El pez gato que encontró un ratón apetitoso en la caja de zapatos.

Arena: Caja Trampa:

El mundo está loco, pienso mientras doy los últimos pasos en el estrecho corredor que llevaba a la sala subterránea. Aun entre estas gruesas paredes metálicas, el sonido de la arena podía oírse, lejano, como un distante eco de las vidas que fueron derramadas en estas salas de batalla, pero estas voces coreaban un nombre. Pikachu, Pikachu, gritaban una vez y otra, y otra más después. El tal Pikachu sería, probablemente, su primer oponente desde que había entrado en el Coliseo con mi máscara de pez y me había inscrito bajo el seudónimo de Catfish en esta revolucionaria forma de ganar dinero bajo unas reglas establecidas y estrictas. Podía sentir el olor a moho y herrumbre en las uniones metálicas de las chapas, el rastro de humedad era especialmente visible bajo los muchos remaches que sujetaban las paredes en su sitio. Era una humedad vieja, venerable, el olor de el agua subterránea de los antiguos acuíferos que poblaban el mundo, muchos metros bajo la superficie, rodeados por rocas que impedían mezclarse con el agua de escorrentía o de baja afluencia. Era increíble como el agua permanecía inalterable en el continente, todo lo contrario al mar, donde se renovaba continuamente para poder ser habitada por la mayor variedad de seres en la tierra.

El final del túnel estaba a tiro de piedra, podía ver la luz en su fondo, que se reflejaba en suelo y paredes, cegándome momentáneamente a través de la máscara que envolvía mi rostro. Peces de colores comenzaban a nadar a mi alrededor, pero esta vez debía concentrarme, así que los espanté con mi mano derecha, haciendo aspavientos para alejarlos. A través de la salida del pasillo, puede entrever la sala en que me enfrentaría al tal Pikachu. Metálica, un cubo enorme, de unos cien metros de altura. Seguramente algo desagradable estaría esperando al otro lado, así que cuando salí finalmente a la arena, oyendo los vítores y aplausos del público, no me separé mucho de la entrada, que se había cerrado tras mi entrada en escena, cubriéndose por una pared metálica. Había llegado el momento de que la batalla diera comienzo.

Info:

Recientemente había recibido una notificación de desafío por parte de otro de los shinobis de rango superior a él mismo. Catfish, o con ese pseudónimo estaba firmado el desafío. ¿El lugar? Una arena sin estrenar aún. La Caja Trampa. Sería un combate interesante. Recientemente le habían quitado el título de Rey de los Shinobis, aunque aquello no era algo que realmente le importara. Aún así, significaba que un rival de nivel superior a él quería comprobar como se las apañaba para luchar. Ello era un halago. Estaba encantado por acudir al reto, no podía negarlo, por eso en el mismo instante en que se le notificó, aceptó encantado.

Por esos motivos se encontraba aquel día en la entrada de la Caja Trampa. Estaba ansioso por salir a luchar, no podía negarlo. Su capa blanca, como normalmente, le cubría el torso y parte de las piernas. Su máscara de color amarilla ocultaba su cara, aunque a pesar de ello, parte de su pelo ocultaba la frente de la máscara. Ésta tenía una forma característica, era el rostro de un pequeño animal, un roedor más concretamente, con chapetas rojas, sonriente, y con orejas en punta, acabas en negro. Todo él destilaba alegría y felicidad.

Estaba a punto de cruzar cuando un shinobi se le cruzó, mirándole. Vestía un chaleco ninja, y pantalones oscuros, con voz decidida le habló:

-Esta es una arena especial. Es un cubo de 100 metros. Poco a poco se va reduciendo 10 metros, hasta quedar en un cubo de 10 metros de ancho. ¿Entendido?

Pikachu no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza, dando a entender que lo había comprendido.
Tras aquel breve contratiempo, salió fuera, al área de combate. Una caja metálica, salvo el techo, cubierto de cristal. Metal, sonrió oculto tras la máscara, aquello podría beneficiarle, puesto que era un excelente conductor de la electricidad. El público comenzó a vitorear y aplaudir al ver a los dos gladiadores dentro de la arena, al fin, cansados de esperar. Tras entrar, avanzó un par de metros antes de que la puerta de entrada se cerrara tras de si y se cubriera por una pared metálica. Era consciente de que su aspecto no inspiraba mucho temor, aunque aquello realmente no le importaba demasiado. No se le podían ver los brazos, que estaban ocultos bajo la capa adornada por motivos eléctricos. Volvió a avanzar otros metros, hasta alejarse de la pared lo suficiente como para que no le molestase, quedando por tanto a unos 12 metros de la pared por la que entró, y a unos 86 metros de su adversario, que para entonces ya había salido.

Información:

Acciones:

Mi adversario había entrado en la sala, avanzando unos doce metros. Vestía una capa blanca con motivos amarillos y su máscara recordaba lejanamente al rostro de un pequeño roedor del que hablaban las leyendas de Kirigakure, y otros lugares del mundo. Se decía que este pequeño ser era capaz de usar los rayos a voluntad, arrasando pueblos enteros, o ayudando a sus compañeros de mil maneras. Su personalidad era honrada y sincera, si su oponente compartía ese rasgo con el animal que representaba su máscara, sería muy fácil vencerlo. Sin mover los brazos más allá del ligero balanceo que producía la inercia de mis pasos, avanzo, unos quince metros, sintiendo como las paredes se estrechan a nuestro alrededor. Cuando llego a mi objetivo, la pared está a cinco metros, y a dos de mi adversario, quedando ambos separados por una distancia de 73 metros. Estoy muy a gusto en esta sala, cada vez más pequeña, tanto, que incluso me parece poder intuir el aroma del salitre, el murmullo de las olas. Miro atentamente a mi oponente, preguntándole con la mirada, si él también lo nota, aunque su máscara me impida verle directamente. Quizás me vea un poco cómico, con mi capucha de pez, pero esto comienza, pronto estaremos a la suficiente distancia y podré comenzar mis ofensivas.

Acciones:

Gasto y Daño: