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Entrenamiento
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Entrenamiento
Me desperté en mitad de la noche y me quedé tumbada boca arriba mirando en la oscuridad, no podía dormir. En breves llegarían los exámenes Chuunin y llevaba días sin entrenar, debería ponerme mañana mismo si quería llegar al nivel necesario para entrar en ellos, pues sabía que por el momento estaba muy por debajo de mis posibilidades y, fuere como fuere, necesitaba ir a ellos y poder participar pues… ¿En qué otra ocasión celebrarían los exámenes de nuevo? Pronto no, desde luego. Intenté dormir un poco más para al día siguiente no estar cansada en mi entrenamiento, pues intentaría darlo todo al día siguiente.
No conseguí dormir mucho más, de madrugada me levanté cansada de hacer el intento de dormir, pero cuanto más lo intentaba más me despertaba. Fui con paso risueño hacia la bañera y me desnudé, la llené entera y allí me quedé tumbada durante horas pensando en que podía entrenar: “Sería bueno mejorar mis reflejos, la resistencia, y mi chackra…” Me daría tres días, para mejorar cada cosa, una vez pensado todo cerré los ojos y me hundí un poco más. No sabía cuánto tiempo pasó, me levanté angustiada y sin falta de aire, angustiada salí del agua lo más rápido que pude e intenté respirar, “Pero que tonta se queda dormida en la bañera, por dios…” Me sequé con una toalla el cuerpo y me enrosqué otra más pequeña el pelo para no mojar la ropa. Una vez vestida fui a desayunar y tras haber recogido todo me acabé de secar el pelo y salí a andar.
Estaba paseando por las calles de la villa mientras pensaba que podía hacer para poder mejorar mis habilidades como ninja, y de repente se me ocurrió una brillante idea para poder mejorar mis reflejos, fui al despacho del Kazekage para pedir permiso y sacar material de entrenamiento del Dojo, ya que si lo utilizaba allí dentro podría herir sin querer a otras personas que estuviesen intentando entrenar. Tenía todo el día para entrenar pero antes de que acabara el día tendría que haberlos devuelvo todos o tendría problemas. No quería hacer el entrenamiento en un lugar donde podría haber personas así que fui al desierto a buscar un lugar apartado, me alejé todo lo que pude hasta que vi un sitio un poco más apartado de los demás, llegué y coloqué en círculos y descolocados unos resortes apuntando todos al mismo sitio que tirarían aleatoriamente un kunai que les había puesto a cada uno de ellos, me puse en el centro y esperé al primero.
Uno, dos, tres. Al principio todos los movimientos que hacía para esquivar eran demasiado bruscos, tenía que intentar esquivarlos desplazándome lo menos posible. Por detrás, a la vez cada uno por un lado. Seguía moviéndome demasiado, volví a colocar los Kunais y vuelta a empezar, volver a intentar esquivar todos con el menor movimiento posible, cada vez más concisos, ya no me agachaba completamente para esquivar uno que venía a la cabeza, ahora ladeaba ligeramente el cuello y pasaba por mi lado, así no solo conseguía esquivarlos igual sino ganar tiempo para prepararme para el siguiente ataque por lo que finalmente acabe cambiando el tiempo de lanzamiento de los kunais entre uno y otro para que fuera menor, pues el tiempo que acabó sobrando entre un disparo y otro solamente conseguía que me despistara más, tenían que ser directos para obligarme a mantener todo el rato el 100% de mi concentración en el ejercicio. Quien sabe cuánto tiempo más tarde ya casi lo dominaba, esquivaba todos con los movimientos precisos. Me tapé los oídos con unos tapones para eliminar completamente el sentido y poder guiarme solo de la vista, al principio los movimientos se volvieron un poco torpes, aunque igualmente no necesité alargar el tiempo de espera entre el disparo de un kunai y otro y conseguí volver a los movimientos precisos con los que había acabado mi anterior ejercicio.
Miré el cielo, ya debería de ser tarde pues el sol estaba ya bajando por el oeste, había estado tan ocupada y concentrada en el ejercicio que se me había olvidado hasta comer. Me planteé la posibilidad de volver a la villa a comer pero ni quería dejar el material descuidado ni tenía ganas de trasladarlo para volverlo a traer aquí, además cuanto menos se moviera mejor, menos posibilidades de acabar con daños habría. No tenía suficiente hambre para ir a comer pero sí estaba bastante cansada, así que me tire en la arena del desierto bocarriba y me quedé quieta con los brazos y las piernas extendidas y la mirada perdida en el cielo. Que a gusto se estaba allí, tirada de cualquier manera y sin preocuparme por que alguien pudiera verme, aquel sitio estaba vacío a excepción de unas cuantas plantas, los resortes y yo. Dejé mi mente tomar el mando del rumbo de mis pensamientos y allí me quedé durante media hora, si hacer esfuerzo alguno. Al final acabé intentando mejorar mi concentración con juegos mentales que me hacía a mi misma mientras miraba el horizonte.
Cuando di por completado mi descanso y me puse en pie, cambie de sitio los resortes, pues ya los había memorizado y eso solo haría que resultara más fácil el entrenamiento, algo que tenía que evitar a toda costa. Empecé con el ejercicio de antes, me tapé los oídos y dejé que se ocupara mi vista de esquivarlos completamente, pero como ya lo empezaba a dominar decidí hacerlo un poco más difícil, primero me destapé los oídos e intenté esquivarlo mientras miraba al suelo y cuando tuve suficiente confianza en mí misma en mi sentido del oído me tapé los ojos con una venda. Al principio fue desastroso, esquivaba todos pero hacía movimientos tan exagerados que mas que esquivando parece que estaba bailando y en el proceso me había mareado dando como resultado aquellos pasos tan imprecisos. Ahora ya no importaba la vista, me concentré en agudizar el oído lo máximo posible y saber exactamente por donde vendría el próximo kunai. Lanzado, me agaché y lo esquivé. “Muy bien, un poco más y conseguirás moverte tan bien como si llevaras los ojos sin vendar” Lo que debía haber sido un poco de tiempo acabó alargándose hasta que el sol se ocultó, pero cuando acabé esa parte del entrenamiento podía esquivar los kunais igual de bien con que sin venda, recogí todas las cosas rápido para volver a la villa y poder devolver las cosas a tiempo, llegué al Dojo y dejé las cosas en su sitio antes de ir al despacho del Kazekage e informarle de que todos los objetos que había cogido del entrenamiento los había devuelto en perfectas condiciones y dentro del horario preestablecido.
Volví a casa dando un paseo y tardando más de lo necesario, estaba tan cansada que casi no podía ni andar y no podía ir todo lo rápido que me hubiese gustado ir para poder llegar por fin y tirarme al sofá a descansar un rato antes de hacer algo de cenar, puesto que llevaba desde por la mañana temprano sin comer nada. Llegué a casa y todos mis planes de tumbarme se arruinaron cuando me empezó a rugir tanto la tripa que tuve que ir inmediatamente a hacer algo de comer. Media hora después me senté en el sofá y encendí la tele mientras me comía un buen plato de ramen, esa noche dormí como nunca, me acosté nada mas cenar y me quedé tirada en la cama, mirando el techo como siempre antes de dormirme.
No conseguí dormir mucho más, de madrugada me levanté cansada de hacer el intento de dormir, pero cuanto más lo intentaba más me despertaba. Fui con paso risueño hacia la bañera y me desnudé, la llené entera y allí me quedé tumbada durante horas pensando en que podía entrenar: “Sería bueno mejorar mis reflejos, la resistencia, y mi chackra…” Me daría tres días, para mejorar cada cosa, una vez pensado todo cerré los ojos y me hundí un poco más. No sabía cuánto tiempo pasó, me levanté angustiada y sin falta de aire, angustiada salí del agua lo más rápido que pude e intenté respirar, “Pero que tonta se queda dormida en la bañera, por dios…” Me sequé con una toalla el cuerpo y me enrosqué otra más pequeña el pelo para no mojar la ropa. Una vez vestida fui a desayunar y tras haber recogido todo me acabé de secar el pelo y salí a andar.
Estaba paseando por las calles de la villa mientras pensaba que podía hacer para poder mejorar mis habilidades como ninja, y de repente se me ocurrió una brillante idea para poder mejorar mis reflejos, fui al despacho del Kazekage para pedir permiso y sacar material de entrenamiento del Dojo, ya que si lo utilizaba allí dentro podría herir sin querer a otras personas que estuviesen intentando entrenar. Tenía todo el día para entrenar pero antes de que acabara el día tendría que haberlos devuelvo todos o tendría problemas. No quería hacer el entrenamiento en un lugar donde podría haber personas así que fui al desierto a buscar un lugar apartado, me alejé todo lo que pude hasta que vi un sitio un poco más apartado de los demás, llegué y coloqué en círculos y descolocados unos resortes apuntando todos al mismo sitio que tirarían aleatoriamente un kunai que les había puesto a cada uno de ellos, me puse en el centro y esperé al primero.
Uno, dos, tres. Al principio todos los movimientos que hacía para esquivar eran demasiado bruscos, tenía que intentar esquivarlos desplazándome lo menos posible. Por detrás, a la vez cada uno por un lado. Seguía moviéndome demasiado, volví a colocar los Kunais y vuelta a empezar, volver a intentar esquivar todos con el menor movimiento posible, cada vez más concisos, ya no me agachaba completamente para esquivar uno que venía a la cabeza, ahora ladeaba ligeramente el cuello y pasaba por mi lado, así no solo conseguía esquivarlos igual sino ganar tiempo para prepararme para el siguiente ataque por lo que finalmente acabe cambiando el tiempo de lanzamiento de los kunais entre uno y otro para que fuera menor, pues el tiempo que acabó sobrando entre un disparo y otro solamente conseguía que me despistara más, tenían que ser directos para obligarme a mantener todo el rato el 100% de mi concentración en el ejercicio. Quien sabe cuánto tiempo más tarde ya casi lo dominaba, esquivaba todos con los movimientos precisos. Me tapé los oídos con unos tapones para eliminar completamente el sentido y poder guiarme solo de la vista, al principio los movimientos se volvieron un poco torpes, aunque igualmente no necesité alargar el tiempo de espera entre el disparo de un kunai y otro y conseguí volver a los movimientos precisos con los que había acabado mi anterior ejercicio.
Miré el cielo, ya debería de ser tarde pues el sol estaba ya bajando por el oeste, había estado tan ocupada y concentrada en el ejercicio que se me había olvidado hasta comer. Me planteé la posibilidad de volver a la villa a comer pero ni quería dejar el material descuidado ni tenía ganas de trasladarlo para volverlo a traer aquí, además cuanto menos se moviera mejor, menos posibilidades de acabar con daños habría. No tenía suficiente hambre para ir a comer pero sí estaba bastante cansada, así que me tire en la arena del desierto bocarriba y me quedé quieta con los brazos y las piernas extendidas y la mirada perdida en el cielo. Que a gusto se estaba allí, tirada de cualquier manera y sin preocuparme por que alguien pudiera verme, aquel sitio estaba vacío a excepción de unas cuantas plantas, los resortes y yo. Dejé mi mente tomar el mando del rumbo de mis pensamientos y allí me quedé durante media hora, si hacer esfuerzo alguno. Al final acabé intentando mejorar mi concentración con juegos mentales que me hacía a mi misma mientras miraba el horizonte.
Cuando di por completado mi descanso y me puse en pie, cambie de sitio los resortes, pues ya los había memorizado y eso solo haría que resultara más fácil el entrenamiento, algo que tenía que evitar a toda costa. Empecé con el ejercicio de antes, me tapé los oídos y dejé que se ocupara mi vista de esquivarlos completamente, pero como ya lo empezaba a dominar decidí hacerlo un poco más difícil, primero me destapé los oídos e intenté esquivarlo mientras miraba al suelo y cuando tuve suficiente confianza en mí misma en mi sentido del oído me tapé los ojos con una venda. Al principio fue desastroso, esquivaba todos pero hacía movimientos tan exagerados que mas que esquivando parece que estaba bailando y en el proceso me había mareado dando como resultado aquellos pasos tan imprecisos. Ahora ya no importaba la vista, me concentré en agudizar el oído lo máximo posible y saber exactamente por donde vendría el próximo kunai. Lanzado, me agaché y lo esquivé. “Muy bien, un poco más y conseguirás moverte tan bien como si llevaras los ojos sin vendar” Lo que debía haber sido un poco de tiempo acabó alargándose hasta que el sol se ocultó, pero cuando acabé esa parte del entrenamiento podía esquivar los kunais igual de bien con que sin venda, recogí todas las cosas rápido para volver a la villa y poder devolver las cosas a tiempo, llegué al Dojo y dejé las cosas en su sitio antes de ir al despacho del Kazekage e informarle de que todos los objetos que había cogido del entrenamiento los había devuelto en perfectas condiciones y dentro del horario preestablecido.
Volví a casa dando un paseo y tardando más de lo necesario, estaba tan cansada que casi no podía ni andar y no podía ir todo lo rápido que me hubiese gustado ir para poder llegar por fin y tirarme al sofá a descansar un rato antes de hacer algo de cenar, puesto que llevaba desde por la mañana temprano sin comer nada. Llegué a casa y todos mis planes de tumbarme se arruinaron cuando me empezó a rugir tanto la tripa que tuve que ir inmediatamente a hacer algo de comer. Media hora después me senté en el sofá y encendí la tele mientras me comía un buen plato de ramen, esa noche dormí como nunca, me acosté nada mas cenar y me quedé tirada en la cama, mirando el techo como siempre antes de dormirme.
Me levanté al día siguiente más cansada de lo normal, por lo que me quedé en la cama pensando en el día anterior. Había conseguido dominar el ejercicio que había hecho con los kunais y, aunque me había cansado bastante, me había parecido entretenido. Y no solo eso, sino que había mejorado notablemente mis reflejos y, que por el momento, era lo más importante. Me levante de un salto de la cama y fui a la ducha, por muy cansada que estuviera no podía permitirme que mi entrenamiento se retrasara, ya que me había dado tres días para acabarlo. Me desnudé y llené la bañera completamente, una vez dentro apoyé la cabeza en el mármol de la misma y cierro los ojos para relajarme, necesito descansar un rato antes de empezar mi próximo entrenamiento pues tengo que rendir al 100%. Una hora más tarde salgo completamente mojada y después de secarme me pongo unos pantalones cortos y una camiseta de mangas, desayuno algo y antes de salir procuro no olvidar mi preciada mochila de arcilla, pues sin ella difícilmente podría entrenar mis jutsus para mejorar el chackra.
En esta ocasión en vez de ir al desierto a entrenar decidí ir al Dojo, salí a las calles de mi villa a me dirigí hacia mi destino, una vez dentro me coloqué en un sitio apartado para no molestar a la gente. Empecé con los jutsus que mejor me salían y que más había entrenado. Empecé con los que eran de mi clan, creé primero figuras de arcilla que hice explotar contra los muñecos y poco a poco fui pasando a los que tenía más reciente.
El Dojo se fue llenando y como me gustaba más entrenar en silencio decidí que era hora de volver al desierto, como estaba bastante cansada decidí que en vez de ponerme directamente iría a dar una vuelva para buscar un sitio como ayer, alejado y ya de paso descansar. Estuve andando durante media hora hasta que encontré un lugar apartado, con espacio suficiente para poder hacer todo tipo de jutsus sin dañar a nadie.
Me coloqué con las domas manos juntas e hice un sello probando con el jutsu llamado Sabaku buraindo, o también ceguera desértica, poco a poco noté como todo mi cuerpo se recobría de chackra para inmediatamente volverme invisible. Lo primero era mantenerlo el mayor tiempo posible. Después de ese jutsu probé con la proyección del pez subterráneo, también llamado Dochu Eigyo, cerré los ojos y… perdí completamente la concentración cuando me rugieron las tripas, era la hora de comer y ni me había dado cuenta. Me marché de nuevo a la villa y por el camino comienzo a pensar en mi pasado, cuando los caminos no los recorría sola sino acompañada. Siempre perdía a todas las personas que me rodeaban, la última fue el muchacho que amé durante noches enteras y que al marcharse se llevó parte de mi ser. Estaba tan acostumbrada a perder la gente que me rodeaba por lo que había pensado que no me dolería tanto pero… sí, me dolía cada día que me despertaba y no estaba a mi lado y cada noche que me dormía y no sentía sus besos. Había sido una de las mayores pérdidas de mi vida y sé que esperaría lo que hiciera falta para volver a estar con él, eso no lo dudaba ni un segundo.
Llegué a casa desesperanzada y me puse a hacer la comida con gestos monótonos y pasivos, era la costumbre la que actuaba en ese momento pues yo estaba muy lejos de allí, ensimismada en mis pensamientos de cada día. No recuerdo que comí , ni cuando tardé en hacer la comida, ni siquiera me acordé una vez levantada después de haberme quedado dormida en el sofá y, si no hubieran estado los platos en la mesa, me habría vuelto a hacer algo de comida. Me senté para descansar y desperezarme durante unos minutos para reanudar mi entrenamiento del chackra, andando mecánicamente emprendí mi marcha al desierto después de haberme vestido de nuevo y haber cogido mi mochila de la arcilla, la mochila era como un saquito con una cuerda que se apoyaba en mi hombro y acababa en el lado del costado contrario al hombro en el que se encontraba sujeto, quedaba a la altura de mi mano para poder hacer uso de él en caso necesario con más rapidez y hacer los jutsus más rápido. Solía estar quieto todo el rato aunque me moviera y si hacía movimientos muy bruscos cuando acababa este volvía a su lado inmediatamente.
Llegué a mi lugar del desierto, en el que horas antes había estado practicando los jutsus que acaba de conocer y un día anterior me había pasado la tarde concentrándome en esquivar Kunais, recodé cuando de concentrada estaba e intenté conseguirlo de nuevo. Me senté en el suelo y puse los ojos cerrados, dejé la mente en blanco y aparté mis pensamientos de ella, cuando lo conseguí abrí los ojos y me fijé en un punto del desierto intentando pensar solo en ello. Diez minutos después totalmente concentrada decidí que era el momento idóneo para comentar mi entrenamiento del chackra.
Comencé esta vez con jutsus como Iwa Fubuki. Que se trara de concentrarse en levantar pequeñas rocas y piedras y lanzarlas o el Dochu Eigyo y el Seppa, que se tratan el primero de conseguir recubrir todo mi cuerpo de chackra para posteriormente introducirme en el interior de la tierra y moverme por ella o convertir pequeñas extensiones de piedra o tierra en arena y que tenía diferentes usos.
Estuve toda la tarde haciendo todos los jutsus que sabía y cuando comenzó a anochecer decidí que era el momento de irme a casa, volví por el mismo camino que había venido y por fin dejé a mi mente volar libremente de nuevo para poder descansar. Pues el ejercicio no solamente me agotaba físicamente sino también mentalmente, estar tanto tiempo concentrada en algo era una cosa que me contaba bastante y a la que no estaba acostumbrada.
Una vez en casa me preparé la cena y me senté a relajarme en el sofá mientras veía la televisión, descansada ya me tumbé en la cama después de haber recogido todos los platos y haberlos limpiado y comencé a leer un libro. Los libros eran una de las pocas cosas que me permitían alejarme de la realidad y concentrarme en ellos olvidando todo mi pasado y los malos momentos sin necesitar esforzarme en nasa y mucho menos cansarme. Me quedé leyendo hasta quien sabe qué hora y cuando se me empezaron a cerrar los ojos los cerré y me quedé así, durante un buen rato, con los ojos cerrados pero despierta pensando en los últimos días de entrenamiento. El que más me había gustado había sido este, de momento, pues como ya sabía los jutsus que había que hacer y los había practicado antes no me había costado tanto trabajo, además me había servido para poder mejorarlos y aumentar la velocidad de hacerlos. Me quedé dormida bien entrada la noche mientras pensaba en lo que iba a hacer al día siguiente. Mejorar mi resistencia era lo que creo que más duro sería, pues aunque no sabía cómo hacerlo la propia palabra lo decía, para ello tendría que hacer algo que me cansara en exceso para poder mejorarla.
Los rayos de sol entraban por mi ventana cuando me desperté, me había dormido tan tarde la noche anterior que aquel día me levanté mucho más tarde, pero como estaba demasiado cansada aún decidí que haría el entrenamiento por la tarde, esa mañana la dedicaría para hacer las cosas en la casa, tenía que limpiarla entera. Anduve fuera de la habitación y comencé a recoger todas las cosas que tenía tiradas, “la mañana va a ser muy cansada” me dije cuando vi el estropicio que había causado en mi casa los días que había estado entrenando.
Tres horas después salí a la calle a dar un paseo para despejarme, hacía un día bastante bueno, ni frío ni calor. Vi a un hombre corriendo y parecía muy cansado, estaba sudando y le costaba bastante respirar. “Seguro que sería una manera muy buena de mejorar la resistencia”. Llegué al desierto y comencé a correr, eran carreras lentas pero constantes y poco a poco iba aumentando la velocidad, estuve entrenando durante una hora antes de volver a mii casa para comer, ese día no descansé después de comer sino que volví al desierto corriendo para poder seguir.
Cuando pensaba que estaba mejorando comencé a hacer carreras cortas con cambio de sentido y aumentando la velocidad cada x metros, al principio eran cada 600 pero poco a poco los fui disminuyendo para que el gasto fuera mayor,. Haciendo descansos de diez minutos cada hora conseguí mejorar la resistencia un poco más, aun así quería hacerlo mejor por lo que acabé haciendo las carreras a la máxima velocidad posible. Parando, dos horas después me sentía bastante mareada, es verdad que este era el entrenamiento mas cansado de todos ,pues no solo ponía a prueba mi situación física sino también mi fuerza de voluntad y cuando estaba dispuesta a seguir corriendo hasta cansarme. Volví a comenzar a correr y así estuve, intercambiando carreras continuas con cambios de dirección velocidad y finalmente descansando cada hora.
La luna estaba en lo alto del cielo cuando, con la respiración entrecortada y scubierta de sudor emprendí mi camino de vuelta a casa, lo hice lentamente sin preocuparme de a que hora llegaba, pues me sentía demasiado cansada para acelerar. Aquel día, aunque mas agotada, me sentía más satisfecha que los demás, no solamente porque había conseguido cumplir los tres días de entrenamiento intensivo sino porque me había superado con la resistencia y cuando lo había visto todo difícil de seguir hacía seguido y había mejorado aún más. Me acosté sin cenar y conseguí dormirme al instante nada más llegar a casa, estaba tan cansada que ni siquiera me quité la ropa, tirada de cualquier manera si arroparme y sin la almohada fue el día que mejor dormí, aunque a la mañana siguiente pagué la mala postura con una tortícolis increíble que hizo que no pudiera mover el cuello.
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katnisseverdeen- Chunin Suna
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