[Misión] Culpa de la erosión.

Aquel día me levanté temprano, tenía que hacer una misión sobre la que me habían informado el día anterior y no quería llegar tarde al lugar donde encontraría mi compañero. No sabía gran cosa de él, pero tendríamos que trabajar juntos durante la jornada.

Un mechón de pelo rosa cayó frente a mis ojos y soplé para apartarlo. Viendo que no conseguía gran cosa, lo aparté con la mano y comencé a plantearme si aquel día volvería a recoger mi cabello como en muchas otras ocasiones o si, por el contrario, lo dejaría suelto. Finalmente, cogí el lazo negro que normalmente utilizaba y sujeté con él la coleta que después caería en cascada por mi espalda.
Me vestí con las ropas negras que había dejado preparadas desde la noche anterior y utilicé para abrigarme la capa de la villa que, como cada habitante de Iwa, tenía en posesión. Llevaba un pantalón corto que dejaba al descubierto mis piernas y una camiseta negra ceñida y bastante escotada.

Desayuné un tazón de leche, como muchos otros días, y lo acompañé con una rebanada de pan. Era una comida simple, pero a mí me parecía suficiente para comenzar la jornada. Aún así, en algunas ocasiones me quedaba con un poco de hambre.
Me puse en pie y, dispuesta a hacer un entrenamiento, busqué con la mirada el lugar donde reposaban mis pergaminos. Me acerqué y, justo antes de coger uno, caí en la cuenta de que en realidad mi intención era hacer una misión.

Antes de cruzar el umbral de la puerta que me llevaría a las calles de Iwa, me hice con otro trozo de pan.

Al salir al exterior, la brisa me rozó el rostro y me despeinó el flequillo, obligándome a peinarme con la mano que tenía libre. Sabía que en algún otro momento el aire volvería a jugar con mi cabello rosado, pero estaba dispuesta a repetir la acción anterior tantas veces como fuera necesario. Por el camino, fui comiéndome el trozo de pan que había cogido.

Crucé las calles de la villa hasta que llegué al lugar donde las casas estaban en peor estado, cerca de la puerta de la aldea. Me quedé en pie en el lugar donde habíamos acordado que comenzaría la misión. Yo no había hablado personalmente con mi compañero, pero en el edificio del Tsuchikage me habían dado la información que necesitaba para llevar a cabo la misión.

Observé el estado de las viviendas y pensé que nos llevaría bastante trabajo arreglarlas, pero no me importaba hacerlo. Busqué con la mirada algún shinobi hasta que vi a alguien sentado a la sombra de una roca, no sabía cómo era mi compañero, pero me acerqué a él para preguntarle.

- Hola, ¿eres Dártirus?

Una sonrisa lucía en mi rostro mientras esperaba su respuesta, agradecía que él hubiera llegado a la hora y a la vez intentaba disculparme con ese gesto por haber llegado unos minutos más tarde que él, habiendo hecho que esperara.