Una nueva habilidad

Era sé que se era en una villa en la cual mucho llovía durante todo el día; en especial, caía lluvia sobre una humilde morada en la que solo estaba habitada por un pequeño niño de cinco años. Aquel niño era conocido bajo el nombre de Sokka, pero se le conocía mejor por su afición al helado y es que al pequeño niño de cinco años le encantaba el helado de todos los sabores no obstante tenía sus saberes favoritos y sus mezclas favoritas. Le gustaba mucho el sabor a nata, el de chocolate, el sabor a mora, la fresa y el sabor de la vainilla entre otros, sin embargo prefería el sabor a vainilla antes que la fresa y esta última antes que el sabor a mora, no obstante prefería el sabor a mora antes que el sabor a chocolate y esto era debido a que el sabor a mora era muy raro de encontrar en cualquier parte. El chocolate ocupaba el cuarto lugar en la lista de sabores favoritos de Sokka, un puesto superior al de la nata que ocupa el quinto puesto, y así de forma sucesiva ordenando todos los sabores de helados.
Sokka dormía en el suelo delante del sofá de la humilde casa solitaria con un cojín en la cabeza a modo de almohada y una fina manta tapándole el pequeño cuerpecito. Sokka se despertó, se restregó los ojitos con sus pequeñas manitas y se fue al cuarto de baño. Sokka, bostezando y desperezándose, meó en la taza del váter. Cuando abrió los ojos, el pequeño Sokka se dio cuenta que se había olvidado levantar la tapa y el resultado fue que el retrete había quedado empapado de un líquido amarillento y que olía muy fuerte. Sokka tuvo que ir a la terraza a por el cubo y una fregona para limpiar aquel desastre, los pequeños bracitos de Sokka levantaban el cubo vacio y lo transportaban hasta el cuarto de baño en el cual había orinado el pequeñín. Sokka llenó el cubo de la fregona con algo de agua y le echó un poco de jabón para limpiar (que era como Sokka denominaba a la lejía) y sumergió la fregona en el cubo. Tras haber hecho eso, Sokka sacó la fregona, la escurrió de forma muy fuerte y la pasó sobre el lugar en el que el pequeño había orinado, es decir, en la tapa del váter y alrededor del retrete.
Sokka aclaró la fregona una vez más y la volvió a escurrir no obstante esta vez tiró el agua sucia por el retrete (en esta ocasión se había asegurado de que la tapa del váter estaba levantada en lugar de que estuviese bajada y hubiese causado otro desastre similar al anterior) y después se llevó el cubo, ya vacío, junto con la fregona a la terraza, que era el lugar en el que guardaba los utensilios de limpieza. Sokka pronto debería hacer una limpieza general de la casa, sin embargo, ese momento todavía no había llegado lo que sí que podía afirmar de forma segura era que Sokka haría dicha limpieza general esa misma semana. No obstante hoy le tocaba entrenar para convertirse en un ninja mejor; como de costumbre, Sokka no sabía qué iba a entrenar, pero apostaría la vida por la opción de que se le ocurriría el qué entrenar cuando estuviese en el cuarto o cuando se dirigiese a él o cuando estuviese en las alcantarillas de la villa. El lugar de dónde entrenar lo tenía seguro se había dado cuenta de que en las alcantarillas de la villa de Amegakure no Sato (donde se encontraba el templo del Amekage) se podía sentir una presencia espiritual que favorecía el entrenamiento y era un lugar especial para el entrenamiento de los ninjas.
El pequeño Sokka se fue a la cocina para desayunar algo y tomarse su helado diario (pero no único que se tomaría ese día). Sokka llegó a la cocina y sacó un poco de zumo y unas galletas, hundió una galleta en el zumo que había vertido en un vaso y se la comió. Repitió esa acción unas cuantas veces (diez para ser más exactos) y se bebió el zumo (que era de sabor a manzana) de un trago. Tras haber hecho todo eso Sokka se abrió el helado y comenzó a comérselo; ya vestido, Sokka se dirigió a la entrada de la casa y se puso un chubasquero de color azul clarito y se cogió un pequeño paraguas pero lo suficiente grande para cubrirle el pequeño cuerpecito y resguardarle de la lluvia. El pequeño niño de cinco años llamado Sokka salió a la calle abriendo el paraguas y soportando la lluvia que caía en él; Sokka iría a las alcantarillas de la villa de Amegakure no Sato para entrenar en el Templo del Amekage (el cual se encontraba dentro de las alcantarillas).
La imagen que podía distinguir en las solitarias calles de Amegakure no Sato bajo la cortina de la fina lluvia era un manchurrón azul claro pequeño que sujetaba con una manita un paraguas azul claro también y con la otra un helado de sabor a vainilla. El pequeño niño caminaba hacía las cloacas de la villa mientras lamia el helado. Poco a poco fue llegando y, ya sin helado, se puso a meditar en el suelo del templo del Amekage una vez se hubo desprendido del paraguas. El chackra del pequeño Sokka se pudo hacer visible y pudo controlar el dar golpes dirigidos de chackra y esto le dejaría frenar las caídas o cosas similares.

habilidad a aprender:

palabras necesarias y empleadas:

Tuto revisato. +30 Exp