[Equipos Sombra e Impacto] ~ Corazón Valiente ~

Copos de nieve… Gotas de sangre…

Poco recordaba sobre mi pasado, solo recordaba, como las gotas de sangre caían sobre la blanca y fría nieve, haciendo que el rojo se fundiera con el hermoso blanco, creando un pálido rosa… Blanco y rojo… Lo bueno y lo malo, el blanco, símbolo de pureza y luz y el rojo, sangre, dolor…

Hacía horas que había salido del coliseo, donde aquella endemoniada bestia nos había atacado, dejando inconscientes a el resto del equipo impacto, y finalmente me había quedado sola, sola, otra ves sola caminando por el país de la nieve, pisando aquella hermosa y pura nieve blanca, a cada paso que daba, sentía como el frio atravesaba las suelas de mis botas ninja, y llegaba a mis pies, sintiendo algo de frio en ellos, las huellas de mis botas, dejaban un rastro desde la salida del túnel que llevaba al coliseo hasta mi posición.

¿Cuánto tiempo había estado allí? ¿Porqué mis recuerdos de la infancia, comenzaban en el país de la nieve, con esa sangre en la nieve? Pero… ¿De quién era la sangre? Realmente nunca me había explicado por que motivo no recordaba nada antes de ese momento, ¿Porqué? No lo sabía… No sabía que había sido de la valiosa esfera, que habíamos protegido durante todas las pruebas. Caminé durante horas, hasta que finalmente hallé un mínimo pisco de esperanza, gente, shinobis que habían venido al examen estaban allí, sobre las rocas y la tierra, de posiblemente un derrumbamiento al que habían sobrevivido.

Me acerqué al grupo, entonces supe con certeza que eran genins como yo, realizando el examen a chunin, al ver a la joven del cabello violeta, con la que me había cruzado al llegar al recinto del examen, pero no la conocía, estaban ellos dos, acababan de despertar de su inconciencia, pero había uno que no despertó, los grupos estaban formados por tres o cuatro personas, ellos tenían un miembro menos en el equipo, y yo estaba sola, no veía mejor razón para colaborar, en una situación tan crítica.

.-Hola… Me llamo Haruno Nana, es un placer-.Dije sonriendo cálidamente, como de costumbre, a pesar de los arañazos, y las heridas que tenía de la última batalla, mi sonrisa era imborrable, e fijé en que estaban heridos, y me acerque para revisar sus constantes vitales.-Creo que deberíamos colaborar para la última prueba, no me apetecería enfrentarnos de ninguna manera-.En ese momento unas piedras se desprendieron, y un fuerte zumbido se pudo oír desde el interior del túnel que se había formado ¿Serían otra ves esos molestos avispones? Quizás eran los monstros a los que nos habíamos enfrentado en la primera prueba el equipo impacto, o quizás, era otro tipo de ser.

Me acerqué a la joven de cabellos violetas, seguramente no teníamos mucho tiempo.-Levanta este brazo un momento, por favor-.Dije levantándole con mi mano derecha, su brazo derecho, revisando cada parte de su cuerpo minuciosamente, tenia algunas heridas, y rastro de veneno, entendía su situación al parecer el veneno había arrasado en los chunin.-Pe-permíteme…-.dije colocando mis manos en su estomago, un chakra verde comenzó a emerger de mis manos sanando las heridas de la chica y restableciendo parcialmente sus constantes vitales, repetí el proceso también con el Sabaku que estaba a nuestro lado.-Siento no poder curaros mucho más, he gastado mucho chakra en estas pruebas-. Me disculpé.

Entonces, me acerqué a revisar al chico que aun seguía inconsciente, levante un poco su camisa para revisar sus heridas, me paralicé ante lo que tenía delante, el joven tenía una gema negra incrustada en el pecho, dentro de ella había una espiral roja, *No… blanco y rojo…eso es lo correcto* Pensé, aquel lugar, las estrellas que brillaban.-…Abuelo…-Susurré agachando la cabeza.

Ahora tenía los ojos perdidos, con la cabeza gacha, mirando solamente la nieve… blanco… Sin darme cuenta me dejé llevar y acabé en aquel lugar, de paredes y techos blancos, que brillaban intensamente… Blanco. Y aquella chica, ese “espíritu” que siempre había estado conmigo, de hermosos cabellos rojos, y profundos ojos azules… Rojo.

.-Nana… ya va siendo hora de que recuerdes todo…-.Dijo la chica desde su lejana posición.-Yo, soy “tú” o mejor dicho, soy una parte de ti-.Hizo una pausa, y continuó-…Vistes con tus propios ojos la muerte de tus padres, tu madre, en sus últimos segundos de vida, puso un sello en tu mente, apartando de ti la tristeza y el dolor que habías sentido desde ese momento para atrás, esa tristeza y dolor, soy yo, y el “candado” que me guarda es esta sala blanca en la que estamos ahora…-.Se puso en pie, de verdad era eso posible, ¿Había pasado eso realmente? .-Es hora de abrir el candado, y dejar que tus recuerdos vuelen libres-.Dijo, mientras se desvanecía, en esferas de luz, y la sala, que siempre había brillado comenzaba a apagarse, y a volverse oscura.

Entonces comencé a recordar. Solíamos frecuentar el país de la nieve, ya que mi abuelo y mi abuela, pertenecían a este lugar, estábamos caminando, tenía unos cinco años, mi padre y mi madre iban a mi lado, yo agarraba sus manos con mis manos que eran mucho más chiquititas, entonces me solté, quería empezar a caminar sola por aquella nieve blanca… los piecitos se me hundían en la nieve, en uno de los pasos que di me hundí tanto que caí en la nieve, ese día estaba nevando… me caí y puse mi cabeza hacia un lado, viendo como los copos de nieve se fundían en el suelo, entonces se oyeron unos pasos detrás de nosotros , me levante y me senté de rodillas para ver quien era, entonces… vi como los cuerpos, de mis padres caían, en la nieve, mi madre calló enfrente de mi.-Na-nana-chan… debes vivir…-. Dijo mientras levantaba su mano y posaba un dedo en mi frente, sellándome así mis recuerdos...-… Debes recordar, que lo blanco debe encerrar a lo rojo… y tu debes poseer ambas fuerzas…-.No recordaba sus últimas palabras, aun que no me hubiese sellado la mente, no las hubiese entendido, con solo cinco años, la sangre, que caía en la nieve, al comienzo de mi historia era su sangre.

Todo esto atornillaba mi mente, mientras kori y Marduck miraban como Alzack era “poseído” por una fuerza sobre natural… Las lágrimas salían de mis ojos, aun que era como si estuviera inconsciente… Seguí recordando cosas, recordando a mis abuelos, a mi abuela, diciéndome que fuera una chica buena sabia y responsable, y mi abuelo, en su silla, en la cabaña de el país de la nieve, contándome historias antes de irme a dormir, una en concreto, la de Yhun Corazóon valiente, una joven que se había enfrentado al demonio que amenazaba con destruir su poblado y que bajaba por una estrella de brillo rojo hacia el cuerpo que poseía en sus bajada a la tierra. En el cuento, para impedir que el malvado demonio poseyera a su recipiente, Yhun debía hacer un acto de infinita bondad, desterrándole para siempre de sus heladas tierras... Poco después mi abuelo murió por muerte natural.

Entonces volví a la realidad, donde Alzack acababa de soltar un grito con una voz casi paranormal, y entonces un millar de manos habían comenzado a salir, a envolverle, y debajo de él había aparecido un pentáculo. Ahora lo entendía, mi luz, había en cerrado mis recuerdos y mi dolor, la sala blanca, kairi, el chunin no solo me había enseñado mucho, me había devuelto mis recuerdos, y mi dolor. Me puse en pie, y observe la situación, aquella brillante estrella se había teñido de rojo, la gema se había vuelto roja por completo, Alzack se encontraba encima de un pentaculo, sostenido por manos, que impedirían que se moviese…* ¡Que se moviese!* Creía que había encontrado la respuesta, a como pasar la maldita tercera prueba y salir de allí de una ves por todas, ya tendría tiempo si vivía de pensar en todo lo que había pasado claramente.

.-Marduck-san podrías hacer una pared, y tapar esa salida de 3 metros, eso detendrá a los bichos un poco, nos dará un poco de tiempo-.Dije proponiendo una rápida estrategia.-Os explico, mi abuelo me conto hace mucho tiempo, que Yhum descendía desde una estrella con un destello rojo, descendía a la tierra para vencer al demonio que intentaba apoderarse del cuerpo de alguien, al final Yuhm corazón valiente, hiso una acto de pura bondad y hecho al demonio de sus heladas tierras…-.Conté la historia rápidamente, Alzack podía estar en peligro y salvarlo era la prioridad ahora. Me puse a pensar ¿Qué debíamos hacer…? Expulsar a el demonio de sus heladas tierras… expulsarlo… entonces me di cuenta de lo que creía más coherente.-Supongamos que Alzack-san es la persona que esta siendo poseída por el demonio, y que ese pentaculo que está debajo de é, es “el territorio helado del que debemos echarle” creo que debemos sacar a Alzack de es pentaculo, y así liberarlo, kori-san atrapa a Alzack con tus sombras cuando te de la señal-.Dije, debíamos trabajar en equipo era lo más normal.-Creo que es lo que hay que hacer… confiad en mi-.Sonreí.

El viento comenzó a soplar, agitando la capa de mi aldea, y mi cabello bruscamente, entonces, hice un sello con la mano derecha y la estiré al ritmo del viento hacía ese lado, enguantada, como siempre entonces cubrí de chakra que se iba afilando en la punta de mis dedos, formando una cuchilla increíblemente precisa, comencé a correr, en dirección a el pentágono donde se encontraba el joven Alzack, contaba con Marduck para lo que venia ahora*Todo saldrá bien si nos coordinamos adecuadamente*Pensé, en cuanto llegara al pentágono atacaría con el bisturí de chakra, o esa ara la idea que tenía pensada.

Gastos daños y curas

Spoiler:

Jutsus usados

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Jutsu aprendido

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Me desperté de un profundo sueño, y me incorporé en cuanto pude quitarme algunas piedras que tenía encima de mí. Estaba en el suelo, me dolía todo y estaba desorientada, pero aún así me levanté a ver lo que me rodeaba.
Los gusanos habían desaparecido, al menos por ahora. ¿Había terminado ya todo? Lo dudaba. A mi lado, Marduck se despertó. Parecía tan desorientado como yo.

El paisaje sólo ofrecía soledad y desolación; no teníamos un peligro al que combatir, ni nada que hacer, más que esperar a que nos dijeran que habíamos terminado el examen, a que apareciera algo que sería la segunda parte del examen, o a morir abandonados. Dábamos pena de lo mal que teníamos el cuerpo debido a los golpes y a todo lo que había sucedido anteriormente.

Apareció una chica, tenía el pelo rosa, y se presentó. Su nombre era Haruno Nana; me sonaba de algo, quizás la había visto antes, pero seguí escuchando lo que decía. Se ofreció a curarnos, y yo acepté, dado que si no lo hacía, estaba demasiado expuesta en caso de un segundo peligro. A situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

-Yo soy Kori –dije cuando se acercó a curarme.

También curó a Marduck; estábamos los dos mejor que antes, aunque todavía podríamos estar mejor. Tenía ganas de acabar ya con esto, de volver a casa, de descansar durante una temporada, y luego volver a entrenar. En eso consistía mi vida.

Había muchas estrellas en el cielo, en especial una brillaba con mucha fuerza. Me alegré de ello pues así podría hacer sombras, ligeras, pero cualquier fuente de luz me era útil para realizar sombras.

Alzack acaparó mi atención; tenía una gema roja, y se levantó, como poseído, a la vez que miles de manos le sujetaban. No podía permitir que le hiciesen daño las manos, por lo que, aprovechando la luz de las estrellas, realicé un sello e hice Kagemane no Jutsu, para envolver a Alzack con mi sombra, ya que me encontraba a menos de diez metros de él y la luz me daba en la espalda, y poder hacer que él mismo luchase contra lo que le hacía daño.No se me ocurría otra cosa mejor que hacer. Me moví, sabiendo que él también se tendría que mover conmigo, y esperé a ver qué sucedía. Estaba visto que el examen no había finalizado aún, y estaba decidida a, dado a todo lo que había sufrido ya, superarlo.

Marduck decidió taponar la cueva, cosa que me pareció lo más correcto, pues así, en caso de que algunos gusanos decidieran volver en nuestra busca, no lo tendrían fácil.

info:

gastos y daños:

jutsus:

Cierro los ojos un instante para completar la preparación del inconmensurable jutsu que tengo entre manos, uno que ha necesitado un segundo de mi tiempo en forma de imaginación en la mayor pureza de su esencia. Agua, cantidades infinitas de ésta volando a cientos de metros sobre nuestras cabezas, no en forma de nubes sino de un infinito océano celestial, sin vida alguna pero con cada una de las sales que conformaban el especial sabor del agua marina que bañaba las orillas del País del Agua. Ese mismo fluído que tantísimas veces me había envuelto cuando iba a nadar cada mañana al mar, ya podía casi olerlo. Millones de litros que se movían con las corrientes habituales en una basta cantidad de agua, que tapaba las estrellas a excepción de una, enorme y roja, teñía el mar celeste de un rojo oscuro haciéndolo parecer sangre... Un océano de sangre. Tan concentrado me encontraba elucubrando lo que sellaría este país maldito y congelado para siempre, que no me percaté de las violentas convulsiones que el Renegado Alzack sufría, haciendo temblar su cuerpo como si estuviera siendo sacudido con la fuerza de tres hombres fornidos. Fue en el instante en que abrí los ojos, teñidos de un rojo sangriento, a juego con las lágrimas del mismo color que caían de ellos, cuando dos sucesos parecieron aniquilar el límite entre la realidad y eso que hay más allá de tus sueños.

Lo primero, y más vistoso, fue una lluvia torrencial que pronto se transformó en aguacero y que en pocos segundos inundaría hasta la altura de un kilómetro toda la planicie. Esperaba que los Shinobis sensores del recinto en el examen hubieran sentido la perturbación y estuvieran evacuando con Jikujutsus a todo el mundo, pues si no, los heridos al menos, seguramente serían barridos de la llanura sin piedad. Solo le quedaba confiar en sus Shinobis de Kirigakure, expertos en el arte del Suiton. Décadas más tarde, el País de la Nieve sería recordado como País del Mar Helado, por el colosal mar cubierto por hielo que cubría la mayor parte de su superficie. El segundo evento, que causaría la destrucción y maldeciría irremediablemente las tierras que estaba pisando en ese momento, fue el ver con mis rápidos ojos, como la gema incrustada en el pecho de Alzack salía despedida de su interior y del hueco infinidad de niebla oscura surgía. Tenía que sacar rápidamente a los chicos de aquí o sería demasiado tarde para salvarles, así que hice un sello con ambas manos tras morderme el pulgar y las planté en el suelo rápidamente. En un increíble gesto de compenetración conmigo, Okiigama, el sapo líder de los guerreros del Monte Myobokuzan, apareció tras nosotros, abrió la boca agarrando a los cuatro jóvenes y desapareció en medio de una nube de humo. La lluvia se había convertido ya en una inundación pues el agua ahora se precipitaba con todo su peso sobre Suzaku y mi propia cabeza. Con un destello rojo, la mujer de gafas rojas desapareció, sabiendo que nada podía hacer aquí, seguramente iría a observar que el resto de los enviados del imperio estuvieran ilesos. Por mi parte, y para protegerme del inminente golpe que toneladas y tolenadas de agua cayendo desde cientos de metros me procuraría, alcé a mi alrededor una esfera de agua de trece metros de radio, invocando mentalmente las branquias del elemental jutsu de la Respiración Subacuática, en mis mejillas, y rodeándome de chakra tal y como el jutsu de la Velocidad del Delfín me había enseñado, me lancé a toda velocidad propulsado en mi ambiente ideal, complemente cubierto por agua, a enfrentar el choque, que se produjo a ochenta (80) metros de distancia con el suelo, cuando finalmente todo el campo de batalla, quedó inundado. Me había desviado en diagonal hacia el lado contrario del que había salido disparada la gema de Alzack, no solo por precaución, sino por que sería mas fácil desafiar a la gravedad de esta forma que totalmente en vertical, y como desesperado intento de huir de la niebla etérea que estaba comenzando a cubrirlo todo, pero a mitad de camino me alcanzó dañando mi cordura y mis muros interiores gravemente. Podía sentir como decenas, si no miles, de almas torturadas tiraban de mi esencia y la desgarraban lo más que podían con el simple contacto. Aunque en la realidad estaba recorriendo los metros que me separaban hasta el choque con el océano volador que se precipitaba, mi mente, en lo más profundo de mi subconsciente, se había disparado en alerta sintiendo como las puertas que sellaban el demonio de mi interior se tambaleaban peligrosamente. En los pocos segundos que tardé en llegar a los ochenta metros de altura, toda una odisea sucedió en mi mente...



De nuevo aquel lugar oscuro y baldío, cubierto de la obscuridad más profunda y serpenteado de pequeños arbolillos blancos mustios, en cuyo centro se encontraba la colosal pirámide de brillante oro, pero esta vez, diferente. Brechas enormes recorrían el suelo, proyectando desde su interior un intenso fulgor rojizo maligno, el mismo destello que surgía de aquella distante estrella que mis ojos veían en la realidad en ese mismo momento. Y la misma niebla oscura que amenazaba con destrozarme en pocos minutos si permanecía demasiado tiempo en su interior surgía de las grietas en mi subconsciente, comenzando a inundarlo, acercándose hacia la pirámide, así como hacía tiempo la bestia de colas había venido a por mí hasta la pirámide. Aquella vez Garudá me había salvado, pero sabía que esta vez no podría esperar la ayuda de nadie, estaba solo en el interior de la estructura piramidal de oro, sentado con las piernas cruzadas en la sala central cúbica de veinte metros de lado, sobre el pedestal central observando fijamente la puerta por la que acudiría mi enemigo mientras meditaba, tratando de reforzar mi voluntad más allá de lo que sabía que podía mantener. En mi espalda, podía sentir como la cerradura que sellaba a mi bijuu, o mi maldición, como sería más adecuado nombrarlo, se forzaba y chasqueaba, como la tinta que había quedado completamente sellada sobre la enorme cicatriz en aspa que me cruzaba completamente la parte trasera del torso comenzaba a borbotear amenazando con desbordarse y romper el vínculo que Suzaku había reforzado con su poder purificador. En mi mente volvía a oír la voz de la bestia, riendo y gritando con la locura que generalmente adquiría en sus intentos por doblegarme ante su voluntad y poder. Hasta ahora siempre la había rechazado, escondiéndola en un lugar tan profundo de mi Ego que ni yo pudiera oírla, pero su influencia estaba comenzando a aumentar poco a poco... perdía el control de mis propios pensamientos.


La sala de oro, el mundo de mi mente, e incluso la relativamente continua noción de la realidad mil veces ralentizada que era capaz de captar con mis verdaderos ojos habían desaparecido. Bajé la mirada para observar mi cuerpo, pero no había cabeza que mover ni cuerpo que encontrar, tan solo una presencia que reconocía como mía palpitando y brillando con la fuerza de quien desea luchar por seguir con vida más adelante. Frente a mí, un abismo oscuro infinito que tomaba la forma de río, uno que pude reconocer perfectamente, pues era el viejo río que cruzaba al lado de la aldea donde había vivido con mis padres en mi más tierna infancia, esta simple superficie de agua que no tenía ni profundidad ni fuerza, sin embargo representaba al mayor de mis miedos. Recordé las historias de como los hombres que se internaban en el río aguas arriba nunca volvían y el eterno miedo de que justo esto les pasar a mis padres, que trabajaban en el molino, aguas arriba. El temor que, desde que tengo uso de razón, asolaba mi mente y mi corazón, y que finalmente, pocos años después de que ocurriera el primer recuerdo del que tengo consciencia, se transformó en la realidad de mi vida. Me quedé solo, sin familia, sin amigos, sin río. Solo yo, rodeado de extraños y con la tremenda carga de saber que todos los que me habían amado murieron comprando mi supervivencia. Mi alma me decía que debía cruzar el río si quería salvarme de la desolación maligna que me perseguía, de la niebla oscura y del demonio de dos colas. Para resolver los problemas del mundo primero debía resolver los míos propios, pero no encontraba en mi interior la fuerza necesaria para dar el primer paso en el río de oscuridad y luchar por llegar a la otra orilla. Mi esencia vibraba entonando la canción de mi alma, que se expandía en todas direcciones, haciendo que la oscuridad que me aterraba se acercase cada vez más y más a mí, atraída por mi desesperación.

Naturaleza, alimento, cielo y hogar.
su influencia me ha guíado,
a conquistar toda montaña que viera,
pero nunca he cruzado este río...

Bravo el bosque, brava la piedra,
bravo el viento helado y el fuego,
bravos todos y a todos he vencido,
sin embargo estoy indefenso frente al río.

Ángel, ángel, ¿Qué he hecho mal?
He enfrentado temblores, viento y fuego,
he conquistado tierra, corona y trono,
¿Por qué no puedo cruzar el río?

Todo mi poder, una vez más de nada me servía sin la fuente de la motivación que me hacía utilizarlo, pero esta vez ya no era un niño, ni un ciego. Esta vez no estaba solo.

Desde la orilla contraria a la mía, una fuerte esencia creada por la más pura de las luces brillaba con una intensidad que variaba a cada segundo, como si intentase comunicarse conmigo. Al instante reconocí esa luz, pues cada mañana había iluminado mis días dándole sentido a la locura en que se había convertido tras su marcha, tan solo con una mirada y dos palabras que hacían que todo mi cuerpo se estremeciera de angustia, miedo, amor y felicidad. Al proyectarme hacia ella, comenzándome a adentrar en el lúgubre río, pude al fin "oír" la canción que su corazón entonaba para mí.


No recuerdes las batallas ganadas,
necesitarás más que fuerza e ira.
abre tu corazón y manos, hijo mío,
o nunca atravesarás el río.


Al llegar a mí su canción, algo en mi interior comenzó a funcionar tras largos años de letargo, y frente a mí, al otro lado del río que ya había recorrido hasta llegar a su zona mas profunda y violenta, vi como una luz se encendía a la derecha de mi Madre. No era de un tono tal puro como ella, sino que bordeando al suave malva que la componía había ribetes de elegante dorado y ardiente rojo, e incluso vetas de un naranja intenso desde su propio centro. Desde que me quedé solo, tan solo ella había logrado abrir mi corazón para sostenerlo entre sus delicadas manos y depositar un dulce beso de amor en su herida carne, solo ella podía atisbar más allá de mi arisca mirada, traspasando cada una de mis mentiras creadas como barrera para defenderme del dolor, sin romperlas y fundirse conmigo siendo mi nueva dulce razón para llevar a cabo mi destino. Ella había venido también para apoyarme, y tal y como había prometido aquel día, no estaba solo.

Harán falta más que palabras y armas,
mucho más que riqueza y fuerza,

Cantó ella, uniéndose a la voz de mi madre en una sintonía divina que guiaba mi alma en la dirección adecuada, esquivando los peligros que el río me tendía, dispuesto a hacerme caer en su tenebrosa tortura, cuyas aguas furiosas por mi nueva fuerza se encabritaban formando pequeñas olas que golpeaban mi esencia rudamente, pero nada importaba, pues mi verdadera fuerza no estaba en mí, sino en lo que las personas que más amaba despertaban en mi interior. Una nueva voz, la más parecida a la de un ángel que jamás había oído, más aguda y suave que las dos anteriores se unía a las previas, con una vibración en rosa intenso, con el calor de la responsabilidad y la familia impregnadas profundamente en su melodía, pero con una infinita bondad.

Las manos de muchos deben unirse,
y juntos cruzaremos el río.

Muchas otras voces se unieron conforme me acercaba a la orilla contraria, en la que se encontraba el final de mi camino, entre ellas una profunda y fuerte de un tono azul muy intenso, otra parecida pero más clara y juvenil que resaltaba la fuerza con la que tiraba de mi alma en su ímpetu por compartir su felicidad general conmigo. Otra de color verde que escondía mucho más allá de lo que aparentaba se colocaba al lado de éstas, con una belleza exuberante, y un corazón valiente aunque atrevido y travieso. Incluso pude reconocer la mota dorada que aún cantaba con poca intensidad, pero que llegaba de lo más tierno de mis recuerdos, seguramente mi primer amigo, ya olvidado por el paso de las mareas del tiempo. Con la ayuda de todos ellos, logré cruzar el río, y en el momento en que salí del fango negro, todos nos unimos en uno, brillando intensamente hasta que no había más que luz.

Una vez más, me encontraba en la pirámide, sentado, esperando, observando. Una sonrisa recorrió mis labios, extendiéndose por ellos como un riachuelo que fluye tímido por las rocas de la montaña. Apoyé una mano en la rodilla, y con un ligero impulso me alcé orgulloso, siendo consciente del increíble don con que la vida me había bendecido. La sala del metal más precioso que existía destellaba con la luz de mil colores, Amarillo, Malva, Rosa, Azules, Verde, Dorado entre muchos otros, un mero reflejo de la fuerza que los lazos que había creado a lo largo de mi existencia ejercía sobre mi propio corazón, y sobre el mundo. En mi interior, la bestia rugió una última vez, pues cuando mi consciencia y la suya se cruzaron, no pudo soportar la intensa luz que ahora brillaba en mi interior, y simplemente se deshizo, formando parte de la gama infinita de colores que poblaban mi ser. Al asimilarla en mi interior, cesaron todas las amenazas, los gritos, las risas y el dolor, pero un conocimiento trascendental y profundo llegó a mi mente, sin quererlo la bestia. Existía en algún lugar, un reino en el que las almas de los muertos vivían tras su partida de la tierra, dejando atrás su cuerpo, y esta partida no era eterna, sino que los vivos podían usar el poder del Chakra para traerlos de vuelta si se cumplía las condiciones adecuadas. Se trataba por supuesto de un jutsu prohibido que no debía ser mencionado ni en los propios pensamientos por su implícito desprecio hacia la vida y la naturaleza, por lo que lo desterré por el momento de mis pensamientos, y me centré en proyectar mi mente hacia el exterior, ahora completamente clara y ajena al desgaste que la niebla maldita producía en mi carne.



Una explosión, el agua salada mezclándose con mi pequeña esfera, me sacó de golpe de mis pensamientos, que habían estado centrados en planear lo que haría con la aberración que ante mis ojos, a 80 metros, se había formado a partir de la niebla negra. Su inmensidad era increíble, pues eran más de noventa metros los que separaban su cintura que parecía surgir del mismísimo lecho marino, a su faz, cuyo ojo, el único visible, brillaba con el intenso resplandor lechoso que la gema había adoptado al momento de salir. Mi Sharingan me mostraba una extraña y perturbadora reacción del chakra ante la oscuridad, como si le temiera y decidiera rehuirle pero ésta lo absorbiera con aún más fuerza tragándoselo finalmente. Se había alejado treinta metros, lo que nos separaba a 110 y a pesar de que me encontraba a la altura aproximada de su cuello, pude ver, aún en la distancia, como sus movimientos eran lentos y torpes bajo el agua, pero rotundos, pues estaba alzando el puño al cielo. Sin dejar de aprovechar la oportunidad que el coloso me había brindado, y arriesgándome a una sola carta, supuse que su brillante ojo era la fuente de su poder, o al menos lo que lo mantenía ensamblado en este mundo, pues era evidente que tal maldad no podía ser oriunda de la propia tierra. Mi velocidad de sellado era tal, que en un simple instante fui capaz de ejecutar cuatro secuencias de sellos. Tres de ellas para formar clones con el agua que me rodeaba, la restante, que ejecuté antes, para llevar a cabo el jutsu conocido como Suiton: Suitenhofutsu. Los cuerpos de los cuatro Yoes se movían con la velocidad del delfín hacia el coloso, recortando las distancias mientras su puño se precipitaba contra el suelo, formando una masa ingente de oscuridad de la que surgían grotescas criaturas que quedaban flotando bajo la brutal presión del agua a tal profundidad, sin estar aparentemente adaptadas para la vida submarina. Estábamos ya a 80 Metros del gigante cuando los Uno de los clones y yo mismo sacamos brazos de agua de nuestras espaldas, brazos que se alargaron hasta apuntar al ojo de la bestia, y al tiempo, combinados con nuestros brazos originales, comenzaron a lanzar Suiton Suihachi con una cifra de 3 por brazo. Mientras tanto, los otros dos clones habían adquirido la pose de la serpiente en ambas manos y enfocaban rápidamente a cada jutsu ejecutado, ralentizando levemente los primeros de tal forma que todos se juntasen en uno solo con el triple de fuerza. Si mis cálculos habían sido correctos, y solían serlo, todos los jutsus chocarían en menos de cuatro segundos y medio en pleno ojo del enemigo, y a juzgar por su tamaño no podría ser capaz de moverse a tiempo para evadir el daño. Los clones y yo nos abrimos en abanico, moviéndonos a más velocidad que los jutsus y nos acercamos velozmente al ser desde cuatro direcciones, dispuestos a acabar con el ser infernal que había surgido de la maldita piedra. Si alguien lograra discernirnos desde la superficie, cosa poco probable por la increíble profundidad del mar y la oscuridad de la noche, le daría la impresión de que cuatro centellas de un verde alga se enfrentaban a algún enorme pez en lo más hondo de un océano rojo oscuro, quizás algún día, si lograba vencer a la bestia, contarían la historia a algún niño asustado, y ésta le ayudase a prender una chispa de valor para superar las pesadillas de las tinieblas nocturnas, entre los brazos calurosos de sus padres. Yo ya había cruzado mi río, y nada podría detenerme pues mi fuerza no era solo la mía, sino la de todas las personas con el deseo de vivir un mañana para cumplir sus sueños. No podía permitirme perder, Sonzu, Shika y los demás me esperaban en casa.

Info:

Acciones:

Gasto y Daño:

Sapos
Nibi

Off Rol:

Vuelvo a poner mi Info porque anoche encontré una incoherencia que no había tenido en cuenta con la última edición de la guía de niveles y he pedido una poción del especialista para cambiarla. Con el previo permiso de Blank, hago la corrección. No separo el chakra de los clones porque pongo los gastos de estos directamente en mi gasto total (Teniendo cuidado de no superar el máximo por cada uno) y porque se deshacen en este turno.

Perdonadme si me he olvidado algún gasto, pero como podéis observar y leer, la propia estrategia es (No por casualidad ) un verdadero caos de acciones.

Todo sucedió en apenas unos segundos, segundos en los que una masa ingente de agua cayó sobre aquella infernal criatura aplastándola contra el suelo, que a partir de ese día pasaría a ser parte del lecho de un inmenso mar helado que ocultaría bajo sus aguas la mayor maldad que el mundo jamás conocería, y que pronto lo engulliría completamente. Los aspirantes que allí se encontraban habían acabado entre las fauces de un gran sapo rojizo que desapareció del lugar junto con aquella mujer de pálida tez, por lo que ahora solo quedaba el joven rubio en el campo de batalla, dispuesto a dar su vida por todos aquellos a los que había venido a salvar. Así comenzó el combate, haciendo gala de una gran velocidad en el agua el joven creó rápidamente tres copias de si mismo totalmente idénticas, dos de las cuales se dedicaron a lanzar múltiples jutsus suiton en dirección a lo que ahora era el catalizador de la bestia, el nexo de unión de esta con este mundo, mientras que otros dos realizaban sellos de manos, ralentizando los ataques y combinándolos en un solo ataque, con la fuerza para destruir montañas, tras lo que desaparecieron sin más por acción de La Niebla, mientras que el original sufría en su cuerpo las consecuencias de esta. Mientras tanto el ahora ralentizado gigante llevaba a cabo su plan sin éxito, invocando múltiples criaturas de la oscuridad que ahora cubría el suelo, las cuales se quedaron flotando sin nada que poder hacer, pues a diferencia de su amo, no tenían la fuerza suficiente como para vencer la presión del agua.

Todo parecía estar perdido para aquel oscuro ser, cuyo nexo de unión sería destruido en apenas unos segundos por aquel ataque combinado, sin embargo aun estando al mínimo de su poder seguía siendo el Vestigio del Mal, y como tal no caería tan fácilmente. Sin que este tuviera que hacer nada, de la oscuridad que formaba su cabeza y su cuerpo decenas de aquellas criaturitas surgieron hasta llegar a los doscientos ejemplares, cuyos cuerpos actuaron de escudo recibiendo el ataque y al mismo tiempo cubriendo el cuerpo de su amo ante la vista del joven, que si no frenó en su avance habría sido engullido por aquella masa ingente de siervos, que ahora flotaban delante de su señor. Parecía que todo había acabado,s in embargo no era así, pues tras unos segundos la masa fue rota por los dos puños de la criatura, que se dirigían a toda la velocidad que el agua les permitía hacia donde se supone debía estar el guerrero de dorados cabellos. Si aunque fuera uno solo de aquellos golpes acertaba sobre el cuerpo del debilitado joven este encontraría su aciago fin en las aguas del océano que el mismo había creado, si por el contrario estos no alcanzaban su destino, el combate simplemente seguiría, hasta que uno de los dos lograra tumbar al otro. Mientras tanto el cuerpo de la gigantesca sombra comenzaba a sufrir pequeños espasmos y cambios en su forma, lo que podía dar a entender que si no se la paraba pronto esta se volvería más fuerte, liberando su auténtica esencia en un mundo que no estaba preparado para recibirla. Si esto llegara a suceder no solo el joven rubio, también el resto del mundo no volvería a ver la luz de un nuevo amanecer. El tiempo apremiaba al guerrero fénix, quien se encontraba cada vez más entre la espada y la pared.

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Gasto y daño:

Nana: 320 Exp (Nivel 7)
Marduck: 80 Exp (Nivel 11)
Alzack: 45 (Nivel 9)
Kori: 32 y un abrazo del Emperador (Nivel 11)