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La sombra danzante.
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La sombra danzante.
El combate se realizó en poco tiempo, y como yo esperaba, el contendiente que dió el golpe de gracia no fue otro que Shichika, mi
compañero de peregrinación. Con un movimiento veloz como el aleteo del colibrí, asestó una poderosa patada en la cabeza de su
oponente tras liberar las pesas yobidashimasu de sus pies, pesas que yo llevaba en estos momentos, una en cada pié. Tras acabar
el combate trasladó el cuerpo inconsciente de su rival a la sombra que proyectaban las grandes paredes del templo, un lugar en el
que uno podía encontrar la paz y la sabiduría que yo buscaba. Eso me reconfortó, aunque sabía que Shichika nunca había estado a
favor de provocar la muerte de otro ser siempre que no fuera necesario, algo con lo que estaba de acuerdo con el.
Tras presenciar el final del combate me levanté de la arena del desierto, mientras que Shichika, quien no se había percatado de mi
presencia antes por el combate, se acercaba a mí persona.
-Hakuhei. Pensé que los vientos del este te habían llevado hacia el país del Fuego, no esperaba que nuestro reencuentro fuera tan temprano.
- Cierto es que he tardado poco tiempo en adquirir lo que buscaba de aquel recinto, pero no fueron los vientos los que me llevaron allí.
Tras terminar de hablar alcé un poco la mirada hacia el joven shinobi que reposaba en las paredes del templo y dije:
- Sin embargo veo que tu sigues dejándote guiar por esos vientos...
No me gustaba la decisión de mi compañero de seguir las "voces de la naturaleza", uno no se debe guiar por voces o caminos que no
sean creados por el. Sabía que nunca conseguiría hacerle cambiar de parecer, pero nunca dejaría de intentarlo. Excepto por ese aspecto
estaba orgulloso de realizar mi viaje con el.
Me acerqué poco a poco al templo, sin mediar palabra, pues tras el tiempo que habíamos pasado juntos el había aprendido a leer en mi
mirada lo que pensaba hacer. Me senté a la sombra que este proyectaba mientras añadía dos pesas más a mis piernas, esperando que
decidiría hacer mi compañero, por mi parte pensaba entrar en el templo para entrenar, y aprender la poca sabiduría que podía quedar en
el lugar.
compañero de peregrinación. Con un movimiento veloz como el aleteo del colibrí, asestó una poderosa patada en la cabeza de su
oponente tras liberar las pesas yobidashimasu de sus pies, pesas que yo llevaba en estos momentos, una en cada pié. Tras acabar
el combate trasladó el cuerpo inconsciente de su rival a la sombra que proyectaban las grandes paredes del templo, un lugar en el
que uno podía encontrar la paz y la sabiduría que yo buscaba. Eso me reconfortó, aunque sabía que Shichika nunca había estado a
favor de provocar la muerte de otro ser siempre que no fuera necesario, algo con lo que estaba de acuerdo con el.
Tras presenciar el final del combate me levanté de la arena del desierto, mientras que Shichika, quien no se había percatado de mi
presencia antes por el combate, se acercaba a mí persona.
-Hakuhei. Pensé que los vientos del este te habían llevado hacia el país del Fuego, no esperaba que nuestro reencuentro fuera tan temprano.
- Cierto es que he tardado poco tiempo en adquirir lo que buscaba de aquel recinto, pero no fueron los vientos los que me llevaron allí.
Tras terminar de hablar alcé un poco la mirada hacia el joven shinobi que reposaba en las paredes del templo y dije:
- Sin embargo veo que tu sigues dejándote guiar por esos vientos...
No me gustaba la decisión de mi compañero de seguir las "voces de la naturaleza", uno no se debe guiar por voces o caminos que no
sean creados por el. Sabía que nunca conseguiría hacerle cambiar de parecer, pero nunca dejaría de intentarlo. Excepto por ese aspecto
estaba orgulloso de realizar mi viaje con el.
Me acerqué poco a poco al templo, sin mediar palabra, pues tras el tiempo que habíamos pasado juntos el había aprendido a leer en mi
mirada lo que pensaba hacer. Me senté a la sombra que este proyectaba mientras añadía dos pesas más a mis piernas, esperando que
decidiría hacer mi compañero, por mi parte pensaba entrar en el templo para entrenar, y aprender la poca sabiduría que podía quedar en
el lugar.
Hakuhei- Renegado
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Re: La sombra danzante.
Kadzuki descansaba aún insconciente con la espalda apoyada en el templo y la cabeza echada hacia delante. Había tenido un breve encuentro con un shinobi experto en el combate cuerpo a cuerpo y se había notado su falta de experiencia. Lo dejó K.O de un golpe, sin siquiera poderle golpear él. Eso le dolía en su orgullo. Sin embargo, era un motivo más para mejorar y aprender. Algún día se tomaría su revancha, de eso no había duda.
Al cabo del rato abrió los ojos, recuperando la conciencia. Miró a su alrededor, y los vio ahí delante. ¿Cuánto tiempo había pasado? La última cosa de la que tenía memoria era de su intento desesperado de hacerle daño a su rival. Y sólo recordaba a una persona. ¿Desde cuando había dos? Intentó ponerse en pie, pero no pudo, le dolía todo el cuerpo. Gracias a su chakra eléctrico se recuperó algo más rápido de lo normal ya que mantenía activos sus nervios. Intentó decir algo, pero no le salían las palabras, así que volvió a cerrar la boca y se quedó mirándolos.
-Hakuhei. Pensé que los vientos del este te habían llevado hacia el país del Fuego, no esperaba que nuestro reencuentro fuera tan temprano.
- Cierto es que he tardado poco tiempo en adquirir lo que buscaba de aquel recinto, pero no fueron los vientos los que me llevaron allí.
Suspiró un poco al escucharlos hablar. Al parecer se conocían de antes, aquello iba a ser interesante, así que agudizó el oído, para prestar más atención a lo que dijeran a continuación.
- Sin embargo veo que tu sigues dejándote guiar por esos vientos...
No entendía nada de lo que hablaban, pero aún así estaba allí, y no podía moverse, así que no quedaba más remedio que seguir escuchandoles, y esperar a que reaccionaran sus músculos. El sol brillaba, y el viento corría en una brisa suave. Al menos, calor no iba a pasar, gracias a la sombra del templo en el que se encontraba apoyado.
Al cabo del rato abrió los ojos, recuperando la conciencia. Miró a su alrededor, y los vio ahí delante. ¿Cuánto tiempo había pasado? La última cosa de la que tenía memoria era de su intento desesperado de hacerle daño a su rival. Y sólo recordaba a una persona. ¿Desde cuando había dos? Intentó ponerse en pie, pero no pudo, le dolía todo el cuerpo. Gracias a su chakra eléctrico se recuperó algo más rápido de lo normal ya que mantenía activos sus nervios. Intentó decir algo, pero no le salían las palabras, así que volvió a cerrar la boca y se quedó mirándolos.
-Hakuhei. Pensé que los vientos del este te habían llevado hacia el país del Fuego, no esperaba que nuestro reencuentro fuera tan temprano.
- Cierto es que he tardado poco tiempo en adquirir lo que buscaba de aquel recinto, pero no fueron los vientos los que me llevaron allí.
Suspiró un poco al escucharlos hablar. Al parecer se conocían de antes, aquello iba a ser interesante, así que agudizó el oído, para prestar más atención a lo que dijeran a continuación.
- Sin embargo veo que tu sigues dejándote guiar por esos vientos...
No entendía nada de lo que hablaban, pero aún así estaba allí, y no podía moverse, así que no quedaba más remedio que seguir escuchandoles, y esperar a que reaccionaran sus músculos. El sol brillaba, y el viento corría en una brisa suave. Al menos, calor no iba a pasar, gracias a la sombra del templo en el que se encontraba apoyado.
Kadzuki Hatake- Chunin Kumo
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Re: La sombra danzante.
Las conversaciones con Hakuhei siempre eran estimulantes intelectualmente. El choque de dos ideas, que intentaban apropiarse de la mente del otro, pero sin llegar a la violencia ni la ira, era un reto constante que había aceptado gustoso tras conocer a su hermano de peregrinaje. En sus múltiples viajes habían conversado de mil cosas, pero al final siempre volvía el mismo tema, y era inevitable. Juntar en un viaje a alguien que escucha los caminos de la naturaleza con alguien reacio a creer que alguien le estuviera guiando más que él mismo era una situación generalmente problemática. Hakuhei, pensaba Shichika, es una persona excepcional en cuanto lo que sus habilidades se refiere, pero seguramente sería más feliz si abriera su corazón mas a menudo. Siguió observándole durante unos segundos, su cuerpo robusto era muy parecido al del propio peregrino, moldeado por su estilo de combate que necesitaba largas sesiones de entrenamiento físico y mental. Su ropa estaba compuesta por un kimono fino de color blanco, abierto en el costado derecho, cuyo brazo y pecho cubría con una camisa improvisada que acababa a mitad de pecho. Pero lo más vistoso del joven era su belleza de rasgos finos, lo que hacía que algunas personas lo confundieran con una mujer y su cabello blanco con mechones de varios colores, largo, recogido en una coleta que bajaba por la espalda hasta alturas inconfesables.
- Cierto es que he tardado poco tiempo en adquirir lo que buscaba de aquel recinto, pero no fueron los vientos los que me llevaron allí.- Respondió al comentario del peregrino, explicando el motivo de su llegada y, como siempre, rechazando la guía de la sabiduría.
En el fondo, aunque Shichika había olvidado la mayor parte de su pasado mediante la meditación, siempre había una espina clavada en todos los corazones, y el de el joven peregrino tenía nombre, aunque lo había olvidado. Pero siempre que hablaba con Hakuhei le venía a la mente esa persona, muy parecida en personalidad a su compañero. Quizás fuera por eso que viajaba junto al joven ateo, a pesar de sus diferencias.
- Sin embargo veo que tu sigues dejándote guiar por esos vientos...
Shichika cruzó la mirada con su compañero, sabiendo que quería que le siguiera al interior del templo, pero antes de comenzar a andar, se miró al chico que descansaba a la sombra de la roca, y le lanzó una cantimplora llena de agua, que con mucho cuidado por parte de su dueño, se había mantenido fresca en el desierto.
-Bebe, y cuando te recuperes, puedes venir y entrenar con nosotros.
Dicho ésto, entró tras Hakuei en la enorme sala de la torre. Estaba cubierta del polvo y arena y había poca visibilidad, pero era perfecta para el tipo de entrenamiento que a Shichika le gustaba hacer. El lugar tenía unos veinte metros de diámetro, siendo una habitación circular, era suficiente. En el pasado seguramente hubiera estado alumbrada por decenas de antorchas, pero hoy en día, su abandono había hecho que no quedara ni una, aunque las grietas y los agujeros en las paredes permitían entrar la luz para formar esa penumbra que había advertido al entrar. Sin cruzar más palabras con Hakuhei, el peregrino se sentó cerca de una pared, para no molestar a su compañero, adoptó la postura del loto y comenzó su meditación.
Mientras las palabras del mantra comenzaban a fluir por la sala, resonando en sus paredes como si en vez de uno hubiera diez hombres en medio del rezo de la tarde, Shichika se relajaba, olvidando las preocupaciones del mundo material y concentrándose. Imaginaba su mente como un círculo rojo en medio de un mar de negrura, estático completamente y cuanto más se concentraba, más claros eran los límites entre el círculo rojo y la inmensidad oscura. Tras un tiempo, consiguió el equilibrio perfecto de ambos, habiendo formado un cerco de color sin una pizca de negro, representando a su mente. Ahora solo tenía que moldearlo, como una espiral, un cono ascendió del círculo, taladrando los cielos negros con su brillo de color, sabiendo que nada podría detenerle mientras los límites entre el ego y el exterior estuvieran lo suficientemente compactados. En este estado de superación mental, comenzaron a aparecerle ideas sobre lo que debería hacer. Podía sentir los ocho puntos de su cuerpo que repartían el chakra por sus extremidades, llamadas comúnmente las puertas del chakra, sobretodo las dos primeras. Sabía que podría abrir la segunda sin necesidad de aprender la primera, pero no le gustaba alterar el orden natural de las cosas. En su ascenso por los cielos de oscuridad, el taladro rojo comenzó a expandirse, como si la pintura se disolviera, formando nuevas figuras en medio de tanta negrura. Había bosques, animales, ríos, grandes montañas y hasta personas. Eran el recuerdo de mil lugares que Shichika había visitado durante sus viajes. Hogueras en un claro de Bosque, frías noches en el País del Agua, caminos de montaña por las cercanías de Iwagakure, los largos y calurosos días del Desierto de Suna. Había miles de escenas que comenzaban a iluminar la oscura noche mental, mientras Shichika moldeaba la idea en su mente, dándole más y más sentido. Se basaba en un conocimiento mínimo, aprendido de algunos artistas marciales que dominaban ésta práctica, pero la única regla del aprendizaje era que cada persona era única, y por tanto el resultado de su esfuerzo sería diferente, por lo que el peregrino no solía entrenar movimientos ni técnicas de otras personas, sino que las adaptaba a sus posibilidades, sabiendo sus puntos fuertes y sus debilidades.
Las horas pasaron, o quizás fueron solo unos minutos pero cuando Shichika abrió los ojos y dejó de meditar, supo que estaba preparado. Miró a su alrededor para reconocer el área, pues había veces que al salir de su estado Hakuei ya no estaba donde esperaba o algo extraño había cambiado. El susurro del desierto le decía que los otros dos shinobis aún se encontraban cerca, pero con la penumbra tuvo que forzar la vista para verlos, acostumbrado a la oscuridad de sus párpados cerrados.
- Cierto es que he tardado poco tiempo en adquirir lo que buscaba de aquel recinto, pero no fueron los vientos los que me llevaron allí.- Respondió al comentario del peregrino, explicando el motivo de su llegada y, como siempre, rechazando la guía de la sabiduría.
En el fondo, aunque Shichika había olvidado la mayor parte de su pasado mediante la meditación, siempre había una espina clavada en todos los corazones, y el de el joven peregrino tenía nombre, aunque lo había olvidado. Pero siempre que hablaba con Hakuhei le venía a la mente esa persona, muy parecida en personalidad a su compañero. Quizás fuera por eso que viajaba junto al joven ateo, a pesar de sus diferencias.
- Sin embargo veo que tu sigues dejándote guiar por esos vientos...
Shichika cruzó la mirada con su compañero, sabiendo que quería que le siguiera al interior del templo, pero antes de comenzar a andar, se miró al chico que descansaba a la sombra de la roca, y le lanzó una cantimplora llena de agua, que con mucho cuidado por parte de su dueño, se había mantenido fresca en el desierto.
-Bebe, y cuando te recuperes, puedes venir y entrenar con nosotros.
Dicho ésto, entró tras Hakuei en la enorme sala de la torre. Estaba cubierta del polvo y arena y había poca visibilidad, pero era perfecta para el tipo de entrenamiento que a Shichika le gustaba hacer. El lugar tenía unos veinte metros de diámetro, siendo una habitación circular, era suficiente. En el pasado seguramente hubiera estado alumbrada por decenas de antorchas, pero hoy en día, su abandono había hecho que no quedara ni una, aunque las grietas y los agujeros en las paredes permitían entrar la luz para formar esa penumbra que había advertido al entrar. Sin cruzar más palabras con Hakuhei, el peregrino se sentó cerca de una pared, para no molestar a su compañero, adoptó la postura del loto y comenzó su meditación.
Om mani padme hum,
Om mani padme hum,
Om mani padme hu...
Om mani padme hum,
Om mani padme hu...
Mientras las palabras del mantra comenzaban a fluir por la sala, resonando en sus paredes como si en vez de uno hubiera diez hombres en medio del rezo de la tarde, Shichika se relajaba, olvidando las preocupaciones del mundo material y concentrándose. Imaginaba su mente como un círculo rojo en medio de un mar de negrura, estático completamente y cuanto más se concentraba, más claros eran los límites entre el círculo rojo y la inmensidad oscura. Tras un tiempo, consiguió el equilibrio perfecto de ambos, habiendo formado un cerco de color sin una pizca de negro, representando a su mente. Ahora solo tenía que moldearlo, como una espiral, un cono ascendió del círculo, taladrando los cielos negros con su brillo de color, sabiendo que nada podría detenerle mientras los límites entre el ego y el exterior estuvieran lo suficientemente compactados. En este estado de superación mental, comenzaron a aparecerle ideas sobre lo que debería hacer. Podía sentir los ocho puntos de su cuerpo que repartían el chakra por sus extremidades, llamadas comúnmente las puertas del chakra, sobretodo las dos primeras. Sabía que podría abrir la segunda sin necesidad de aprender la primera, pero no le gustaba alterar el orden natural de las cosas. En su ascenso por los cielos de oscuridad, el taladro rojo comenzó a expandirse, como si la pintura se disolviera, formando nuevas figuras en medio de tanta negrura. Había bosques, animales, ríos, grandes montañas y hasta personas. Eran el recuerdo de mil lugares que Shichika había visitado durante sus viajes. Hogueras en un claro de Bosque, frías noches en el País del Agua, caminos de montaña por las cercanías de Iwagakure, los largos y calurosos días del Desierto de Suna. Había miles de escenas que comenzaban a iluminar la oscura noche mental, mientras Shichika moldeaba la idea en su mente, dándole más y más sentido. Se basaba en un conocimiento mínimo, aprendido de algunos artistas marciales que dominaban ésta práctica, pero la única regla del aprendizaje era que cada persona era única, y por tanto el resultado de su esfuerzo sería diferente, por lo que el peregrino no solía entrenar movimientos ni técnicas de otras personas, sino que las adaptaba a sus posibilidades, sabiendo sus puntos fuertes y sus debilidades.
Las horas pasaron, o quizás fueron solo unos minutos pero cuando Shichika abrió los ojos y dejó de meditar, supo que estaba preparado. Miró a su alrededor para reconocer el área, pues había veces que al salir de su estado Hakuei ya no estaba donde esperaba o algo extraño había cambiado. El susurro del desierto le decía que los otros dos shinobis aún se encontraban cerca, pero con la penumbra tuvo que forzar la vista para verlos, acostumbrado a la oscuridad de sus párpados cerrados.
Shichika- Renegado
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Re: La sombra danzante.
[Off: Te salto Choco, tardaste demasiado D:]
-Bebe, y cuando te recuperes, puedes venir y entrenar con nosotros.- dijo el peregrino con el que anteriormente tuvo aquel desastroso enfrentamiento, mientras le lanzaba una cantimplora.
Cayó en su regazo, y tomándola, puesto que al fin parecía que podía moverse, la sopesó. Parecía estar llena, y por fuera el recipiente permanecía fresco, lo que indicaba que el líquido del interior de igual manera habría de estarlo. Suspiró y con cuidado de no derramar nada la abrió, acercando su nariz a la boca de la misma para comprobar si detectaba algún olor extraño. No es que fuera desconfiado, es que quería saber si era algún líquido desconocido, o por el contrario era agua. Pero no pudo encontrar ningún olor, por lo que supuso que lo que bebía era agua, y cuando acercó sus labios a la boca de la cantimplora, recibiendo así al fin el necesario abrazo de la humedad del agua en su boca tras un día sin haber bebido apenas, se sintió con ánimos y fuerza para intentar levantarse.
Sin embargo, una vez ya de pie y mirando a su alrededor, no encontró a nadie, el lugar estaba vacío, aunque sí se podían apreciar algunas huellas que llevaban directamente al interior del templo. Decidió acercarse, lentamente, por miedo a interrumpir algo de lo que estuviesen haciendo, cuando pudo oír una serie de cánticos, repetitivos, constantes, que indicaban que alguien ahí estaba meditando.
Kadzuki no podía estar quieto, aquella derrota le había herido profundamente en su orgullo, y tenía que arreglarlo. Recordó lo que en su etapa de estudiante leyó de uno de los manuales de técnicas de su profesor, sobre el Kage Buyou, o Danza de las Sombras.
''Mediante esta técnica suplementaria, el usuario es capaz de situarse a la espalda de su adversario gracias a un movimiento velocísimo, sin embargo, no se puede usar en el aire, si no en tierra, debido a que es un movimiento, no una teletransportación.''
Recordando aquello, Kadzuki entró en la sala silenciosamente, procurando no interferir en la meditación del peregrino, pasando al lado de Hakuhei, al que le dedicó una leve inclinación de cabeza, a modo de saludo, y situándose en el lado contrario de la habitación, se colocó frente a una columna, y a toda velocidad procuró seguir cada uno de los pasos para llevar a cabo el Kage Buyou, hasta realizarlo a la perfección.
-Bebe, y cuando te recuperes, puedes venir y entrenar con nosotros.- dijo el peregrino con el que anteriormente tuvo aquel desastroso enfrentamiento, mientras le lanzaba una cantimplora.
Cayó en su regazo, y tomándola, puesto que al fin parecía que podía moverse, la sopesó. Parecía estar llena, y por fuera el recipiente permanecía fresco, lo que indicaba que el líquido del interior de igual manera habría de estarlo. Suspiró y con cuidado de no derramar nada la abrió, acercando su nariz a la boca de la misma para comprobar si detectaba algún olor extraño. No es que fuera desconfiado, es que quería saber si era algún líquido desconocido, o por el contrario era agua. Pero no pudo encontrar ningún olor, por lo que supuso que lo que bebía era agua, y cuando acercó sus labios a la boca de la cantimplora, recibiendo así al fin el necesario abrazo de la humedad del agua en su boca tras un día sin haber bebido apenas, se sintió con ánimos y fuerza para intentar levantarse.
Sin embargo, una vez ya de pie y mirando a su alrededor, no encontró a nadie, el lugar estaba vacío, aunque sí se podían apreciar algunas huellas que llevaban directamente al interior del templo. Decidió acercarse, lentamente, por miedo a interrumpir algo de lo que estuviesen haciendo, cuando pudo oír una serie de cánticos, repetitivos, constantes, que indicaban que alguien ahí estaba meditando.
Om mani padme hum,
Om mani padme hum,
Om mani padme hum...
Tras oír aquello, se acercó aún más a la puerta, y se asomó, lleno de curiosidad. Vio como Shichika, el peregrino con quien se enfrentó estaba sentado, cerca de una de las paredes, en la postura del loto. La habitación en si estaba cubierta de polvo, con poca visibilidad, y debido al paso de los años y del desgaste producido por el descuido, el abandono, y el viento y la lluvia, habían hecho de aquél, antaño bello, lugar, un templo derruido, aunque solemne.Om mani padme hum,
Om mani padme hum...
Kadzuki no podía estar quieto, aquella derrota le había herido profundamente en su orgullo, y tenía que arreglarlo. Recordó lo que en su etapa de estudiante leyó de uno de los manuales de técnicas de su profesor, sobre el Kage Buyou, o Danza de las Sombras.
''Mediante esta técnica suplementaria, el usuario es capaz de situarse a la espalda de su adversario gracias a un movimiento velocísimo, sin embargo, no se puede usar en el aire, si no en tierra, debido a que es un movimiento, no una teletransportación.''
Recordando aquello, Kadzuki entró en la sala silenciosamente, procurando no interferir en la meditación del peregrino, pasando al lado de Hakuhei, al que le dedicó una leve inclinación de cabeza, a modo de saludo, y situándose en el lado contrario de la habitación, se colocó frente a una columna, y a toda velocidad procuró seguir cada uno de los pasos para llevar a cabo el Kage Buyou, hasta realizarlo a la perfección.
Kadzuki Hatake- Chunin Kumo
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Re: La sombra danzante.
Off: Bueno teniendo en cuenta el tiempo que lleva esto abierto y que ya los tres hemos aprendido las técnicas que aquí se entrenaban, voy a postear algo cortito para cerrar de una F***ing vez este tema.
Como ya esperaba, no recibí ninguna respuesta de mi hermano de peregrinaje. El y yo habíamos compartido el tiempo suficiente como para conocerle bien, por lo que sabía que se concentraría en su entrenamiento, dejando atrás todo lo demás. Lo cierto es que el hecho de viajar con alguien como Shichika siempre era un reto, tanto física como intelectualmente. Las disonancias entre nuestras creencias siempre salían a flote en nuestras conversaciones, dando lugar a una lucha por inculcar las ideas de uno en la mente del otro, que siempre acababa en empate. Mientras que yo terminaba de colocar las pesas en mis piernas, Shichika cogió una cantimplora llena de agua, que dirigió al joven que yacía en el suelo, todavía exhausto por el combate. Yo por mi parte me dispuse a entrenar las técnicas que teníamos pensadas, las cuales requerían una gran armonía entre cuerpo y mente. Los tres estuvimos hasta bien entrada la tarde, y tras conseguir nuestros objetivos cada uno se perdió entre los rayos del crepúsculo.
Como ya esperaba, no recibí ninguna respuesta de mi hermano de peregrinaje. El y yo habíamos compartido el tiempo suficiente como para conocerle bien, por lo que sabía que se concentraría en su entrenamiento, dejando atrás todo lo demás. Lo cierto es que el hecho de viajar con alguien como Shichika siempre era un reto, tanto física como intelectualmente. Las disonancias entre nuestras creencias siempre salían a flote en nuestras conversaciones, dando lugar a una lucha por inculcar las ideas de uno en la mente del otro, que siempre acababa en empate. Mientras que yo terminaba de colocar las pesas en mis piernas, Shichika cogió una cantimplora llena de agua, que dirigió al joven que yacía en el suelo, todavía exhausto por el combate. Yo por mi parte me dispuse a entrenar las técnicas que teníamos pensadas, las cuales requerían una gran armonía entre cuerpo y mente. Los tres estuvimos hasta bien entrada la tarde, y tras conseguir nuestros objetivos cada uno se perdió entre los rayos del crepúsculo.
Hakuhei- Renegado
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Re: La sombra danzante.
Cerrado al fin .
Blank- Kage Suna
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