Aprendiendo técnicas de clan

Datos del entrenamiento:

Aquel día realizaba entrenamientos por doquier, sabiendo que debía prepararme para lo que me esperaba unas horas más tarde. Sabía que posiblemente tendría que combatir para poder salir de la villa y quería estar preparada para ese momento. Había aprendido habilidades y técnicas nuevas, al igual que había aumentado mi control del chakra y mi velocidad, queriendo prepararme. Había tomado la decisión de salir de la villa y sabía que haría todo lo posible por conseguirlo, viniera quien fuera a pararme. Mi forma de ver las cosas habían cambiado y sabía que mataría a todo aquel que se interpusiera en mi camino… o perdería la vida intentando renegar de la villa.

Eran pocas las opciones que tenía en mi campaña, sencillamente tendría que conseguir renegar o morir. Y tenía claro que la primera opción sería vencedora entre la intriga que se creaba en mi mente. Pero aún así, era consciente de que tenía que entrenar para estar preparada frente a un ataque que posiblemente podría producirse. Alguien intentaría pararme los pies si me veían partir… y en tal caso tendría que combatir para evitar mi muerte.

Con el propósito de prepararme caminaba hacia el edificio del Tsuchikage. Cuando llegara entraría en una sala de entrenamientos y me prepararía para aprender una nueva técnica bastante efectiva en los combates, o al menos eso me parecía. En el camino me crucé con la pequeña Ayla, que paseaba por la villa oculta de la roca con calma y, cómo no, una preciosa sonrisa en el rostro.

Cuando me vio se desvió de su camino y comenzó a correr en mi dirección. Se abrazó a mi cintura y después me miró a los ojos, dedicándome el gesto que antes adornaba sus labios. Su expresión cambió en el momento en que sus ojos verdes escudriñaron mi rostro, cuando encontró un sentimiento que no le gustó.

- ¿Estás bien? -me preguntó-. Pareces enfadada.

Yo asentí al tiempo que le devolvía a la pequeña una sonrisa que intentaba ser tan bella y sincera como la suya, pero que no podía alcanzarla. No me gustaba preocupar a los demás con mis problemas, pero Ayla tenía mucha facilidad para encontrar sentimientos simplemente con mirar al rostro de alguien.

- Es algo complicado, pero pronto se me pasará, no te preocupes.

Tras decir aquello a modo de explicación, le revolví el cabello y le dediqué otra sonrisa, esta vez un poco más sincera y amable que la anterior, pero que aún así no alcanzaba la delicadeza de los gestos que la pequeña hacía cada día. Pude contemplar que ella asentía levemente y para luego abrazarse de nuevo a mi cintura, intentando mostrarme así que me animaría en lo que yo necesitara.

Viendo que yo no le daría más detalles sobre mi problema, se despidió con la misma sonrisa de antes en el rostro y siguió caminando a través de las calles de Iwagakure en dirección a uno de los parques que había en la villa mientras que yo continué también mi camino, en dirección al edificio del Tsuchikage. En poco tiempo llegué a la fachada del edificio y entré en él, cruzando la sala principal hasta llegar al mostrador, donde pedí que un Jounnin me ayudara con el entrenamiento.

Varios minutos más tarde recorría los pasillos del edificio en compañía de otro ninja, el cual me ayudaría a aprender la técnica del entrenamiento. Entramos a una sala y le expliqué cuál era la técnica que quería aprender, así como lo que tenía que hacer para ayudarme.

- Cuando yo te diga comienzas a caminar en mi dirección -expliqué-. Pero no rápido, con calma.

Entonces me situé en el centro de la sala, a diez metros de distancia del Jounnin. A continuación, realicé un sello con ambas manos y avisé al ninja de que podía comenzar a caminar. Cuando vi que no se paralizaba hice una mueca y comenté que podía volver a alejarse, preparándose para un segundo intento.

Cuando estuvo situado, hice de nuevo un sello con ambas manos y le señalé que se acercara, pero de nuevo pudo llegar hasta mí sin que nada le paralizara. El Jounnin me animó para que no me rindiera, para que siguiera intentándolo hasta conseguirlo y, aunque esa era ya mi intención, se lo agradecía.

Volvió a alejarse y yo me concentré en la técnica que iba a hacer, realizando por tercera vez un sello con ambas manos. Cuando el ninja comenzó a caminar me llené de satisfacción, pues al entrar en el radio de diez metros que me rodeaba sus piernas quedaron inmovilizadas, mostrándome así que había conseguido aprender la técnica.

Revisado.