Golpes dirigidos de chakra

Datos del entrenamiento:

El aire de la mañana agitaba mi cabello, que aún guardaba por completo su color rosado. Los mechones jugueteaban traviesos con la brisa antes de caer tras mi espalda, formando una cascada rosa que me daba nombre ante el extraño hombre que un día encontré en el bosque. Aquel día quedó grabado en mi mente, provocándome sentimientos confusos cada vez que lo recordaba. También entonces había conocido a Sonzu, pero apenas recordaba detalles sobre ella de aquel día. Todo mi interior se revolvía cuando recordaba al joven de la cascada, a quien algunos llamaban Shichika. Eso me confundía, pues no paraba de pensar en el momento en que me volví vulnerable ante él, en que le di la espalda y cerré os ojos, confiando en lo que me decía mientras intentaba enseñarme a escuchar la voz del bosque. Ahora yo sabía escucharla, sabía distinguir cada sonido y escuchaba con atención cada historia que los árboles relataban. A veces me perdía entre los árboles, consiguiendo llegar inconscientemente al lugar en que conocí al hico de la cascada. Recordaba perfectamente los sentimientos que habían recorrido mi cuerpo cuando estaba junto a él. No comprendía los motivos que me habían llevado a quedar a su merced en algunas partes del encuentro, pero en el fondo algo me decía que podía confiar en él, que podía acercarme sin miedo. Pero, aún así, me ponía nerviosa al pensar en que, de algún modo u otro, bajaba la guardia cuando él se acercaba.

Mi cuerpo entero se estremecía cuando pensaba en él, acercándose y acariciando mi cabello, cuando recordaba el simple detalle de que la situación me había cortado la respiración. Mi corazón latía con fuerza por algún motivo que se escapaba de mi entendimiento cada vez que aparecía en mi mente la imagen del chico de la cascada. Y por él era que tanto me gustaba ir al lugar, para recordar cada segundo del extraño encuentro que tuvimos. Pero yo no lo comprendía, no conseguía entender por qué ansiaba tanto recordarlo, por qué mi mente viajaba a ese recuerdo tantas veces. Sin embargo, aún sin entenderlo, me gustaba, adoraba recordar el sonido de su voz, la forma que había tenido de nombrarme. Cerraba los ojos y me dejaba llevar, pensaba en cada momento en que mi mirada se había cruzado con la suya.

Suspirando, abrí los ojos y observé la puesta de sol con que me deleitaba el día. Llevaba varias horas sentada junto al árbol de mi jardín, pensando en aquel momento tan extraño, recordando a la persona que lo compartió conmigo. Desde aquel día no había vuelto a verle, no había sabido nada de él. Me obligué a mí misma a concentrarme en el entrenamiento que aquel día tenía pendiente, aunque no tuve forma de apartarle a él de mi mente.

Tras contemplar el atardecer, me puse en pie y emprendí mi camino hacia el edificio del Tsuchikage, en que realizaría el entrenamiento. Shichika permanecía aún en mi mente, repitiendo la frase que tan confundida me dejó en su momento, acariciando mi cabello, que tanto le había gustado. Una sonrisa decoraba mi rostro mientras pensaba en ello, pero me obligué a mí misma a apartar su voz de mi mente durante el tiempo que tardé en llegar a mi destino.

Ya en la sala de entrenamiento, me concentré todo lo que pude en la habilidad que quería aprender y pensé en lo que tenía que hacer para realizarla, cogí un muñeco de entrenamiento y concentré chakra en mis manos, preparada para darle un golpe de chakra que, aunque no le dañaría, le empujaría hacia atrás. Así, unos segundos después descubría que aún no lo había conseguido, posiblemente porque mi mente aún seguía fija en el chico de la cascada. Como pude, fijé mis pensamientos en el golpe de chakra que debía dar al muñeco. Concentré chakra en mis manos y miré hacia el torso del muñeco, concentrada en sacar el flujo de chakra de mi cuerpo para golpearle. Así, unos segundos después comprobé que este se tambaleaba, pero no me pareció suficiente: tenía que tirarlo al suelo.
Inspiré hondo sin apartar la vista de mi víctima y di una vuelta por la sala para poder concentrarme algo más en el entrenamiento. Me senté en el suelo y concentré toda mi atención en cómo dar un golpe de chakra capaz de tumbar al muñeco y, por tanto, capaz de parar una de mis caídas. Cuando me consideré preparada me puse en pie frente al muñeco y concentré el flujo de chakra en mis manos, para después dar un golpe de chakra a mi nueva víctima. Cuando conseguí tirarle al suelo me llené de satisfacción, liberando a mi mente de la presión y volviendo a casa, donde me senté como un rato antes, dejando al mismo tema fluir en mis pensamientos. De nuevo tenía al chico de la cascada fijo en mi mente, con expresión de sorpresa al descubrir que yo entraba al claro del bosque.
Recordé el momento en que me giré, pero sobretodo recordé aquel en que él se acercó a mí y cogió un mechón de mi cabello. Me estremecí ante el recuerdo de su forma de nombrarme, me recosté sobre la hierba y contemplé el cielo estrellado, pensando si él estaría observando el mismo cielo que yo.

Suspiré para después preguntarme a mí misma por qué me comportaba así, por qué el chico de la cascada ocupaba mi mente, por qué bajaba la guardia cuando se acercaba, llegando a confiar en él hasta el punto de darle la espalda y cerrar los ojos… llegando a confiar en él a ciegas. Así, con él aún en mi mente, susurrando aquella frase que hacía estremecerse a todo mi ser, quedé dormida en el césped del jardín.

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