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Mensaje por Sonzu~ Mar Mar 26, 2013 3:33 pm

La isla se alzaba tan majestuosa como la recordaba en mis viajes de niña, aunque algunos estragos habían sucedido en los últimos quince años, viendo destruida parte de la flora y fauna que en ella había. Sin embargo, al igual que los combatientes en la guerra nos resguardamos de nuestras heridas, el tiempo la había hecho bien, y por lo general los males mayores habían sido restaurados. No todo podía ser reparado aún así. Con los desperfectos ciertas tumbas que había se vieron dañadas, incluyendo entre éstas las de mis padres, que descansaban juntas, una al lado de la otra, como en vida habrían querido. Mi admiración ante los cementerios era escasa, por no decir nula. Una fría lápida de granito no representaba en absoluto los sentimientos de un familiar querido. Pero les guardaba el respeto que se merecían, siendo éstos un mundo distinto de recuerdos. Como de vez en cuando hacía, llevaba varios días ayudando en la reconstrucción de Kirigakure. Esa villa me había visto nacer y crecer, juré que la levantaría el día de su caída y eso debía hacer. Por suerte varios de los kirianos fueron valientes en apoyar la causa, haciendo frente al miedo que pudiera suponerles su hogar destruido donde estaban desprovistos de las cuatro paredes que les resguardaran del frío y la maldad en su más puro estado. No tenía un largo y tedioso discurso para darles, en el que fuera capaz de levantarles el ánimo y hacerles luchar por el futuro, pero sabía que tampoco lo necesitaban. Las tareas estaban claras, aquellos que amasen la villa de la niebla se quedarían para hacerla resurgir de los escombros alzando de nuevo el Imperio de Kiri, más poderoso si cabía. Debía continuar luchando por el mañana si quería dejarles un buen legado a mis hijos, para que cuando llegara el momento ellos sustituyeran a los desgastados sacos de piel y huesos en los que sus padres nos íbamos convirtiendo cada vez más rápido. Yo era una clara excepción, por supuesto. Mi piel seguiría fina y tersa año tras año, ajena al tiempo. A ver las valientes de las arrugas que se atrevieran a llevarme la contraria, les daría su merecido.

Mi cometido en el día de hoy estaba muy lejos de luchar. Había citado a mi hijo Ryuumei para que se reuniera conmigo en las orillas. Podía ser de mala educación no desplazarme yo misma a hacerles una visita, pero confiaba en que estos días estuvieran entrenando duro para el examen Chunnin al que iban a presentarse y mi presencia tan solo estorbaría allí. Podía ser que no hubiera sido la madre más cariñosa del mundo, pero mi esfuerzo quedaba grabado, dándoles el amor que les faltaría después de la muerte del maldito pescado, que había tenido la cara dura de irse, así sin más, sin despedirse siquiera ni darme la oportunidad de acabar todos los castigos que tenía pensados para él mi lista de R.I.P. Las cosas verdaderamente habían cambiado desde entonces. Era probable también que no pudiera ofrecerles lo ya perdido, pero siempre que lo necesitaron les proponía tomar el té, puesto que ya me conocerían, para mí siempre era la solución. Recordaba una tarde donde Shika les había explicado que cuando se trataba de consolar a alguien el té se me daba muy bien, pero el consuelo no tanto. El Gatito que en su día encontramos en la playa había crecido sano y fuerte, cuidando de las dos hermanas revoltosas que habían llegado meses después del final de la Gran Guerra. No necesitaba adivinar que él sabía mucho más de lo que aparentaba y de lo que seguramente contase a sus hermanos, pero esos temas no me incumbían, así que disfrutaba viéndoles cambiar poco a poco. Ya se habían ido de casa y con ellos quedaba un gran vacío, así que volver a ver a mi hijo después de tanto tiempo es todo un alivio para el protector corazón de una madre. Con una sonrisa cariñosa en el rostro le recibo, estrechándole con fuerza entre mis brazos mientras le examino, sorprendida de que crezca cada día un poco más. Aún le queda por pegar un último estirón y ya me ha alcanzado en altura, así que ha cumplido el cometido al que todo niño debe aspirar en superar a sus padres. Algún día, seguramente pronto, dicho cometido no será tan solo en altura, y con orgullo podré ver como tanto él como Inori releban mi puesto. Mientras caminamos por la playa le pregunto cómo están todos, si se acuerdan de poner bien las lavadoras de color y de blancos para que no se destiñan, si hacen turnos de limpieza, si comen bien cada día... Podrá llamarme pesada pero tan solo después de contestar a mis preguntas le enseñaré a lo que ha venido. Como mi último cometido como madre antes de dejar partir a mi niño ante su siguiente prueba, le ordeno que preste atención a lo que voy a enseñarle. Una de las propias técnicas sacadas de mi armario pongo en su mano, el Hi Kawarimi. Lanzando un kunai al aire hago una demostración, intercambiándome por una masa de fuego que recibe el ataque y explota en los dos metros más cercanos. Cuando ha dominado la técnica y está preparado para irse le doy un suave beso en la frente, dejando ahí el rastro de un pintalabios color carmesí apagado, a la vez que le pido que de recuerdos de mi parte al gruñón de Kirunami, la cambiante Inori y la peculiar Shishika. Es increíble como se hacen mayores. Tan rápido, tan rápido...

Técnica enseñada:
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Mensaje por Ryuumei Futori Mar Mar 26, 2013 7:52 pm

El país del Agua, lugar que visitaría el día de hoy, quizá había recibido la peor parte de la pasada guerra, si no seguro, pues no solo sus tierras, si no hasta Kirigakure no Sato, la villa en la que crecí dando caza a aquellos a los que Padre me ordenaba para poner en práctica lo aprendido, había sido destruida en la parte final y culminación de esta. En la isla más famosa después de la principal del grupo de islas que el país comprendían me esperaba Madre, quien seguramente ya habría llegado, y tendría que esperar hasta mi llegada, las tierras que podía ver desde mi flamante embarcación para una persona, que tributaba el modelo de los grandes acorazados que formaban la armada de Kirigakure no Sato, o la formaron en un pasado, antes de que la muerte y la destrucción se apoderara de sus tierras y sus gentes, se recuperaban a paso lento pero firme, sanando las heridas provocadas por la oscuridad que un día con sumirnos en la más absoluta desesperación nos amenazó, y contra la que combatimos con tesón. MI embarcación pronto tomó tierra en la isla de la Diosa, cuyo trabajo de sanación continuaba hoy tras quince largos años, y me reuní con Madre, quién me estrechó entre sus finos pero mortales brazos, como si de un perro aferrándose a un jamón se tratase; si, podría haber buscado una comparación más... maternal, pero eso era lo que en este momento por mi mente pasaba, mientras que podía oír como mis huesos crujían ante tan cariñoso gesto, al que respondí como pude. Este dio paso a una larga caminata por la playa, en la que me asaltó con las mismas preguntas que me hizo la primera vez que nos vimos tras nuestra partida, esbocé una pequeña sonrisa ante esto, mientras que a sus preguntas respondía, obviando por supuesto algunos detalles para que su corazón no estallara en preocupación, o en cólera, quien sabe cual de los dos sentimientos resultaría, el caso es que ninguno ayudaría para lo que hoy habíamos venido a hacer. Tras el pequeño interrogatorio, y tras yo preguntar por su situación y la de tía Shika, recibiendo una respuesta alentadora, comenzamos la clase con una enseñanza práctica de la técnica que hoy nos había reunido, una de su cosecha personal, el Hi Kawarimi, una emulación del Mizu Kawarimi, pensada para los usuarios del elemento katon, Madre lanza al aire un kunai y, consciente de la caída de este y del daño que le podría provocar, su cuerpo se materializa a mi lado, quedando a tres metros, lugar donde se encontraba en un inicio, una masa inestable de llamas crepitantes, que explota en un pequeño radio, lanzando el kunai ahora chamuscado y ardiente a nuestros pies. Este era un jutsu complejo, y me costaría más de un día lograr su total dominio, como ya tenía previsto, tiempo en el que Madre prometió quedarse a mi lado, conmigo, sin importar que pasase. El tenerla a mi lado me hacía volverme a sentir como cuando en Konohagakure no Sato nos encontrábamos, disfrutando de tan merecida paz, y viendo crecer a mis hermanos, mientras que yo mismo crecía junto a ellos, al menos en el ámbito físico. Tantos años de paz me habían oxidado, y aunque mi habilidad había quedado demostrada estos días atrás, completando con relativa facilidad todos los entrenamientos a los que yo mismo me había sometido, no podría evitar el tiempo que este me llevaría, y tendría que apurar su entrenamiento todo lo que pudiera si mi objetivo quería lograr. El primer día no busqué conseguir muchos resultados, tan solo me concentraba en completar todo lo bien que pudiera la parte teórica del entrenamiento, concentrando mi chakra de naturaleza elemental katon para su posterior uso, así durante horas, hasta que la noche cayera, algo que seguramente para Katze y para Madre se tornaría aburrido de ver. Hubo un momento en que mi mente trascendió de mi cuerpo, quedando mi persona suspendida en un trance total, algo que me beneficiaría en mi entrenamiento, el cual se efectuó satisfactoriamente, cayendo así la noche.

Aquella noche la pasamos durmiendo a la intemperie, Madre me contó todo lo que había hecho con Katze en el tiempo que yo había estado aprendiendo como y cuanta cantidad de chakra elemental katon debía concentrar, siempre lo suficientemente cerca como para que sus perlados ojos pudieran tenerme en el punto de mira, y yo escuché interesado sus pequeñas aventuras, mientras que degustaba las delicias que el mar nos había entregado aquella noche como alimento, parecía una muchacha joven contándole a su padre sobre sus andanzas con sus amigos, entusiasmada como ella solamente podía entusiasmarse, y eso era algo que me hacía mucha gracia. La noche se había presentado despejada, la niebla que caracterizaba al país del Agua por suerte solamente estaba presente en la isla principal de este, lo que nos permitía contemplar los cuerpos celestes, que fervientemente centelleaban en el nocturno cielo, iluminando con su débil fulgor la noche, nuestro gran satélite se encontraba esta noche totalmente lleno, y los aullidos de los lobos tributándole por su pureza salían del bosque de la isla, llegando hasta nuestros oídos, a lo que Madre reaccionó de forma extraña, como si estuviera preocupada. Se aferró a mi brazo como si de una niña pequeña se tratara, y eso solamente hizo que me extrañara aun más por su comportamiento, pregunté por la razón, pero simples divagaciones salieron de sus labios, lo que me dio la idea de que tal vez no supiera la razón de su temor, o que las razones de este eran algo que debieran mantenerse en secreto, por lo que no insistí más y simplemente la abracé, con el cariño que solo un hijo puede ofrecer, quedando dormido minutos después, al igual que ella. Aquella noche ninguna pesadilla buscó mi mente como su hogar, permitiéndome así descargarme de la presión provocada por el entrenamiento que durante todo el día había llevado a cabo, sintiéndome fresco y preparado al día siguiente para pasar a la parte importante. Mis sueños aquel día fueron tranquilos, dulces, muy parecidos a los que tenía antes de que la guerra terminara ¿Que qué visión aparecía en ellos? Eso se quedaría como secreto de alcoba mío y de todos aquellos entes que capaces de leer o contemplar los sueños de los mortales fuesen.

La noche pronto dio paso a un nuevo día, y fueron las caricias y las dulces palabras de Madre lo que me lo anunciaron, sacándome de mi trance y llevándome de nuevo a la realidad, me dolía algo la espalda, sin duda represalias de haber dormido a la intemperie como lo hice aquel día, pero no era nada nada que un buen estiramiento no pudiera solucionar, al menos hasta que de nuevo en mi blandito y caliente colchón descansase. Ahora era el momento de sacar a relucir los frutos de todo el esfuerzo interior al que me sometí el día anterior, Madre lanzaría contra mi persona sus golpes, haciendo uso de toda la fuerza que considerara necesaria, pues si algo sabía, es que no se cortaría a la hora de golpear, si con eso conseguía ayudarnos en nuestros objetivos, y la verdad era lo que esperaba, pues si no esta técnica seguramente sacaría a relucir sus fallas en un auténtico combate, pues a pesar de mi negativa ante estos, para eso mismo había sido desarrollada, para ser usada como defensa en los combates, y para ello debía ser preparada. Tras un intercambio de palabras matutino y tomar algunos de los alimentos de los que precisamos, comenzamos con lo verdaderamente importante, con la segunda parte del entrenamiento. El primer golpe fue un puñetazo directo a la boca del estómago, cuyos ojos la ayudarían a localizar en caso de no poseer los conocimientos suficientes para saber su ubicación, lo hizo a la velocidad suficiente para que pudiera ser considerado ofensiva y a la vez me diera tiempo a detectarla, por lo que solo debía concentrar mi chakra de naturaleza elemental katon como anteriormente lo hice, sin embargo no salió del todo bien, pues no logré más que calentar un poco el puño de Madre tras recibir yo el golpe. Este me hizo caer al suelo mientras me lamentaba, definitivamente el combate cuerpo a cuerpo no era lo mio, pues a pesar del entrenamiento que había recibido en el pasado, mi cuerpo seguía sin poseer la fuerza suficiente para resistir golpes como aquel que Madre me propinó, si por mi fuera hubiera seguido lamentándome un par de minutos más, pero Madre no consintió eso, agarrome del pescuezo para de nuevo ponerme en pié y así poder continuar con el entrenamiento, lanzando su siguiente golpe, esta vez a mi costado derecho. El golpe me movió no menos de medio metro del sitio en el que estaba, y seguramente me hubiera roto alguna costilla, sin duda no se estaba conteniendo para nada, y yo se lo agradecía, pues era justo lo que necesitaba para completar la técnica, aunque si era verdad que aquellos golpes me mantendrían indispuesto durante un tiempo después, no mucho por suerte, tal vez pidiera a Shishika que hiciera uso de sus poderes curativos sobre mi persona para así acortar el tiempo de indisposición lo máximo posible. El siguiente golpe dio de lleno en mi testa, tumbándome de nuevo y haciéndome sangrar por la nariz, no estaba logrando lo esperado, pues a pesar de ver el golpe y de tener la suficiente capacidad de reacción ante este, no era capaz de concentrar el chakra en su totalidad para llevar a cabo la técnica, tal vez la realización de un sello me ayudara, pero no era una técnica pensada para ello, pues si me viera obligado a sellar con las manos cada vez que quisiera dar uso de esta, seguramente el resultado sería el mismo que había estado siendo hasta ahora, no me quedaba otra que seguir luchando, que seguir intentándolo con todo lo que tengo. El instinto maternal de Madre despierta al ver el fluido carmesí que de mis fosas nasales sale, pero yo la detengo, necesito que siga dándolo todo para culminar la técnica, estoy cerca, lo se, y si me detengo ahora, perderé todo lo que los intentos fallidos anteriores me habían otorgado en cuanto a conocimientos prácticos se refiere, no hay vuelta atrás. Más golpes son dirigidos a mi persona, uno de nuevo a mi costado, esta vez si sintiendo como mis costillas se rompen, el siguiente, un gancho directo a la mandíbula, que me hace retroceder un metro o dos, en menudo cuadro impresionista debía de estar convirtiendo mi cuerpo en ese momento, pagaría por verlo sinceramente. El último golpe sería el definitivo, pues como ella misma me avisó, si no lograba evitarlo me vería obligado a la fuerza a descansar, quisiera o no, por suerte no se dio el caso. Justo cuando el puño de Madre está a punto de golpear sin ninguna piedad mi fino y sangrante rostro, mi cuerpo deja de estar en el lugar en el que estaba para aparecer tras ella, a una distancia prudente, mientras que su brazo recibe, con cierto gusto en su mirada he de decir, las crepitantes llamas que en mi lugar inicial se encuentran en este momento, las cuales estallan liberando su carga debido a la inestabilidad a la que se han visto sometidas, y provocando daños en Madre, aunque para nada graves. Lo he conseguido, tras tantos golpes mal encajados por mi parte he de decir, he logrado llevar a cabo esta infernal técnica, Madre lanza otros golpes por petición mía para asegurar que su aprendizaje está totalmente culminado, y todos terminan con la misma situación, yo evitando el golpe, y dejando un reguero de llamas en mi zona inicial. El entrenamiento por hoy ha terminado.

Madre da primeros auxilios a mis heridas superficiales, mientras se lamenta por lo que ha hecho este día, no tiene de que lamentarse, pero supongo que es normal que una madre se lamente si se ha visto obligada a herir a su hijo, a pesar de que haya sido por su propio bien, yo por mi parte no tengo nada que reprocharla, me ha entregado mucho más de lo que me ha quitado con cuatro tontos golpes, que Shishika curaría de buen grado. Nos despedimos ambos con un abrazo, esta vez más suave por su parte, otra cosa buena que ha salido de la paliza que he recibido a día de hoy, para luego tomar cada uno nuestra embarcación, no sin antes hacerme prometer que saludaré a todos de su parte y daré un gran abrazo a Inori, en caso de que se deje claro, tal vez deba dárselo primero a Kirunami para que se lo pase a ella. Mientras me río por este pensamiento sigo mi rumbo, llevando mi embarcación de vuelta al país de los Remolinos, ahora me toca descansar.

Palabras: 2155, entrenamiento de atributos y técnica aprendida.
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