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Mensaje por Viral Vie Nov 09, 2012 2:54 am

Tres horas habían pasado desde que Sadoru sensei desapareció de la sala de observación tras recibir una nota y darme un recado de mal aguero, además de pedirme que no le siguiera. Seguramente estaba bien, después de todo era el Demonio de la Niebla, y cuando lo encontrase me regañaría pues estaba contradiciendo sus órdenes, pero así me quedaría más tranquilo. Había hablado con Suir para que vigilase a los demás Kages y con Shika para que fuera ella quien supervisase a los gennin del Imperio, pudiendo entrar a salvarles si una situación le parecía excesiva para ellos. Sonzu se quedaría vigilándolos por si acaso, así que no debía temer nada, los tres juntos serían muy difíciles de derrotar. Al salir de la sala, vi como una chica de piel grisácea y ropas vistosas, un vestido rojo que revelaba buena parte de un escote ceñido, hablaba con un ninja del País de la Lluvia, sonriendo tras sus gafas rojas en punta. Aunque hacía poco que conocía a la muchacha, ya me había acostumbrado a alguno de sus hábitos, y el que se parase cada cinco minutos a charlar con los hombres no era uno de los que más me agradaban, pero en fin, que se fuera al diablo. De un tirón, le quité la capa que cubría sus hombros, poniéndomela yo mismo sobre la hermosa capa de cuerpo completo Imperial, y en el fondo tenía gracia, pues tapaba el icono de un fénix con una capa hecha con sus plumas. En cuanto abroché el enganche la capa, formada por cientos de largas plumas rojizas, comenzó a brillar levemente, como si cada centímetro se encontrase ardiendo levemente. Sin decir nada mas, salí de la carpa en la que se celebraban los exámenes chunnin para buscar a mi maestro y algo llamó mi atención ni bien planté el pié derecho en la nieve. A lo lejos, aproximadamente quinientos o seiscientos metros, el cielo ardía, y una nube de lo que parecía ceniza giraba por el lugar atrapada entre las corrientes cálidas y las frías que se producían por la fogata voladora. Sin dudarlo un instante comencé a correr hacia el lugar, envuelto en la capa del fénix, que me salvaba de cualquier frío que pudiera sentir, aproximándome lentamente al lugar deseado. Tardé varios minutos pues la velocidad nunca había sido mi fuerte, pero cuando llegué, una oleada de terror me asoló al ver como dos katanas de dos metros sobresalían del suelo, al lado de una mancha de sangre. Eran inconfundibles para mí, pero sin el Mizukage portándolas parecían vacías, abandonadas y tristes. ¿Dónde estabas Sensei? Había un enorme cráter en el lugar, y varias flechas clavadas en el suelo por lo que supuse que una batalla intensa se había dado en este escenario, pero no había huellas ni de ida, ni de vuelta a excepción de las del Mizukage desde la carpa, y las de otra persona que llegaban hasta la mancha de sangre y desaparecían.

No pinta bien, Iasc beag.

A mi lado se encontraba ahora Garudá, aunque no la veía tenía la certeza de que esta oleada de calor que atravesaba incluso la capa, no podía ser de nadie mas. Destacó su presencia en el lugar al golpear la nieve con su bastón, y por el ruido de su olfateo al aire, buscando un rastro que pudiera seguir. Me comunicó que el Mizukage y alguien muy poderoso habían luchado aquí, y desaparecido posteriormente. No había ningún rastro olfativo que saliera del lugar. Me confirmaba lo que yo ya sabía, pues. Sin poder hacer mucho más en el momento, me acerqué a las dos espadas, y envolviéndolas en mi capa imperial lo mejor que pude, me dispuse a volver hacia el examen. Tenía mucho que pensar.


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Mensaje por Blank Dom Nov 25, 2012 6:46 pm

Las cartas habían sido puestas sobre la mesa para los distintos genins que se habían presentado a aquel examen, celebrado en las recónditas tierras del País de la Nieve. Las pruebas dieron comienzo para los cuatro grupos formados, y a los kages nos invitaron a pasar a una sala donde se podría visualizar lo que estaba pasando en todo momento en estas, sin embargo decidí escabullirme al exterior para seguir con mi entrenamiento. No era mi estilo quedarme quieto en un sitio visualizando lo que hacían mis jóvenes genins, además que mi confianza en ellos era plena, pues ya había visto de lo que eran capaces hace varios días, en la lucha contra aquella horrible criatura que osó intentar destruir mi hogar, y el de todos ellos. Salí así del recinto del examen cabalgando sobre mi nuevo compañero canino al que aún no había puesto nombre, en dirección a las montañas que se podían visualizar tras el recinto, a las que gracias a mi improvisada montura tardaría pocos minutos en llegar. Los cielos, cubiertos en su totalidad por densas nubes, dejaban caer pequeñas lágrimas heladas sobre la superficie de la llanura que recorría en estos momentos, la cual estaba enfriando mi cuerpo más de lo que estaba acostumbrado por el clima de mi antiguo hogar, el País del Agua. El recordar mi antiguo hogar me trajo a la mente varios recuerdos, como el recuerdo de mi última visita al poblado de mi clan, donde conseguí el conocimiento para forjar mis propias reliquias, y también el recuerdo de como conseguí la Kubikiri Houcho y la Arashi no Kiba, espadas pertenecientes a un espadachín Hozuki de Kirigakure, cuyos restos terrenales descansaban en el cementerio de Sunagakure, al igual que el peso de su muerte descansa sobre mis hombros, un gran peso que debía llevar con orgullo, pues el haberle arrebatado la vida me había dado la fuerza para poder proteger a aquellos que me importan, o al menos me había puesto por el camino correcto para alcanzar este propósito.

Con todas estas cosas en la cabeza no me dí cuenta hasta que mi cuerpo se dio de lleno contra el suelo helado de que habíamos llegado ya al pié de la montaña, donde mi compañero había frenado, arrojándome contra la fría nieve en el proceso. No estaba acostumbrado a despertares tan bruscos, por lo que tardé unos segundos en recomponerme totalmente y sacudirme la nieve de la armadura de kage, cuyos tonos beiges y marrones resaltaban con respecto al blanco paisaje en el que me hallaba, tras lo que alcé la vista para ver la altura de la pequeña montaña y buscar la ruta más asequible para la subida, tras lo que activé a shingetsu dándole forma de gancho de escalada, al que até uno de los extremos de una bobina de hilo ninja, atando el otro extremo a mi cintura, tras lo que arrojé el gancho en dirección a las escarpadas rocas de la ladera, ahora tocaba escalar, un buen calentamiento. Tras un rato de subidas y resbalones, en los que habría acabado al principio del trayecto de no ser por el hilo que me enganchaba, llegué a la cima, a setenta metros de altura del inicio de la gran llanura, en donde me esperaba mi perro compañero descansando. Las vistas desde el lugar eran magníficas, al igual que lo era el frío que en este hacía, por lo que no me andé con rodeos y comencé el entrenamiento para el que había venido, la verdad es que fácilmente podría haberlo llevado a cabo en la llanura, pero bueno, se podría decir que me gusta complicarme, sea para bien o para mal. Con todo esto comencé, transformando el arma de nuevo, esta vez adoptando la forma de una espada plateada de filo curvo y tamaño similar a una katana común, tras esto simplemente descolgué de mi cuello a Mangetsu, el anillo que encontré en el subsuelo del hogar de mi clan, un precioso anillo de plata fino que mostraba diversos grabados y con una pequeña gema negra en la parte superior, y me lo puse en el dedo corazón, con Shingetsu a la diestra y Mikatsuki a la siniestra, completando así el grupo. Este anillo tenía un poder oculto del que no me había dado cuenta hasta hace poco tiempo, en mi viaje hacia el recinto de examen, y es que podía amplificar el poder del resto de las reliquias que portaba, expandiéndolo así hasta permitirles mostrar todo su potencial, y que mejor manera de despertar ese poder que con el jutsu y la reliquia que tantas veces me habían servido tanto en combate como fuera de el. Verdaderamente no sabía como despertar el poder de Mangetsu, pues no precisaba de ninguno de los requisitos que habían necesitado las anteriores reliquias como podía ser la ejecución de sellos o la aplicación de chakra, por lo que simplemente comencé a mejorar mi esgrima blandiendo el arma en cuestión, mientras buscaba alguna forma de despertar sus poderes.

Tras un tiempo reflexionando sobre todas las cosas que habían pasado en mi aun corta vida llegué a una conclusión que puse en práctica al instante, si lo que hacía la reliquia era amplificar el poder del resto, entonces los requisitos para poder utilizarla serían los mismos que con estas otras reliquias, por eso desactivé la transformación de Shingetsu y comencé a moldear chakra otra vez, esta vez no solo en Shingetsu, si no también en Mangetsu, para así conectar ambas. Una vez conseguido esto simplemente realicé el sello de manos que usaría normalmente para activar Tsukinougoki, solo que esta vez ambas reliquias brillaron, formando un arma distinta a la anterior. Esta vez tenía entre mis manos un arco, de más o menos metro y medio de largo, en cuya cuerda al tensarla se formaban flechas de mi chakra, nunca antes había conseguido formar un arma parecida, por lo que mi sorpresa fue grande al verla entre mis manos. Para cerciorarme de que verdaderamente había funcionado mi idea volví a realizar el mismo sello, esta vez intentando formar un arma mucho mayor de lo que había podido hasta ahora. Mis sospechas se confirmaron al ver como aquel arco negro se envolvía el luz, cambiando de forma hasta formar una lanza de dos metros y medio aproximadamente, de hoja plateada brillante y mango más oscuro. Había conseguido mi objetivo de despertar los poderes de Mangetsu, y ahora simplemente quedaba seguir entrenando hasta dominarlo completamente, pero antes de eso necesitaba recuperar mis reservas de chakra, por lo que bajé de la montaña para encontrarme con mi compañero y apoyarme en su caliente pelaje para descansar.

El tiempo pasaba tranquilamente, la pequeña nevada que había antes había cesado, y las nubes permitían ver, aunque malamente, como el crepúsculo se apoderaba del cielo, marcando el inicio del anochecer. No podría decir cuanto tiempo llevaba mirando el cielo sin embargo estaba seguro de que habían pasado horas, y no precisamente pocas, por lo que decidí que ya era hora de volver al recinto, aunque me daba rabia no haber seguido entrenando y haberme quedado embobado mirando hacia la cúpula celeste. Tranquilamente me levanté del nevado suelo y dirigí mi mirada en dirección a la carpa donde se celebraba el chuunin, sin embargo algo llamó mi atención antes, aproximadamente en el centro de la gran llanura se encontraba una gran nube de ceniza que se elevaba hasta el cielo en llamas. No sabía que había pasado en aquel lugar, pero iría a comprobarlo al instante, de modo que levanté a mi compañero canino y, otra vez subido en el como su jinete, me dirigí al lugar en cuestión. Tardé pocos minutos en llegar a la nube de ceniza, donde reduje bastante la velocidad de movimiento hasta ir a un paso calmado, tras lo que me adentré en esta. Incluso habiendo aminorado mi velocidad de movimiento, no tardé demasiado en encontrar a gente en el lugar, a cinco metros más o menos de mi posición dos personas, un hombre de cabellos rubios y una mujer con gafas rojas en punta, se encontraban delante de dos enormes katanas, que el chico rubio se disponía a recoger. Fue justo en ese momento en el cual fijé mi mirada en una de las dos katanas cuando sentí como mi ojo derecho comenzaba a palpitar, por lo que lo destapé, mostrando así mi pupila carmesí sobre la que se dibujaba la figura de un sol negro con tres círculos rojos en su interior, girando desenfrenadamente mientras se posaba en la imagen de la espada en cuestión, tras lo que instantes después frenó en seco, provocando que lágrimas de sangre brotaran de este. Como acto reflejo me llevé la mano al ojo en cuestión, pues aquel comportamiento extraño me había dolido en parte, tras lo que sequé la sangre y volví a taparlo con el flequillo como estaba anteriormente. Tras esto bajé de mi montura, pero en vez de acercarme al lugar retrocedí un poco, aunque seguramente ya se habrían dado cuenta de mi presencia, pues algo no iba bien. Ahora que el poder de los Uchiha estaba activado en mi ojo derecho podía ver la canalización de chakra de ambos, el del joven rubio, que por sus ropas se debía tratar de uno de los kages del imperio contrario, presentaba un chakra de tono similar al aguamarina, calmado y a la vez imponente, sin embargo el de la mujer que a su lado se encontraba era brillante e intenso, demasiado, como si intentara atravesar mi alma con su fulgor. Algo desde luego no iba bien con esa mujer, por lo que lo mejor sería andar con pies de plomo mientras me encontrara en el lugar.




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Mensaje por Viral Lun Ene 21, 2013 11:57 pm

No había nada que pudiera hacer quedándome parado como un pasmarote en medio de la nieve, no parecía haber nadie por aquí, pero sería mejor pedir la opinión de Garudá, quien se encontraba a mi espalda, esperando quien sabe a que.

- Lasc Beag, alguien se acerca, a veinte metros huele a perro mojado. - Fue su respuesta inmediata ante mi inquietud, muy útil en verdad.

Rápidamente, lancé mi capa Imperial sobre las espadas, cubriéndolas completamente, no podíamos permitir que se extendiera la noticia de que Sadoru había desaparecido en medio de un examen, cuando debía estar cuidando de sus discípulos, y por si mi adversario había visto algo, preparé mis ojos para comenzar a tornarse rojos si la necesidad llegaba a tanto. El manto de plumas ardientes cubría completamente mi cuerpo, y la capucha hacía que mi rostro se sumiera en penumbra, visible tan solo mi dorado ojo izquierdo, que relucía con la luz ambiental y di un par de pasos hacia atrás, alejándome del manto que ahora quedaba en el suelo cubriendo las espadas permitiéndome una distancia prudencial para cuando el extraño apareciera.

Meros segundos más tarde, un joven de no mas de dieciocho años montado en el inconfundible perro de un Inuzuka llegó a la escena quedándose parado a ocho metros de nosotros. Era extraño, no lo había visto en la carpa durante el examen, y posiblemente fuera un gennin extraviado. La nube de ceniza me obligó a entrecerrar los ojos para verlo más claramente, pues se interponía constantemente entre ambos, no negando una visión parcial, pero sí molestando a la hora de captar los detalles. No lograba identificar una villa en su atuendo, aunque lo mejor sería preguntar. Garudá seguía a mi espalda, sentía su calor en la nuca, como el aliento nocturno en las calurosas noches del verano de Konoha. Sin hacer ni un movimiento, al menos no visible, pues mis brazos estaban ocultos entre plumas llameantes, decidí preguntar al joven.

- ¿Quien eres, joven Inuzuka? Este lugar no es para niños, hay peligros ocultos bajo la nieve, y te recomiendo que vuelvas cuanto antes a la carpa.

A pesar de no llevar ningún protector con el icono de Konoha, quizás el joven hubiera oído hablar de mí, o me reconociera, si es que venía del Imperio. En caso contrario sería beneficioso para mí quedar en el anonimato, pues quizás pudiera sacarle algo de información útil para el Imperio, nunca se sabía. Esperaba su respuesta mientras hacía memoria, forzándome para intentar encontrar su cara en alguna de las figuras que habían llegado al examen con el comité Imperial, pero por mas que lo intentaba, no lograba casar a ningún Inuzuka con un perro de ese tamaño en el grupo. La nieve caía a nuestro alrededor, mezclándose con las cenizas, manchando el suelo con un negro blanco de alto contraste. Me preguntaba como Garudá no fundía las nieves a su alrededor, quizás se estuviera conteniendo para no delatarme o quizás simplemente se estuviera concentrando en potenciar la zona más ardiente de mi chakra, que sentía fluir por mis venas como acero líquido.


Off: El retroceso en el tiempo de mi post es válido, pues en mi anterior post expecifico que Garudá vienen conmigo, y gracias a su última habilidad de raza "En su forma humana es capaz de sentir el aura de todo aquello que le rodea a un máximo de 30 metros y es capaz de rastrear olores a 20." puede avisarme de la presencia enemiga (En este caso tú). Sin embargo te has acercado sin tenerlo en cuenta, así que me temo que debo cortar tus acciones antes de "no tardé demasiado en encontrar a gente en el lugar, a cinco metros más o menos de mi posición dos personas."


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Mensaje por Blank Lun Mar 11, 2013 7:08 am

Aquel hombre y aquella mujer, a los que no podía poner cara debido a la densidad de la ceniza, se encontraban delante mía, a 8 metros de distancia, me dispuse a acercarme, pero algo no iba bien, algo en mi interior me impulsaba a desconfiar de ellos, pero no sabía que podía ser. Activé mi mangekyo sharingan, oculto como siempre por mi flequillo, con el objetivo de descubrir cualquier truco que pudieran haber ocultado entre la negra nieve, observando a través de esta gracias a sus cualidades, sin embargo no encontré más que una gran espada oculta por una capa de vivos colores, a la que mi ojo reaccionó comenzando a girar su pupila, para luego golpearme como si de un latigazo se tratara y comenzar a sangrar este. Me llevé las manos al ojo en cuestión como acto reflejo al dolor, mientras que escuchaba las palabras de aquella persona "¿Quien eres, joven Inuzuka? Este lugar no es para niños, hay peligros ocultos bajo la nieve, y te recomiendo que vuelvas cuanto antes a la carpa." Sus palabras llegaban a mis oídos, y esto no hacía más que enfurecerme, estaba comenzando a ser dominado por mis instintos más básicos, aquellos que gracias a las lecturas de los múltiples libros que encontré en aquella sala secreta de la aldea de mi clan, sabía al fin.

"Cuanto tiempo sin vernos mequetrefe.
Aquella voz... La reconocí al instante, se trataba de Saiken, quien desde mi incidente en el país del Agua no había vuelto a hablarme, tal vez nuestra conexión se vio interrumpida cuando caí en ese mar de oscuridad, la verdad es que no estaba seguro de lo que había podido pasar, pero fue un verdadero placer el poder volver a escucharle en mi mente, pues el hablar con el tal vez me ayudara a mantener la cordura.
"Saiken, cuanto tiemp..."
Detuve mi habla en nuestra pequeña dimensión al contemplarla, pues era muy distinta, toda la zona estaba rodeada de una espesa oscuridad, la vidriera que se mostraba en el suelo con anterioridad, brillando con luz propia, había quedado manchada por aquel negro poder, desapareciendo totalmente, los confines del lugar ahora mostraban el aura de unas gigantescas cadenas negras, como si de una prisión se tratara. Los barrotes que encerraban a la bestia de colas se habían rodeado de zarzas negras, al igual que el resto de la dimensión, y Saiken estaba rodeado por un aura oscura inquietante. No sabía que había pasado, pero aquella zona había pasado a ser un escenario propio de una pesadilla.
"Esa oscuridad... maravillosa... quiero más, dame más ¡MÁS!"
Saiken comenzó a retorcerse en su jaula, avivando la oscuridad del lugar de pesadilla, la cual comenzó a tragarme de nuevo. Sin duda algo le había pasado tanto a Saiken como a este lugar de mi interior cuando aquella oscuridad me invadió, sin embargo no podía ser que algo tan banal como la oscuridad de un corazón afectado por el odio y la venganza hubiera hecho mella en un ser ancestral, no, tenía que haber algo más. Luché contra la oscuridad que amenazaba con tragarme con todas mis fuerzas y la de aquellos que me rodeaban, escapando de esta gracias a su luz, que ahora me rodeaba.
"Ríndete a esa maravillosa oscuridad mequetrefe, esta te concederá el poder que tanto anhelas, un poder sin igual... hazlo, únete a mí y a la oscuridad, deja que seamos uno contigo, y consumamos tu espíritu..."
Abandoné el lugar de pesadilla tan pronto como mi mente me lo permitió, no podía quedarme en aquel lugar por mucho más tiempo, o yo mismo acabaría siendo consumido por aquella creciente oscuridad, sin embargo, lo que me encontré afuera cuando volví no era mucho mejor. Más tarde me encargaría de mis problemas internos, ahora debía tratar los externos, mientras que yo había estado en la pequeña dimensión interior que compartía con Saiken, que en el mundo real apenas habría sido una fracción de segundo, mis instintos más básicos habían conseguido dominarme, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Parece que iba a ser la primera vez que estaría consciente cuando esto me pasara, y lo único que podía hacer al respecto era rezar para que no le pasara nada a aquellas dos personas, ni a mi mismo.

- ¿Peligros...? ¡El único peligro aquí soy yo! ¡¡Preparaos para morir!!

Tras eso inicié mi ofensiva, invocando el poder de Shingetsu en forma de un gran arco plateado, gracias al poder del sharingan podía predecir sus movimientos, de modo que solo me quedó concentrar una gran cantidad de chakra raiton en esta, para terminar disparando una veloz flecha eléctrica, que impactaría a veintidós metros de mi posición, estallando en una gran explosión que se llevaría a ambos por delante, o al menos eso me pareció, ya que el joven rubio logró zafarse de esta junto con la otra mujer. Tras esta ofensiva muchas otras siguieron por parte de los tres combatientes, llegando ambos dos a acorralarme, en el fondo me alegraba de que pudieran defenderse de mis acometidas, sin embargo la situación estaba llegando a un punto crítico para mi persona, pues en mi estado actual no me rendiría hasta la muerte.

"Yo tengo el poder de salvarte, tan solo tienes que dar rienda suelta a  tu oscuridad a cambio ¿ Tan difícil es para ti mequetrefe?"
Saiken seguía molestándome, enviándome a aquel lugar de pesadilla cada vez que tenía la oportunidad, minando poco a poco mi voluntad, hasta hacerme considerar su oferta. La situación actual se me había ido de las manos, y yo solo no podría salir con vida de aquel lugar, al menos eso es lo que pensaba.
"Eres incluso más pesado ahora que antes ¿Eh?... Está bien, Saiken, aceptaré tu oferta, condúceme a los confines de mi oscuridad.
Estas palabras precedieron a la retirada de las zarzas que cubrían la jaula de Saiken, que ahora se hallaba abierta, dejando a la bestia libre en mi interior para conducirme hasta esa fuente de poder que tanto me había prometido. El inexpresivo rostro de saiken pareció esbozar una sonrisa de satisfacción y maldad, tras lo que lanzó un grito a los confines de nuestra dimensión. Las zarzas que hasta entonces habían estado sujetando la puerta de la celda rodearon ahora mi cuerpo, clavándose sus espinas en mi carne y huesos, mientras que la espesa oscuridad que cubría el suelo me tragaba poco a poco, llevándome otra vez a aquel lugar que deseaba no volver a visitar nunca, donde había estado atrapado tanto tiempo entre paredes de pura negrura. Venganza, dolor, rabia, locura, aquel lugar apestaba a todo eso, y no hacía más que inundarme poco a poco, entrando por cara poro de mi piel y aplastándome como si de un simple insecto me tratara.

Mientras tanto en el mundo real mi cuerpo se movió solo, abalanzándose contra la figura de la mujer de extraños ropajes mientras sellaba con una mano, invocando en el campo de batalla la espada que obtuve de aquel Hozuki con el que acabé tiempo atrás, apareciendo esta a través de un pequelo portal dorado que la depositó en mi mano diestra. Una vez esta estuvo en mi posesión simplemente formé con ella un filo azulado de cinco metros con el que atravesé el pecho de la mujer, sobresaltada por el sorpresivo ataque. Su cuerpo cayó al suelo antes de deshacerse entre cenizas rojizas, lo que me indicó que en realidad nunca se había tratado de una persona normal, además con su partida aquella aura de maldad que incitaba mis instintos primarios desapareció, aunque desgraciadamente para mí, ya era demasiado tarde. Con el arma aún en las manos, esta vez con su hoja reducida a los dos metros, mi cuerpo comenzó a estremecerse, mientras una capa rojiza de chakra lo rodeaba, mis ojos dejaron de mostrar su color esmeraldino normal para mostrar un tono azabache brillante, que pasó a cubrir hasta el blanco de mis ojos, en la cabeza la capa de chakra formó un par de antenas, mientras que de la parte trasera surgieron un total de seis colas de chakra, aunque no todo terminó ahí. Mi cuerpo siguió cambiando, comenzando a crecer vello a lo largo de este, mis mandíbulas se expandieron hacia delante, mi cuerpo comenzó a crecer y a muscularse hasta alcanzar los tres metros de altura, mis manos y pies tomaron la apariencia de grandes garras, y mi tez siguió cambiando hasta adoptar un aspecto lopuno. En estos momentos yo ya no era consciente de lo que pasaba en el exterior, simplemente aguardaba dentro de aquella dolorosa oscuridad el momento de mi desaparición...

"....................... ¿Quien eres? Puedo... sentir tu presencia."

"Llevo en tu interior mucho tiempo, desde el incidente en el mar del país del Agua, hace ocho años."

Recordaba aquel día como si hubiera sido ayer, en aquel momento Asuke me salvó de convertirme en el aperitivo de aquel ser, y días después volvió a salvarme la vida, esta vez dándome un nuevo hogar. Nunca llegué a agradecérselo lo suficiente, y ahora ya no estaba a mi lado. Prometí que iría a buscarle tras el examen, pero esa promesa nunca podría llevarse a cabo, ya no...

"Me... me gustaría saber tu nombre."

"Soy Byakko, dios del oeste y de la luz. Llevo mucho tiempo dormido, tanto mi interior como mi exterior están rotos ahora mismo, algo parecido a lo que te pasa a ti. Sin embargo, mi luz aún llega al mundo a través de mi hijo, y de aquellos que son importantes para él. El también es importante para ti ¿Verdad? Si es así, entonces lucha, lucha contra la oscuridad que te consume, por aquellos por los que prometiste vivir y a los que prometiste defender, por todos aquellos que están contigo en estos momentos, por su libertad."

Aquella voz llegaba a mí como una luz de esperanza en aquella oscuridad, rompiendo las cadenas que me sujetaban, tenía razón, no podía rendirme a la oscuridad, aún tenía motivos por los que luchar, por mis parientes perdidos en la masacre de mi clan, por aquellos inocentes con cuya vida acabé, por Asuke, Rouuse, Akiyosi, Sasogi y el resto de habitantes de Sunagakure y Kumogakure, por aquel amigo de la infancia con el que tuve varias trifulcas, cuyo recuerdo la marea del tiempo no había conseguido arrancar totalmente de mi mente, por aquella muchacha de cabellos azabache y ojos perlados que me ayudó a superar mi oscuridad aquella primera vez, hace ya casi un año. Por todos ellos, y por todas las gentes que me correspondiera conocer en un futuro, debía combatir. Apoyado por la luz de Byakko me abrí paso, destruyendo los resquicios de oscuridad que me impedían avanzar hacia el exterior, hasta que al final, logré salir. La luz que me bañaba en estos momentos era tal que casi podía cegarme, y en ella pude reconocer a toda la gente cuyo recuerdo me había ayudado a salir de aquel abismo, y entre estas, a una bella mujer de cabellos blancos, que se acercó a mí, tomó mi mano y la agarró con una gran calidez.

"Ahora ya eres libre, sin embargo la oscuridad de tu interior volverá a tentarte, tienes que ser fuerte, mi querido Blank. Ahora he de irme, le he pedido a uno de mis guardianes que se quede a tu lado, él te ayudará a acabar con la espiral de destrucción que se cierne sobre el mundo."

"Muchas gracias Byakko, te prometo que lucharé hasta las últimas consecuencias. Las almas de todos están conmigo, a mi lado, en todo momento, ahora ya lo se, y con su poder, nada ni nadie podrá derrotarme."

Byakko esbozó una sonrisa, mientras todas aquellas figuras que se encontraban con nosotros en aquella dimensión blanca comenzaban a juntar sus manos con las nuestras, en señal de afirmación a mis palabras. Tras esto, todos nos deshicimos junto con aquella penetrante luz, volviéndome a la realidad.

Una vez volví a la realidad la transformación que había sufrido mi cuerpo se revertió poco a poco, al igual que la capa de chakra del bijuu que me rodeaba. El combate terminó en ese justo momento, y yo caí al suelo, exhausto, aunque aún consciente. La batalla que había luchado en mi interior había logrado ganarla, sin embargo, incluso con el poder de Saiken, la batalla exterior se había decantado por mi rival, que aún seguía en pié, aunque cansado tras la contienda. Antes de perder la consciencia pude notar como tomaba mi mano y dejaba en esta una especie de frasco, que más tarde sabría lo que contenía, tras lo que se marchó. Me pareció oírle susurrarme unas palabras, sin embargo no llegué a escucharlas con claridad. La batalla más importante para mí, y el principio del final para aquella "espiral de destrucción" de la que me habló Byakko, habían terminado sobre el manto blanco manchado de ceniza en el que se había convertido aquel día el país de la Nieve.

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