Limomalo vs Bandolero del desierto

Arena:

Otro viaje al país de la tierra para enfrentarse contra un enemigo, un enemigo contra el cual nunca había luchado, pero si había oído muchos rumores sobre el, su nombre era Limomalo, y ene estos momentos era el rey de los shinobis, la persona mas fuerte, la mas poderosa, aun nadie le había podido ganar, por lo visto era muy fuerte, un roca dura de roer, tendría que darlo todo si quería ganar este combate, mientras tanto, yo, conocido en el coliseo como el Bandolero del desierto, no había cosechado muchas victorias, la ultima vez que luche fue contra Sacatripa, otro tipo muy fuerte, al cual no pude derrotar, pero estos dos luchadores ya se habían enfrentado anteriormente, y gano Limomalo, eso me lo ponía mas difícil, si no pudo derrotar a su ultimo enemigo, le costara mucho ganara a este.

Aun temprano salí del mi madriguera, donde residía hasta el momento, decidí ir ya al coliseo, el viaje era largo, esperaba que no fuese en vano, y que volviese victorioso, una vez listo con todas mis armas y equipamiento necesario empece el camino, aun estaba amaneciendo, una tenue luz alumbraba mi camino, ayudándome y guiándome para que no me perdiese en el camino, la temperatura aun no era excesivamente alta, pero poco a poco iba aumentando, hasta que llegase el momento que pudiese ser molesta, mientras andaba pensaba en la villa ninja de Sunagakure, no sabía cual era su posición, no sabía mucho de ella, solo sabía que era una de las potencias mundiales, al igual que la villa de Konohagakure, con la que había negociado anteriormente. No sabía muchas mas cosas sobre las villas, solo lo que había escuchado, lo único de lo que tenía un conocimiento completo era de la soledad, el vivir solo sin nadie.

Tras unos días de viaje por fin llego al país de la tierra, lugar de nacimiento de montañas, pero algo raro pasaba en aquel lugar, todo estaba desierto, no había nada, todo era muy silencioso, y no sabía por que, toda la vegetación había muerto, no sabía por que, pero todo eso le daba muy mala espina. Debería llegar rápido al coliseo, en aquel lugar podría estar mas seguro, aunque no sabía lo que podría pasar, tras un día caminando con mucho cuidado y cautela por fin llegue a mi destino.

A tiempo del combate entre en el coliseo, una vez dentro ande en dirección a la arena donde lucharía, una vez en la puerta respiro hondo y se preparo para el duro combate que pronto tendría, una vez listo la gran puerta se abrió, y al instante entre en el campo de batalla, la arena era de unos 50 metros de diámetro, tanto como de largo y de ancho, cuando se puso a 5 metros de su puerta saque una de sus dos preciadas pistolas que le ayudarían a ganar el combate, una vez estas fuera se puso en una formación ofensiva, apuntando con una pistola a la puerta de entrada de su enemigo, mientras que la mano la coloco agarrando su otra pistola, la cual estaba dentro de su ropa todavía.

Info:

Acciones:

Desde mi llegada al recinto del Coliseo hacía algo más de media hora, dos enormes hombres con la musculatura de un toro y la inteligencia de un mandril me habían acompañado, cerrando las pocas opciones de compra o paseo que había por el lugar, lo cual había descartado completamente un paseito por el mercado negro o sus alrededores. Parecía que tenían prisa por que me pusiera a combatir, y yo que había venido con la intención de divertirme, tendría que vencer a varios rivales antes de poder relajarme en la taberna con la compañía de algún mozo jovenzuelo y voluble al que pudiera someter bajo mi voluntad hoy antes de volver a mi precioso chalet sobre las nubes del mar. Como fuera, mis dos "guardianes" no tenían mucha pinta de querer irse ni siquiera cuando me comencé a quitar la ropa para abrir mi taquilla, la más grande y segura de la sala, y me puse la armadura del dragón, con sus habituales lucecillas parpadeantes, y su color negro profundo, brillante a la luz del sol. Antes de colocarme el casco le saqué la lengua al más feo de los dos simios y desactivando mentalmente la placa protectora de vidrio tintado que cubría mis ojos, me preparé frente a las rejas del coliseo, esperando a que sonase la señal para comenzar, mientras estiraba las piernas tensando los gemelos, y lo mismo hacía con los brazos, flexionando las caderas a un lado y a otro a la vez. Estaba preparado en el momento justo que las rejas se alzaron y el griterío de la multitud inundó el vestuario, hambrienta de sangre y espectáculo. Sacudí la cabeza levemente, sonriendo; en eso nos habíamos convertido los shinobis, en una simple herramienta de entretenimiento para mantener contento al vulgo incluso éstos días en los que cruzar el País de la Tierra es extremadamente peligroso las gradas del Coliseo siguen llenas para ver los combates de Limomalo. Un agudo sonido llamó mi atención cuando Limobueno se colocó sobre mi cabeza, aferrado firmemente al casco como siempre, lo que me dio la señal de que podríamos empezar. Mi oponente había salido de su puerta y había avanzado cinco metros, acercándose notablemente, pues el campo era extrañamente reducido cuarenta y cinco metros era la distancia que nos separaba, y por no hacerle el feo, le imité, avanzando otros cinco metros para quedar a cuarenta del joven. Mientras caminaba, envuelto en mi capa negra, la misma que tapaba mi torso y espalda hasta los pies, hice una corta secuencia de sellos y a mi derecha apareció el Arco del Amanecer, entre una nube de humo, siendo recogido por mi diestra al instante para pasarla a la siniestra y tensarlo sin más. Había asentado en mi cintura el carcaj de flechas, así que tras hacer la primera prueba y mientras hacía la final aproximación hasta los cuarenta metros, comencé a lanzarle flechas dirigidas a la cabeza al jovenzuelo que era hoy mi oponente, hasta siete flechas en menos de dos segundos, cruzando el aire rápidamente una detrás de otra con las más oscuras intenciones, corrigiendo, por supuesto, cualquier error que pudiera ocasionar su movimiento. Seguramente desde su posición él no lo veía, pero mis ojos eran rojos, y tres aspas giraban lentamente en ellos, como si analizaran el futuro del joven previendo sus movimientos antes de lanzar cada mortal flecha. Le sería complicado esquivarlas todas, habría que ver.

Información:

Acciones:

Gasto y Daño:

Yoake no Aku:

Fuerte y poderoso era mi enemigo, el rey de los shinobis, una de las personas mas fuertes del mundo, por no decir la que mas, aun nadie le pudo ganar, por que sera, por que los compra con su gran poder adquisitivo, o por que es muy fuerte, yo votaría por la segunda opción, y me lo demostró, sus certeros ataques me acertaron, y yo no pude hacer nada para evitarlo, hiciese lo que hiciese me darían, antes o después.

MI enemigo, mi gran enemigo, mi noble contrincante, al cual no le hizo falta mas que unas flechas para ganarme. Era una vergüenza, fuese quien fuese me había ganado limpiamente, sin trampa ni cartón, yo no pude dar la talla , me derroto fácilmente, deshonrado había sido, pero mas adelante volvería a luchar contra el, y esta vez no me dejaría ganar tan fácilmente. Promesa de Plagakage Alzack

Revisado.
Kirugani: + 250 Ryos (cedidos a Alzack). + 2 Pr.
Alzack: + 145 Exp. + 1 Pr.