Me enseñarán a aparecer tras la espalda... qué peligro.

Jutsu a aprender:

Al abrir los ojos, lo primero que veo es la luz que entra por la ventana. No es la que suele acompañarme a lo largo del día, pero sí distingo el tímido color que precede al amanecer. Tengo cogida la manía de levantarme un rato antes de la salida del sol para poder entrenar con tiempo. Así consigo tener más tiempo para dedicarme a mejorar, aprender nuevas técnicas y todo lo que necesito para ser cada día un poco mejor. Hoy tengo planeado ir al edificio del Tsuchikage y aprender un nuevo jutsu, aunque esta vez será uno común.

Me siento en el borde de la cama y miro la silla que hay al otro lado de la habitación. Encima puedo ver una camiseta blanca y unos pantalones cortos azules. Es un azul claro, como el cielo cuando está despejado. Me gusta ese color, es el color de mis ojos. Me pongo la ropa y después me calzo con unas sandalias blancas, aunque sé que acabarán manchándose. Sin embargo, no me importa porque realmente son muy cómodas.

Delante del espejo, me recojo el pelo en una coleta alta ayudándome de un lazo blanco. Miro un momento mi sonrisa. Me encanta ser feliz, aunque… ¿a quién no? Después, entro en la cocina y desayuno un tazón de leche fría acompañado de una tostada de pan con mermelada de arándanos. Qué delicia de frutas, me encantan. Son fáciles de encontrar, simplemente tengo que salir de vez en cuando a recogerlas y después dedicar una tarde a hacer con ellas mermelada. Es algo que me entretiene y que me gusta hacer, además de ser un buen manjar durante el desayuno. Definitivamente, hacer mermelada no me parece ni mucho menos una pérdida de tiempo.

Una vez desayunada, salgo de casa y camino con calma hasta llegar al edificio en que entrenaré hoy. Me dirijo hacia una de las salas especiales de entrenamiento que, al ser aún temprano, sigue libre. Entro y extiendo el pergamino que antes cogí. La técnica que hoy quiero aprender se llama Danza de las sombras, y parece bastante útil. Leo varias veces cómo se hace y me dispongo a comenzar con el entrenamiento.

Un nuevo día empezaba en Iwagakure, o al menos, estaba a punto de comenzar. Me había quedado dormida pronto… Una noche que había podido disfrutar al completo, menos mal, y el acostarme temprano y dormir bien me ayudaba a levantarme temprano y con energías renovadas, sin que se me pegaran las sábanas… Aunque eso era difícil, debido al calor últimamente me despertaba sudada a pesar de solo con un vaporoso camisón blanco, e incluso a veces en ropa interior.
En cualquier caso, comenzaba la rutina de todos los días… Esta vez iría a entrenar un poco a la sala especial de Iwagakure, en el edificio del Tsuchikage. Después de tantos entrenamientos estando acompañada se me hacía hasta raro ir sola, como cambiaban las costumbres, y pensar que hace unos días no me molestaba en hablar casi con las gentes de aquí… Bueno, iba siendo hora de relacionarse un poco. Y de ducharse, una reparadora y fría ducha en la que acabaría cantando sin poder evitarlo apenas. A veces canciones ya oídas, y otras completamente inventadas. Incluso podía llegar a recordar algunos versos de las nanas que me cantaban cuando era pequeña, pero al salir de la ducha parecía que se me olvidaban de nuevo, solo lograba mantenerlos dentro de ese pequeño paraíso refrescante que tanto echaba en falta en los calurosos días de verano. Las letras se iban enterrando por el pasado, al igual que algunos recuerdos… Solo olvidaba las cosas buenas, las malas permanecían ahí, torturándome cuando echaba la vista atrás… Por eso prefería mirar solamente hacia delante, al acogedor hogar en la villa que me había recibido con los brazos abiertos cuando me encontraba desamparada y perdida, en las responsabilidades que tenía ahora, que a pesar de cansarme a veces por todas las cosas que me hacían hacer acaba echándolas en falta si no estaban, por los nuevos compañeros que iba conociendo, por los nuevos recuerdos que se iban formando aquí, casi todos buenos…
Ya hacía 7 años desde el día que llegué aquí, siendo una enana de ojos blancos que no paraba de llorar escondida en la habitación, en los brazos del peluche rosa con forma de unicornio, que era el único que quería que me ayudara en esos momentos. Ahora… ahora tenía una compañera, con el pelo también rosa, a la que no dudaría en pedir ayuda si la necesitaba.
¡Y además preparaba una estupenda mermelada de arándanos! Algún día iría con ella a recoger los frutos y la pediría el secreto de su receta, se me estaba acabando… Solo me dio el bote para hacerme una tostada, era una pena… Pero aún así disfruté de la deliciosa comida.
Me puse la camiseta fucsia y unos pantalones negros cortos, combinadas con unas sandalias ninja del mismo color, mientras me ataba el pelo en una coleta alta del mismo color que mi camiseta. Después salí apresuradamente de la casa, sin perder ni un momento hasta llegar a mi destino. Cuando llegué entre en una sala donde había varios muñecos de prueba que ya había necesitado alguna vez, quizás esta me sirviera también, así que lo cargué a la espalda sin esfuerzo, últimamente me estaba volviendo más fuerte…
Abrí una puerta esperando que estuviera vacía, pero en ella encontré a Shika, y antes de disculparme y salir me fijé en que estaba entrenando una técnica y me acerqué a ver cual era. Vaya, vaya, la danza de las sombras… me era muy familiar, yo también tuve que entrenarla en su día.
-Shika, yo hice esa técnica hace tiempo, ¿qué te parece si te la enseño y ayudo? Ven -ofrecí con una sonrisa amable.
Cuando mi amiga me diera su respuesta afirmativa, colocaría el muñeco en el centro y nos colocaría a 5 metros de él.
-Funciona al estar a 5 metros del enemigo, tienes que realizar un sello con ambas manos y aparecerás instantáneamente tras él.
Repitiendo yo misma las palabras en mi cabeza hice la técnica para demostrárselo.
-¡Es muy fácil! Venga, es tu turno, yo debo irme antes de que sea tarde -me acerqué a ella y la besé dulcemente en la mejilla. - Mucha suerte.

Me despedí a la vez que salía de la sala, era mi hora de aprender.

Justo cuando me dispongo a intentarlo, veo que la puerta de la sala se abre. Extrañada, miro en esa dirección y descubro que quien se ha equivocado es Sonzu. La saludo con la mano y me concentro de nuevo en la técnica, pero me dice que sabe hacer la técnica y puede ayudarme. Asiento con la cabeza cuando me ofrece su ayuda y observo cómo coloca al muñeco que trae en el centro de la sala. Después, tira de mí hasta que quedamos las dos a cinco metros del lugar. Ahí, me explica lo básico que tengo que saber del jutsu y me muestra cómo hacer el sello. Hace una demostración y después, con la misma prisa con que entró, se despide diciendo que es su turno para aprender. Me da un beso en la mejilla y sale de la sala.

Me quedo bastante confundida, pero sigo agradeciendo bastante que me haya ayudado a aprender la técnica. Porque, aunque ni siquiera había tenido tiempo de empezarla, ya sé cómo tengo que hacer el sello y lo que me queda es intentarlo un montón de veces hasta que lo consiga.

Sigo a cinco metros del muñeco, por lo que no tengo que moverme para poder empezar a intentarlo y, tras varios intentos con diferentes resultados, consigo realizar la técnica sin ningún problema. Apareciendo instantáneamente tras el muñeco justo en el momento en que termino de hacer los sellos.

Sonrío satisfecha, recojo el pergamino y, tras dejar el muñeco en la sala que le corresponde, vuelvo a casa con una nueva técnica aprendida.

REVISADO