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Aprendiendo a ser sigilosa

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Mensaje por Shika Sáb Jul 21, 2012 3:45 am

Datos del entrenamiento:


Amaneció en la villa al tiempo que yo salía por la puerta. Tenía la intención, como tantos otros días, de entrenar alguna técnica entre las paredes del edificio del Tsuchikage. Había reservado una sala de entrenamientos días atrás, sabiendo que por las fechas entrenaba prácticamente todos los días. Quería mejorar para poder ofrecer a la villa un servicio que, como Jounnin, debía dar casi por obligación.

Dirigí mi mirada al frente, observando cómo la nueva luz de la mañana bañaba las construcciones de la villa desde lo alto de las montañas que rodeaban a la villa oculta de la roca. La paz llegaba al lugar, mostrando unas gentes sencillas que trabajaban sin cesar entre las calles de la aldea. Los comerciantes se dirigían a sus tiendas para abrir el comercio en la nueva jornada que el mundo nos ofrecía. Podía ver también a los niños que, ansiosos por coincidir con sus amigos, salían a trompicones por las calles de la villa en dirección a la academia shinobi los más mayores y a los parques del lugar los más pequeños.

La risa de las madres que, confiadas de la seguridad de sus niños, les observaban partir llegaba a mis oídos. Me parecía un agradable sonido el de la risa de cada shinobi. Cada persona tenía una manera de reír y me resultaba realmente agradable escuchar a los habitantes de Iwa disfrutar de cada momento de alegría que la vida les ofrecía.

Un tirón de mis ropajes me sacó de mi ensimismamiento, llevándome a bajar la vista y reconocer a la pequeña Ayla, que me miraba expectante con una sonrisa en los labios. La había conocido tiempo atrás, en un paso por la villa. Siempre me había parecido una niña muy agradable que, con sus ocho añitos, recorría la aldea de un lado a otro, mostrando por doquier la alegría que cada día se reconocía en su mirada. Sin pensarlo dos veces, la pequeña se abrazó a mi cintura durante varios segundos para después volver sus ojos a mi rostro.

- ¿Hoy también vas a entrenar? -preguntó con esa voz cantarina que tanta calma y felicidad transmitía.

Asentí también con una sonrisa decorando mi rostro mientras tendía una mano a la pequeña para que me la cogiera. Con la delicadeza de una mariposa, Ayla se agarró a mi mano y comenzó a tirar, dando pequeños saltitos por las calles de la villa oculta de la roca. Su cabello, claro como el oro, se revolvía con la brisa mientras me hablaba.

- No tengo que ir a la academia, ¿podré acompañarte a entrenar?

Sus ojos verdes escrutaban las calles de la villa buscando el camino hacia el edificio del Tsuchikage, decidida a acompañarme en mi entrenamiento. Yo no era capaz de negar, por lo que caminé a su lado, atravesando calles y calles, pasando por delante de montones de casas. La pequeña de cabellos rubios intercalaba saltitos en su caminar, mostrando una alegría que nadie le podría arrebatar.

Le encantaba verme entrenar y realizar técnicas, lo que delataba que algún día decidiría seguir el camino del ninja. De hecho, ella acudía muchos días a la academia shinobi con la intención de poder ofrecer más que alegría a las gentes de Iwagakure. La pequeña me soltó un momento la mano para entrar en una tienda que había a su derecha. Pasados unos segundos, volvió a salir, concentrada en comer el trozo de pan que traía consigo. Extendió la mano izquierda, tendiéndome a mí otra rebanada del mismo pan, que seguramente guardaría en la mochilita que llevaba. Cuando cogí el pan, se agarró de nuevo a mi mano libre y continuó caminando por las calles de la villa, en dirección al edificio del Tsuchikage. Sabía que normalmente yo iba allí a entrenar y llevaba tiempo diciéndome que algún día me acompañaría. Yo sabía que ella no cesaba en su empeño cuando se proponía una nueva aventura, como era ver a una kunoichi entrenar, más aún verle aprender una nueva habilidad o una técnica de las que tanto le fascinaban.

En poco tiempo llegamos a nuestro destino entre pasos y pequeños saltitos, testigos de la alegría que inundaba el alma de la pequeña de cabellos como el oro. Atravesamos los pasillos del edificio con calma, sin prisa alguna, hasta llegar a la sala que yo había reservado unos días antes. Ayla abrió la puerta despacio, aún a sabiendas de que no había nadie en el interior de la sala. La pequeña siempre hacía todo con la misma parsimonia que le caracterizaba.

Entró al lugar maravillada al contemplar la sala en que tantos shinobis habían entrenado hasta entonces, seguramente imaginando el momento en que ella acudiría allí para realizar un entrenamiento. Tras unos segundos en que examinó la sala buscando cualquier detalle que le diera información acerca del lugar, se giró para mirarme y comenzó a hablar, de nuevo con esa vocecilla tan dulce, capaz de endulzar cualquier conversación.

- ¿Qué aprenderás hoy? -me preguntaba expectante-. ¿Una habilidad o una técnica?

Yo me dediqué a meditarlo durante un rato, aún sin saber qué aprender. Tenía una larga lista de posibilidades contando habilidades y técnicas elementales, de clan o comunes. Durante ese tiempo tuve los calculadores ojos verdes de la pequeña posados en mi rostro, buscando una respuesta anticipada. No me demoré más en responder:

- Supongo que hoy aprenderé una habilidad.

Mi voz sonaba extraña, pues hacía varios días que no hablaba con nadie. Sonzu se había ido de la villa y yo aún esperaba una carta en que me explicara todo. Había sido muy extraño a mis ojos ver cómo una mañana se iba a entrenar para ser otra persona quien me avisaba de su tan temprana partida. Desde el momento en que se fue, solo había tenido al pequeño Yami para hacerme compañía, por lo que apenas hablaba. Encontrarme con Ayla había sido bastante agradable, pues ella me parecía una buena persona con quien compartir mi tiempo.

La pequeña asintió en silencio ante mi respuesta sin perder su sonrisa y se acercó a un lado de la sala, apoyándose en la pared para poder verme entrenar sin interrumpir el entrenamiento. Yo, por mi parte, me dirigí al centro y me concentré en lo que quería aprender aquel día. No era demasiado complicado, pero tampoco era lo más fácil del mundo, pues requería bastante concentración.

Con la habilidad que entrenaría aquel día, podría caminar sin pisar el suelo realmente, lo que me ayudaría bastante en misiones y emboscadas, aunque la falta de concentración me impediría utilizar la habilidad en un combate. En esos momentos me habría encantado poder concentrarme fácilmente, pero sabía perfectamente que aún así me resultaría demasiado complicado intentarlo en una contienda.

Dirigí la mirada a Ayla, que me dedicó una de sus preciosas sonrisas, animándome así a comenzar. Tenía que concentrarme bastante, por lo que cerré los ojos y respiré despacio, pensando en lo que tenía que hacer y sacando de mi mente todo aquello que me podía distraer. Con la vista negada, me concentré en el sentido del oído para poder comprobar si caminaba sin hacer ruido. Así, me concentré en dirigir mi chakra a la planta de los pies con la intención de separarlos varios centímetros del suelo. Dudaba bastante poder conseguirlo a la primera, pero aún así tenía que probar para llegar al segundo intento, que tantas veces daba paso a un tercero. En algunos entrenamientos conseguía aprender la técnica o habilidad en cuestión a la tercera, pero en muchos otros necesitaba muchos intentos, siempre por encima de los dos primeros.

Con el chakra concentrado en mis pies, comencé a caminar hacia el frente, escuchando el sonido de mis pasos y, por tanto, con el convencimiento de no tener la habilidad aprendida. Así pues, abrí los ojos para volver al centro de la sala, evitando así chocarme con las vacías paredes. No pude evitar pensar que eran bastante cutres, perdiendo la poca concentración que traía conmigo unos momentos antes. A mi izquierda permanecía Ayla, atenta a cada segundo del entrenamiento. Pensé que cualquier otro entrenamiento le habría gustado más que aquel, que se presentaba bastante aburrido. Sin embargo, aunque no solía serlo, algunas veces el camino ninja podía tener algún factor aburrido. Cuando se dio cuenta de que yo la miraba, la pequeña sonrió de nuevo y levantó el pulgar derecho para animarme a continuar. Un momento después cogió su mochilita y comenzó a rebuscar en ella hasta que sacó una barra de pan, de la que partió un trozo que después me lanzó y otro que comenzó a morder, concentrada en la tarea. Por mi parte, di varios mordiscos a la rebanada de pan hasta que la comí por completo.

Acto seguido, me giré y cerré los ojos para buscar de nuevo la concentración de antes. En poco tiempo despejé mi mente de factores ajenos a la habilidad y comencé a dirigir mi chakra hacia los pies al tiempo que afinaba el oído. Cuando me consideré preparada para intentarlo de nuevo, comencé a caminar al frente con decisión. Al principio el sonido de mis pisadas llegaba cada vez más tenue, pero después volví a oírlo igual que en el primer intento. Sin embargo, seguí caminando con la esperanza de que dejara de oírse.

- ¡Para! -la voz de Ayla me sobresaltó hasta el punto de hacerme dar un pequeño saltito. Abrí los ojos para mirarla y preguntarle qué había pasado, pero no necesité formular ninguna pregunta, pues permanecía a varios centímetros de la pared.

Aliviada por el hecho de no haberme golpeado, articulé para la pequeña una única palabra que expresaba mi agradecimiento: “Gracias”. Ella se limitó a dedicarme otra sonrisa y a continuar observando el entrenamiento.

Con el segundo intento gastado, me acerqué al centro de la sala, dispuesta a intentarlo por tercera vez. De nuevo cerré los ojos para volver a concentrarme y volví a llevar mi chakra a la planta de los pies. Una vez concentrada y preparada, comencé a caminar hacia la misma pared con que unos momentos antes estuve a punto de chocarme. Esta vez caminé con cuidado de no dar demasiados pasos y disfrutando de la satisfacción que me ofrecía escuchar las pisadas tan tenues que daba. Estaba convencida de que varios intentos más tarde tendría la habilidad dominada.

Volví al centro de la sala y, esta vez con los ojos abiertos, me concentré en llevar el chakra a mis pies. Una vez preparada, comencé a caminar en la misma dirección de antes, atenta al tenue sonido que mis pisadas producían. Sabía que no tenían que producir ningún sonido, pero aún así me satisfacía el resultado. Era el cuarto intento y ya casi lo había conseguido.

Decidida, volví al centro de la sala, me concentré y, una vez lista, comencé a caminar, sin oír ningún ruido proveniente de mis pisadas.

- ¡Lo has conseguido! ¡Ya no te oigo al caminar! -la cantarina voz de Ayla llegaba a mis oídos mientras ella corría en mi dirección, abrazándose a mi cintura al alcanzarme.

Así pues, salimos del edificio del Tsuchikage y regresamos cada una a su casa teniendo yo una nueva habilidad aprendida.
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Mensaje por Agito Hoshigaki Dom Jul 22, 2012 9:46 pm

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