Aprendiendo la danza de las sonbras

El sol ya había salido hace rato, y el calor en la villa era notable, pues la brisa que solía acompañarnos y disminuía la temperatura estaba bastante ausente, los rayos incidían notablemente.

Tenía pensado hacer varias cosas este día, pero a causa de la tardía hora en la que me levanté tendría que aplazar algunas. Intentando no tardar más tiempo, ya que había desaprovechado más del que debía y eso era algo que me molestaba bastante, me preparé rápidamente y estuve lista bastante pronto. Me vestí con prisas, dejando atrás la bufanda que esta mañana no me pondría, a parte del calor porque no quería desgastarla demasiado, y sustituí mis pantalones negros largos por unos cortos del mismo color, no quería pasar demasiado calor. Aún así, encima de la camiseta carbón, me puse también la chaqueta, sin cerrar la cremallera, por si acaso resultaba que la temperatura acabara bajando y me pillaba desprevenida. Por último cogí las sandalias ninja, y todo esto no tardé mucho en hacerlo, me apresuré todo lo que pude, y de hecho, tardé menos de lo que solía, y eso me ayudó a recuperar un poco de lo que había perdido. Me pregunté cómo era posible que me hubiera quedado dormida, que me llevó a atribuir tal descuido con la falta de compañía en la casa. Cuando aún vivía con mi padre, este me levantaba las veces que era necesario, por lo que nunca llegaba tarde, ya que siempre estaba metiéndome prisa. De pequeña me resultaba molesto e irritante, pero la verdad es que ahora daría lo que fuera por recuperar aquellas cosas que en su momento tanto quería librarme.

Intenté no darle más vueltas al asunto, porque eran temas que me ponían triste, sabía que nada podría hacerme recuperar todo lo que perdí, y por dentro me invadía una sensación de impotencia. Me encaminé hacia el edificio del Tsuchikage, hoy entrenaría el jutsu en la sala especial de la villa. No era la primera vez que iba a aquella sala, de hecho , era la segunda. En la primera me reuní con Kenko, ya convertido en el jefe de Iwagakure, y ahora le guardaba un profundo respeto. Era de las pocas personas que conocía en la villa, fue el primer ninja que conocí tras aprobar mi examen a Geninn, y ahora era mucho más fuerte. Recordaba su “desarrollo”, y me no pude evitar preguntarme de cuántos ninjas no tenía constancia, y a cuales otros volvería a encontrarme. Era inevitable tener cierto conocimiento de algunos, recordaba a la chica del perro rosa que me encontré en las montañas, y a aquel chico sin brazo que atacaron por unas colinas. ¿A qué aspiraban ellos?
Nunca me había llegado a preguntar en qué cargo quería estar, si deseaba llegar a ser Tsuchikage o por lo contrario me conformaba por un rango menor. En realidad, lo que quiero es llegar a ser fuerte, y poder devolverle a la villa todo lo que ella me ha dado.

Para realizar bien el entrenamiento, como no tenía ningún compañero con el que entrenar, pedí que me dieran una especie de maniquí de pruebas, que me permitiría aprender la técnica rápidamente y sin errores. Al llegar a la sala, con el muñeco a cuestas, le dejé en medio de la sala y cerré la puesta para que nadie me molestara, necesitaría concentración. En verdad esperaba que no me resultara muy complicada, pero para asegurarme de que todo estaba correcto medí distancias y calenté un poco corriendo para poder hacerlo a gran velocidad.
La llamaban “La danza de las sombras”, y consistía en ir a una gran velocidad hasta la espalda del enemigo para pillarle por sorpresa. Siempre me pareció útil, ya que con mis jutsus solía necesitar el contacto físico, y si lograba sorprender al enemigo pensaba que sería más fácil conseguirlo y que las técnicas salieran bien.

Empecé intentándolo a una distancia de unos siete metros, pues no recordaba con claridad cual era la adecuada. Mi primer intento fue fallido, no llegué hasta mi objetivo, y lejos de que fuera por no alcanzar la velocidad necesaria, esto se debía a que estaba a demasiada distancia del maniquí, por lo que esta vez me acerqué más, quedando a cinco metros, teniendo la sensación de que esta era la adecuada.
Hice un sello con ambas manos, y un instante después me encontraba tras la espalda del muñeco.
Si fueras un enemigo, ya habrías recibido mi golpe, pensé satisfactoria, a pesar de empezar tan mal el día, había resultado rápida en lograr mi cometido.

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