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Paseando por el monte

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Mensaje por Shika Dom Mayo 06, 2012 2:59 am

Aquel día, Shika había decidido dormir un poco más para descansar mejor, por lo que ya no le quedaba tiempo suficiente para aprovechar la mañana en un entrenamiento. Con ese motivo, decidió ir a dar un paseo por las montañas. Se levantó y se echó su capa por encima para no pasar demasiado frío. Acto seguido, desayunó un cuenco de leche con un trozo de pan, como muchas otras mañanas. Abrió la puerta e inspiró hondo, aquel día sería más relajante que los demás.
Salió y observó cómo los habitantes de la aldea terminaban de prepararse y salían para disfrutar del soleado día. Los niños jugaban yendo de un lugar a otro con una alegría inmensa.
Shika cruzó la aldea observando cada detalle con felicidad. Le gustaba la aldea y se alegraba de haber ido allí. Caminaba con una sonrisa en la cara y disfrutaba de la suave brisa que alborotaba su cabello, recogido en una larga coleta. Se pasó una mano por el flequillo para que no le molestara y continuó su camino rumbo a las montañas.
Al llegar, tras largo rato de viaje, contempló el espléndido paisaje y sonrió de nuevo, como había hecho al salir de su casa. Se estiró y observó las flores del suelo y los árboles que crecían en el lugar en que permanecía ella.
Cerró los ojos, disfrutando de la naturaleza, y continuó el paseo, esta vez con un paso más calmado. Observaba todo a su alrededor, como tantas otras veces le habría gustado. El sol brillaba en lo alto del cielo, brindando a todo unos alegres tonos que a Shika le encantaban.


Última edición por Shika el Dom Mayo 06, 2012 5:46 am, editado 1 vez
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Mensaje por Shichika Dom Mayo 06, 2012 4:56 am






¿Alguna vez has visto caer las cáscaras de otoño de los árboles de oro?
¿Alguna vez has soñado con buscar las maravillas ocultas que nadie vio jamás?
¿Has deseado alguna vez hacer las paces con el destino, encontrar tu tesoro?
¿No has pensado nunca en dejarlo todo y partir, sin mirar nunca atrás?

Conozco el camino a tu destino, toma mi mano y ven conmigo.





El frío de la montaña, bajando desde sus cumbres en forma de ríos, viento, nieve, cien susurros entrecortados e impacientes que se pelean por rodearte y atarte en su eterno lazo, con promesas de dulce letargo y amargo olvido, sin pedirte nada a cambio, tan solo cerrar tus párpados y recostarte en la dura piedra, en el pecho de la madre de todos, y dormir, dormir hasta que las eras cambien, hasta que los pájaros migren y los ciervos bajen a los arroyos a beber sedientos por el crudo sol, hasta que la luna caiga en el embrujo de las estrellas, hasta que el sol se apague en el mar. El flujo de la vida y la muerte, un ciclo que siempre se observaba, y final de las largas horas de meditación que me permitía, ya fuera sobre una pequeña colina, dominando las llanuras exuberantes del País de la Lluvia, en medio del candente desierto de Sunagakure, con su eterno aullido dedicado a espantar a los más tiernos viajeros y abrazar a los que más de una vez viajaban por sus cambiantes arenas, o, en este caso, bajo una de las cascadas que serpenteaban las montañas del País de la Tierra, cerca de Iwagakure. Aunque el agua era fría, es más, era demasiado fría incluso para la época, clavándose en mi piel como miles de espinas, recordándome la caricia de un ser amado que desaparece, el lamento mudo de quien desea algo que no se atreve a pedir, podía seguir meditando sin problemas, enfocando mi Chi a repartir mi calor corporal por las plantas de los pies y la espalda. Una vez que entraba en mi estado de meditación, dejaba de sentir el frío, dejaba de oír el chapoteo del agua contra mis hombros así como el canto de los pájaros en los árboles a mi alrededor, para proyectarme más allá, a aquel espacio vacío que era solo mío y donde podía trascender tranquilo, sin miedo al tiempo ni a las interrupciones. Seguramente llevaba dos o tres días en ese espacio plagado de mi esencia, cuando algo me hizo despertar de mi letargo espiritual. La cascada se había apagado, cayendo sus aguas con menos fiereza que cuando llegué, pero los pájaros cantaban melodías de felicidad, revelándome en su bello idioma que alguien se acercaba. Mi cuerpo se encontraba entumecido, no era el mejor momento para echar a correr, así que comencé a estirar, primero los dedos de mis manos, después los brazos, y finalmente las piernas. Mi cabello caía empapado pegándose a mi espalda desnuda y a la roca que tenía debajo. Mas tarde tendría que peinarlo o se enredaría demasiado y sería incómodo. Recordé el pelo de mi hermano de peregrinaje, eternamente lacio, con una suavidad permanente. Era agradable olerlo en las noches de verano, mezclándose su perfume de jazmín con las voces de la naturaleza.


Los caminos de la tierra me hablaban, decían que debía darme prisa, que pronto llegaría el invitado y que, como la costumbre marcaba, debía vestir algo de ropa cuando llegara. Busqué con una mirada profunda, inexpresiva como un espejo, mis viandas, que había dejado, antes de introducirme bajo la cascada, en una rama cercana, hasta que al fin las localicé, cerca del río, bajo la sombra de un nogal muy antiguo y nudoso. Tenso los músculos de mis piernas un momento, asegurándome de que todo está bien, y les mando explotar en un salto de varios metros, hasta la orilla del río, al pié del nogal. Al caer, doblo las rodillas, para evitar lesiones y, sintiendo el frescor del viento en mi piel mojada, me dispongo a alcanzar mi ropa. En cuanto alzo la mano, de mi toga aparece un pequeño ser, la amigable nubecilla que me seguía desde hacía un tiempo, y que parecía no querer separarse de mí, adoptando su lugar habitual bajo mi cintura. Como siempre hacía, pasé mi mano por su interior, haciendo que se estremeciera, pues parecía que le gustaba que le acariciaran, como a cualquier animal. Nunca me había preguntado en profundidad que era lo que hacía a ese cuerpo gaseoso oscuro seguirme de un lado a otro, pero lo más probable era que fuera algún buen espíritu que quisiera ayudarme a encontrar los adecuados senderos que la madre tierra me tendía hacia la iluminación.

Parecía que había reaccionado demasiado tarde, pues antes de que pudiera agarrar mi ropa y colocármela, la invitada apareció en el claro del bosque. Pudo ver la pared vertical al fondo, pocos metros a mi izquierda, y la cascada que bajaba por ella chocando con la roca que me había servido de asiento. También pudo ver como, el agua formaba el pequeño riachuelo que serpentearía hasta unirse a un río mayor. Y seguramente, también podría verme, de espaldas, de puntillas intentando alcanzar mis ropajes mientras la miraba algo sorprendido. Al parecer me había vuelto descuidado.
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Mensaje por Shika Dom Mayo 06, 2012 5:44 am

Llevaba un rato caminando cuando llegó a un claro del bosque en el que había una cascada. El agua caía por esta hasta chocar con una roca y formar un riachuelo para más tarde unirse a un río. Observó el recorrido del agua y dio unos pasos, adentrándose más en el claro.

Fue entonces cuando divisó una figura cerca de la cascada, vio que era un hombre y se sobresaltó al ver que estaba desnudo. Simplemente una extraña nube negra permanecía debajo de su cintura. El hombre la miraba sorprendido y ella se sintió incómoda, se tapó la cara con las manos y se dio la vuelta rápidamente.

- ¿Quién eres? - preguntó, intentando no pensar en el detalle de que no llevaba ropa.

Se destapó la cara, pero siguió sin darse la vuelta, esperando una señal de que él se hubiera vestido. Cayó en la cuenta de que el pelo de aquel hombre estaba mojado y se preguntó el motivo, pero no supo responder, el agua estaba demasiado fría como para darse un baño en ese momento.
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Mensaje por Shichika Dom Mayo 06, 2012 10:24 am

El inesperado visitante cuyo camino se había entrelazado con el mío en el claro del bosque había llegado antes de que pudiera vestirme, finalmente, y me quedé inmóvil unos segundos observándola, con el brazo aún extendido hacia la ropa y la cabeza girada hacia ella, dejando que el aire despegara poco a poco mi cabello húmedo de la piel curtida por el sol y los años de entrenamiento. La extraña,creía que era mujer, pero aún no conseguía diferenciar el género de los desconocidos, aunque su figura le recordaba a la de aquella muchacha que durmió con Hakuhei cuando fueron a la capital del País de la Tierra. En su pecho no había músculos marcados, sino dos protuberancias opulentas sujetas parcamente por la ropa de ninja, cuyo mayor rasgo identificativo para reconocer su profesión era el protector con el símbolo de Iwa que rodeaba su cuello. La mujer, si realmente lo era, tenía un largo y liso cabello de un rosa muy claro, como cuando las nubes quieren acercarse demasiado al sol, o los cerezos florecen y hay fiestas en el País del Fuego, era realmente bonito, y al ver la que extraña se tapaba la cara y se daba la vuelta, solo pude deducir que quería que la "recordase" como hizo Hakuhei la primera vez que nos encontramos. Con rápidos pasos que no alzaron el menor sonido, recorrí la distancia que nos separaba, aún cubierto por mi pequeña amiga gaseosa, quien nunca llegaba a quedar atrás, aunque sí llegaba a deshacerse por los lados, mostrando parte de la piel de mi cintura. En cuanto estuve tras la joven, me senté, cruzado de piernas, en el suelo, sin alzar un ruido, tal y como había hecho hasta ahora. No era que quisiera asustar, ni sorprender a la joven, sino que era mi manera normal de caminar por los bosques, tratando de molestar lo menos posible a mis hermanos animales y vegetales.


- ¿Quién eres? - preguntó, la joven, cuyo olor ya podía llegarme, mostrándome parte de la personalidad de la joven, que parecía una persona agradable, de las que veían el vaso medio lleno y siempre tenían una sonrisa preparada para dedicártela. Me gustó la primera impresión que me llevé de ella, pues me había ofrecido su cabello para que pudiera recordarla la próxima vez. Aún sin responder la pregunta, tomé suavemente la cascada rosa que caía por su espalda, con cuidado de no perturbarla y la coloqué sobre mis hombros, oliendo la punta, que había tomado con mi mano derecha.


- No tengo nombre, pero algunas personas me llaman Shichika...- Mientras le comunicaba como podía designarme, como debería etiquetarme en su mente para una ocasión futura, pues sabía que el resto de personas que no tenían mi problema para reconocerse entre sí, simplemente usaban un nombre como recordatorio, yo jugueteaba con su cabello, enredándolo en mi dedo índice para luego soltarlo y que se extendiera rápidamente de nuevo. Su suavidad era como la de una nube, rosa, algodonosa, que acariciaba mis hombros y parte de mi espalda aún mojada con la sutilidad de una de esas mujeres santas que curaban enfermedades usando su chakra.

- Tu cabello me agrada.
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Mensaje por Shika Dom Mayo 06, 2012 11:15 am

Se sobresaltó al notar que el hombre agarraba un mechón de su cabello y se quedó tal cual estaba, esperando una explicación ante su pregunta. Mientras esperaba, observaba los árboles que tenían delante, distrayéndose para no pensar en la extraña situación en que se encontraba. Se sentía incómoda, pero no sabía cómo actuar, así que decidió quedarse como estaba, intentando no pensar en ello.

- No tengo nombre, pero algunas personas me llaman Shichika... - no recordaba dónde ni cuándo, pero alguna vez había oído ese nombre. Saber que el hombre que tenía detrás era conocido hizo que Shika tuviera una gran curiosidad por saber exactamente quién era.

- Tu cabello me agrada. - al oír aquello, se giró para mirarle y arqueó una ceja al ver que este todavía seguía desnudo. Se colocó el pelo y volvió a mirarle con extrañeza.

- ¿No te vas a vestir? - preguntó, pensando en la simpleza con que Shichika había hablado y hecho el comentario sobre su cabello. Supuso que él acostumbraba a estar tapado simplemente con la nube negra, pero aún así no dejó de incomodarse en aquella situación.

Desvió la mirada, preguntándose por qué aquel hombre iba así, por qué le había olido el pelo y el motivo de la simpleza con que hablaba. Frunció el ceño y volvió a mirarle.

- Estaría más cómoda si tú no estuvieras desnudo. - tras hacer el comentario, se cruzó de brazos, desviando de nuevo la mirada para no incomodarse tanto. Observó el bosque y se relajó, le miró y por fin sonrió, divertida. Le hacía gracia la sencillez con que Shichika había actuado, sin importarle el hecho de no llevar ropa o el que ella fuera una completa desconocida.
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Mensaje por Shichika Dom Mayo 06, 2012 11:47 am

La joven se dio cuenta de que estaba tomando su pelo, pues pude notar un pequeño sobresalto en los estrechos hombros de la chica, pero parecía no importarle pues no hizo nada por impedírselo, así que pude proseguir mi examen capilar, captando lo más que el olfato me permite, la esencia de la pequeña. Ahora que la miraba mediría aproximadamente tres cuartos de mi altura, llegándome como mucho bajo los hombros con la parte más alta de su cabeza. Me hacía gracia que una personita tan pequeña pudiera desprender un aura tan sobrecogedora, que hacía querer seguir escuchando el lenguaje de su perfume para conocerla más profundamente. La joven me habla mientras yo le acaricio la melena con la mejilla y la palma derecha. Parece que se siente indispuesta, y hace hincapié en que me coloque mis ropas de nuevo. Yo no entiendo muy bien por qué, y al primer intento respondo simplemente que no tengo frío. La pequeña muchacha se había girado de nuevo, pero tras decir su frase, desvió la mirada, roja de nuevo. Me recordaba a los tomates de Kumogakure que comimos Hakuhei y yo el mes pasado, tan rojos como los colores de las hojas otoñales, y me pregunté si esta muchacha sería como uno de esos tomates.

- ¿Te gusta tomar el sol y beber mucha agua?- La mujer me respondió acuciándome de nuevo para que me vistiera, y parecía que no me iba a responder hasta hacerlo, así que me desenredé de su pelo y rápidamente me levanté, dando un par de zancadas silenciosas hasta el árbol, donde finalmente comencé a vestirme. Primero me doblé por la cintura, bajando para meter los pies en los pantalones, y una vez ceñidos a mi cintura me coloqué la parte superior, abierta en el pecho y lo ajusté todo con mi cinturón. Al colocarlo, sentí la suave caricia del mechón de cabello blanco que colgaba de mi cinto, acariciando mi mano. Mi pasado amenazaba por salir de nuevo a flote, pero con un rápido autocontrol lo volví a sumergir en esa nube, tan negra como la que me perseguía a todas partes, desterrándolo al olvido que un día decidí para él.

Rápidamente vuelvo hacia la joven, colocándome a su espalda de nuevo, y acaricié una vez mas su melena rosa. Pude confirmar nuestra diferencia de alturas, así que me senté de nuevo en el suelo, esperando a que ella lo hiciera también para poder conversar sin forzar el cuello y así saber al fin quien era la joven y a qué había venido. Notando un suave gruñido en mi estómago, me doy cuenta de que hace tiempo que no como nada, así que meto mi mano en la parte superior de mis vestiduras y tomo una pequeña bolsita de cuero marrón, donde tengo guardadas unas moras que me sobraron antes de meditar. Sin prisas, meto una a una las moras entre mis labios, mientras las mastico, mirando fijamente a la joven de cabellos rosados.

- Me alegra conocerte, Cabello de ángel.

Suponía que me había expresado claramente, aunque no sería la primera vez que otras personas me malentendían, o me confundía al distinguirlas, si no había podido encontrar un estímulo que las diferenciara del resto de personas, que desde mi punto de vista, se parecían demasiado como para distinguirlos a simple vista.
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Mensaje por Shika Dom Mayo 06, 2012 12:19 pm

Su sonrisa se ensanchó al ver que al fin Shichika se vestía y pensó en la pregunta que le había hecho. No lo comprendía, lo normal al conocer a alguien era preguntar su nombre, no si le gustaba tomar el sol y beber mucha agua. Viendo que el hombre se sentaba, decidió hacerlo ella también, por lo que se colocó en el suelo rodeando sus piernas con los brazos y apoyando la cabeza en las rodillas.

- No comprendo por qué me preguntas eso. - comentó, pensativa.

Observó las aguas del riachuelo con muchas preguntas en la mente, pero conteniéndose para no parecer demasiado indiscreta. Cerró los ojos e inspiró hondo para relajarse y olvidar lo incómoda que se había sentido momentos antes. Escuchó el sonido de la cascada y el canto de los pájaros, sumergida en un barranco de dudas y curiosidades.

Al escuchar el comentario de Shichika, le miró con curiosidad. No entendía por qué decía eso si apenas había dicho cuatro frases sin especificar siquiera su nombre. Frunció el ceño de nuevo y desvió la mirada a las ramas de los árboles. Aquel hombre era extraño, pero le intrigaba su extraña forma de ser. Permaneció un rato en silencio, pero no dejaba de darle vueltas a la última frase del hombre y a la forma en que se había dirigido a ella.

- ¿Por qué dices que te alegras de conocerme? No me conoces, no sabes nada de mí, ni siquiera me has preguntado mi nombre.

Hizo el comentario con la vista fija en las hojas y la intriga clavada en su pensamiento. No comprendía por qué actuaba así y le llamaba la atención que se fijara en su pelo en vez de cosas básicas, como su nombre. Cerró de nuevo los ojos y aspiró el aroma del bosque. Al abrirlos, una sonrisa adornaba sus labios. Era un hombre extraño, pero al menos le hacía gracia y había dicho que le gustaba su pelo.
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Mensaje por Shichika Dom Mayo 06, 2012 12:58 pm

Sentado en el mullido suelo del bosque podía escuchar la canción de la naturaleza, con sus cantos agudos y graves, como instrumentos y el silbido del viento entre las hojas como solistas, siendo el murmullo de las aguas su director y los pequeños animales que recorrían felizmente la montaña sus más devotos espectadores. La canción del bosque me contaba muchas cosas, como uno de esos cuentos con música que los abuelos les cantaban a sus nietos, narrando las hazañas de sus héroes favoritos, de complicados romances, o en mi caso, lo cerca que estaba la primavera, los lugares con más flores, la ladera más inclinada de la montaña o las lluvias que habían caído en los últimos meses. Sin embargo no pude evitar distraerme al centrar mi atención en la muchacha que se había sentado frente a mí, la chica tomate, cuyos cabellos lacios caían sobre sus hombros livianos como un velo de seda pálida, resaltando sus ojos del color del riachuelo, azules cristalinos de agua fresca, limpia y clara. La muchacha se había colocado con la rodillas flexionadas, rodeándolas con sus brazos y apoyando su barbilla sobre éstas, suponía que era una postura cómoda para ella, pues parecía ahora mucho más tranquila, y en parte satisfecha. En mi mente, me pregunté si en verdad estar de pié le había molestado tanto, y que quizás debí haberle ofrecido asiento frente a mí antes. Me está mirando, con la curiosidad pintada en sus retinas, amenazando con desbordarla en un aluvión de preguntas, seguramente. No sabía muy bien por qué se contenía, quizás deseaba descubrir las respuestas a sus dudas por sí misma, o quizás simplemente no tenía muchas ganas de hablar. Se mantuvo en silencio un rato, en el que pude escuchar atentamente su respiración acompasada y el sonido de su corazón al latir, tratando de memorizarlo al igual que hacía con el dulce olor de sus cabellos, para poder reconocerla la próxima vez que la viera, si se daba la ocasión, y ella no parecía darse cuenta de que estaba creando un pequeño recuerdo para ella en mi memoria, pues rompiendo el silencio, me preguntó:

- ¿Por qué dices que te alegras de conocerme? No me conoces, no sabes nada de mí, ni siquiera me has preguntado mi nombre.

La primera de las preguntas que me hacía, tras sentarse, me sorprendió, pues parecía que para ella, conocer el nombre de otra persona era fundamental para poder reconocerla entre la multitud, y saber algo más profundamente cómo era. Nunca me había pasado antes que alguien me dijera esto, así que pensé durante unos segundos lo que sabía, y lo que acababa de aprender hasta dar con una solución para mi problema.

- Solo pensaba en que me gusta como canta el bosque sobre tí, no quise ofenderte.

Tras su pregunta, la joven estaba dedicándose una pequeña sonrisa. Acababa de cerrar los ojos y respirar profundamente, y podía que el frescor del aire la hiciera bien, y por eso hubiera venido a este paraje repleto de belleza salvaje. No lo sabía, y tampoco podía adivinarlo, pero si los caminos del destino le habían llevado a cruzársela, entonces sería un paso más que debía dar hasta alcanzar la iluminación, alejarse de la parca verdad aparente y trascender hacia lo oculto, vislumbrando lo que no podemos ver ni oír, sin antes deshacernos de los prejuicios que nos enseñaron desde la infancia y las verdades que damos por supuestas. Aunque agradecía al destino poder haberse cruzado con una persona como la joven que tenía delante.
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Mensaje por Shika Dom Mayo 06, 2012 1:47 pm

Seguía inmersa en sus pensamientos cuando Shichika respondió a su pregunta y sonrió al oír la frase. Aquel era un hombre interesante y cada vez le causaba más curiosidad, pero seguía sin querer preguntar todo lo que rondaba su mente. Sin embargo, alguna pregunta podía hacer, por lo que no se quedó en silencio.

- ¿Y cómo escuchas al bosque cantar?

Inquirió aquello con una sonrisa en los labios y miró al hombre que permanecía a su lado. Pensó en cómo sería poder escuchar la canción del bosque al completo y deseó poder comprender cada sonido que se producía entre los árboles.

- ¿Algún día me enseñarás a escuchar la canción del bosque?

Hizo la pregunta al tiempo que se proponía aquello como una nueva meta. Le gustaban los retos y no veía mala idea hacer caso del destino y pedir consejo al hombre que se había cruzado en su camino. Su sonrisa se ensanchó al imaginar cómo sería escuchar la canción. Disfrutaba como una niña pequeña con un juguete nuevo y miraba a Shichika esperando ansiosa una respuesta.
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Mensaje por Shichika Lun Mayo 07, 2012 3:37 am

Me mantengo un rato más en silencio, observando a mi comensal mientras mastico las ácidas moras azules de zarza montañesa, sintiendo ese chispazo de sabor en los costados anteriores de la lengua que se pueden recibir al comer alimentos frugales. El jugo de las bayas envolvía mi boca, dándole un aroma dulzón y a la vez fresco, puede que mas adelante masticara un poco de hierbabuena si encontraba, para mantener limpios mis dientes. La chica observa las ramas de los árboles sobre nosotros, como si buscara los cantantes que interpretaban la canción del bosque, curiosa por descubrir sus secretos. Al fin, decidió comenzar a preguntar, desvelando parte de lo que pasaba pro su mente.

- ¿Y cómo escuchas al bosque cantar?

La sonrisa de la joven se ensanchó aún mas, llegando, seguramente, a un punto cercano a lo que fisionómicamente le era posible estirar sus labios sin sufrir un desgarro y que se le cortasen. Yo me mantenía serio, inquisitivo ante la chica que tenía delante. Parecía que finalmente se había animado a hablar con el desconocido que era yo para ella, y había olvidado eso que tanto la había molestado antes, aunque aún no estaba del todo seguro de que era.

- ¿Algún día me enseñarás a escuchar la canción del bosque?

El cantar del bosque, me preguntaba, y como aprender a escucharlo. Ésto me sorprende, pues nunca nadie me había pedido tal cosa, ni siquiera Hakuhei, quien no apoyaba mi filosofía, decidido en que no existe destino más que el que uno mismo se labra. Yo siempre le sonreía cuando me argumentaba sus motivos para no creer en los caminos de la tierra, y respetaba su opinión, aún pensando tras la máscara de mente, donde tenía total privacidad, que mi querido hermano de peregrinaje estaba siendo guiado por los caminos correctos hacia su propio futuro, y rezaba por que los caminos de ambos siguieran enlazados muchos años más.

- No se como enseñar algo que sé hacer desde que nací. Para mí escuchar al bosque es como para tí mover la mano derecha, pero puedo intentarlo. Ven.

Gesticulé para que se acercara a mí, y me diera la espalda, mirando hacia la inmensidad del bosque montañoso. Cuando lo hizo, coloqué las manos sobre su rostro, tapando sutilmente sus ojos, pero sin llegar a rozar su piel y yo mismo cerré los míos, respirando profundamente. Escuché el cantar de las aves, buscando comida para sus crías, pequeños frutos o insectos, cortejando a sus semejantes o simplemente alegres, por ele buen día que el bosque les había brindado. Escuché el bramido de la profunda montaña, la cascada que acariciaba su piel como el beso de una madre, bajando por su espalda en forma de riachuelo hasta refrescarle los cansados pies al llegar al río. Escuché a los árboles, entonando su ancestral melodía de crecimiento, su ciclo vital, en el que uno moría pero muchos más nacían de su sacrificio. Me contaban historias del pasado, de los viejos tiempos en los que Iwa había sido dominada por un extranjero que acostumbraba a dar paseos por estos mismos bosques, contándoles cuentos sobre tierras lejanas.

-¿No oyes la voz dormida?
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Mensaje por Shika Lun Mayo 07, 2012 9:09 am

Al oír la respuesta de Shichika, se acercó y cerró los ojos cuando este le tapó la vista. Escuchó atentamente los sonidos de la naturaleza durante un rato y se dio la vuelta para mirarle. Había escuchado al agua fluir por su cauce, a los pájaros cantar y a las hojas moverse bajo la brisa. Pero no conseguía distinguir ninguna canción. Miró sus ojos y se preguntó de nuevo quién sería exactamente.

Sólo sabía su nombre y que alguna vez había oído a alguien hablar de él, pero nada más. Se contuvo para no hacer más preguntas y agachó la cabeza, pensando en las muchas cosas que le quedaban por aprender. De nuevo vino a su mente la anterior situación y no pudo evitar pensar en el motivo de la desnudez de aquel hombre.

- ¿Por qué antes estabas desnudo?

Hizo la pregunta de nuevo mirándole a los ojos, esta vez con intriga. Levantó una ceja mientras pensaba en los motivos que podrían haberle llevado a estar desnudo en medio del bosque y mojado, con lo fría que estaría el agua en esa época. No se le ocurría ningún motivo elocuente, por lo que decidió esperar a su respuesta para saberlo.
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Paseando por el monte Empty Re: Paseando por el monte

Mensaje por Sonzu~ Lun Mayo 07, 2012 12:33 pm

Los lugares mágicos son siempre lindos, y merecen ser contemplados. Son cascadas, montañas, bosques, donde los espíritus de la Tierra acostumbran a jugar, sonreír y conversar con los hombres.

Creo que fue de mi padre dónde saqué el amor por la naturaleza y el espíritu aventurero que me ha marcado tanto a lo largo de toda mi vida. Y en los sitios que puedo notar la magia que flota en ellos es donde más calmada y feliz me siento.
No he tenido mucho tiempo en visitar estos bellos lugares en mi villa. A veces estoy tan abrumada por el trabajo y cegada por las responsabilidades que yo misma me pierdo en un oscuro túnel y no hallo la luz que me ayude a encontrarme. Pero he tenido la enorme suerte de tener las montañas, un sitio precioso para alumbrar de nuevo mi sendero y hacer que mi luz vuelva a brillar.

Me encamino temprano a mi destino para no perder ni un momento de este día. El sol brilla con fuerza, y tengo la inexplicable impresión de que las cosas me van a salir bien hoy. Una sueva brisa sopla, siempre parece que acompañe a los aldeanos de aquí, y es en estas horas de calor cuando tanto se agradece, mientras que al caer la noche el ambiente se vuelve más frío y es necesario abrigarse.
Pero, a pesar de los rayos de sol, llevo la chaqueta puesta. Desabrochada, eso sí, por lo que dejo ver la camiseta negra que tengo debajo. También ando con mis pantalones largos, cómodos para que no me estorben al hacer ejercicio. Y esta mañana el viento juguetea divertido con mis cabellos negros y los maneja a su antojo. El pelo cae por debajo de mis hombros, y yo me siento casi tan libre como él, en esos momentos sin nada que lo encierre o le impida ondular en el aire.
En el cielo reluce un claro azul, que tiene algunas nubes pintadas como si fueran las manchas descuidadas en un cuadro. A ellas también las puedo buscar formas, de las más pintorescas, que seguramente pasarán desapercibidas a la vista de muchos otros que no se pararán siquiera a mirar por encima de sus cabezas.
A medida que avanzo esta vista sobre mí se cubre de vegetación. El sol sigue traspasando por las hojas de las ramas, y baña mi cuerpo con su calidez. Ya no piso la arenisca tierra, todo el terreno se ha vuelto verde, un precioso verde esperanza. Tengo las manos estiradas hacia abajo, y estas rozan la hierba, me produce un ligero y agradable cosquilleo en las yemas de los dedos. Incluso con las palmas abiertas, juraría que siento como el bosque respira.

Así, poco a poco, me voy perdiendo entre la espesura. Sonrío al ver las flores, escucho la dulce melodía de los pájaros, y me guío a ciegas hacia el sonido del río. Con cada paso que doy siento que me llenara por dentro, bebo desesperadamente de todas las emociones que este mágico lugar me transmite. Mis ojos perlados recorren incansables cada detalle, y todo ello parece fundirse en mi mirada, donde puede leerse una gran fascinación. Llego hasta una cascada, que me sorprende con el sonido que provoca su agua al caer hasta las piedras. Algunas de estas sobresalen a la superficie, y dando pequeños saltitos voy de una a otra, adentrándome más, llegando a la otra orilla… Veo a un animalito bajo el agua cristalina. Parece un cangrejito, y al darse cuenta de mi presencia huye desesperadamente río abajo. A duras penas le sigo, divertida como si de repente volviera a ser una niña. Se acaba escondiendo en un escondrijo entre dos rocas, y me agacho a observarle.
Permanezco así unos instantes, con las rodillas flexionadas y mirando ese hueco donde se ha ocultado el cangrejo rojo. Ensimismada en mis pensamientos, apenas logro darme cuenta de las voces que se escuchan cerca de mi posición. Cuando al fin soy consciente, me levanto despacio y busco de donde produce aquel diálogo.
Más cerca de lo que me gustaría, pues me siento repentinamente vulnerable al estar frente a dos desconocidos, aparecen ante mi dos jóvenes, un chico y una chica, que parecen estar intercambiando algo especial. También me resulta un poco incómodo, por si se habían percatado ya de dónde estaba y había irrumpido un momento importante.
El agua empieza a mojarme los pies, por lo que me veo obligada a cruzar hasta la orilla donde ellos se encuentran, ya que es el único camino al que puedo acceder con las pequeñas piedras.
Nos deben separar unos 5 metros, y en esta distancia distingo que la chica de pelo rosa es una ninja de Iwagakure. Eso me hace sentir algo más tranquila, así que decido empezar una conversación, principalmente para no resultar grosera.

-Perdón por la interrupción - me disculpo algo tímida, aunque es tal la alegría que siento al estar aquí que no puedo evitar ocultarla.- El bosque está realmente bello hoy, ¿no les parece?- comento con una sonrisa.

Quizá en otro momento no habría actuado así, pero no puedo evitarlo. Me es casi imposible no comentar con alguien lo maravilloso de ese lugar, y en sus ojos puedo apreciar que ellos también están disfrutando de su paseo.
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Mensaje por Shichika Mar Mayo 08, 2012 11:19 am

La joven cedió a mis peticiones, dejando que cubriera sus ojos con mis manos; quizás así le fuera más fácil escuchar la canción de los árboles, olvidando todo lo que sus ojos veían, centrándose en el tacto de la hierba en sus manos, el roce de la brisa sobre refinada barbilla, levemente alzada inconscientemente mientras oía lo que sucedía a su alrededor. Querría poder enseñarle como hacerlo, cómo escuchar lo que los árboles querían contarle, pero no sabía hacerlo. Un poco frustrado, y con mohín en los labios, bajo las manos cruzando los dedos y descansándolas sobre mis piernas. Entonces ella me pregunta, de nuevo sobre mi falta de atuendo durante nuestro encuentro.

- ¿Por qué antes estabas desnudo?

Se había girado, quedando de nuevo frente a frente, de cara a mí, y sus vivarachos ojos me escrutaban, como si pudiera encontrar la respuesta tan solo con observarme atentamente. Me dio la impresión de que la chica que tenía delante intentaba escuchar "mi canción" especial, a pesar de que no sabía descifrar el idioma de la naturaleza, parecía empeñada en descubrir ciertas cosas, a mi parecer de poca importancia, sobre mi persona. Pienso durante un momento, alzando la vista hacia las hojas de los árboles, cotejando la respuesta adecuada para que ella me comprendiera. Con Hakuhei no me costaba nada expresarme de tal manera que él me entendiera, pero había notado que muchos conceptos que yo había interiorizado eran totalmente desconocidos para la mayoría de la gente, quedando ésta confusa con mis explicaciones por norma general, tachándome de hablar cosas demasiado confusas. Sabía por qué se había quitado la ropa, pero para mi era muy obvio, y extraño, que la joven se lo preguntara, no por el hecho en sí de quitarme la ropa, sino el por qué había ido bajo el agua fresca de la montaña.

- No quería que se mojara bajo la cascada.

Finalmente le dí una parca explicación, pues si esperaba mucho más podría considerarme un maleducado aunque tampoco quería alargarme y aburrirla al contarle toda mi anécdota. Ante mi sorpresa, me había sonrojado levemente, lo sentía, por el calor de mis mejillas, quizás por la poca costumbre que tenía a ser observado, quizás por el suave olor de su cabello que llegaba hasta mí, y para mi sorpresa, deseaba volver a enroscármelo alrededor del cuello y dejarme rodear por su fragancia floral. Por suerte o por desgracia, alguien apareció en el claro, hablándonos desde la orilla del río. Lo había cruzado mientras yo observaba a mi acompañante de cabellos rosáceos, y quizás por eso no me había percatado de su llegada. Al principio mi espalda se erizó, como acto reflejo, pero en seguida me relajé al ver el dulce rostro que se acercaba a nosotros, algo tímido como si temiera haber interrumpido algo o simplemente desacostumbrada a hablar con extraños. Sus grandes ojos eran de un blanco brillante, que a pesar de parecerse, se diferenciaba perfectamente de su esclerótica, quizás por la carga emocional que llevaban, preparados a lanzarla hacia la diana imaginaria en el corazón de todo aquel que se cruzaba con ella, pero lo que más me llamó la atención de ella era su cabello, que llevaba muy largo, casi hasta la cintura esbelta. Éste desprendía destellos azules, de un brillo inigualable, excepto, quizás, al del cielo nocturno, despejado de nubes, en tiempo de luna nueva, cuando solo las estrellas destellan entre los vacíos oscuros de la inmensidad celeste.

Al igual que Cabello de Ángel, la muchachita de ojos luminosos, a quien había apodado inmediatamente como Luz de Noche era una Kunoichi de Iwagakure ¿Era costumbre en la villa de la roca educar a sus guerreras para que fueran tan agradables y educadas, o se había topado con las dos excepciones? Por lo que había oído, el nuevo Kage no se frenaba ante nada por conseguir lo que quería, incluso me habían dicho que usaba los corazones de sus víctimas para oscuros menesteres. Un estremecimiento recorrió mi espalda tan solo de pensarlo. Pero no era momentos de divagar, pues Luz de Noche nos había hecho una cordial pregunta.

- El bosque siempre es bello si sabes mirarlo con los ojos adecuados, Luz de Noche.

No supuso que el apelativo que había usado para referirse a la nueva integrante de los que escuchaban aquella mañana de primavera la ofendiera, y si lo hacía, yo ni siquiera me daría cuenta, culpando en mi mente a alguna otra falta de modales, como el no levantarme a saludarla u ofrecerle la última mora, que había metido en mi boca cuando la joven nos habló. Los caminos que la vida había trazado para mí eran mucho mas sencillos que el complejo dolor de cabeza que era el protocolo social. Tantas normas que aprender y recordar hacían que normalmente escuchara más de lo que hablaba, intentado entenderlos y aprenderlos, pues en cada tierra eran diferentes. En mi corazón era lo más normal del mundo la comunicación usando el lenguaje corporal, y eso lo comprendía bastante bien en los demás, o el sentarme a escuchar lo que La Madre de Todos quería contarme, con su alegre tono primaveral. Pero por experiencia había aprendido, aunque no solía recordarlo, que a las demás personas les gustaba mantener un nombre, el que usaban habitualmente y que les representaba como singularidad en este gran bosque que era la vida.
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Mensaje por Shika Miér Mayo 09, 2012 6:56 am

Esperé con paciencia la respuesta a mi pregunta y guardé silencio. Le miré y no pude evitar preguntarme por qué le había gustado tanto el mío. Se me pasó por la mente la forma en que me había nombrado. Cabello de ángel, ¿tan bella era mi cabellera como para compararla con la de los ángeles? Mis ojos recorrían su cabello, aún húmedo. No podía apartar de mi mente su imagen, ni siquiera pensé en los motivos que llevarían a alguien a ir bajo la cascada en estas fechas, simplemente disfruté recordando lo que había sentido al oír su forma de nombrarme.

Una voz femenina me sacó de mi ensimismamiento, miré a la orilla del río y vi a una chica con una larga melena negra perteneciente a mi aldea. No la reconocía y eso me extrañaba, pero fue cuando vi sus ojos incoloros el momento en que la duda asomó en mi mente. Definitivamente, no había visto antes aquel rostro, de lo contrario no lo habría olvidado. Me di cuenta de que nos observaba azorada y no pude más que sonreír con toda la amabilidad que pude.

Escuché las palabras de Shichika y me asombré al oír el final de la frase, a ella también le había asignado un nombre especial. Supuse que tendría que ver con su cabello, negro como la noche misma. No quise parecer grosera, por lo que intenté tardar poco tiempo en responder.

- Me encanta venir al bosque, es un lugar maravilloso.

Volví a mirar a Shichika, intentando pensar con más claridad que un momento antes. Un escalofrío recorrió mi espalda y me cubrí mejor con la capa, pensando que tal vez el frío sería el causante. Me encogí un poco sobre mi misma para acumular más calor y caí en la cuenta de que la chica seguía en pie y había hablado para usted. Hice una seña para que se sentara a mi lado para después cambiar de postura y sentarme con las piernas cruzadas.

- Por favor, no hables de usted, a mí puedes tutearme.

Comenté aquello mirándola de nuevo a los ojos, sin entender por qué no había captado su presencia hasta que habló. Unos momentos antes había estado tan metida en mis pensamientos que no me habría dado cuenta de su llegada si no hubiera hablado. Cerré los ojos un momento para concentrarme, pero al abrirlos seguía sin encontrar una explicación.

Aquel día estaba siendo bastante extraño como para que encima yo bajara las defensas aunque fuese durante un momento. Por mi mente pasaban demasiadas ideas como para poder organizarlas todas. Me solté el pelo y lo peiné con las manos para evitar demasiados nudos. Acto seguido, me até el lazo en la muñeca derecha y cerré los ojos, intentando centrarme. Los abrí de nuevo y me fijé en el agua, me habría encantado pensar tan claramente como esta fluía. Giré la cabeza y miré a Shichika, de nuevo recordé la extraña situación del principio y noté cómo me sonrojaba débilmente. Intenté apartar esos pensamientos de mi cabeza con poco éxito, pero me alegré al menos de que mi mente se fijara en un único tema, dejando fluir los pensamientos con relativa calma.
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Mensaje por Sonzu~ Miér Mayo 16, 2012 2:35 am

Mi intervención no parece molestarlos como esperaba, incluso creo que me había preparado para alguna respuesta más grosera de la que ellos me dan.
Quien más llama mi atención es el joven, a pesar de no ser de mi villa su gesto tranquilo y despreocupado me tranquiliza en parte y me provoca cierta curiosidad. Ante el nombre con el que decide llamarme, no puedo sino dedicarle una cálida sonrisa. Ni si quiera me conoce, o yo a él, pero la facilidad con la que me causa una expresión tan sincera logra fascinarme.
De repente me veo sumida en alguna clase de reflexión, mi rostro ha vuelto a estar sereno pero por dentro noto como si las ideas intentaran reorganizarse y cobrar alguna especie de significado, contrario quizás al que tenían. Y en ese tiempo no me planteo quiénes serán, la vida que llevan o si la ropa les sienta bien. Sencillamente cavilo sobre las últimas palabras que me dirige, pensando en esa curiosa forma de apodarme, tan simple y a la vez rara. Rara, y por consecuencia, diferente y especial. Me supongo que se debe al color de mi cabello, y esa manera de compararlo con la noche y además compartirlo en voz alta me resulta verdaderamente curiosa.
Además habla de contemplar el bosque. Eso va mucho más allá que una simple mirada, y tampoco creo que sean muchas las personas que en verdad puedan entenderlo. Ellos dos sí podrían parecer hacerlo, o consiste simplemente en la impresión que me da, cierta o no. Yo también decido compartir esta parte de mis cavilaciones con él.

-Desafortunadamente, pocos son los que en verdad saben ver el bosque -digo, aportando un matiz destacable en la palabra ver, dejando clara mi intención de resaltarla.

A su vez, la chica del pelo rosa aporta también su comentario al respecto, diciendo que el bosque es un lugar maravilloso. Maravilloso… No sé por qué, pero siempre me ha gustado esa palabra, yendo más lejos de algo bonito, de algo más simple.
Me anima a sentarme a su lado, y agacho la cabeza, algo avergonzada. Doy unos pasos indecisos para acercarme más a ellos, en verdad no estoy acostumbrada a comportarme así, y me pregunto si no estaré siendo demasiado confiada. Otra cosa que me dice es que la tutee, y sin poder evitarlo me sonrojo al oír sus palabras. Esa es una de las manías que he aprendido, a tratar a la gente de usted, y a veces se me olvida que a ciertas personas no les resulta agradable.

-Perdón - vuelvo a disculparme, y durante un momento me pregunto si pedir perdón por mis actos tantas veces no se habrá convertido en otra de mis manías.

Sin tener muy claro si lo hago porque quiero o simple cortesía, me siento tal como me ha indicado, pero a una distancia prudente, más de la que ella señalaba. No quiero ser grosera, pero el instinto me obliga a actuar de esta manera, y al fin y al cabo, estos centímetros más me ayudan a relajarme un poco.
Al tomar asiento la miro y sonrío brevemente, fijándome en sus ojos garzos, tan brillantes como el cielo azul que se posa encima de nuestras cabezas, y me prendo unos instantes en su mirada, disfrutando de ese color que siempre me ha parecido tan bello. Mientras, mis ojos perlados, tan ausentes de cualquier tono que llame la atención, brillan iridiscentes durante un momento.
Después sacudo la cabeza, intentando sacar los recuerdos que vienen a mi mente. Un día tan bonito no merece ser estropeado por cosas del pasado.
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