Segundo entrenamiento de la velocidad

Había llegado a las playas de kirigakure con una nueva intención: Acabar lo que dejé el otro día por empezado. Tenía una obligación para conmigo, la de volverme mejor ninja, aún que solo quedaran dos días para el examen chunin, aún tenía tiempo de realizar un entrenamiento último. El camino hasta el mar abierto hoy es largo. Me quiero tomar mi tiempo para realizarlo. El paisaje es bonito, se ve como la niebla desaparecere al dejar Kirigakure no Sato, y se va tornando en un bonito sol que ilumina cada recoveco de los prados que llevan al camino del mar, con el que se aisla el País del Agua con el resto del mundo. Los pájaros cantan, puesto que aún es buena hora de la mañana, y el sol acaba de salir. El resto de animales aún pueden no haber despertado pero, los pájaros siempre son los más madrugadores. Yo, como vago que soy, no me siento identificado con ellos. Puedo dejar dos o tres meses, sin hacer nada, y no me pasa nada. Cuando me emancipe, me voy a morir de hambre, por no realizar ninguna misión, y no darme cuenta de ello. Si no quería que eso pasara, tenía que percibir un buen salario, para que pudiese pasar largos ratos de tiempo descansando sin hacer nada. Como mínimo Jounin. Si quería llegar a tal, tendría que entrenar mucho, y, ahora que tenía enfrente de mi los exámenes chunin, era la oportunidad perfecta para demostrarlo. En una carta que recibí, por mensajero urgente, antes de ir al examen, se me informaba de que iba a ser el líder de uno de los equipos que llevarían al resto de Genins al siguiente rango Ninja. Que honor para mí. Si quería corresponderlo, y hacerle trato justo, tenía que, como mínimo, volverme más fuerte. Tras dos horas de camino, llego a las playas del País del Agua. Es la nación que me ha visto crecer. Me emociono al pensarlo, pues, se que mi vida está en estas gentes, y que tengo que llegar muy lejos si quiero protegerles a todos. Ante la playa de Kirigakure no Sato, hago un juramento. Me volveré más fuerte, y lo juro ante las olas, ante la fina arena que parece polvo, y el poderoso sol que puede tanto hacerte pasar un cálido momento, como abrasarte hasta acabar contigo.

Me da un poco de pereza comenzar, pero no es momento para eso. Ahora tengo que dejar que el entrenamiento vaya fluido, y mi velocidad natural para moverme se vea, poco a poco en este día de hoy, mejorada.

Para ello, comienzo con un entrenamiento físico ligero, un par de flexiones, estiramientos, calentamientos... Lo mismo que hice el otro día, cuando vine aquí también para entrenarme, mientras nada ni nadie podría verme. Los entrenamientos son mejores así. Si alguien me viera entrenar, me pondría muy incómodo, y no progresaría tanto como si estuviera solo. Que tengas un sensei delante que te esté aconsejando es harina de otro costal.

Tras no una, ni dos, ni tres, si no tres horas de entrenamiento ligero, siento todos mis músculos liberados. Hacía tanto que no entrenaba tan a gusto... Así mejor.

De mi mochila saco las pesas que he guardado. Cada una de ellas pesa, aproximadamente, diez kilos. Me coloco una en cada extremidad: Una en el brazo derecho, otra en el brazo izquierdo, otra en la pierna derecha, y por último, la cuarta pesa me la coloco en la pierna izquierda. A estas pesas, que están formadas por varios lastres unidos por una correa que los deja todos juntos, y sin posibilidad de moverse libremente para estorbar, se las llama Yoshadamibasu.

Muchos ninjas van siempre con ellas puestas, y encima llevan varias. Que suplicio de gente, sinceramente.

Solo llevo veinte minutos que me las he puesto, y mi cuerpo ya se siente agotado. Paro cinco minutos más a descansar, y a reponerme del esfuerzo. ¿Tan dificil es entrenar con esto encima? Ahora entiendo como los ninjas especialistas en Taijutsu lo llevan siempre encima, y son tan endiabladamente fuertes. El taijutsu no era lo mio, pero, al menos, puedo esquivar los golpes físicos con mi técnica molecular de clan, el jutsu de la hidratación.

Tras este pequeño descanso, en explicación normal, puesto que los diez minutos no son los únicos que he estado ejercitando. Llevaba antes tres horas ya de entrenamiento ligero. Era normal que mi cuerpo se acabara resintiendo, y más si llevas tanto tiempo como yo sin entrenar físicamente, y sin ser un ninja de lucha cuerpo a cuerpo. Con lo que a mi me gustaba pelearme a distancia, no necesitaba prácticamente la velocidad corporal, pero siempre era más que necesaria para evitar golpes de alguien tan veloz que ha esquivado tus ataques a distancia. Lo mínimo era tener una velocidad digna de un ninja.

Bebo unos sorbos de mi botella de agua con forma de kunai. Ella ha visto todos mis entrenamientos, luchas, y derrotas. Ha sido mi mejor amiga y compañera. ¿ Y que pedía a cambio de toda una vida de ayuda? Nada. Dentro de poco, haré un año como shinobi, pero siempre he llevado esa cantimplora. Recuerdo cuando mi padre me la regaló, a mis diez años. Ya van a hacer otros diez de eso... Alucinante.

Cuando acabo de jadear, cansado por el sobreesfuerzo, me coloco las pesas de nuevo, preparado para hacer todo lo posible para acabar este entrenamiento antes del día de hoy. Realizo golpes al aire, mientras siento como la inercia de las pesas en las piernas me tira para atrás cuando doy una patada giratoria. Casi me hago daño con la tontería. No me queda otra que activar mi jutsu de hidratación para hacerme más ligero, y acostumbrarme al peso de las malditas Yoshadamibasu.

Con el Suika no jutsu, todo esto se hace mucho más fácil. Aguanto media hora más de entrenamiento, y, cuando acabo, siento como mi cuerpo es mucho más ligero. Al quitarme las pesas, las guardo en mi mochila, y vuelvo corriendo hacia la villa de Kirigakure. Lo que antes fue un paseo de dos horas, ahora es una carrera de media hora. Mi velocidad, realmente, ha aumentado.

Revisado.