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Recorrido por la montaña

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Mensaje por Sonzu~ Vie Jun 22, 2012 5:07 am

Ya faltaba poco, cada día un poco menos, a cada minuto, a cada segundo que pasaba estaba más cerca de que tuviera que presentarme al examen chunnin. Como era evidente estaba nerviosa, casi frenética, pero a la vez cansada. No dejaba de entrenar para estar preparada, y era una pregunta que me poblaba la mente, si lograría estar lista a tiempo y pasar el examen. No debía... No podía fallar a mi villa, ni a mi misma. Era una especie de reto, una meta personal que no tenía opción de no llegar a ella, solo estaba como opción el pasarla y lograr mi propósito, subir de gennin a chunnin. A veces me había llegado a asustar a mí misma, visualizando mi muerte en el llamado examen de mil formas distintas, a cada cual más horrible, más dolorosa... La idea de perder todo lo que había conseguido me aterraba hasta el punto de no querer ir al principio... Pero eso era de cobardes, y el que no arriesga no gana, así que estaba entrenando todos los días, intentando que ser lo suficientemente fuerte para pasar el examen invicta.

Me costaba un poco dormir por las noches, y a pesar de ello intentaba despertarme temprano y con energías, yendo a prepararme cada mañana, sola o acompañada. Solía desayunar abundantemente porque normalmente no regresaba a casa a la hora de comer y ello me había supuesto demasiado agotamiento en algunas ocasiones. Hoy me había preparado un tazón de leche con varias tostadas, tres para ser exactos, todas ellas untadas en una deliciosa mermelada de arándanos que Shika me había regalado. Definitivamente, era lo más parecido que tenía a una amiga... Al haberme criado sola y haber dejado atrás todo lo que tenía no me acostumbraba a socializarme mucho con la gente, pero los constantes entrenamientos con ella eran una escapatoria perfecta para disfrutar de unas risas a su lado. En verdad nos lo tomábamos en serio y aprendíamos lo que hubiera que hacer mucho más rápido que en el caso de hacerlo solas, pero siempre había risas de por medio, lo que les aportaba un toque divertido y no les hacía así tan cansados.
También vendría esta vez otro shinobi de Iwagakure, le había visto en el entrenamiento con nuestro Tsuchikage, Kenko Jiongu, aunque ni siquiera sabía su nombre. Me daba cierto pudor, ya que no tenía tanta confianza con él como la que iba compartiendo con Shika, pero me ayudaría a trabajar en equipo y conocer más a la gente de mi villa.
Cuando ya había terminado mi desayuno me di una ducha algo fría, pues el bochorno se notaba hasta en el interior de la vivienda, y eso que era una casa bastante bien pensada... En invierno solía hacer más calor, y en invierno algo de fresco, pero no te resguardaba del todo de la temperatura exterior. Al acabar me vestí con una camiseta de manga corta morada, perfecta para hacer deporte, y unos pantalones negros largos. Quizás me dieran más calor, pero al lugar al que iba me vendrían bien, ya que las plantas podían darte reacciones alérgicas, magullarte, o mil cosas más, y lo último que me faltaba era tener que ir encima con las piernas atrofiadas.

Yo misma propuse que fuéramos para entrenar a las montañas de la villa, era un sitio ideal para hacer ejercicio, y hacía bastante que no le había visitado, no me vendría mal un pequeño respiro al internarme en la vegetación del lugar, a pesar de ir por obligaciones conseguiría evadirme un poco del ajetreo de días anteriores. Busqué una mochila donde llevar algo de comida, me costó algo encontrarla pues no recordaba donde la había guardado la anterior vez que la usé, pero al tenerla en mi poder empecé a vaciarla. Estaba llena de cosas: una botella gastada, algunos papeles propios de las muffins que solía hacer, pinzas, coleteros, el kunai que ya daba por perdido, un cuchillo, un tomate... ¿¿¡¡Un tomate!!?? Sí, había mirado bien, el tomate estaba junto a unos sobrecitos de sal... En que momento se me ocurriría meter eso, al menos no había sido aplastado ni me había manchado el interior.
Como empezaba a hacerse tarde y quería llegar con tiempo dejé las cosas desparramadas sobre la mesa, las colocaría en otro momento... O eso me decía, pero conociéndome acabarían ahí durante días. En esos momentos extrañaba no tener a nadie que me ayudara o regañara cuando hacía algo mal. Metí tres manzanas en la bolsa y una cantimplora con agua fría, incluso tenía algo de hielo dentro para que se conservara en buen estado.
Ya lista salí de casa cerrando la puerta con llave, y al estar tan alejada del bullicio y la zona central no me costó mucho llegar a mi punto de encuentro, incluso hacia allí fui corriendo para prepararme de camino. Estaba en lo que era una especie de comienzo para ir a un recorrido por toda la montaña, teníamos que llevar un buen ritmo por lo que nos ayudaría con nuestra velocidad. Velocidad y fuerza... Ambas habilidades las tenía que entrenar con ahínco, en eso se basaba una buena Taijutser.
Empecé a hacer algunos calentamientos mientras esperaba a mis compañeros. Era la primera en llegar.
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Mensaje por Dártirus Vie Jun 22, 2012 5:59 am

Habían pasado dos días desde el entrenamiento del control de chakra en la montaña. Allí había conocido a Sonzu al fin, una chica bastante curiosa. Tras una larga mañana de concentración en el chakra, habíamos quedado en volver a vernos dos días después, para entrenar nuestra velocidad en cuanto a carrera y movimientos. En el mismo lugar, a la misma hora... Y con el mismo calor. Volví a despertarme a las siete de la mañana, esta vez sin sapos azules, y me di una larga ducha de agua helada. Tras la ducha, me vestí con la ropa que había lavado dos días antes nada más llegar a casa, y de nuevo me metí un buen desayuno entre pecho y espalda. Un buen tazón de leche, dos vasos de zumo de naranja, dos tostadas de media barra de pan, un par de sobaos, una magdalena y una palmera de la bollería del otro lado de la calle, que compré el día anterior.

Tras pegarme semejante banquete, me lavé los dientes, y me repasé en el espejo: Medía un metro con setenta y siete. Se podía observar que era ligeramente delgado, pese a tener un cuerpo bien trabajado, y que mi tono de piel era levemente pálido. Mi largo cabello liso llegaba hasta la altura del diafragma. El color era absolutamente negro, un negro metalizado, que se confundiría con la misma oscuridad. Esta vez lo llevaba recogido en una coleta baja. Mis ojos, de un color azul verdoso, notablemente oscuros, eran embellecidos por mis largas pestañas, que los hacían bastante llamativos. Mi nariz, fina y recta, y los labios suaves y finos también. Vestía una camiseta marrón clara de tirantes, ceñida y sin adornos. Un pantalón de chándal negro y corto, pirata, y las típicas sandalias ninja, ajustadas. Llevaba un collar de cuero negro ceñido a la mitad del cuello, y tres pendientes de aro de plata en la oreja izquierda. En la mano derecha tenía un anillo con un tribal, también plateado, y enrollada en el bíceps derecho, la tela que fijaba la banda metálica de mi villa al brazo.

Listo el chekeo, me dispuse a salir del piso. Siempre dejaba la puerta abierta, pues en poco tiempo, los del bloque y yo habíamos cogido confianza, y no teníamos problemas en dejar la puerta abierta. Sabíamos que no entraría nadie, y si alguno entrábamos en el piso de otro, era porque necesitábamos algo. Más de una vez había abierto la nevera y me había encontrado una nota diciendo:
"Darty, te cojo un par de huevos y un tomate, te los devuelvo en un par de días, ¿vale? ¡¡Muchas gracias!!"
La verdad, nunca he sabido de quiénes eran las notas que me dejaban. En un mes me habían cogido y devuelto una nevera entera, champú, una lámpara y una cuerda... No sé lo que hicieron con ella ni lo quiero saber, la verdad.

El caso es que salí tranquilamente, en dirección a la gigantesca roca, con el mismo trote que había seguido dos días atrás, y una cosa que no me dejaba de rondar la cabeza... De repente, noté como algo fino y suave comenzaba a tocar mi tobillo mientras corría, y poco a poco iba subiendo por mi pierna... Tras un escalofrío, miré para atrás, y me di cuenta de lo que era... ¡¡¡LUZ!!! La luz del sol, que de nuevo me había pillado mientras trotaba. Tras un sobresalto, de nuevo, comenzó la persecución de hacía dos días: Yo, huyendo de la luz del sol, que comenzaba a inundar todo, y esta misma intentando atraparme. Desesperado, aumenté mi velocidad hasta llegar a sprint a la misma roca del día anterior, y salté a ella sin mirar siquiera a Sonzu, que reconocí gracias a haberla conocido dos días atrás. En la sombra de la piedra, jadeando y sudado, la saludé.
- B-Buenos días, Sonzu...



[Offrol: Pongo que te conozco de antes porque es muy raro conocerte dos veces xD]
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Mensaje por Shika Vie Jun 22, 2012 7:11 am

Estaba tranquilamente sentada en una roca, esperando la llegada de mis compañeros. Aquel día jugaríamos de nuevo, pero no todos tenían la costumbre de levantarse tan pronto como yo. Sólo tres habíamos llegado antes de tiempo, y aún quedaban diez personas. No comenzaríamos hasta que estuviésemos todos, aunque necesitáramos esperar varias horas para ello. Vi llegar a lo lejos a cuatro niños más. Eran de la misma edad, rondarían los diez años aproximadamente. Ellos eran un poco más pequeños que yo, que alcanzaba los catorce desde hacía unos días. Yo seguía esperando la llegada de mi mejor amigo, pues siempre que hacíamos parejas en los juegos él se ponía conmigo. Hacíamos un buen equipo y no había nadie que lo dudara.

Yo le comprendía con una sola mirada, era sencillo. Le vi aparecer un rato después en la puerta del comedor. Seguramente habría desayunado unos minutos antes y vendría hacia aquí, ya listo para jugar. Era la primera vez que llegaba el último, pero no importaba. Lo importante es que por fin nos habíamos juntado ya los diez. Sin embargo, algo iba mal.

En el cielo aparecieron unas nubes negras que sólo podían significar una cosa: tormenta. Muchos de los niños que vivían en aquel lugar tenían miedo a las tormentas, por lo que salieron corriendo en dirección al edificio en cuanto sonó un primer trueno, después de haber aparecido el relámpago en el cielo. Me dio un escalofrío y tuve un mal presentimiento. Seguía sentada en la roca, viendo cómo todos buscaban el resguardo de un techo y el calor de una estufa. Sin embargo, él venía hacia mí. Sonreí al pensar que nunca tenía miedo de nada, pero la sonrisa se borró de mi rostro cuando una ola gigante apareció detrás de él.

Grité su nombre, le dije que corriera lo más alto que pude, pero él no tuvo tiempo a reaccionar y vi aterrada cómo el agua le arrastraba hasta la roca, cómo yo misma me sumergía en el mar tras caer de mi sitio. Cuando asomé la cabeza al exterior, lo único que podía ver era un horizonte cubierto de agua. No había nada, ni a la derecha, ni a la izquierda. Una lágrima resbaló por mi mejilla cuando le vi flotando a varios metros de mí y comencé a nadar en su dirección, pero se sumergió cuando estuve a un metro de él. Grité desesperada y algo tiró de mi tobillo, hundiéndome bajo el agua.

Desperté con un grito, prácticamente ahogada en sudor. Mi corazón latía tan rápido que podría salir de mi pecho en cualquier momento, pero conseguí calmarme susurrándome a mí misma que todo había sido un sueño, que nada había sido real. Me froté los ojos y me senté en el borde de la cama. El calor me estaba sentando bastante mal aquellos días.

Me dirigí al baño y me di una buena ducha con agua muy fría. Normalmente, yo no tenía demasiados problemas para soportar el calor, pero no entendía por qué aquellos días tenía tantas pesadillas. Al menos no eran alucinaciones mientras estaba despierta… ¿o sí? No, no lo eran. Aún así, tenían un límite, y al menos podía distinguir que no eran reales, pues en aquella última pesadilla lo que había visto era parte de un recuerdo, alterado por el mal sueño. Me refresqué la nuca y terminé de ducharme.

De vuelta en mi habitación, abrí el armario y me puse unos pantalones finos pero largos de color azul turquesa. Eran un poco más oscuros que mis ojos, pero aquel seguía siendo un color bastante bonito a mi parecer. Me vestí con una camiseta de un rosa pálido y me calcé con unas sandalias negras acompañadas de tabis del mismo color. No quería tener percances con animales durante el entrenamiento en la montaña, bastante había tenido dos días atrás con los monos invasores, el elefante pisoteador, los caracoles hambrientos y las cucarachas apiñadas.

Sí, definitivamente el calor me afectaba bastante al cerebro… aunque el percance con los caracoles y el encuentro con las cucarachas eran totalmente reales, nada de alucinaciones. Me acerqué a la cómoda y me miré en el espejo. Tenía los ojos rojos, así que me eché un poco de suero, además así se refrescarían. Cuando me volví a mirar, estaban mucho mejor. Después, cogí un lazo azul turquesa de los tantos que tenía y con él me até el pelo en la coleta alta que tanto me ayudaba en los días de calor.

Observé mi colección de lazos, había de muchos colores y, dentro de ellos, de muchos tonos. Tenía lazos blancos, negros, azules, rosas, rojos… y también con estampados y diversos dibujos. Los había rayados, con flores, con estrellas, con animales. Era una buena colección. Sonreí al darme cuenta de que llevaba un buen rato contemplando los lazos cuando tendría que estar yendo hacia las montañas para encontrarme con Sonzu y Dártirus.

Dos días antes ya habíamos quedado para hacer un entrenamiento juntos y así mejorar nuestro control del chakra además de pasar un rato los tres juntos y divertirnos. A mí me gustaba mucho más entrenar en compañía que sola, porque las tonterías que se me ocurría hacer con Sonzu no me habrían hecho reír tanto estando sola. Lo cierto es que la consideraba una gran amiga. Me caía muy bien y a su lado me divertía muchísimo… y podía ser yo misma.

Con Dártirus también me llevaba bastante bien, era un buen chico y me hacía muchísima gracia la manía que tenía a la luz del sol durante el verano. Era un chico obsesionado por las sombras… y es que por algún motivo era del clan Nara. Pero si quería podía llegar a ser bastante serio, aunque me hacía reír hasta puntos inimaginables.

Entré en la cocina y me serví un vaso de leche fría, después, unté cinco tostadas con mermelada de arándanos. Al hacerlo, me di cuenta de que se estaba acabando y decidí que pronto tendría que volver al campo a recoger esos frutos tan deliciosos para volver a hacer la mermelada que tanto me gustaba… y que tanto había gustado a Sonzu también.

Intentaría convencerla para que me acompañara y así hacer juntas la mermelada. Sonreí mientras desayunaba, pensando en lo bien que me lo pasaría de nuevo con ellos entrenando, mejorando… y riendo. Una vez terminado el desayuno, cogí la mochila que había usado dos días antes y la preparé de nuevo con las cosas que necesitaríamos. No dudé ni un instante en reponer la provisión de azucarillos.

Una vez preparada y con la mochila al hombro, salí de casa y paré un momento a mirar el rosal. Maldije en mi interior a los caracoles, pues lo habían destrozado dos días atrás, pero con un gran esfuerzo conseguí no guardarles rencor y retiré lo dicho en menos de medio minuto. Después, seguí caminando.

De camino a la roca, encontré la misma montaña de cucarachas que hacía dos días y de nuevo me dieron arcadas, por lo que desvié la mirada y continué mi camino. Ya estaba amaneciendo, por lo que apuré el paso hasta que vi la roca. Cuando llegué, tras ella pude distinguir a mis compañeros de entrenamiento. Hoy era yo la última en llegar.

- ¡Hola chicos! ¿Habéis visto la montaña de cucarachas? Llevan ahí varios días… -comenté cuando estuve en frente de ellos. Me subí un momento a la roca y observé el amanecer, ya que me encantaba contemplar la salida del sol y el ocaso.
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Mensaje por Sonzu~ Vie Jun 22, 2012 7:36 pm

En uno de los estiramientos veo como una figura comienza a correr hacia mi dirección, huyendo despavorida de un enemigo invisible. No podía ser otro que Dártirus... Igual que la primera vez, reí ante la cómica escena que daba el chico. Desde luego eso de la luz del Sol no parecía agradarle precisamente, aunque yo no podía evitar divertirme cuando le veía salir corriendo en busca de sombra. Y la encontró en el mismo lugar que habíamos quedado la otra vez, a la sombra de una enorme roca, tirándose desesperado a sus pies. Me acerqué hacia él mientras rebuscaba en la mochila para dar con lo que quería y le tendía la botella de agua fría, quizás le viniera bien, parecía haber tenido una buena carrera para que no le pillara la luz.

-Buenos días, Dártirus -saludé sonriendo.- No te canses todavía, o el entrenamiento se te hará duro. ¿Quieres?- dije ofreciéndole el agua.

Al menos por el recorrido de las montañas los altos árboles nos darían algo de sombra gracias a sus ramas, y el riachuelo que lo cruzaba las montañas se encontraba no muy alejado de nuestra posición, y en todo el camino íbamos a tenerlo bastante cerca, por lo que conseguiría refrescarnos el ambiente y contrarrestar el agobiante calor que acompañaba esta época del año.

Poco después también aparecía Shika, me alegraba verla de nuevo. Sí, desde luego era una buena amiga, y estos últimos entrenamientos nos estaban uniendo bastante, me lo pasaba muy bien con ella, siempre acabábamos riendo. Se acercó hasta nosotros, sentándose en la roca, y saludó de una forma peculiar, haciendo referencia a una montañas de cucharas.

-¡Hola Shika! ¿Cucarachas? Hace dos días se me coló una araña en la habitación, pero no he visto ninguna montaña de cucarachas... Claro que no vivo muy por el centro de la villa -dije encogiéndome de hombros.

Lo de hoy era un entrenamiento de velocidad, y ahí estaban mis dos compañeros que también venían a entrenar, uno sentado en la roca y el otro bajo esta, al resguardo de su sombra. ¿Era la única a la que le sobraba vitalidad?

-Chicoooooos, ¡que esto es un entrenamiento de velocidad! Levantaos y empecemos, antes de que el calor se haga algo agobiante... El que llegue primero gana.
Y sin darles tiempo de reaccionar siquiera, esperando que me siguieran comenzaría a correr indicándoles el sendero por el que teníamos que subir. Me paré un momento junto al llegar al camino por el que debíamos ascender, contemplando las vistas, y empecé a subir enérgicamente, corriendo a un ritmo no demasiado complicado de llevar. Debería mantenerlo todo el tiempo que durase el entrenamiento. Pero eso no significaba no poder disfrutar de las vistas... El aire allí era mucho más puro, respiraba por la nariz y espiraba por la boca, para mantener los pulmones bien llenos, y parecían limpiarse con un aire tan bueno, que además guardaba un ligero olor a hierba mojada proveniente del río. Siempre me había gustado ese olor, sobre todo por las mañanas cuando me despertaba y había llovido, jugaba en el césped salpicado por las gotas y aspiraba una y otra vez ese aroma... Además los pájaros ya se habían despertado, y cantaban melodiosas canciones para que disfrutara quien quisiera y tuviera tiempo de escucharlas. Miré al suelo y vi las hormigas... ¡Hormigas! Esos bichos siempre me habían dado pánico, y tenía a varios de ellos subiendo por mis piernas, me sacudí dando saltitos y pequeños gritos... Bichos, bichos, bichos asquerosos... A pesar de ello debía continuar mi marcha, esta vez tendría más cuidado con donde pisara.

[Off: Oki, yo no sabía bien cual iba antes-
Shika, me quedan unas 500 palabras con esto]
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Mensaje por Dártirus Sáb Jun 23, 2012 2:45 am

Tras saludarla entre jadeos, me di cuenta de que Sonzu había sonreído ligeramente. Fue entonces cuando me di cuenta de lo ridículo que había quedado... Y reí levemente, mientras me levantaba, aun oculto en la sombra de la gran roca. Tras ello, me ofreció una botella de agua. En realidad no tenía sed, y no solía beber agua antes de hacer ejercicio... Pero hacía un calor de mil demonios, y la botella de Sonzu estaba empapada en vaho, lo que significaba que el agua que contenía debía estar helada. Así pues, la cogí agradecido.
- Si, por favor. Muchas gracias...
Y bebí un ligero trago, lo suficiente para notar cómo el agua helada pasaba por mi boca y recorría en vertical mi cuerpo, relajando mi temperatura corporal. Tras suspirar de alivio, se la devolví mientras Shika llegaba y se sentaba en la roca. Decía que había visto una montaña de cucarachas... Y Sonzu que no había visto nada. También dijo que no vivía en el centro de la villa, que casualmente, era donde vivía yo: justo en el centro de Iwagakure, en un buen barrio con varios pisos y tiendas baratas pero de buena calidad... La verdad, no podía quejarme. Así pues, me di cuenta de un detalle:
- Pues yo no vi ninguna ni antes ni anteayer, así que me da a mí que te lo habrás imaginado... Además, es muy extraño lo de la montaña. A lo mejor lo has soñado.
Sugerí.

Tras decir aquéllo, Sonzu nos apremió a comenzar el entrenamiento. Y era cierto, porque cuanto más estuviéramos de cháchara, el sol subiría y se haría más irritante... Así que si no quería desmayarme por el calor, mejor sería ir empezando. Así pues, Sonzu comenzó a correr, y yo la seguí igualando su paso, a su lado, mientras le metía prisa a la rezagada:
- ¡¡Vamos Shika!! ¡Que te quedas atrás!
Y después de reír levemente, volví a mirar al frente, casi llegando al camino que tendríamos que seguir. La verdad es que ambas tenían un paso más lento que el mío, por lo que en toda la carrera tuve que correr más lentamente de como corría en realidad. Era una pena, porque con lo que me gustaba a mí correr... En fin, todo sea por el trabajo en grupo. Aunque había algo que no podía resistir... ¡Una cuesta! Me encantaba subir las cuestas, y más si eran largas. Lo tomaba como un reto personal, que utilizaba para incrementar mi velocidad y resistencia en carrera. Era algo que no podía hacer a un ritmo lento como el trote de Sonzu. Así pues, Shika llegó justo en el momento en el que llegamos al principio de la cuesta, y yo, con una sonrisa de oreja a oreja, las miré, desafiante.
- ¡Nos vemos arriba!
Y sin pensarlo dos veces, eché a correr como alma que lleva el diablo hacia el final del camino en cuesta. Poco a poco, las dejé atrás, aunque no las miré en ningún momento. Cuando llegué arriba, jadeando y sudado, me estiré, respirando el aire de la montaña, que me ayudaba a sentirme libre y lleno de energía. Bajo la sombra de un árbol enorme, el único que había en esa pequeña pero alta cima, observé el paisaje que se encontraba ante mí.

Era precioso, de manera diferente al lago que habíamos encontrado hacía dos días, pero precioso, al fin y al cabo. Estábamos en la segunda cima más alta de los alrededores, y en el centro de una especie de cordillera que rodeaba parte de la villa, que se encontraría a unos veinte kilómetros de nosotros en esos momentos. El sol bañaba toda la superficie de las montañas, con sus lagos, sus árboles y su césped, y las aves que volaban por el cielo soltaban ligeros graznidos que nos animarían a seguir con el ejercicio. Con la respiración ya controlada, aunque aún algo jadeante, comencé a estirar mientras mis compañeras me alcanzaban. Cuando llegaron, una despistada ardilla del árbol bajo el que estábamos se acercó a nosotros, con una bellota en sus patas, y al darse cuenta de nuestra presencia, se echó a correr. Yo reí levemente por el detalle, y tras recomponerme y ver que ellas recuperaban también la energía (Pues la cuestecita había sido larga y algo pesada.) nos pusimos en marcha de nuevo. Esta vez no me adelanté en ningún momento, aunque podría haberlo hecho y seguimos un camino que, aunque era irregular, no tenía mucha complicación.

No estábamos hablando mucho, dado que en carrera, si hablas, te da flato, y no es algo muy agradable... Por otro lado, teníamos que mantener la respiración, así que al menos por mi parte, cuando quería comunicarme lo hacía con señas. Alguna que otra vez señalé a las aves que nos seguían por el cielo, o algún otro animal entre los árboles... O simplemente paisajes que me parecían bonitos. Me encantaba el bosque.

El aire acariciaba nuestros cuerpos y nuestros rostros al correr a un buen ritmo. La sombra de los árboles nos cubría de los rayos del sol, y la frescura del bosque disminuía el calor que daba el sol. Las plantas nos daban oxígeno, y las aves que antes había visto graznaban de vez en cuando, lo que me daba energía y me producía una alegre sonrisa en el rostro, que quedaba cómica al llevar mi respiración acompasada con mi carrera. Respiraba con la nariz y la boca a la vez, cogiendo así la mayor cantidad de oxígeno posible de forma rápida y efectiva, y coordinaba mis pasos con la respiración, de tal forma que con una zancada aspiraba, y con la otra espiraba. Había corrido así desde que tenía conciencia de mi existencia, y me había ido siempre bien para escapar de bandidos y borrachos que querían apalearme... Pobres diablos.

Tras un buen rato corriendo a un ritmo medio, comenzamos a correr por un camino sin árboles, lo que hizo que mi ritmo bajara levemente... Y bajase poco a poco... Hasta que tuve que pararme a descansar. Seguramente era la venganza del karma por haber dejado atrás a mis dos compañeras antes, que reirían levemente mientras me animarían a recuperarme. En ese momento me sentí reconfortado por sus risas y su ayuda. Se respiraba alegría y compañerismo, y estar con ellas me producía alegría y ánimo. Me alegraba y mucho de haberlas conocido. Tras descansar un minuto, me puse el reto de soportar el calor por ellas, y me levanté enérgicamente del suelo, echando a correr decidido a una buena velocidad... Lo que produjo que a los tres minutos estaba corriendo detrás de ambas, que de nuevo reirían por mi cómico comportamiento. Estaba resultando una carrera bastante divertida, además de productiva.

Después de atravesar el camino soleado, llegamos de nuevo a una zona donde había sombra, árboles, y una pequeña cascada en manantial, bastante simple y no excesivamente bella, pero que nos venía de perlas para hidratarnos y reponer las previsiones de agua. No sabía si ellas habían bebido, pero en todo lo que llevábamos no había pegado un trago, por lo de que no me gustaba beber en pleno ejercicio. Sin embargo estaba deshidratado por el calor, y me venía de perlas volver a beber. Tras recuperar la respiración, me dirigí a mis dos amigas. Porque sí, seré sincero, ya eran más amigas que compañeras, y esperaba que evolucionase hasta ser una amistad irrompible.
- Bueno, creo que es hora de volver... Ya llevamos un buen rato y yo tengo cosas que hacer, así que, ¿qué os parece?
Ellas me dieron su aprobado, y volvimos corriendo hacia la roca gigantesca, pasamos por el camino soleado, el bosque de árboles, y llegamos a la cima del árbol gigante, donde nos despedimos de las aves que nos habían animado durante el camino. Allí, propuse una última prueba:
- Bueno, hemos estado corriendo todo el rato a un buen ritmo, pero, para entrenar la velocidad... ¡Os propongo una carrera a tope hasta abajo! ¡El último invita a cenar a los otros!
Y sin darles tiempo a pensar, salí corriendo hacia abajo, entre risas. Sin embargo, en una zancada perdí el equilibrio y me caí rodando hasta llegar abajo, (Sí, estuve cerca de cinco minutos haciendo la croqueta.) donde ya me estaban esperando Shika y Sonzu, seguramente partiéndose la caja de mí. En serio, fue un entrenamiento muuuuuy divertido. Tras llegar a la roca gigantesca, nos despedimos, yo con una gran sonrisa, y volvimos a nuestros hogares.

Había sido un día largo, productivo, cansado, y muy divertido.


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Mensaje por Shika Sáb Jun 23, 2012 5:57 am

Mientras contemplaba cómo el sol salía de su escondite para hacer el mismo recorrido de cada día en el cielo, Sonzu me dijo que ella no había visto nada, cosa que me extrañó en un principio, hasta que caí en la cuenta de que subíamos por caminos diferentes hasta la roca en que solíamos quedar cuando hacíamos algún entrenamiento. Dártirus comentó que tal vez podrían ser alucinaciones y lo cierto era que no hubiera sido del todo extraño, pues entre el calor y el sueño que había tenido… los animales estaban bastante presentes en mi vida a lo largo de aquel día, o al menos eso parecía.

Sonzu nos animó a comenzar el entrenamiento y se puso a correr, el que en un momento fue mi compañero de misión la siguió, alcanzándola en poco tiempo, y me llamó, haciendo evidente que si no me daba prisa me quedaría bastante atrás. Bajé de la roca con un salto y comencé a correr lo más rápido que pude detrás de ellos, por lo que les alcancé en poco tiempo. Era bastante evidente que ninguno de los dos estaba esprintando, porque si no habría tardado un buen rato en alcanzarles. Cuando llegamos ante una cuesta, Dártirus dijo que nos vería arriba para después comenzar a correr lo más rápido que podía en dirección a la cima. Yo me limité a seguir a la misma velocidad, pues sabía que si no luego me cansaría más rápido aún.

Al llegar arriba, mi amigo estaba admirando el paisaje escondido tras la sombra que le daba un árbol. Ese último detalle me causó una sonrisa, pues no pude evitar pensar en los esfuerzos que él hacía para evitar que le diera directamente la luz del sol. Al girarme me quedé boquiabierta, el que tenía delante era un paisaje precioso. Definitivamente, no me arrepentía de haber ido a vivir a Iwa y, ni mucho menos, de haber ido aquel día con los dos habitantes que por el momento mejor me caían. Me lo pasaba bastante bien con ellos.

Mientras recuperaba fuerzas, observé a los pájaros que sobrevolaban la zona sin callarse y pensé que tendrían sus nidos cerca, por lo que querrían que nos fuéramos rápido de aquel lugar. Me fijé también en la ardilla que caminaba con toda la calma del mundo y una bellota en entre las patas hasta que nos vio. Soltó su alimento y salió corriendo asustada, seguramente pronto se daría cuenta de que se había dejado la bellota y volvería a por ella con la máxima precaución del mundo, aunque nosotros ya no estuviéramos para verlo. Continué la carrera con Sonzu y Dártirus, que al parecer se contuvo y en ningún momento volvió a ir más rápido que nosotras mientras avanzábamos por aquel terreno irregular.

De por medio había alguna que otra roca, pero por lo demás no era difícil avanzar por ahí si te fijabas y esquivabas todo lo que te podría hacer caer… o casi todo, pues alguna que otra vez tropecé y estuve a punto de estamparme contra el suelo. Sin embargo, tuve suerte y aquel día no llegué a besar el suelo, y lo agradecí bastante, pues con el sudor se me habría quedado toda la tierra pegada a la cara… y no tenía muchas ganas de andar por la villa con la cara negra, llena de barro.

Dártirus, emocionado, no dejaba de señalar paisajes, pájaros y animales entre los árboles. Se veía que le encantaba estar en el bosque y disfrutar de la naturaleza. Yo suponía que eso era algo que tenía en común con nosotras dos, pues adorábamos pasear y observar cada rincón del bosque. Esa era una de las primeras cosas que yo había aprendido de Sonzu.

Cuando dejamos atrás los árboles, nuestro ritmo fue disminuyendo lentamente hasta que el señor rápido no pudo más y tuvo que parar para recobrar el aliento. A mí me dio un ataque de risa, aunque luego lo pagué teniendo que sentarme a su lado para recuperar también el aire que, si no había perdido en la carrera, lo había hecho al reírme tanto con la situación. Pero me seguía haciendo gracia pensar que, después de haber subido la cuesta a toda velocidad, ahora estaba agotado.

Volvimos a la carrera, pero al poco tiempo él tuvo que parar de nuevo, lo que me provocó de nuevo la risa, aunque me contuve de decirle ninguna frase graciosilla, pues sabía que poco costaba meter la pata con esos comentarios. Y, tras otro rato corriendo hasta llegar a un pequeño manantial, nos propuso volver. Yo acepté satisfecha, pues lo cierto era que comenzaba a cansarme bastante, al igual que él.

Así, volvimos corriendo sobre nuestros pasos hasta que llegamos a la cima, donde pude comprobar que un rato antes había estado en lo cierto pensando que la ardilla volvería. Entonces, esprintamos hasta llegar a la parte de debajo de la cuesta y, como Dártirus había caído rodando, llegó el último y le tocaría invitarnos a cenar esa misma noche.

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Mensaje por Sonzu~ Sáb Jun 23, 2012 7:17 pm

Al empezar a correr Dártirus me alcanzó, quedando Shika algo atrás mientras le metíamos prisa. No tardó mucho en alcanzarnos, y al principio íbamos todos al mismo ritmo, pero ante nosotros apareció una gran cuesta y corriendo tan rápido como si la luz le persiguiera de nuevo Dártirus la subió rápidamente, dejándonos atrás. Tuve la tentación de ir tras él para intentar alcanzarle, pero Shika, que se quedaba al mismo ritmo, me recordó con sus acciones que si lo hacía acabaría agotada después… Tenía que seguir a la misma velocidad.

Tardamos más en subir, aunque al llegar hasta la cima se nos veía menos cansadas. Nuestro amigo se había sentado junto a un árbol. Me di cuenta de que habíamos subido bastante, desde allí se veían unas vistas preciosas… Durante unos momentos me quedé sin hablar, con la vista perdida en el paisaje. Vaya… podían decir lo que quisieran, pero en Iwagakure había unos sitios dignos de ser vistos. A pesar de algunos paisajes áridos, todas las rocas que llegabas a encontrar… Llegabas a ver también sitios como este, que parecía un oaisis en medio de un desierto, rebosante de vida… Era como si el bosque respirara, aspirar una bocanada de aire te llenaba por dentro, si acariciabas la hierba te acariciaba la piel, los árboles te prestaban cobijo, los animales te daban la bienvenida y divertían con sus cánticos y las veces que se dejaban ver, el río te relajaba… Y me perdí en un mundo sin responsabilidades entre esos pensamientos, donde solo escuchaba la voz del bosque.

Por ello cuando tardé en darme cuenta de que reemprendían la marcha cuando empezaron a caminar, pero les alcancé rápidamente, no sin volver a echar un vistazo atrás antes de irme.
Era maravilloso poder ver todo eso, hace mucho que no venía al bosque y había extrañado aquello, no decía nada, solo contemplaba con los ojos muy abiertos cada rincón del lugar.
No disminuía el paso ni lo adelantaba, disfrutaba de cada cosa al momento que viniera, y durante el tiempo que durara. Tampoco debía molestar a las criaturas del bosque, ya era bastante que nos estaban dando tanto placer y cobijo durante un día de entrenamiento. El calor allí disminuía bastante y creo que es algo que todos agradecimos, sino abríamos acabado mucho peor…
Los árboles comenzaron a desaparecer a la vez que nuestro sendero seguía, en poco tiempo adelanté a Dártirus, lo que al principio me extrañó, pero Shika permanecía a mi lado. Al darnos la vuelta vinos al chico de las sombras descansando visiblemente más agotado que nosotras. Me acerqué a él riendo, cosa que no sé si debía, porque la respiración que había intentado mantener se vio frustrada y acabé en el suelo con los dos, intentando recuperar el aliento perdido. Al descansar todos un poco acabamos corriendo de nuevo, nuestro amigo intentando volver a nuestro ritmo, lo que me provocó alguna que otra sonrisa divertida… Se estaba muy bien así, entre amigos, que diferencia con hacerlo solo.

Acabamos en un sitio con agua y descansamos un poco, me mojé la cara y bebí un poco de agua de la mochila que había quedado olvidada durante el recorrido.
Al llegar casi a casa, Dártirus propuso hacer una carrera y salió corriendo, animé a Shika a correr y comencé a trotar yo también tras él. Cuando estaba a punto de alcanzarle se cayó y comenzó a rodar por el suelo, no pude dejar de reír hasta que terminó llegando abajo con nosotras, y menos mal que no se dio contra la piedra, por poco es lo que le para… En cualquier caso… ¡Hoy cenaba gratis y con una gran sonrisa en el rostro!

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Mensaje por Kirugani Dom Jun 24, 2012 11:19 am

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