de nuevo frente a una cascada. La coincidencia sería curiosa, pero teniendo en cuenta que él había estado meditando bajo la cascada tal vez no sería la más extraña.

Sin darme cuenta, de nuevo sonreía aún a lomos del pequeño Negro Kun, recordando el día en las montañas de Iwagakure en que había conocido tanto al chico de la cascada, que se hacía llamar Shichika, como a Sonzu. Salí de mi ensimismamiento cuando, aparte del ronroneo constante de Yami, pude oír algunas voces. Sabía que mi pequeño las había escuchado también, porque me preguntaba en mi mente si nos dirigiríamos allí. Tenía ganas de ver lo que estaba ocurriendo y jugar con algún ninja.

Cambiamos la dirección y comenzamos a avanzar hacia la izquierda. Cuando llegamos a un claro del bosque en que había una cascada además de varias personas, Negro Kun rugió para llamar la atención. Pude ver allí a Sonzu y a Kiara, que yacía inconsciente, además de a dos ninjas que debían ser de otra villa. Desmonté y me acerqué sin prisa, viendo en mi camino que Kiara tenía la ropa rota, un trozo de tela ensangrentado y un pezón cosido a la frente. Mi cara debió ser bastante cómica en ese momento, antes de que me echara a reír.

- ¿Quién le ha hecho eso a Kiara?

Era bastante divertido, la verdad. Después, me fijé en la joven de pelo blanquecino y en el único chico que había allí hasta el momento. Cuando vi las bandanas de Kirigakure me calmé un poco. Podía escuchar aún el ronroneo de Negro Kun, que se divertía más aún que yo al ver el aspecto de la joven de cabellos rubios. Aún así, él permanecía atento por si me atacaban los presentes en el claro.

Hice un sello con ambas manos y repartí el chakra de la forma conveniente. Sabía que si Sonzu tenía activado el byakugan sería perfectamente consciente de lo que acababa de hacer, pero mi objetivo en ese momento eran los otros ninjas. Debía estar preparada en cualquier momento para lo que quisieran intentar. Sonreí amigablemente después de haber tomado las precauciones necesarias. Me mantenía a una distancia de doce metros de Negro Kun y veinte aproximadamente de los demás, aunque bien sabía que a algunos la distancia no nos resultaba un problema excesivamente importante.

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Mensaje por Sokka Lun Nov 05, 2012 4:14 am

Cuarto...

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Mensaje por Ermitaño De Los 6 Caminos Lun Nov 05, 2012 4:14 am

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Mensaje por Sokka Lun Nov 05, 2012 8:11 am

[Off: tengo permiso de Kenzo Taimatsu para invadir.]

Mirando hacia la izquierda, lluvia; mirando hacia la derecha, más lluvia. Así es como viven todos y cada uno de los habitantes de la villa de la lluvia en Amegakure no Sato. Uno de esos habitantes es un niño de cinco años que había soportado a lo largo de su corta vida diversas burlas de otros crueles niños debido a su corta estatura (setenta centímetros). Es por esto que Sokka, así es como se llama el niño, había decidido convertirse en un shinobi del País de la Lluvia. Desde que se convirtió en gennin de Ame, las burlas hacia él fueron disminuyendo hasta convertirse en elogios. Debido a este hecho que ahora se puede encontrar a Sokka paseando por las vacías calles de la capital de la lluvia en busca de algo fuera de lo común. Sin embargo en el País de la Lluvia hacía tiempo que no ocurría nada nuevo. Fue entonces cuando decidí que iba siendo hora de iniciar un viaje para descubrir mundo y el cómo se viven en otros lugares. Había oído rumores de que en El Valle del Fin no llovía continuamente como en Amegakure no Sato, una rareza así era digna de verse al menos una vez en la vida. Según los mapas consultados El Valle del Fin se localizaba en los alrededores del País del Fuego, en el Imperio de Kiri.

Debería atravesar todo el País de la Lluvia y parte del País del Fuego para llegar a El Valle del Fin. Para este viaje tendría que coger suministros para unos tres días ya que debía contar con el viaje de vuelta. En el País del Fuego hacía más calor que en el País de la Lluvia y es por eso por lo que no llevaría más que lo puesto y un conjunto más para poder cambiarse. Comenzaría mi viaje a la mañana siguiente con el amanecer en la villa.

El reloj marcaba las cinco y media de la mañana cuando mi pequeña figura se ceñía la bandana de la villa en la frente con todo ya preparado. Mi torso estaba cubierto por una camisa de color negro confeccionada por una suave tela aunque todavía me quedaba grande y por eso también me tapaba parte de mis cortas piernas. Por debajo de la camisa sobresalían un poco unos cortos pantalones de color blanco cuya tela era algo más gruesa que la de la camisa pero también bastante suave. La bandana de la frente era una división entre mi pelo azul oscuro e intenso y mis ojos azules claros, brillantes y llenos de ilusión. Aunque estoy siempre en un obscuro y lluvioso entorno mi rostro está siempre de un tono sonrosado y alegre debido a que todavía soy un niño y que veo la vida más bonita de lo que en realidad es (a pesar de las pérdidas que ya he sufrido).

Cogí la bolsa en la cual guardaba la comida para el viaje y la ropa de cambio, además de las armas que solía llevar conmigo, me la eché al hombro y salí a las calles sin coger ningún paraguas ni nada similar que me cubriera de la lluvia. Así es como daba comienzo mi viaje de hace un día y medio. Recuerdo que las calles de la villa estaban más abarrotadas de lo normal, era como si pareciese que se había corrido el rumor de mi pequeño viaje. Algunos chicos de mi edad me estuvieron siguiendo durante un rato largo en mi camino para salir de la villa y mientras otros habían sido llamados por sus madres y padres para que no me siguieran. A mi realmente me daba igual lo que hiciesen, pero una cosa tenía clara yo no iba a cuidar de ninguno de ellos.

El primer día del viaje fue ligero, la lluvia caía sobre mi pelo azul y me empapaba la ropa. Hacia el mediodía paré para comer algo, llevaba varias horas seguidas caminando pero todavía seguía en el País de la Lluvia. Nadie me seguía ya y de mi bolsa de viaje saqué un paquete el cual desenvolví con cuidado. En el interior estaban las bolas de arroz que había preparado para el viaje, estaban realmente buenas y cuando me las acabé, guardé la tartera y saqué un helado que me iría comiendo mientras caminaba. El helado se me acabó en seguida pero todavía me quedaba un largo camino por recorrer. Al cabo de dieciséis horas caminando sin descanso se lograba divisar el final de la lluvia e iba siendo hora de dormir un rato. Me puse la bolsa de viaje a modo de almohada y me quedé dormido en el suelo mientras me caía la lluvia. Al cabo de tres horas me desperté, estaba completamente obscuro pero seguía estando en el País de la Lluvia. Así pues reanudé mi camino y tras pasar poco más de una hora llegué al País del Fuego.

Todavía tenía que continuar un par de horas más pero tenía hambre. El cielo ya estaba despejado y el sol comenzaba a salir por el Este. Tanta luminosidad me cegaba un poco al principio y me hacía entrecerrar los ojos. Cuando eché la mano a la bolsa de viaje para sacar algo de desayuno descubrí que solo quedaba la ropa, era una lástima que debido a mi escasa madurez no hubiese sabido cuanta comida debería haber echado para tres días. Entonces lancé una mirada al cielo y vi volando a un par de grande pájaros. En el suelo encontré unas piedras y entonces se me ocurrió una idea, si lograba derribar aunque fuera a uno de los pájaros podría desayunar lo. Cogí unas tres piedras y comencé a lanzarse las a los pájaros, las dos primeras veces fue sin éxito pero por buena fortuna a la tercera vez de lanzar la piedra acerté en la cabeza de uno de los pájaros lo que provocó que este cayera en picado. Un fuerte golpe contra el suelo fue el que se dio el pájaro cuando la caída acabó sin embargo yo ya tenía algo para desayunar. Con uno de mis kunais puede cortarlo para que me fuera más fácil masticar.

Con el estómago lleno, continué el camino cuyo destino era El Valle del Fin y dos horas después llegué a un claro con una cascada. A ambos lados de la cascada se podían hallar dos enormes estatuas de dos grandes shinobis. Hasta en Amegakure no Sato se había oído hablar de estos poderosos ninjas, Madara Uchiha y Hasirama Senju. Aquel era un bonito lugar, un maravilloso paisaje de los que solo se ven en pinturas de museos prestigiosos y yo tenía el placer de contemplarlo en persona y no solo de contemplarlo sino que además tengo la oportunidad de sentirlo. Desde la frescura del agua hasta el cantar de los pájaros todo era increíblemente precioso.

Pude estar tranquilamente una hora entera contemplando maravillado el lugar. Me subí de un salto a un árbol situado en el borde del claro y desde allí contemplé más hermosura si era posible. Y eso nos trae al punto de este momento. Desde el árbol puedo ver cómo aparece un joven con un pantalón de color negro obscuro con rayas en las laterales conjuntado con una camiseta negra también pero "incompleta" ya que en realidad faltaba media camiseta. El joven se había girado para mirar las estatuas de Madara Uchiha y Hasirama Senju y fue entonces cuando puede ver su capa en su espalda. Dicha capa mostraba que el shinobi pertenecía a la villa de la niebla. Al poco tiempo llegó una chica falta de ropa, rubia (podía ser teñida o natural) la cual llevaba una bandana que simbolizaba que la chica pertenece a la villa de la hoja. Aquellos dos estuvieron hablando y yo mientras los observaba, al poco rato llegó otra chica (con otra bandana de Konoha) que sin dudarlo dos veces atacó a la rubia de Konoha y la dejó inconsciente. Acto seguido apareció una tercera chica (esta era de Kiri pues así lo mostraba su bandana) con algo que parecía comestible en la mano. La segunda chica y la tercera intercambiaron un kunai, un trozo de hilo y la comida. Después de eso la tercera chica se acercó a la rubia e hizo algo que no pude distinguir puesto que quedaba de espaldas hacia mi, pero cuando se levantó pude ver algo de sangre en la rubia y una especie de bulto en la frente. "Parece que va siendo hora de presentarme."-pensé, pero justo entonces apareció otra persona. Una pelirrosa entró en escena a lomos de una enorme bestia y comenzó a reírse en cuanto vio a la rubia con el bulto en la frente. Las palabras brotaron de la boca de la pelirrosa, la cual ya había identificado como shinobi de Konoha, sin embargo no la hice caso.

Ahora sí que me tocaba entrar en escena a mí. Desde mi árbol sin ser visto (o al menos eso esperaba) realicé un sello con las dos manos e instantáneamente unas nubes negras se alzaron en el cielo eclipsando el sol. Una obscuridad similar a la de Ame se cernía sobre el claro y una gota de agua cayó del cielo al pequeño lago, seguida de otra que cayó sobre la hierba y una tercera cayó sobre una piedra. Esto se repitió en diversos puntos dentro de un radio de cincuenta metros. Acababa de crear lluvia, pero esta era una lluvia especial que ralentizaría un poco la velocidad de aquellos que estuviese bajo la lluvia y que no fueran yo, ya me sentía como en casa. Después de eso bajé del árbol de un salto con el pulgar de la mano derecha hacia arriba y gritando para que me escucharan:

-¡Entrada triunfal conseguida!

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Mensaje por Shichika Lun Nov 05, 2012 1:40 pm

Entrenamiento con Kiara Madara2

En el valle del fin (La parte inferior de la cascada) no hay orillas con bosquecitos, pero como ya lo habéis roleado todos, correremos un tupido velo y nos imaginaremos que estamos en una casca cerca de la cascadota grande. Y ya que nadie ha dicho distancias, pues me las invento 8D


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Mientras las frías lluvias del Otoño caen sobre mi cabeza desprovista de más protección que mi propio cabello, acariciando así mi pelo y mi piel con su suave caricia, veo a la luna, el astro Reinante en la noche, bailar sobre las nubes, eternamente observada por sus cortesanas, las estrellas, siempre vestidas con sus mejores galas, hechas de diamantes que destellan reflejando la luz de la inmensidad celeste. Su danza revela acontecimientos que pasaron en antiguas tierras del Noroeste, mi último hogar hasta el momento, donde residía con mi querido Hakuhei, ese lugar olvidado por la naturaleza del que la vida había sido completamente desterrada. Al caer la villa oculta de la roca, y desaparecer por arte de magia todos los habitantes del lugar, no pude hacer otra cosa que volver a mi vida de peregrinaje, sin mi hermano, aunque sabía que tarde o temprano volvería a encontrarme con él, pues nuestros lazos estaban afianzados en el telar del destino, y los caminos de la tierra sabrían guiarle de nuevo hasta reencontrar los ríos de nuestra existencia en uno solo que fluyera por el mundo con la fuerza de un mar en movimiento. Durante meses vagué de un lugar a otro, primero hacia el este, donde había pasado algunos años meditando en aquel País Helado que los Shinobis conocían como el País de la Nieve. Había recorrido las calles desérticas de Yukigakure, un reflejo de la propia Iwa, pues podía sentir el mismo tipo de maldad en la tierra, rezumando de los pocos árboles muertos, meros tocones sin vida, ennegrecidos y resecos, ni los insectos se habían hospedado en su interior, apropiándose de la difunta planta, ni algún pequeño roedor había excavado su madriguera entre las recias raíces, no un extraviado pajarillo había reciclado las ramillas secas formando un nido acogedor en el que criar a sus polluelos. Todo tipo de vida había huido del lugar, creándose un enorme punto negro en el mapa de mi mente, pues nada podría aprender allí ya, no había árboles que susurrasen su canción, curiosos por los viajeros que se sentaban a su sombra para comer o descansar, ansiosos por comunicarlo al resto del bosque. No había ardillas que corrían sobre las ramas de sus informadores, extendiendo la canción por el resto del bosque en pocos minutos, ni una simple cigarra que iniciase la nana del bosque, incitando a todos sus habitantes a entrar en un sueño profundo y placentero. Durante días examiné el lugar, escavando decenas de metros en los lugares más afectados, buscando una pizca de agua que no proviniera de la propia nieve, desarmando casas enteras para analizar los vertidos que sus habitantes hubieran podido crear, algún tipo de veneno o quizás una enfermedad. Con el paso de los días, mi salud no menguaba, aunque mi estómago comenzaba a quejarse por la falta total de alimentos, aparte del agua que caía del cielo, y aunque esto no me preocupaba demasiado, el hecho de no haber encontrado vida alguna a lo largo de la semana, hizo que mi preocupación aumentase cada día exponencialmente. Al salir el sol del quinto día, mi pié derecho se hundió varios centímetros en una sustancia borboteante y pringosa, muy parecida a la baba que algunos animales marinos de tamaño considerable excretaban al sentirse atacados. Cuando bajé la mirada hacia el suelo para identificar lo que había pisado, en mi faz se reflejó una mueca de horror y pena, pues ante mí había encontrado lo que seguramente fuera el único superviviente a kilómetros de distancia, y en mi mala fortuna, lo había pisado. Los caminos del destino no estaban a mi favor, quizás el no poder oír la canción del bosque durante tanto tiempo me había afectado, pues tampoco sentía el arrullo de las arenas desérticas, ni el borboteo constante y antiguo de los pantanos. Esa cosa que había bajo mi pié derecho era lo único que emitía algún tipo de señal que me pudiera hacer ver que alguna vez tuvo vida, hasta que le fue arrebatada por una sandalia de tamaño considerable, enfundada en un pié de tamaño considerable. No era más que una pequeña lagartija, pero de su cuerpo, ahora una carcasa vacía y completamente destrozada, manaba esa sustancia pegajosa y ciertamente repugnante de color verdoso que recordaba a la podredumbre extrema que sufrían los cadáveres tras las guerras, aquellos que no tenían la suerte de ser recogidos por sus familiares y amigos para enterrarlos, los que se quedaban entre el fango del campo de batalla, asediados por los mosquitos y las alimañas. Pero esto era mil veces peor, pues la descomposición del ser era demasiado impura, no había animales a su alrededor, ni insectos tratando de sacar el último milímetro de alimento posible atraídos por la peste, simplemente el pequeño reptil había degenerado hasta un estado que no pertenecía a este mundo. ¿Quizás los muertos del más allá acababan así? Confiaba en que la Madre Tierra le tuviera preparado un destino mejor, siempre le había agradado la idea de la reencarnación, en un ave, o un pez quizás. Las abejas le gustaron desde que tenía memoria, con sus zumbidos alegres y siempre bien acompañadas.

Lo que había encontrado en Yukigakure le había afectado profundamente, haciéndole pensar durante meses, ya lejos de aquellas tierras baldías, en el por qué de que la tierra estuviera muriendo a pasos tan agigantados. Durante semanas, el Desierto, tan cercano a su nuevo alojamiento tras las montañas, había sido azotado continuamente por una tormenta de arena, y por su cercanía, a veces llegaban noticias de lo que ahora llamaban Imperio de Kiri, pero que él siempre había conocido como El Gran Bosque y el Final de todos los Ríos, hablando sobre increíbles incendios que se apagaban al alba tras haber ardido toda la noche y tormentas tan violentas que destrozaban a cualquier embarcación que saliera de puerto. Hasta ahora nunca había manifestado un interés tan prolongado en un mismo tema tan concreto, y este constante entrenamiento mental le había hecho afinar su lógica más allá de lo que sus maestros de dialéctica jamás hubieran soñado. Los caminos de la Madre Tierra estaban siendo aniquilados, por algún ser creado para ser el fin de todo lo bello y lo horrible, dejando tan solo un yermo muerto y vacío en donde antes se había alzado esta tierra hermosa. Abro los ojos y vuelvo a sentir la lluvia sobre mi cara, en algún momento la he alzado hacia los cielos con los labios apretados, mientras mi mente volaba entre recuerdos, y al parecer, una vez más, los caminos del destino se han alineado frente a mí. La enorme y negra nube que hay sobre mí, tiene una zona menos densa, a través de la cual se filtra levemente la luz de la luna y las estrellas, que se han movido de nuevo, escondiéndose tras su enorme manta oscura, pero al unirse con ella, las gotas de lluvia parecen una cascada, poderosa y enorme, que cae desde las alturas, con su punto más alto iluminado como si el sol estuviera naciendo tras ella. Conocía ese lugar, pues siempre que visitaba el Gran Bosque en dirección norte o sur, lo visitaba para deleitarme con el canto del agua bajando decenas de metros hasta unirse de nuevo con el resto de su esencia en el fondo del profundo lago, bordeado por dos colosales estatuas que representaban a antiguos Shinobis cuyos nombres se perdieron en los pliegues de la historia. Recordaba que cerca de allí, en una de las orillas más cercanas, había un tupido bosque, con un claro a treinta metros de la orilla, que a pesar de su cercanía no permitía ver el lago. En el interior del claro, perfectamente abierto de cincuenta metros de radio, como si el propio bosque se hubiera abierto para dejar paso a las caravanas que hacían sus altos en el lugar. En una de las esquinas del claro, caía una pequeña cascada de un peñón, y su agua clara fluía por el borde del claro, hasta perderse entre los árboles. Lo recordaba perfectamente, la armonía de voces en aquel lugar era especialmente deliciosa, así como lo era en un claro muy similar, en el que, hacía ya mucho tiempo, conoció a dos muchachas de hermosos cabellos como si la propia noche acompañada por un ángel se hubieran manifestado para él durante su meditación. Sin dudarlo un segundo, emprendió el camino de cuatro días que tardaría en llegar al lugar, sin llevarse nada más que lo que traía puesto, su ropa habitual, las doce pequeñas, pero eficaces pesas que usaba para entrenar y sus refuerzos para brazos, piernas y manos, que no solía quitarse cuando salía a entrenar. En algo menos del tiempo que esperaba, llegó a los límites del Valle del Fin, como llamaban generalmente los habitantes del Gran Bosque a dicho lugar, y en seguida se adentró entre los árboles silenciosamente, gracias a la inmejorable habilidad que había desarrollado tras cientos de miles de kilómetros por el bosque, nadie podría oírle llegar, por lo que si molestaba a alguna pareja que estuviera a punto de hacer eso que Hakuhei llamaba Enseñar la codorniz a la liebre y que no debía ser interrumpido por el bien de todos los presentes, le daría tiempo a recular y apartarse hasta donde no pudiera verles ni oírles. El claro quedaba ya a menos de veinte metros, cuando de repente vió a una joven de pelo blanco pegada a un árbol, escondiéndose seguramente. Más adelante, en el claro que podía vislumbrar entre los árboles, veía a varias personas hablando tranquilamente, seguramente iban a comenzar el serio ritual que Hakuhei llamaba "Dar cobijo a la Anguila" y que servía para demostrar el respeto que se le guardaba a una mujer en momentos de necesidad. La chica de pelo blanco iba a interrumpirlos, lo sabía, el colibrí que cantaba sobre la rama del árbol tras el que se estaba escondiendo no podía mentir, y su canto era inconfundible. Do, Do agudo, Si, Sol siempre había significado peligro.

Haciendo gala de mi enorme velocidad, a pesar de que ocho pesas apretaban mis piernas, y dos cada uno de mis brazos, pude pasar desapercibido para la joven sin dejar de usar mi sigilo, que gastaba cierta cantidad de chakra en mis pies, hasta que mi pié golpeó su cabeza una vez. Otra, otra y otra más. En algunos lugares se le llamaba ensañamiento a mi conducta, pero la verdad era que me encantaba patear cabezas. Siempre se me había dado bien jugar a la pelota con mis amigos, aunque siempre se enfadaban conmigo por que la lanzaba demasiado lejos. La última de las patadas, en la nuca, estrelló la cara de la joven contra el árbol, partiéndolo en dos y haciendo que la chica saliera disparada hacia delante, a través de la pobre víctima arbórea. No podía permitir un comportamiento tan indecente, así que agarré sus pies, y salí proyectado por el tiró de la joven hacia delante también, cayendo tras el joven medio desnudo que intentaba cortejar a la rubia de grandes senos. Sin soltar los tobillos de la peliblanca, arremetí las piernas del chico, partiéndolas con un simple torbellino de la rosa. A mi espalda, el suelo se había abierto, y la rubia salió disparada varios metros inconsciente, al parecer por otra mujer, de aún más abundantes pechos, y palmas letales, que por el rápido vistazo a mi espalda, tenía serios problemas circulatorios en los ojos. Aprovechando la inercia del giro, solté a la peliblanca en el momento justo para que saliera disparada de cabeza contra la mujer morena de ojos claros, esperaba, golpeándole fuertemente en la cabeza para distraerla mientras yo simplemente desaparecía y al reaparecer al lado de otro joven que justo había caído de un árbol, le plantaba un puñetazo en la cara que le hacía estamparse contra el primer árbol que ví, curiosamente del que acababa de caer el joven, partiéndolo también. Maldita sea, ¿Es que todo el mundo hoy quería romper árboles? Nadie había muerto, pero la escena había ocurrido en poco menos de dos segundos, desde que la peliblanca atravesó el primer árbol, hasta que el ruidoso niño que caía de las ramas atravesó el segundo árbol. En el claro, la pelinegra estaría ahora pensando en algún tipo de vestuario extravagante, o al menos eso revelaba su atuendo, lo que Hakuhei llamaba "Pincel preparado para mojar la caña", nunca le había dado una explicación a esta última exclamación, que parecía ser una de sus favoritas. En la lejanía podía oír como poderosas pisadas se aproximaban a toda velocidad. Algo grande y muy contento quería jugar, y hacía mucho que no jugaba con nadie de mi tamaño. Sin embargo mis ojos no se desviaban de la pelinegra, pues me sonaba de algo. El oído haría el resto para mí, asegurándose de cuando el joven atrapado en el tronco del árbol se levantaba o cuando el enorme ser estaba lo suficientemente cerca como para que le lanzaran un palito. Sentía un cosquilleo en la mano derecha, donde Hagane Yashi se había calentado por su uso repetido en mis piernas, para aumentar la fuerza con la que golpeé a la peliblanca. Hacía mucho que no lo usaba, seguramente en un par de golpes más se acostumbraría, lo que me quedaba como duda era si alguien quedaría dispuesto a charlar tras tantos golpes.



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Mensaje por Taimatsu Mar Nov 06, 2012 4:24 am

Me encontraba en el país del fuego, muy cerca de la villa de Konoha, que significa aldea oculta entre las hojas, una aldea de las mas poderosas actualmente, dirigida por el Hokage Viral Hozuki, un gran luchador, un gran guerrero que al derrotar al anterior Hokage se convirtio en el actual, sin duda, es un Hozuki ejemplar, uno de los mas poderosos de los que jamas existira, pero era raro que un Hozuki habitara en un lugar como este, pues las condiciones no eran las idóneas, pues los Hozukis están acostumbrados a vivir en lugares con agua y húmedos, en este lugar suele haber siempre un sol en lo alto del cielo, y muchas montañas rodeando todo, acompañadas a su vez de árboles, muchos árboles, formando a si grandes bosques, los cuales han dado grandes batallas dentro de estos, sin duda Konoha a dado a grandes historias, grandes batallas, muchos de los mas poderosos ninjas han luchado y fallecido aquí, pero yo no seré unos de ellos.

El sol incidía en mi piel, haciendo que esta se secase y me incomodase, pues no estaba acostumbrado a esta sensación, suerte que en sus bolsillos siempre guardaba unas cantimploras de agua, las cuales le ayudaban a refrescarse la garganta, y también el cuerpo entero, pero también había una cascada en el lugar donde se encontraba, eso le ayudaba bastante, no conocía a nadie de Konoha, aunque fuese una aldea vecina, nunca mejor dicho, pues pertenecía al mismo imperio que kiri, mas adelante vendría mas para conocer a los demás Shinobis y poder entrenar y luchar juntos a ellos, a si poder aprender mas cosas y ser mas fuerte, aunque en ese momento se encontraba con una mujer de grandes senos y con muy poca ropa, sus orejas puntiagudas como si de una elfa se tratase, una chica un tanto extraña, pero no parecía ser desagradable, a si que le propuse hacer un entrenamiento juntos, y para confirmarlo le intente dar la mano, pero ella no respondió, y antes de que pudiese hacer cualquier cosa un extraña mujer salio desde debajo de ella y golpeo los pies de Kiara, haciéndola volar por los aires y dejándola inconsciente.

La chica parecía algo extraña, un poco alborotada, su pelo de color negro y sus grandes ojos claros eran unos rasgos caracterizticos
en ella, cuando ella iba a hablarme algo extraño le paso, pues coloco sus manos en su cabeza y puso una mueca de dolor, como si un gran dolor de cabeza. Cuando pareció que el dolo acabo la chica me volvió a mirar, su mueca había cambiado, ahora parecía mucho mas tranquila y dulce, era como si de un cambio de personalidad se tratase, su voz había cambiado, y ahora estaba mucho mas suave, no sabía lo que le había pasado, pero no le daba buena espina, cuando iba a presentarse algo raro ocurrió, pues una chica agarrada salio volando, y otra persona agarrada a sus piernas, los cuales partieron un árbol, el chico, sin soltar las piernas de la peliblanca me dio una patada en las piernas, partiendomelas, y dejándome inconsciente por la potencia de la patada, esto había acabo aquí, me habían vencido y solo fue una patada la cual me venció, me sentía deshonrado, mi honor había sido manchado.
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Mensaje por Sonzu~ Miér Nov 07, 2012 6:24 am

Hasta mi posición llega su aroma, tan parecido al del bosque, como si fuera un hijo más del mismo y los árboles le hubieran aceptado bajo sus ramas cuan hermano al que cuidar. Su propia presencia parece fundirse en una sola con la tierra. Las ramas viajan en un vaivén movido al compás de la suave brisa, susurrando al cielo y a la fina hierba, atrayendo el olor de las flores y el frescor de la cascada; pero un acorde más se ha unido a la dulce melodía, haciéndola aún más bella si es posible. La brutalidad con la que realiza sus movimientos queda lejos de una macabra actuación sin ton ni son, o quizás se debe a que los recuerdos me invaden y no puedo pensar en el chico que ha aparecido como una mente maligna o despiadada, en el caso que lo fuera, sino como alguien que escuchaba la canción en un día de primavera a las Montañas de la villa que fue mi hogar.

Una señorita ha entrado volando después de partir un árbol por lo que ha sido uno de sus golpes, mis ojos no me pueden haber fallado esta vez, y tras aparecer en el claro agarrado a los tobillos de la chica voladora propina una patada al chico que se encontraba delante de Kiara, dejandolo inconsciente antes de disponerme a saludarle. Tras ello comienza mi aparición a tierra, donde dejo a Kiara inconsciente varios metros alejada. Al percatarse de mí, me lanza la señorita, que reconozco como Hiaji, una de las chicas a las que pegué en el Templo del fuego y está marcada con una de las K de Kinder. Son dos las personas que la tienen y las dos están aquí. ¿Coincidencia? No lo creo. En vez de intentar esquivarla arremeto mi cabeza con su cuerpo, ya que iba directa a impactarme en la frente, y por más suerte que destreza consigo apartarla de mi camino en un limpio cabezazo. Tampoco lo sentirá, ya que es otra de las que se encuentran inconscientes, van tres de cinco, aunque quien sabe si vendrán más. En el caso de no haber sufrido ningún cambio, hubiera sido más sencillo, pero con la actual visión algo borrosa parpadeo un par de veces, sin dejar de controlar lo que sucede a mi alrededor. Hecho eso no tengo tiempo para girarme y volver a buscarle con la mirada, ¿se acordará él de quien conoció una mañana de árboles florecientes, después de tantas estaciones pasadas? Soy consciente de que han cambiado muchas cosas y debo ser una mente soñadora, donde aún en esta batalla que se ha convertido un simple día hay una atisbo de alegría y celebración de encuentros. Una parte de mí, que no si quiera tengo claro si en verdad controlo, me grita que prepare y ataque, diciéndome que no estoy segura ni lo estaré, pero no tengo ningún deseo de atacarle.
En cualquier caso, tengo la tierna sensación de que hacía demasiado que no mojaba mis pies en agua e iba corriendo descalza, de nuevo feliz sin mayor preocupación que no molestar a los amigos que haya por el camino que recorro con emoción incansable. Apenas me he dado cuenta de que he comenzado a mojarme por una nube que se ha plantado en el cielo de repente, y antes no recuerdo que estuviera aquí. Cabe la posibilidad de que en las paredes de cristal se me haya pasado desapercibido verlo entre la oscuridad de mi mente, pero me fío más cuando pienso que el niño al que está pegando mi viejo amigo puede tener algo que ver con esto. Una mueca de horror, ¿un niño? Todo ha pasado tan rápido que apenas tengo tiempo en colocar los acontecimientos por orden y decantarme por la mejor opción. Cuando le deja encajado en el árbol aparece un clon mío que no recuerdo haber hecho, pero reconozco por su aspecto idéntico a como voy, lo más probable cortesía de Kinder. Tenía el sigilo ninja activado para no ser escuchado, pero el chollo se le ha acabado al entrar en el campo de visión de todos. Coge al chico para ayudarle a salir y le deja en el suelo. Le hace una pregunta que suena un tanto descortés pero no creo que haya hecho con mala intención.

- Como ninja, ¿no deberías estar entrenando en vez de ir encajándote en los árboles?

Mientras tanto yo tontamente tengo la necesidad de hablarle, con la misma voz cercana y con una pizca de dulzura que quería usar para presentarme con el ninja de la niebla. No puedo evitar que mis ojos casi incoloros brillen con una leve emoción, ni la suave sonrisa al hablar. Él también me ha mirado como si esperara algo de mí, cabe la posibilidad de que vagamente se acuerde de mí, al menos es lo que me gusta pensar.

- Chico de la nube... ¿Has venido a escuchar la canción del bosque?

Eso me recuerda a que su pequeña mascotita grisácea no está presente ahora, me pregunto si se la habrá dejado en algún lugar alejado de aquí. Hacía mucho que no veía a nadie moverse a tal velocidad, y seguramente los entrenamientos no vengan solos, puede que viaje mucho y a lo que algunos les supone un gran camino a él se le acorte a niveles sobrehumanos.
Unos fuertes pasos se oyen a lo lejos, por no decir que se sienten en el suelo. Pocas bestias hay aquí, menos la mayor de ellas, que vive en mi propia casa. O nuestra, como se prefiera decir. Quizás el Señor Graa venga con Shika y encontrarle ofrezca una grata sorpresa para ella también, seguramente seamos las dos primeras personas que conoció. A ella también deben gustarle los reencuentros. Al entrar en mi campo de visión corroboran mis sospechas, se acercan a gran velocidad, algo de esperar ya que Negro Kun ha crecido considerablemente desde que le vi por primera vez en la tripa de su madre cuando pasamos el examen de acceso a Chunnin. A 24 metros de mí, pues me encuentro a 4 de separación con la orilla, se encuentran tanto el niño como mi clon y el chico de la nube que no parecía haberse movido. Me acerco 3 metros más y supongo que Shika no tardará en llegar.

- Cabellos de Ángel...

Susurro recordando el nombre que eligió para ella, como si avisara al propio bosque de su inminente aparición. Ojala mi amiga vuelva a sonreír como la primera vez que la conocí, con más razones aún para demostrarnos que se puede ser feliz.

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Mensaje por Shika Miér Nov 07, 2012 7:55 am

Llevaba ya un rato escuchando, aunque en la lejanía, algunas voces. No conseguía distinguir siquiera si eran de hombre o mujer, de niño o de adulto. Simples murmullos eran los que llegaban a mis oídos. Negro Kun era capaz también de escucharlos, y tenía tanta o más curiosidad que yo. Sin embargo, bien sabía que si me acercaba podía romper la intimidad de alguien. Los pasos que daba mi criaturita eran bastante sonoros, avisarían a cualquiera de que nos acercábamos aún un rato antes. Cuando mi curiosidad alcanzó unos límites indescriptibles, ordené a Negro Kun que pusiera rumbo al lugar desde el cual podía escucharse algo. Echó a correr entre los árboles, acostumbrado gracias a las carreras por el bosque de la muerte a esquivar los troncos. Era bastante grande y a veces encontraba obstáculos que le obligaban a parar y dar algún rodeo, pero llevábamos un paso medianamente rápido.

Poco antes de llegar al claro, desmonté y seguí andando por delante. La maleza pasaba bajo mis pies y mis manos iban apoyándose en los troncos de los árboles para esquivar con más facilidad los objetos del suelo que amenazaban con hacerme tropezar. Podía oír perfectamente el estruendo que organizaba Negro Kun a su paso por la naturaleza, la cantidad de hojas amarillas que caían antes de tiempo al remover él los árboles a su paso. Había dejado de escuchar el ronroneo. Sabía que el hecho de que me hubiera bajado de su lomo mostraba la necesidad de precaución. Quería protegerme ante todo y posiblemente en el suelo sería más vulnerable.

Mami, ten cuidado.

Su voz sonaba en mi mente calmada y agitada al mismo tiempo. Estaba a gusto a mi lado, y si había cesado el ronroneo que su garganta había producido momentos antes era tan solo porque quería estar totalmente atento. Sabía que el sigilo era demasiado pedir para él, pero aún así se esforzaba en la medida de lo posible por ayudarme.

Podía escuchar de fondo el sonido de una cascada, así como el de un pequeño riachuelo. Los pájaros seguían cantando a mis espaldas aunque los más cercanos al claro se habían callado, o tal vez ido. Las voces ya habían cesado, dejando en su lugar a los numerosos sonidos que provocaban los golpes. Con lentitud, llegué a uno de los árboles que permanecían en primera fila y observé un momento la situación.

En ese momento mi corazón paró para después reanudar la marcha con un ritmo increíblemente más elevado. Mi respiración se aceleró también al ver la imagen que se presentaba ante mis ojos. Estaba de espaldas, pero era imposible olvidar su imagen. El pelo largo, teñido de un marrón oscuro y la forma de su cuerpo. No me podía creer que estuviera delante de mí, de nuevo en un claro del bosque. De nuevo había una cascada, pero ese pequeño detalle no tenía apenas relevancia. Si no conseguía calmarme, llegaría un momento en que el corazón se me saldría del pecho.

Vi también a Sonzu, varios metros más allá, vestida con el mismo corsé negro con que salió el día anterior. Varios ninjas inconscientes y uno que me resultaba completamente desconocido, estampado contra otro árbol, pero aparentemente despierto. Sin embargo, quiénes más estuvieran allí era algo que seguía sin llamarme la atención, salvo el hecho de que hubiera tanta gente tirada por ahí.

Se levantó entonces la brisa, removiendo mi cabello. Venía desde dentro del bosque, pasando por mi presencia y llegando hasta el centro del claro. El aire fue lo que me empujó a dar varios pasos, salir del escondite que los árboles me ofrecían y fijarme más en la situación. Aunque hubiera podido tener la ventaja del elemento sorpresa, que dudaba debido a la presencia de Negro Kun detrás de mí, no pude resistir la tentación de pronunciar su nombre, confiar en que se diera la vuelta y me reconociera.

- Shi… ¿Shichika?

Mi voz temblaba, y con ella todo mi cuerpo. No podía creer que fuera él, que el chico de la cascada se encontrara de nuevo conmigo en un claro… con cascada. La coincidencia era lo de menos, el caso es que le tenía delante. No sabía qué hacer o qué pensar, mi mirada se centraba tan solo en él, por peligroso que pudiera ser. La insistente voz de Negro Kun preguntaba en mi mente quién era aquel que me hacía sentir así, pero yo no sabía darle respuesta. Ni tan siquiera sabía el motivo por el que temblaba y aumentaba mi ritmo cardíaco.

Lo único que sabía en ese momento de mí misma es que quería correr hacia él y abrazarle. Le había echado de menos y ni tan siquiera yo misma me hacía una idea de cuánto. Recordaba los entrenamientos en la lejana Iwagakure, en que él no salía de mi cabeza, y al mismo tiempo mis mejillas se sonrojaban sin previo aviso. Ir junto a él y quedarme a su lado era una idea tentadora para mi mente, así como nueva.

Y, en la profundidad de mis pensamientos, la voz de Negro Kun, aún en mi propia mente, me sonaba realmente lejana. Podía notar cómo intentaba descubrir mis sentimientos, dispuesto a encontrar la respuesta que yo no era capaz de darle. A mi espalda, notaba su respiración pesada después de la carrera, y si le mirase notaría la intriga en sus ojos. Un rato más tarde, escuchaba el leve ronroneo que emitía cuando estaba contento, y entonces era yo la que no comprendía.

Mami… ¿ese va a ser mi nuevo papi?

El color de mis mejillas aumentaba, notaba cómo mi sangre subía a la cabeza mientras intentaba no pensar en lo que acababa de preguntar Negro Kun. Yo era una ninja fuerte, cumplía con mis obligaciones. Un ninja debe centrarse en su camino… por difícil que fuera para mí en ese momento. La confusión removía mis pensamientos como si de una avalancha se tratase, en un valle nevado que antaño había permanecido en calma. Mi propia voz resonaba en la cristalera que formaba mi mente, ofreciendo argumentos a favor de cada opción. Era cierto que quería avanzar hasta él, olvidarme de las locuras que atacaban mi mundo y deleitarme con su simple presencia. Aprender junto a él a escuchar la canción del bosque y sentirle junto a mí cada momento de mi vida. No sabía dar forma a mis sentimientos, después de todos los entrenamientos que había hecho para mejorar mi inteligencia aún se me escapaba la respuesta.

Me negaba a mí misma el hecho de que la afirmación de Negro Kun fuera correcta, pero el ritmo acelerado de mis latidos seguía presente, la dificultad de mi respiración no había desaparecido. Yami seguía ronroneando, convencido de que había descubierto la respuesta ante mi gran pregunta. Y entonces se me pasó por la mente la idea de que él hubiera hecho aquello, de que todos los ninjas que estaban tirados hubieran sufrido sus golpes. No sabía qué hacer, no lograba ver al chico de la cascada haciendo daño. El miedo cruzó por un momento mi mirada, aunque yo no era consciente de qué era lo que temía. El nene parecía tenerlo bastante claro.

Mi mente recorría los recuerdos del día en que conocí a Shichika y aún me parecía notar el tacto de sus manos en contacto con mi piel. La certeza de que acariciaba mi pelo. Mis ojos seguían fijos en él, y una sonrisa se formó en mi rostro al recordar la expresión de sorpresa con que le había conocido. En aquel momento, mis ojos habían recorrido su cuerpo desnudo sin haberme percatado yo, pero ahora lo veía en mis recuerdos. Su cuerpo me había parecido perfecto, pero en la timidez que destacaba en mí me había girado y tapado el rostro, intentando no pensar en la situación.

Ahora le tenía de nuevo delante, pero la situación había cambiado. Estaba confusa por mis propios pensamientos y las afirmaciones que constantemente me dirigía Negro Kun. Deseaba con toda mi alma que se acordara de mí, que recordara el nombre que me había puesto. Se había fijado en mi cabello al conocerme, ahora lo tenía más largo, aunque el color seguía siendo el mismo.

- Te he echado de menos, ¿me recuerdas?

No pude evitarlo, las palabras salieron de mis labios impulsadas por los diversos pensamientos que recorrían mi mente. La timidez cubría mi sonrisa en ese momento mientras mis ojos buscaban el encuentro de nuestras miradas. Por fin, después de tanto tiempo, había descubierto mi debilidad. Y es que no me importaba que estuviera lloviendo, que hubiera aparecido otra Sonzu para ayudar al niño del árbol o el simple vestuario que llevaba mi amiga. Mi mirada se centraba en él. ¿Acaso era amor aquello? Negro Kun canturreaba en mi interior lo mucho que me gustaba aquel peregrino.

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Mensaje por Sokka Jue Nov 08, 2012 3:54 am

Había bajado del árbol con el brazo y el pulgar derecho alzados cuando un fuerte golpe me distrajo y me hizo mirar hacia donde se hallaba un árbol partido y un destello blanco atravesó mi visión. Después de eso todo se tiñó de negro, sentí el cómo recibía un golpe en la cara y después de eso no recordaba nada más. Era un sentimiento extraño entre tantas tinieblas el no sentir absolutamente nada, una sensación a la vez angustiosa y agradable. Era difícil de explicar. Era como estar soñando o meditando y parecía que pasaría un tiempo así. Mi mente comenzó a llenarse de preguntas, ¿qué había pasado? ¿dónde estaba ahora? ¿qué iba a ocurrir si nunca pudiese salir de este lugar de tinieblas? ¿qué pasaría si se juntase una sabrosa ave con un delicioso helado?. El tiempo transcurría y yo tenía tiempo para intentar dar una respuesta a alguna de esas preguntas que se me habían aparecido en esta especie de limbo en el cual me hallaba.

Comencé con la primera y la cual creía poder resolver sin embargo llegué a la conclusión de que con los datos que poseía no podía hallar una respuesta lógica o útil para esa cuestión. No obstante tenía la certeza de que cuando saliese de este lugar podría dar una respuesta válida o al menos encontraría a alguien que se la pudiera dar. Este razonamiento me llevó a la segunda pregunta, ¿qué pasaría si no lograba salir del mundo de las tinieblas? Sonreí y decidí en seguida que si no salía de allí tendría un montón de tiempo libre y al final enloquecería (aunque tampoco sería muy diferente de la realidad). La tercera pregunta fue quizás la más difícil de todas; ¿qué pasaría o qué ser se crearía si se juntasen una sabrosa ave con un delicioso helado? muchas ideas se juntaron en mi mente y todas las fui descartando, unas porque no eran comestibles y otras porque sabían fatal. Obviamente si se juntaban dos deliciosas cosas el resultado tiene que ser simplemente sublime y con plumas. Conseguí hallar la respuesta. Un pingüino sería lo que surgiría ya que el pingüino es un ave y vive rodeado de hielo al fin y al cabo el helado era hielo. Mis ganas por probar la carne de pingüino aumentaban vertiginosamente según pasaba el tiempo. Me hice una promesa a mí mismo: "Cuando tenga una mínima oportunidad de conocer un pingüino me lo almorzaré."

En este momento es en el que se me ocurrió una nueva pregunta. "¿Dónde viven los pingüinos? Sabía que vivían cerca del hielo y que solían aparecer en grupos. Hielo, hielo, hielo.... ¿dónde podría encontrar hielo? ¡Ya sé! En el País de la Nieve puede que halla hielo y es posible que también pueda encontrar algún pingüino. Viendo el panorama, el próximo destino de mi siguiente viaje será el País de la Nieve."

Llegué a este conclusión justo a tiempo puesto que en el mundo de las tinieblas unas distorsionadas voces comenzaron a sonar desde la lejanía no obstante se aproximaban velozmente y más claras; pronto sonaron cercanas al igual que un golpeteo repetitivo y algún que otro ligero temblor y, al mismo tiempo que estas voces se hacían cercanas también se acercaba un dolor, un intenso dolor que estaba fijo en mi cara. Era como si hubiese intentado parar un fuerte puñetazo con la cara. Intenté abrir los ojos pero solo conseguí entre abrirlos. La luz inundó el mundo de tinieblas y este último desapareció tan repentinamente como había llegado. Una borrosa visión aparecía en mi despejada mente. Una alta figura de un hombre estaba bastante cerca de mí al igual que otra figura distinta se alzaba a mi lado. Esta última era de una mujer y se estaba dirigiendo hacía mí. Aunque todavía seguía algo desorientado notaba algo caliente recorriendo parte de mi rostro. Levanté mi mano derecha con la que había querido hacer una gran entrada y me rocé la cara. En mi mano pude ver la sustancia rojiza que normalmente suele permanecer dentro de mi cuerpo. Era sangre lo que emanaba de mi cara. Fue entonces cuando conseguí abrir del todo mis ojos. Las reflexiones en el mundo de las tinieblas habían sido para mí eternas, pero quien sabe si verdaderamente había estado en aquel lugar días, meses, años o puede que solo hubiesen sido un par de minutos o escasos treinta segundos.

La lluvia seguía cayendo en el claro en el que había pretendido aparecer con una gran entrada la cual algo o alguien se lo había impedido. Ahora podía distinguir algunas personas tumbadas en el suelo, sin embargo todavía respiraban. Miré hacia la chica que me había hablado con un tono impaciente. Mantenía su pregunta en mi cabeza. "- Como ninja, ¿no deberías estar entrenando en vez de ir encajándote en los árboles?"
Al principio solo pensé en esa pregunta puesto que la desorientación que tenía dentro de mi era importante pero cuando conseguí aclararme las ideas y se me pasó un poco la confusión pregunté por sus palabras.

-¿Árbol?¿Qué árbol es el que mencionas?-justo entonces me giré y vi a lo que se refería aquella chica. En el tronco del árbol del cual me habían ayudado a salir se podía apreciar un considerable hueco de unos cincuenta centímetros de longitud y de unos treinta y tres de profundidad. Mi rostro palideció en cuanto lo vi, mis rodillas temblaron y terminaron por doblarse. Mis azules ojos se humedecieron y mi parte superior del cuerpo se inclinó hacia delante hasta tocar la verde hierba del suelo. -¡No! ¡No es posible! ¿¡Cómo ha podido ocurrir!? ¡Es una atrocidad que una simple persona como yo haya podido causar tal devastación! ¿¡Cómo es que nadie impidió que rompiese este árbol!?-mis lágrimas se mezclaban con la sangre que emanaba de mi cara para terminar cayendo al suelo. Mientras lloraba, golpeaba con mi puño cerrado el suelo. No podía ser que nadie me lo hubiese impedido, debía estar soñado. Debía de ser una pesadilla. Pero no, el dolor era real. Y esto no podía cambiar. Había roto una árbol y eso debía de ser compensado. Me sequé las lagrimas y entre hipidos dejé de llorar. Ya no se notaban los ligeros temblores de antes indicando el caminar de algo grande. Lentamente me levanté del suelo, cogí una manzana que había caído del árbol que al parecer era frutal y con un kunai la abrí por la mitad. En el corazón de la manzana pude encontrar dos semillas las cuales cogía con las manos. -¡Prometo que por cada árbol que sea destruida por mí sembraré dos semillas para que crezcan y así poder compensar mi error!-dije solemnemente en voz alta y tras hacer esa promesa coloqué bajo tierra las dos semillas de la manzana.

Me senté en el suelo y me quedé observando el lugar dónde había enterrado las semillas. La lluvia seguía cayendo, eso las daría la suficiente agua y el suelo era rico en nutrientes si no el bosque que se alzaba enfrente de mi no estaría allí. Seguí observando y la lluvia seguía cayendo. Entonces hablé de nuevo: -Menudo royo, no ocurre nada.-

Me volví a levantar y esta vez me dirigí a la chica que me había preguntado. Me había percatado de que había dos iguales, posiblemente fueran hermanas. Esta vez fui yo quién pregunto a la chica:

-Oye, y tú... ¿quién eres?- la chica vestía un tanto extraño, cuando llegué aquí noté que hacía mucho calor pero pensé que era mi imaginación que me estaba jugando una mala pasada por haber salido del País de la Lluvia sin embargo al llegar aquí y ver a la gente medio desnuda me dí cuenta de que no podía ser cosa de mi imaginación si no que era cosa de todas las mentes del País del Fuego...

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Mensaje por Shichika Sáb Nov 10, 2012 7:04 pm

No entendía nada de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, y la situación empeoró cuando al lado del muchacho que se había empotrado contra un árbol misteriosamente aparecía una copia idéntica de la pelinegra a la que intentaba identificar. ¿Serían gemelas? Nunca había logrado identificar a la gente si no olía su cabello, y la verdad es que tendría que hacerlo antes de meter la pata y confundirla de nuevo con su vieja tía Muriel, como a aquella otra chica de la ciudad lluviosa. Y de paso que descubría la identidad de la chica de ojos claros, le daría la oportunidad de dormir una siesta al chico, que parecía cansado después de sus peripecias por las ramas y su posterior ataque de tala indiscriminada. No era complicado, estaban a menos de 7 metros, así que en un segundo, ya había empujado levemente con mi pierna la nuca del chico dos veces, de tal forma que se colara justo en el escote de la muchacha, por muy rápida que pudiera ser, no podría reaccionar antes de que esto ocurriese, a no ser que mi examen sobre su velocidad hubiera sido erróneo o se estuviera conteniendo desde el principio del encuentro. Como fuera, aprovecharía para tomarla por la cintura, apartando al chabal y hacer que perdiera el equilibrio, cayendo hacia atrás, momento en que podría sujetarla y descubrir al fin quien era. Esa era la teoría, pero en cuanto la cara del chico se estampara en eso que Hakuhei llamaría "Almohada de ángel lujoso" un olor almizclado, con una gama de aromas que llegaba desde el frescor de los bosques antiguos a el pelo de un animal que se sentía muy feliz, aún joven, todo esto mezclado con responsabilidad y confiable pino. Mi barbilla se giró inmediatamente hacia el lugar del que provenía la corriente de aire, escrutando ansioso en busca de la melena rosada como los amaneceres en el extremo más occidental del País del Hierro, y ahí estaba, plantada en el borde del bosque susurrando lo que me parecía oír como mi propio nombre. A su lado había alguna suerte de niño grandote y bien alimentado que parecía tan feliz como Hakuhei cuando se iba a la ciudad para gastarse el dinero que trabajaba duro por ganar. En una exhalación crucé el claro levantando una corriente a mi paso, que agitó las hojas de los árboles, y choqué con ella, derribándola y girando juntos por el suelo varios metros, hasta quedar muy cerca de los lindes de aquel pequeño riachuelo de aguas cristalinas.


Su cabello había crecido algo, pero seguía tan sedoso como una nube, no me culpaba por mi felicidad al encontrarme enroscado en éste de nuevo, rodeando mi cuello, cayendo por mi pecho para colarse por mi costado y rodear la cintura de ella, quien se encontraba totalmente a salvo entre mis brazos. Ni por un momento hubiera llegado a pensar que la incomodaba, pues en ese momento sentía demasiada felicidad por el inesperado reencuentro como para distraerme con esas teorías que prefería dejarle a Hakuhei. Una risa se escapó de entre mis labios sonrientes cuando acerqué un poco más mi cara a su cabeza, que quedaba reposada sobre mi hombro cómodamente, para olerla, y de nuevo embriagarme entre la inconfundible marca que había dejado en mi escasa memoria la chica que conocí aquel día, hacía ya años, en una cascada del País de la Tierra. De repente, parecía que todo el bosque cantaba feliz por nosotros, incluso me pareció ver algún pajarillo que se posaba en una rama cercana para entonar su piar de los ángeles, y seguramente llamar la atención de otros amigos que le acompañasen. Podía sentir el susurro de los árboles meciendo sus hojas, olvidando los lamentos por sus dos hermanos caídos, que pronto servirían de pasto para futuras generaciones vegetales. Por su parte, en medio de mi felicidad, ella me preguntaba algo, pero no entendía lo que significaba "echar de menos", tendría que preguntárselo a Hakuhei cuando lo encontrase, pero sí sabía muy bien lo que era recordar, y la sonrisa que le dediqué a la pelirosada fue sincera y humilde cuando respondí.

- Te recuerdo, Cabellos de Ángel, ¿Ya puedes oír la canción del bosque?

Nos encontrábamos en un lugar increíble, donde nunca esperé que viviría un reencuentro tan feliz, a 40 metros de la mujer de cabellos negros y ropa ligera, que me sonaba de algo, aunque no acababa de ubicarla. Al final no olí el pelo de su gemela, pero no me importaba, pues había cosas más importantes que hacer en esos momentos, como quedarse un buen rato al sol con Cabellos de Ángel oliendo su aroma y escuchando el fuerte latido de su corazón, que me tranquilizaba infinitamente, trayéndome la paz que me había faltado desde aquel día en Yukigakure.


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Mensaje por Sokka Dom Nov 11, 2012 12:08 am

Mientras hablaba con la chica que me había sacado del árbol noté un par de fuertes patadas en la nuca y después ya no supe nada más pues acababa de quedarme inconsciente. Supuse que la lluvia habría comenzado a cesar, que las últimas gotas estarían cayendo en el mundo de los conscientes y que las negras nubes se irían disipando hasta quedar un bonito cielo despejado con un brillante sol en lo alto. Claro que todo esto eran suposiciones, pero dudaba que la lluvia siguiera estando después de que yo no la pudiera suministrar más chakra. Bueno, este viaje había sido una experiencia nueva pero dudo que la quiera volver a repetir o ¿quién sabe?' quizás sí que quiera volver algún día a aquel lugar...

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Mensaje por Sonzu~ Dom Nov 11, 2012 4:52 pm

I´ll be there for you:

Parece que a mi clon no le va mal con el niño, quien le dirige algunas palabras de total desconcierto sin saber qué hace ahí o del árbol que le está hablando, como si no se diera cuenta de que le había ayudado a salir de un trozo de madera que él rompió anteriormente con su cuerpo. Al contrario del éxito que estoy teniendo yo, ya que el Chico de la Nube en vez de responderme ha decidido ir a por mi creación. Si supiera que iba a ser tan acaparado, me habría intercambiado por ella y así sería la que disfrutaría de la compañía de un dulce niñito y la persona que me inspira a escuchar siempre la canción del bosque. Me sigue sorprendiendo la velocidad a la que se mueve, pues en apenas un segundo, y me atrevería a contar menos, ha llegado junto a ellos y ha propinado dos patadas en la nuca del chico que le han hecho acertar de lleno en el escote de mi clon. Si hubiera tenido más tiempo para pensar, sabiendo que actúa por sí misma, no me quiero llegar a imaginar lo que habría pasado. Debe ser por la fuerza del golpe que el pequeño iba con demasiada inercia hacia ella y mi clon se ha deshecho dejando claro que no era más que un jutsu, por si había alguna sospecha.

Lejos de preocuparme por ello, mi atención ha sido captada por Shika, que al fin se ha dignado a aparecer en el claro seguida del Señor Graaa, encontrándose éste algo por detrás de ella. Ahora mis ojos miran divertidos a la chica pelirrosa que había conocido a las orillas de un río de aguas cristalinas donde huía una libre langosta del recorrido de mis pies por las rocas que lograban sobrevivir al afluente y servir para pasar de un lado a otro a los viajeros, que como yo fui en ese momento, querían recorrerlo de punta a punta. No sabía nada de ella por entonces, y cualquier signo me habría parecido nuevo y por tanto lo podría haber confundido perfectamente con un acto típico y nada personal de esa persona. Han pasado años desde entonces, y Shika me ha acompañado durante ese tiempo casi sin separarse de mí, lo que hace que nos conozcamos bastante bien.

Los gestos que presenta no son los mismos que cada mañana al despertar. Su voz ha temblado notablemente al pronunciar el nombre del chico. Shichika, suena en mi cabeza, y a pesar de repetírmelo sé que seguirá siendo El chico de la Nube para mí y no me hará falta ninguna palabra más con la que apodarle. El parecido con el nombre de mi pelirrosa favorita quizás juegue un buen factor a la hora de poder sonarme vagamente en otra circunstancia, claro que tampoco creo que sea lo más importante. Mis labios formaron una fina sonrisa sincera, contenta al recordarme los propios signos que podía notar en Shika al debate que se había hecho hacía tiempo dentro de mi propio pecho cuando veía a Viral, sobre lo que era correcto y lo que yo deseaba. Por una u otra cosa, ganó lo que yo deseaba, y puedo decir que soy feliz de haber tomado este sendero.

Tiene la suerte de que él si logra reconocerla, y cuando yo he ido a por el niño y le he cogido entre mis brazos han caído al suelo y comenzado a rodar. Hacía mucho que no sentía la felicidad de otras personas como la mía propia, una especie de vínculo creado por enrevesados lazos que van más allá de una red social unen a esos dos chiquillos, y no soy nadie para interrumpir los momentos que compartirán, por muy alegre que esté de su reencuentro. Después del niño voy recogiendo a los demás gennins que hay esparcidos por el claro, intentando ser discreta para interrumpirles lo menos posible, ya que estoy yendo a mi velocidad más rápida. Aunque no tenga la misma que el peregrino, tal vez en algún momento le alcance y consiga echar carreras por ver quien de los dos llega antes a la cima de una montaña. He amontonado a Kiara, el ninja de la niebla, y a Hiaji en dos montones por encima de mis hombros, y al niño le sigo llevando con cuidado para que no sufra ningún daño más.

Llego hasta Negro Kun y coloco a los tres ninjas descuidados sobre su lomo, con cuidado de que no se dañen de su piel escamosa, deben recibir atención médica o podrían tener problemas mayores que no les deseo. Desactivo mi Byakugan tras comprobar que estarán bien. Tengo una especie de afecto maternal con Shika ahora que no había sentido nunca, como si temiera lo que la fuera a pasar aún sabiendo lo mucho que ha mejorado y que ella puede defenderse solita. Tampoco creo que el Chico de la Nube le haga nada malo, la sonrisa de ambos me tranquiliza y hace que el gesto que adorna mi rostro se agrande un poco más. Empiezo a caminar, esperando a que Negrito me siga y le animo con unas palabras.

- Vayámonos, Señor Graa. Primero dejaremos a estos gennins con sus cuidados necesarios y después buscaremos a Viral. ¿Sabes? Quiero volver a estar entre sus brazos ahora mismo.

He ido bajando el tono de voz hasta terminar mi confesión en un susurro, como si decirlo muy alto fuera a estropear que se cumpliera mi deseo. Tarareo una canción mientras me adentro en el bosque, dando pequeños saltitos, hasta que me encaramo a un árbol y miro al cielo. Lleno de aire mis pulmones y voy haciendo que un dragón salga de mi boca y vaya yendo al cielo, fundiéndose con el mismo Sol. Bajo con el Señor Graa, aún llevando al niño en mis manos, y le contesto como respuesta que una ocasión así se merecía fuegos artificiales.

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Mensaje por Shika Jue Nov 15, 2012 6:54 am


Podía ver al niño, que había caído sobre lo que había parecido ser un clon de Sonzu. La chica había desaparecido al impactar la cabeza del pequeño en sus pechos. Pero en ese momento mi atención no se centraba en el joven ajeno a mi villa que yacía en el suelo, ya inconsciente, sino en el que se giraba para mirarme. Sonreí al ver su rostro, los latidos de mi corazón aceleraron un poco más y en menos de un segundo él se había chocado contra mí. No sabía cómo había ocurrido aquello, pero caí al suelo con el chico de la cascada encima, y rodamos por el claro mientras yo reía. Dejamos de dar vueltas estando ya cerca de la orilla del riachuelo, esta vez quedando yo entre sus brazo y él enredado con mi cabello. No era una posición muy natural, pero para nada estaba incómoda. Miré a Shichika y pensé que parecía encantarle el olor de mi cabello. Apoyé momentos después la cabeza sobre su hombro, increíblemente feliz al tenerle a mi lado de nuevo, y escuché las palabras que salían de sus labios. Seguía con el rostro mi melena rosada, riendo, y yo escondía el rostro en su cuello. Adoraba el tacto de su piel, sentir su calor y estar segura entre sus brazos.

Ciertamente, desde tiempo atrás, cuando él me dijo que había notado mi presencia gracias a que el bosque le había avisado, me fijaba más en los sonidos del bosque, pero no lograba aún diferenciar las historias que contaban los árboles, o los avisos que daban los pájaros con sus delicados cantos. Pasó por mi mente la idea de que me enseñara aquel día. Decía recordarme, y yo no podía evitar preguntarme si en algún momento habría pensado en mí. Su presencia me agradaba enormemente, y ansiaba agradarle a él también. Su sonrisa era encantadora, y su voz llegaba a mis oídos como el canto más dulce de un pájaro en el bosque. No podía apartar de él mi mirada.

- No enteramente, te estaba esperando.

Pensé en que siempre confiaba en él. No me había preocupado ni un momento por el peligro que había podido correr si él decidiera dañarme. La vez anterior le había dado la espalda, pero en aquel momento había dejado los problemas atrás para estar entre sus brazos. La situación me confundía. No quería alejarme de él, ni era capaz de mostrar una pizca de desconfianza al escuchar su risa y sentir sus brazos rodeándome. Me sentía segura cuando estaba junto a él, al escuchar el ritmo de su corazón y contemplar mil y una veces su rostro.

Saqué los pensamientos desagradables de mi mente y volví a esconder el rostro en su cuello, queriendo olvidar la desconfianza que debía sentir cada día ante los demás. Llegaba a mis oídos el sonido que provocaba el agua al caer, amortiguado por la respiración de Shichika. No sabía a qué conclusión llegar con respecto a mis propios sentimientos, en ningún momento me había sentido tan confusa. Lo único que tenía claro era que no quería bajo ningún concepto que él me olvidara. Pensé en lo mucho que le gustaba mi cabello y se me ocurrió la idea de cortarme un mechón y dárselo después.

Me sonrojé al pensar en ello, pero aún así separé un mechón de mi cabello al tiempo que sacaba un kunai. Momentos después extendía la mano con el mechón rosado en ella, ya cortado, queriendo que el chico de la cascada se lo quedara. No quería que me olvidase nunca, ni dejar de estar presente en su vida. Regalarle parte del cabello que tanto adoraba no era recompensa suficiente por todo lo que había sentido estando junto a él, y ansiaba con toda mi alma que después de aquel día nos volviéramos a encontrar.

- Ten, no quiero que te olvides nunca de mí.

Las palabras salían de mis labios con la decisión impregnada en el tono, aunque mi voz temblaba notablemente. Ahora tenía un mechón más corto junto a mi rostro, que me haría recordar aquel momento. No quería olvidarle yo tampoco, que sus palabras cayeran en el olvido o dejara de sentir el tacto de su piel al pensar en él. Al parecer Negro Kun no estaba equivocado en el hecho de que el chico de la cascada me gustaba. Sonreí dulcemente y se me ocurrió la idea de presentarle a mi hijo.

Ordené a Negro Kun que me esperase y entonces me puse en pie, sin apartar mi mirada de Shichika. No sabía cómo decirle que quería presentarle a una criatura de cinco metros de altura y doce de longitud como mi hijo. Era posible que no me tomara completamente en serio, y quería evitar esa mínima posibilidad. Negro Kun descubriría las razones por las cuales Shichika me hacía sentir así, o tal vez no, pero no importaba.

- ¿Quieres conocer a Yami?

Mi tono de voz era dulce esta vez, y ya no temblaba. Estaba feliz al tenerle a mi lado. Quería que viera al pequeño que me acompañaba a todas partes desde el examen Chunin. Él había estado conmigo cada día desde poco tiempo después de conocer a Shichika. Me parecieron extraños en ese momento los sentimientos que tenía hacia el chico de la cascada, teniendo en cuenta que tan solo le había visto dos veces. Me tenía que enseñar aún a escuchar la canción del bosque, o sin su ayuda debería intentarlo sola. Pero en tal caso le echaría en falta.

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Mensaje por Taimatsu Vie Nov 30, 2012 3:55 am

Como veo que esto ya no avanza, con vuestro permiso y el de Shark lo subo ya a moderación.
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Mensaje por Blank Vie Nov 30, 2012 10:14 am

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