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Té, hemos venido a salvarte

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Mensaje por Sonzu~ Lun Ene 14, 2013 3:31 am

Misión:

Desde hace varios días que notaba que en Rac Alainn comenzaban a escasear los ingredientes para hacer mis infusiones. Las decenas de botes en el pequeño armario de la gran cocina comenzaban a ver sus reservas alteradas como nunca antes, siendo reducidas a niveles mínimos. Y yo podía soportar bastantes cosas, como estar encerrada en la mente, convivir con un grupo algo numeroso de gente, incluso compartir cama con un hombre sin tener al mismo atado en ella… Pero mi té era imprescindible para un correcto día a día. Como era de esperar, mi humor se estaba viendo trastornado por la falta de recursos, y cuando me decidí a investigar el por qué de la situación después de beber la última taza posible del sobre de Vainilla y Canela, descubrí que el problema venía de una de las naciones del imperio que solía exportarnos tan preciado manjar. Nunca me he considerado una persona que se preocupara por bastantes cosas, menos aún por percances que no me incumbían ni lo más mínimo, puesto que estaba a un buen paseíto hasta el foco del problema, pero viendo que nadie se interesaba lo suficiente por soberana aberración decidí que yo misma iría a encargarme del asunto. Evidentemente tuve que partir con varios días de antelación, sabiendo que no lograría irme a la noche y volver de madrugada, como solía hacer. De sobra sabía que era cantosa, como poco, y el rubiales al que acudía con el despertar del sol se habría dado cuenta hacía mucho de que algo no cuadraba. Que la persona con la que llevas conviviendo ya algunos años (¿tanto tiempo llevaba soportándole? Imposible, no soy nada paciente…) desaparece al oscurecer saliendo con traje de cuero y reaparece tan normal por la mañana es que hay una cosa que no cuadra. Sin embargo, hasta el momento me había mantenido sin ningún interrogatorio, y esperaba que siguiera siendo de tal manera. No nos habíamos encontrado demasiado cara a cara, lo que no sabía si agradecer o despreciar. La incesante presencia de la señorita pálida con gafas rojas hacía imposible mi salida y mandaba inmediatamente a Sonzu al exterior, lo que sí resultaba muy molesto. Por otra parte, cabía recalcar que era una persona a la que me costaba bastante leer. Sus acciones eran un tanto curiosas e inesperadas, y no llegaba a saber si era algo que me irritaba o atraía. Lo que daría por llevarle a mi sala en la villa de la niebla y jugar un ratito con él sin nadie que nos molestara… Ahí si se vería lo que valía de verdad.

Pero no. Yo no tenía que ir a Kirigakure, me dirigía hacia Konoha. Allí vivía la pelirrosa a la que tuve tantas oportunidades de contemplar desnuda cuando aún vivíamos en la ya exterminada villa de la roca. No recordaba la última vez que tenía el placer de verla, así que me aseguré de que le llegara una carta con anterioridad informándole de mi llegada, y casi exigiéndola que me acompañara. De por medio no había ningún por favor, no los consideraba de mi estilo, estaba más una especie de órdenes indirectas.
Como la idea no era llamar demasiado la atención había optado por un punto intermedio de mi indumentaria habitual. Llevaba un apretado traje de cuero con escote en pico, pero esta vez tapaba por completo el brazo, además llevaba unos guantes que sonaban ligeramente cuando apretaba el puño y olían a nuevo. Mis piernas también estaban cubiertas y acababan en unos zapatos con tacón… Al menos la primera parte del trayecto, ya que en ningún momento había aprendido a usar tacón y me había acabado hartando de ellos y enviándolos lejos, donde dejaran de molestarme. Había apuntado aprender a caminar con ellos en mi lista de propósitos para el nuevo año, que continuaba bastante vacía. Cuando una persona es perfecta de por sí es complicado encontrar fallos para intentar mejorarla. Aún así para que el resto de la población no alucinara demasiado con mis vestimentas, pues la idea era llegar temprano, con la luz del día, llevaba a mis espaldas la capa propia de los miembros más destacables del imperio, con un fénix rojo destacando sobre el fondo negro.

El viaje continuó con pocos percances, el hecho de recuperar poder hizo sencilla la travesía, y como mi intención no era mala, las alertas de la controladora de Sonzu no saltaron y pude encerrarla sin mucho problema en la gran cúpula de cristal de mi cabeza. Sentaba bien salir a la superficie de nuevo, aunque el frío se hacía en ciertos momentos muy notable y echaba de menos mi calzado. En una cabaña a las afueras de Konoha cogí prestadas unas botas para no llegar con los dedos amoratonados del frío, no quería que tuvieran que amputar a ninguno de mis pequeños. Aunque, cómo no, el viaje no acababa allí. Tuve que dar un gran rodeo porque la ruta venía desde el pueblo Tanzaku. Últimamente había mejorado un tanto, destacando la velocidad. Los numerosos árboles pasaban de forma vertiginosa a mi alrededor y no tenía ni tiempo ni intención de pararme a mirarlos y disfrutar del ambiente. Había venido con un propósito fijo y quitaría del camino a todo aquel que se atreviera a pararme, al fin y al cabo, ¿no debía hacer algo así? Los ladrones que se hubieran atrevido a detener los carros no creía que se atengan a razones y tomaría las medidas necesarias para que entendieran que con el té no se jugaba. Bueno, tomaríamos en realidad… No aceptaba la posibilidad de que Shika hubiera pasado por alto mi “petición” para venir conmigo. Suponía que tendría trabajo como nueva Hokage que era, pero un día es un día, y era un problema que nos incumbía a todos, aunque algunos no le mostraban la seriedad necesaria.

A pocos metros de mi destino activé el Byakugan y dibujé una sonrisa torcida ante la familiaridad de mi visión. Aproveché que estaba todavía escondida en la espesura del bosque para hacer ciertos preparativos y me quedé al borde de lo que sería un camino más transitado. El sol ya había salido, perezoso alumbraba el cielo sin calentar apenas, haciendo que se formara un ligero vaho si me atrevía a exhalar por la boca.


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Mensaje por Shika Lun Ene 14, 2013 9:57 am

Palabras:

Desperté con un aviso de Negro Kun en mi propia mente. Desde que había aprendido a comunicarse mentalmente conmigo muchas mañanas despertaba al comunicarme él de la proximidad de alguien. Había salido de la mansión, pero se mantenía cercano a la puerta principal para vigilar si se acercaba alguien. Yo me había acostado tarde, por lo que aquel día dormía plácidamente tumbada sin miramientos sobre mi cama. Las sábanas estaban apartadas a un lado, la almohada en el suelo y mi cuerpo, de un modo u otro, se extendía a lo largo de todo el colchón. Allí podrían caber varias personas si se apretaran entre sí, pero cuando yo dormía como un niño después de que le arropara un cordero no había mosca que pudiera posarse en mi cama sin sentirse incómoda y sin espacio. Daba vueltas, iba de un lado a otro mientras dormía, corriendo tumbada sobre las sábanas si el sueño que había en mi mente lo requería. Tal vez en algún momento dejaría de dormir de aquella forma, cuando tuviera alguien que parase mis movimientos y tranquilizase a mi subconsciente como si utilizara magia. Por el momento, mi mundo era mi mundo. Algunas veces yacía hecha un ovillo a una esquina de un colchón que me quedaba tremendamente grande, otras veces ocurría lo contrario.

La forma en que mi hijo se comunicaba conmigo era completamente extraña, sentía lo mismo que él, veía lo mismo que él, olía lo mismo que él, pero con los sentidos de mi mente. Podía ver una imagen de un shinobi que no llamaba mucho la atención, debido a su reducido tamaño. Sería poco más alto que yo, no era corpulento, más bien delgado y poco formado. Un adolescente tal vez. Yo había dejado atrás la adolescencia hacía varios años, pero seguía siendo la jovial Shika que recorría las calles de Konoha, laberínticas, como si jugara con alguien. Reía por todas partes, mi voz era conocida en la villa por las risueñas frases que solían salir de entre mis labios. Solía ir alegre, sonreír a cada habitante e incluso cuando estaba sola tarareaba alguna sencilla canción que recordaba de mi infancia.

La noche anterior había estado entrenando hasta tarde, paseando por las calles como hacía de vez en cuando. Pero ese no era el caso, un jovencito llamaba ahora a la puerta de la mansión y parecía bastante interesado en que le atendiera pronto. Rápidamente, me cubrí con la capa de la villa para no salir al bosque en camisón. No tardé mucho tiempo en recorrer los pasillos y cruzar las puertas necesarias, así como descender por las escaleras. Llegué ante la puerta principal y abrí con una amable sonrisa en el rostro. El chico, del cual ya sabía previamente su apariencia, correspondió con el mismo gesto y me entregó un pergamino de pequeño tamaño antes de despedirse y volver a salir del bosque siguiendo sus propios pasos. A poca gente le resultaba agradable permanecer durante un periodo de tiempo prolongado en el Bosque de la Muerte. Yo me había acostumbrado a caminar por los senderos y seguramente las criaturas conocerían mi presencia y me admitirían como habitante de ese mismo lugar. Por el momento no había tenido problemas con encuentros poco deseados y esperaba no tenerlos en un tiempo.

Cerré de nuevo la puerta cuando el chico desapareció entre los árboles, siguiendo un camino que le llevaría hasta el lugar en que la valla dejaba paso a una puerta. Caminé por el hogar mientras abría extendía lo que parecía ser una carta y leía el contenido. Mi gran amiga Sonzu Hyuga solicitaba mi presencia en la nueva empresa que se había propuesto llevar a cabo. Al parecer era cierto aquello de lo cual me habían informado y los suministros de infusiones habían disminuido. Entre unas tareas y otras no había tenido tiempo de investigar a fondo el asunto, pero al parecer ya iba siendo momento, puesto que entre las frases de la chica no había nada que diera paso al rechazo por mi parte. Llegaría en unas pocas horas si había salido en el mismo día en que envió la carta. Más bien, me esperaría en Tanzaku.

Escalón a escalón, mis pies se dirigieron hasta la habitación en que dormía cada noche. Allí, cogí unas mallas de tela semejante al cuero y color negro, me parecieron apropiadas para la llegada de la primavera. Después, me puse una camiseta morada, entallada, y me calcé unas botas altas, bastante cómodas. Recogí mi largo cabello rosado en una coleta, como había hecho cada día durante mi estancia en Iwagakure. Utilicé para ello un fino lazo de color carbón. Debía estar presentable para el encuentro con mi amiga. En lugar de vestir, como siempre, la capa de la villa que solía ser entregada a los ninjas, cogí la del imperio y salí de nuevo. Negro Kun se quedaría en casa aquel día, como muchos otros, para vigilar los alrededores y no llamar excesivamente la atención en una misión en que lo más seguro sería hacer una emboscada. Recorrí el mismo camino por el cual momentos antes había caminado el chico que había hecho de cartero y pronto llegué a las viviendas de Konoha. Paso a paso, alcancé las murallas y más tarde las puertas de la villa, por las cuales salí informando primero a los ninjas encargados de vigilar de cuál era mi destino aquel día. Intentaría tardar poco en volver y haría lo posible por traer conmigo a los comerciantes, así como a su mercancía. Los ladrones habían conseguido robar ya suficiente material.

Recorrí los caminos convenientes y pronto llegué a un lugar en que mejor sería no llamar la atención, por lo que entré entre los árboles del bosque que había junto al camino. Sabiendo que ella estaría por allí, cercana al borde, no me fue difícil encontrarla. Ya no llevaba una vestimenta tan extravagante como la de otras veces atrás, más bien algo que le resultaría cómodo a la hora de luchar. Me situé junto a ella, dedicándole una sonrisa a modo de saludo y observé el camino hasta que pudimos divisar a lo lejos un carro. El mercader que lo conducía tenía como encargo llevar las infusiones que había a su espalda hasta la villa de la hoja y nuestra misión era evitar que alguien lo interceptara. Cuando estuvo a una distancia de cincuenta metros de nosotras, un hombre pidió al mercader que se detuviera para preguntarle algo. Cuando éste lo hizo, lo que, a juzgar por sus acciones, parecía ser un ninja, sacó una katana y rajó la tela del carro. Pronto el comerciante levantó sus manos para mostrar que no tenía intención de oponerse ante un ataque y varios hombres más avanzaron para hacerse con la mercancía que estaba siendo transportada hacia Konoha.

Yo me quité la capa y me la puse del revés, para que no se viera el símbolo del imperio. Entonces, pedí a Sonzu que cubriera mis espaldas para intervenir en el momento adecuado, primero quería ver qué comportamiento presentarían aquellos hombres si me acercaba y, en vez de pasar de largo, preguntaba qué ocurría. Caminé por el sendero de tierra sin prisa, sin mostrar detalles que no fueran necesarios. Confiada de mí misma pero con el caminar de una mujer normal, como si no hubiera pasado largas horas entrenándome para poder enfrentarme a ninjas como los que tenía delante.

Cuando llegué a la altura del carro, sonreí y miré a todos los malhechores, así como al comerciante. Mi gesto era amable, sin mostrar más confianza de la necesaria. Alguno de ellos posó sobre mí su mirada, otros siguieron con su tarea como si nada ocurriera, como si yo no existiera siquiera. Ignoraban mi presencia, pero yo no hacía lo mismo con la suya, debía estar atenta a cada detalle. Les miré uno a uno, decidida e intentando que no dudaran demasiado de mis intenciones, si atacaban antes de tiempo no lograría lo que intentaba.

- ¿Qué ocurre, señores? ¿Tiene problemas con éstos hombres?

Mi voz no temblaba. Miré a todos al pronunciar la primera pregunta, pero me fijé en el comerciante cuando elaboré la segunda. Él bajó la mirada, temeroso de que si se quejaba los otros le dañaran. Al parecer, ninguno de ellos conocía mi rostro. No parecían de Konoha, tal vez renegados o simples habitantes del mundo que no pertenecían a ninguna villa en concreto. Miré una y otra vez los rostros de cada uno de los hombres, mientras alguno dudaba en qué contestar y otro dejaba la tarea para contemplarme a mí también. Ya no había ninguna persona llevando mercancía de un lado a otro, simplemente esperaban a ver la reacción de alguien. Tal vez la mía, tal vez la de alguno de sus camaradas. Finalmente, pude escuchar la voz del más cercano, con un tono semejante al usado normalmente para burlarse de alguien. Tal vez también con desprecio.

- No te entrometas en nuestros asuntos, tal vez tu madre se enfade si descubre que eres una entrometida.

Las risas llegaron a mis oídos momentos después, yo simplemente sonreí y me acerqué sin prisa hacia el hombre. Éste no se movió del sitio, extrañado al contemplar mis acciones. Cuando estuve a un metro de distancia de él, saqué una mano de la capa y una lámina de cristal rosado apareció en ésta con la forma de una espada. No tardé más tiempo en clavarle el filo en el estómago al hombre, que por su expresión no se lo había esperado. Los demás dudaron un momento, tal vez el que yo tenía delante era su líder. Seguramente no sabrían si actuar o no, por tanto ese era momento de que apareciera mi amiga y diéramos su merecido a todos ellos. No eran buenos ninjas si no se caracterizaban por su rapidez a la hora de defenderse los unos a los otros, o incluso a sí mismos. Coger desprevenido a un ninja con supuestamente mucha experiencia en combate era muestra de sus malas costumbres a la hora de no estar preparado para combatir en cualquier momento.

- ¿Te sorprende?

Ahora era mi tono el que sonaba como si me burlara de él, y es que lo estaba haciendo. No me gustaron los modales que había mostrado conmigo al haberle preguntado yo. Simplemente me había dejado llevar, escondiendo tras mi apariencia de niña buena las intenciones que en realidad había tenido. Supuse que al haber clavado la espada en el estómago de uno de los maleantes Sonzu daría por hecho que eso era la señal para actuar.

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Mensaje por Sonzu~ Lun Ene 14, 2013 12:21 pm

Poco rato después de estar en mi escondite apareció la esperada pelirrosa. Ante su llegada, ladeé ligeramente la cabeza y le dediqué una leve sonrisa. Me preguntaba cómo sería el reencontrarse con una persona muy querida tras un largo periodo de tiempo. Yo me alegraba, o lo más parecido a eso, de volver a verla, pero era consciente de que había mucho deseo de por medio. Seguramente en su caso sería distinto y le agradaría la idea de estar con una vieja amiga. Una triste emoción se instaló en mi pecho con la idea de que no era a mí a quien quería ver, seguramente de saber que no era realmente Sonzu ni siquiera habría aceptado a venir. Lentamente el sentimiento se fue transformando, dejando atrás el azul tristeza y pasando a un intenso rojo ira, necesitaba echarle la culpa a otra persona y esa no era otra que la que por sus actos creó a la otra parte de mí. De no ser por ella, quizás habría tenido un presente, aunque no tenía claro cómo habría sido. Tuve que apretar la mandíbula para contenerme, aunque el ambiente de la misión me relajó bastante. Hacía mucho que no salía con un cometido concreto, más allá de los que ya estaban fijados de antemano y en los que nadie más salía beneficiado. Bueno, lo hacía por mí. Sin misión, no había ruta, sin ruta, no había infusiones, y sin infusiones me podía despedir del té.
Un objetivo entró en mi campo de visión evaporando todo pensamiento que no formara parte de algo imprescindible para realizar. Me esforcé en analizar por completo tanto al mercader como el material que transportaba, a pesar de que resultaba bastante obvio que era una de las personas a las que necesitábamos.

- Es nuestro hombre.

Informé en un débil susurro, muy segura, a mi compañera, seguramente confirmando el hilo de sus pensamientos. No pretendía desvelarle ningún tipo de información que no se llegara a imaginar, quizás incluso estaba pensando en voz alta. Acostumbrada a hacerlo dentro de la mente sin que llegara a oírme nadie más resultaba incluso raro compartirlo con alguien más. Cómo no, tuvo que aparecer una segunda persona en el camino, a pesar de que llegaba a contar cinco más escondidos, los cuales no habían salido aún a escena. El hombre parecía seguro de sí mismo, tanto que resultaba arrogante. Vestía ropas comunes y sonreía con cierta malicia. Al instante me pareció de esa clase de personas que no se dejarían controlar por mí misma y me caerían mal. Tuve ganas de darle latigazos, pero sin la más mínima pizca de placer, hasta que resultara una bolita hecha jirones asustada y obediente. Dicha sensación se acrecentó cuando se decidió a rajar la tela del carro del señor con una katana y el buen hombre no se defendió, sino que puso las manos en alto para no sufrir daños. Quizás no sea la persona más empática del mundo, pero de pequeña viví en una villa bastante hostil, con niños huérfanos que tenían que aprender a robar desde su más tierna infancia para poder vivir un día más. Y había cosas con las que no me gustaba que se metiera la gente, como era una persona honrada ganándose la vida honestamente. Más aún si la misma llevaba uno de los más exquisitos manjares de los dioses. Apreté la mandíbula y los puños, incluso Shika tuvo que contenerme para que no desvelara nuestra posición y me relajara. Cabe decir que no acepto las órdenes con facilidad, pero me lo tomé como una súplica, puesto que los consejos tampoco terminaban de convencerme. La dejé ir primero sabiendo que no me contendría lo más mínimo con aquellos tipos, así que suspiré pesadamente y solo avancé ocho metros en la espesura, tapados mis movimientos por las delatadoras pisadas en la arenisca tierra del sendero que mi compañera daba. Muy adelantado había un clon mío que había lanzado antes incluso de que ella viniera y pudiéramos ver a los comerciantes en el camino, además se había desplazado con una pequeña cantidad de chakra en los pies para no advertir de su presencia, así que se podría decir que había hecho un poco de trampas y no demoraría en tomar el control de la situación si me apetecía. Como ya mencioné anteriormente, no se me daba bien acatar órdenes.

Ella avanzaba sin prisa y con seguridad, la justa y necesaria para no resultar arrogante, como el tipejo que se hacía llamar ladrón. Analicé con cuidado los gestos de cada uno de ellos, hasta mí llegaban los débiles murmullos de sus voces. Alguien con poca experiencia tal vez no habría distinguido con claridad las palabras, pero tenía algo de práctica con eso de curiosear conversaciones ajenas, y si me las veía muy mal siempre podía leerles los labios. Desde luego mi vista estaba bastante más desarrollada que el oído. No habló en tono hostil y se mostró más bien amable, lo que no me extrañaba debido a que siempre había conocido a Shika como una persona risueña y desenfadada. Eso sí, una de las peores cosas que posiblemente puedan ocurrirte sea enfadar a una persona que difícilmente suele estar de esa manera. No dejaría de ser un experimento divertido, de eso estaba segura. Por otro lado, la respuesta fue mucho más desagradable, y cómo no, la formuló el que no me caía bien. Estaba harta de esperar y el cuerpo me pedía un poco de acción. Tenía los músculos tensos, preparados para saltar, como un depredador acechando a su presa. Sin embargo no fue necesario. Segundos después ella sacaba una mano de debajo de la capa con una afilada y rosada espada de la misma y se encargaba del tipejo, clavándosela en el estómago. Me hubiera gustado acabar con él a mí, pero todavía quedaban suficientes marionetas con las que divertirme un rato. Aprovechando el desconcierto del momento comenzaron mis acciones y las de mi clon.
Mi otro yo, que se había llevado los dos kunais que me pertenecían, se encontraba en el borde del camino. Éste no era muy ancho, de tan solo cinco(5) metros. Había dos chicos más atrasados, a dos metros de ellos se encontraban otros dos, los cuatro en medio del camino, y por el lado contrario estaba el miembro restante. Hizo un sello con ambas manos y en un movimiento más rápido de lo que deberían predecir, si los datos que había intentado analizar de ellos no eran erróneos, aparecería tras sus espaldas y les clavaría un kunai en la cabeza a cada uno, produciéndoles una muerte instantánea. En el proceso no había tardado ni un segundo, la velocidad era mi elemento y no la desperciaba, así que mientras seguía corriendo hacia su posición por la espesura torcí el gesto. Había jugado muy poco con los chicos, qué aburrido. Por mi parte tardé tres segundos y medio en recorrer las distancias, mientras había hecho un sello con ambas manos atrapando a los dos chicos juntos en un lodo de barro. Esperaba que Shika no se demorara en acabar con el quinto, el único que debía quedar ileso por entonces. Cuando llegué al lado de los dos daría un fuerte puñetazo en la cabeza de ambos con los puños, calentados con anterioridad con una técnica katon que había usado para subir la temperatura a ambas extremidades, ayudándome a causar daños mayores. Uno de ellos quedaría inconsciente al instante.

- ¿Pero habéis visto lo que habéis hecho? ¿¡Cómo se os ha ocurrido? ¡Son unos Celestial Seasonings! ¡Y los tratáis cómo si nada!

Espeté enfurecida, recalcando mis palabras con más ataques físicos hacia el hombre que permanecía hundidos hacia la cintura. En un segundo habría lanzado una rápida ráfaga de tres puñetazos más hacia uno de ellos, que permanecería inconsciente de no ser que hiciera algo por evitarlo. Mi clon se encargaría de rematarles clavándoles las ensangrentadas armas en el pecho para asegurarnos de que no molestaban de nuevo.

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Mensaje por Shika Miér Ene 16, 2013 6:22 am

Palabras:

Sonzu apareció rápido, en el momento en que yo clavaba la espada de cristal en el estómago del que parecía haber sido el líder. Al parecer había hecho un clon antes incluso de que yo llegara, por lo cual no me había dado cuenta de ello hasta que éste apareció en el camino y se deshizo de varios maleantes. Ella se encargó de otros y yo rodeé el carro para alcanzar al único que faltaba. En el mismo momento en que le vi, a diez metros de distancia de mí, hice un sello con ambas manos y las espinas de cristal comenzaron a salir del suelo formando un pasillo en su dirección. Sonreí cuando impactaron, habíamos cumplido el primer objetivo de la misión, puesto que al parecer ya estaban todos los malhechores muertos. Me disponía a subir todas las cajas de mercancía que había sobre el suelo cuando la tierra comenzó a temblar. Apremié al mercader para que se diera prisa en partir, aquello no me causaba una buena impresión. Le dije que pasara por el edificio del Hokage una vez llegado a la villa y, en mi nombre, pidiera el dinero de las cajas que faltaban, yo me las arreglaría para llevarlas hasta su destino.

Éste asintió al descubrir de pronto quienes le habían salvado del ataque de los bandidos y obedeció las órdenes, o más bien consejos, que yo le había dado. Vi el carro tambalearse mientras avanzaba por el camino, pero cuando el suelo se rajó separándonos a Sonzu y a mí no pude seguir revisando que el comerciante se marchara sin riesgos. Pero al menos parecía que ya estaba fuera del rango de peligro. Salió del suelo lo que parecía un gusano, con una boca llena de puntiagudos dientes y el cuerpo cubierto de tentáculos, los cuales tenían pinchos también. Un escalofrío recorrió mi espalda, momentos después salieron otros dos tentáculos frente al monstruo anterior. Mi expresión pasó al pánico mientras los recuerdos recorrían mi mente, presentándose ante mí como una gran cantidad de agujas que se clavaban en mi cuerpo y me producían un gran dolor. Estaba confundida, así como aterrada. Supuestamente lo ocurrido en el examen Chunin formaba parte del pasado, pero ahora el miedo volvía y se clavaba en mi mente, esforzándose en hacer un agujero que absorbía mi positividad.

No pude reaccionar ante el golpe que me propinó uno de los tentáculos grandes, el cual me lanzó varios metros hacia atrás. El dolor estaba presente, aunque aún era capaz de ponerme en pie y luchar. Me incorporé como pude, pero algo en mi interior me impedía avanzar. Mis pupilas se habían dilatado, mi mundo daba vueltas cuando me tapé los oídos y comencé a caminar hacia atrás, queriendo callar a las voces de mi mente. Cerré los ojos, queriendo evitar ver tanto las imágenes reales como las de mis recuerdos, pero las últimas seguían ahí. Con la mandíbula apretada, me preguntaba a mí misma qué clase de Kage era si así protegía los alrededores de mi villa. Una y otra vez buscaba la respuesta, pero no era capaz de encontrarla en ningún rincón de mi mente. Mientras tanto, la criatura que se había abierto paso a través del suelo atacaba una y otra vez con los tentáculos que salían de su boca a mi amiga, lanzando una gran cantidad de latigazos provenientes desde todo el alrededor de Sonzu. Ella estaba demasiado cerca del horrendo monstruo, yo estaba a unos aproximados quince metros de distancia. En un principio estaba a cinco metros, pero el golpe me había lanzado más lejos incluso de lo que en un momento había pensado.

Era patética, aterrada a causa de los estragos que cada recuerdo producía en mi mente, incapaz de luchar contra una criatura que ponía en peligro mi vida y la de Sonzu. Aquello era como una pesadilla, como la peor de las pesadillas que hubiera podido tener. Pero no podía quedarme de brazos cruzados, intentando evitar pensar en el hecho de que tenía tan criatura delante. Tenía que proteger a mi amiga, no podía arrepentirme después, como tanto tiempo al escapar del orfanato.

Alcé de nuevo la vista, el monstruo había intentado golpear a Sonzu con el cuerpo una vez, clavándole cuatro espinas si llegaba a conseguirlo, al tiempo con uno de los tentáculos grandes, con todos los de la boca había intentado darle latigazos, para después intentarlo también con tres del cuerpo. No sabía qué daño había logrado hacerle Sonzu, pero aún así me acerqué con rabia e hice varios sellos con ambas manos. Después, apunté a la criatura con la palma de la mano, lanzando así una esfera de electricidad que dañaría poco a mi nuevo enemigo si tenía en cuenta el aspecto que tenía, pero no importaba. Aquel era un comienzo, después le atacaría más veces si entre los ataques combinados aún quedaba con vitalidad.

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Daños de la criatura a Sonzu:
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Té,  hemos venido a salvarte Empty Re: Té, hemos venido a salvarte

Mensaje por Sonzu~ Miér Ene 16, 2013 9:46 am

Por más experiencia que suerte, mis ataques contra los cuatro ladrones surtieron efecto. Mi clon les clavó el ensangrentado kunai a los otros dos, que yacían inconscientes en el suelo, semienterrados en el mismo, para asegurarles la definitiva muerte. Me permití contemplarles un instante, aquellos que nos habían dejado. Yo misma les acababa de arrebatar la vida a cuatro de ellos, dos personalmente. Olía a la mezcla entre hierro y calcio, dulce y amargo. El reciente de las heridas la habría mantenido caliente. Mientras Shika se dirigía hacia la única persona que quedaba con vida, yo me aproximaba a las que ya habían dicho adiós a la misma y me inclinaba sobre ellas. Había salido a borbotones sobre su pecho, manchando sus ropajes con su peculiar rojo intenso. Sin capacidad de aguantar más la sed repentina que me consumía estiré mi mano y fui pasando el dedo índice por la herida, recubriéndolo del mismo color que bañaba la camisa del hombre. A nadie podía importarle ya. Con exquisito cuidado la llevé hasta mi boca y tragué, gota a gota, dejando que bajara sin prisa por mi garganta y el Yonbi estallara en júbilo. Recorrí con mi lengua el dedo escatimando cada centímetro del manjar y me levanté, con los recogidos kunais en una mano, teniendo en cuenta que los pasos de Shika podrían llevarla en breves momentos hasta aquí. Apenas me di cuenta de la conversación que tuvo con el vendedor, el té había quedado en un segundo plano. Escuchaba débil el último fluir de salida de la sangre, continuo como las olas chocando sobre la costa. Sonreí con los labios más rojos de lo habitual. Repentinamente fui consciente de que el carro del buen hombre se alejaba y volví a la realidad. No, mi té, ¿ por qué huía de mí? ¿Acaso le había asustado el acto que acababa de contemplar hacia el ya muerto? Yo que había venido hasta aquí para salvarle… Después volvería en su encuentro. Las infusiones de Celestial Seasonings eran de las más comerciadas, sobre todo de las personas que tenían un gusto decente en las infusiones. Como su nombre indicaba te llevaban al séptimo cielo en un remolino de sabores, dejando el mundo real atrás sin que te dieras cuenta. Personalmente eran las que más me gustaban, aunque las propias tenían un toque único. Para ello había que conseguir las especias necesarias para poder prepararlas, cosa que no ocurría todo lo a menudo que me gustaría, pues también llevaba su tiempo, del que a veces no disponía. Claramente era una mujer ocupada y tenía bastantes ocupaciones que atender (algo muy distinto era como se vieran dichos vicios). Contando con eso y restando las horas que me pasaba aburrida en la cabeza sin poder hacer nada, mi agenda se volvía apretada. Siempre me gustó como sonaba esa frase, por muy pijolera que sea. Juré que si se la oía pronunciar a alguien le pegaría una buena hostia, pero ¿quién no la ha pensado en cierta ocasión para reírse un tanto? La cuestión es que deberían alegrarse por tenerme aquí, cuan heroína rescatando a los habitantes y dejando a sus paladares cubiertos de una explosión de sabores. En cambio mi razón de llegada se alejaba en forma de carro por el mismo camino por el que había venido. Tuve que contener un gesto de fastidio para centrarme en la misión, porque hay un momento que le asola a todo ninja cuando acaba un trabajo y es que le parece demasiado sencillo. Esa extraña sensación de que las cosas van a ir irremediablemente a peor.No tuve mucho tiempo de lamentaciones, puesto que un temblor me puso alerta y el suelo comenzó a rajarse. Al otro lado estaba Shika, mientras que conmigo se encontraba mi idéntico clon. Lo que pudo parecer un acto de cobardía era para mí mero refugio, pues con un ágil movimiento que no tardó ni un segundo me eché fuera del camino, a cinco metros de la cosa, antes de que saliera el bicho que ya contemplaba en el suelo con mi Byakugan. Tales metros se fueron prolongando siete más mientras me apartaba con sigilo de lo que se nos venía encima. La expresión de mi compañera cambió totalmente al ver al gusano de proporciones colosales con diversos tentáculos por el cuerpo sacar parte de él a la superficie. Parecía que le habían clavado en el suelo del susto, sin moverse, escondida en un rincón de su mente demasiado aterrada para salir a la superficie. Apreté los puños molesta de su repentina inutilidad, a la vez que dividía mi mente en dos y mientras una parte de ella se preparaba para el combate otra buscaba razones para ese comportamiento. Por suerte el primer ataque que lanzó fue hacia ella. Ante la intensidad del golpe, mi cuerpo se tensó y la parte preparada para el combate comenzó a actuar más deprisa y centrada. Un bicharraco así, en medio de un camino de comercio, tan cerca de un pueblo como era Tanzaku no era buen signo de nada y me agradaba bien poco su presencia.

En cuanto reparó en mi clon no tardó en mostrar su molestia tampoco y se dirigió directo a atacar. Mi creación, que tenía bien claro su papel, esperó al último momento para hacer un sello con una mano. Estaba a un(1) metros de la criatura. Lo primero que ocurrió fue que activó un jutsu llamado cuerpo ardiente, que subió la temperatura de su cuerpo precipitadamente y habría abrasado todo lo que tuviera cerca. Al recibir el propio calor de su cuerpo, los cuatro sellos explosivos que llevaba mi otro yo, cosa con la que solía equipar a mis clones, detonaron con el aumento de temperatura y causaron una fuerte explosión. Donde más daños provocó fue en un radio de casi once(11) metros. Por suerte, ni yo ni Shika nos encontrábamos a esa distancia de donde se provocó y pudimos librarnos de los daños más graves. La onda expansiva, que no fue poca, si nos hizo recibir algunas heridas. Por suerte eran leves y no tardarían demasiado en curarse, además como Taijutser yo estaba preparada para recibir daños mayores sin inmutarme. En cuanto acabó la explosión, con la humareda aún levantada y el bicho debiendo estar aturdido, me levanté corriendo, avancé cuatro metros y posé las manos sobre el suelo un instante. Inmediatamente debió llegar hasta él una onda expansiva de chakra. Sin detenerme cogí una gran roca y la di un golpe en el aire, mandando hacia él los fragmentos de la piedra, que a la distancia a la que estábamos no tardarían segundos en llegar. Sin pensármelo dos veces, estando ya la nube de polvo a punto de extinguirse, hice que dos hilos de chakra salieran de mis manos. Como si me fuera la vida en ello comencé a girar agitando los hilos a mi alrededor, la proximidad con el monstruo hacía que con cada giro le golpeara con fuerza, y si la cosa se movía lo más mínimo yo lo hacía con ella. En algún momento vi que Shika le lanzaba una bola de rayos, pero no le presté demasiada atención. Solo me concentré en girar y golpearlo con rabia, con fiereza. Si me atacó repelía parte del ataque y encajaba lo mejor posible lo demás, pero no me paraba, en ningún momento lo hice. Cuando creí contar haberle dado un total de trece latigazos que deberían haberle dejado inconsciente, me detuve. Hasta que lo hice no me di cuenta de que aunque hubiera querido moverse y refugiarse bajo tierra no habría podido. Antes de que Shika apareciera, no hice solo un clon, sino dos, a pesar de haberme olvidado casi por completo de la existencia del segundo. Sin embargo el había cumplido con su misión ejecutando un sello con ambas manos que imitaba al sello que había usado yo con los dos ninjas, y habría mantenido al bicho atrapado en la tierra para que no escapara de mis ataques. Aunque a mí me había parecido una eternidad, sabía que en el fondo no había pasado demasiado tiempo. Mi velocidad era suficiente para dar una ráfaga de sesenta y cuatro golpes en unos segundos, así que unos latigazos no acabarían conmigo, por muy demonio de tasmania que me sintiera. Sin embargo la insistencia de los ataques me había cansado bastante, no estaba acostumbrada a hacer tales cosas. Si bien salía poco, escasas veces "malgastaba" mi tiempo utilizando las energías que me quedaban en desperdiciar chakra, vida y sellos explosivos. Al menos había recordado el examen chunnin en el que pude hacer mi apararición, aunque no tanto como me hubiera gustado por la presencia de Suzaku. Comenzaba a coger manía al pajarraco que me jorobaba tantas actuaciones y me recluía la mayor parte del tiempo que podía pasar junto a Viral en Rac Alainn. No me terminaba de gustar la posición que había tenido Shika al reaccionar de esa manera pero había hecho todo lo posible por superarlo y ayudarme. Sabía que para hacer algo así tendría que quererme bastante. Bueno, querer a Sonzu... En fin, no se podía pedir tanto, no todos podían ser tan perfectos como lo soy yo. Me detuve exhausta y esperé…

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Mensaje por Shika Jue Ene 17, 2013 10:24 am

Palabras:

Pude ver cómo mi amiga avanzaba sin miedo en dirección al monstruo, al igual que hacía su clon. Seguramente, por su mente pasaría el sentimiento de rabia y aquello le llevaría a atacar con tanto ímpetu a la criatura. Mis pensamientos, sin embargo, se basaban en imágenes del Chunin, recuerdos que encogían mi alma una y otra vez hasta acabar acurrucada en un rincón como una niña esperando a que sus miedos pasen. Mi mirada estaba vidriosa, no quería volver a vivir aquello, incluso superé como pude mi miedo y ataqué al monstruo, entre tantos ataques de la chica que permanecía al otro lado del camino. Recibí el daño de la onda expansiva, una gran cantidad de escalofríos recorrió mi espalda y mis pupilas se dilataban mientras yo, intentando mostrar seguridad, deseaba en mi interior que la pesadilla alcanzara su fin, que la criatura desapareciera y no trajera de vuelta los recuerdos de la prueba. No sabía si Sonzu se acordaba de lo ocurrido, si sabía siquiera todo lo que me había ocurrido a mí durante el tiempo en que había estado sola ante el padre de Negro Kun. Al menos debía suponerlo, habiendo visto que el monstruo que caminaba junto a mí cada día había salido de mi interior acompañado de otros once. Recordé la expresión de horror de los otros compañeros de equipo al mirarme, el dolor que había recorrido cada extremidad de mi cuerpo, que había entrado en mi mente y se había clavado como una espina que me dañaría a lo largo de una gran cantidad de años.

En mi mente notaba la presencia de Negro Kun, preocupado por los sentimientos que paseaban de un lado a otro y me hacían retroceder. Tantos pasos como segundos duraban las visiones que se presentaban ante los ojos de mi mente, tantos pasos como tentáculos lograba ver en mi mente y en la realidad. Mi expresión era de horror, de pánico. Tal vez mi amiga estaría indignada al haber visto mi comportamiento momentos después de que saliera la criatura de la tierra, pero yo ni tan siquiera tenía voz para explicárselo. Una vez que el cuerpo inerte de aquel monstruo tocó el suelo, mis piernas cedieron y yo caí de rodillas ante la enorme criatura. Me dolía cada parte del cuerpo después de haber recibido un golpe bastante fuerte y una onda expansiva, pero el dolor que de nuevo se había instalado en mi mente era el peor que sufría en ese momento.

Me tapé el rostro con las manos sin querer ver lo que tenía delante. No lloraba, no tenía fuerzas para hacerlo. Mis ojos estaban abiertos como platos, mi boca entreabierta mientras yo intentaba respirar con dificultad. Mi cuerpo temblaba aunque no tenía frío, aunque la criatura que había tenido delante yacía sin vida en el medio de un camino que no podría utilizarse hasta que se apartara aquel cuerpo. Debía llevar las cajas de infusiones que habían quedado a ambos lados del camino hasta la villa en que el mercader esperaba. Con un gran esfuerzo, me puse en pie y caminé hasta el lugar en que cinco cajas esperaban. La expresión de mi rostro no cambiaba, mi mirada permanecía perdida mientras yo pensaba en cómo llevar la mercancía a su destino. Yo no era comerciante, no tenía carro, no tenía fuerza suficiente para llevar aquello a rastras. Se me olvidó por completo siquiera el hecho de que mi amiga estaba allí también, mi mente se centró en la tarea que tenía que cumplir. Tal vez era para dejar de pensar en lo ocurrido, tal vez no, pero ante mis ojos simplemente se veía la imagen de cinco cajas de té que debían ser transportadas hasta Konohagakure. Allí ya no había nadie que saliera de sus casas, por lo que permanecí durante un rato mirando la madera mientras mis manos, así como el resto del cuerpo, temblaban. No podía parar de temblar por mucho que apartara de mi mente las imágenes.

Tenía una tarea, en casa me esperaban. No, en el edificio del Hokage, allí debía llevar la mercancía y encontrarme con el hombre que había partido en el carro. Miré a un lado y a otro intentando encontrar la forma de llevar aquello hasta su destino, pero no la encontraba. Finalmente, concentré chakra en la planta de mis pies para crear un disco de cristal rosado con el que me las apañaría como pudiera para transportar aquello. Estaba junto a las cajas, por lo que después de crearlo simplemente tuve que empujarlo y controlarlo para que volara a una altura de medio metro junto a mí. Entonces, comencé a caminar por el camino. Pronto me acordé de Sonzu y la miré con una expresión interrogante en la mirada, no sabía si ella querría venir conmigo a Konoha o volvería directamente a Rac Álainn. Después, continué caminando hasta llegar a las puertas de la villa, donde había suficientes personas como para encargarse de finalizar mi tarea.

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Mensaje por Shika Jue Ene 17, 2013 10:27 am

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Rol de la misión:
— Bueno: Se entiende lo que el post quiere decir, no hay metarol ni manipulación de personajes, la expresión es buena, no hay errores gramaticales, repeticiones de palabras mal empleadas, muy pocos errores de ortografía.
Extensión:
— Larga: El doble del mínimo de palabras.

Largo + Bueno = hasta el 200% de la exp de la misión.

300 puntos de exp. y 1800 ryos. Con la promoción del evento de diciembre (x2 en experiencia y ryos) queda en:

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