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Mensaje por Kori Sáb Dic 29, 2012 11:56 pm

Me incorporé lentamente de la cama, y me estiré a la vez que bostezaba. Luego me levanté y eché un breve vistazo a la ventana. Nevaba. Los copos caían lentamente, para luego fundirse con la capa de nieve, de unos tres centímetros de espesor, que cubría el suelo.
No tenía ganas de salir afuera, ni de hacer nada. Me daba vergüenza salir a la calle, ¿qué diría la gente? Antes era la favorita de un imperio para lograr superar el examen chuunin, había contado con el apoyo de algunas personas, y ahora era simplemente una chica que había sido incapaz de superar lo que debería, y que si no fuera por la bondad de Viral estaría haciendo compañía a sus padres, allá donde estuviesen.
¿Se reiría la gente de mí? Si lo hacían, estaba claro cuál sería el final del asunto, pero no me gustaría tener que recurrir a la fuerza en esos casos. Esperaba que los habitantes de Konoha no se acordaran muy bien de quién soy, ni de mi rostro, ni de mi estrepitoso fallo, si es que se habían enterado. Al fin y al cabo, no solía salir mucho de mi solitaria casa en el solitario valle del fin.
Durante una temporada, había estado acompañada de mis dos amigos, Kazuya y Yuuichi, pero que, finalmente, se habían separado de mí, prometiendo que algún día nos volveríamos a ver, y yo confiaba en esa promesa, aunque no estaba segura de si realmente quería verlos. Supuestamente eran amigos, pero, quizás no lo eran del todo. Confiaba más en Yuuichi, pero cualquiera me podría dar una puñalada.
Sacudí la cabeza. Tenía que dejar de desconfiar tanto de la gente. No servía de nada, siempre alguien podía hacerte daño... Pero a veces valía más confiar en alguien, arriesgarse a lo que te pudiera hacer, y a partir de ahí, esperar a lo que sucediese. Aún así, dudaba que nadie, aparte de mis compañeros del Chuunin y esos dos elementos quisieran estar conmigo; era demasiado complicada para ellos. Aunque siempre podía encontrar a alguien que rompiese la regla... no obstante, si no salía de mi cómodo hogar, no podría encontrar nunca a ese alguien, y si salía, si no vencía mi timidez, tampoco...
Decidí salir de mi casa, aprender algún jutsu que fuese útil, prepararme mejor, porque aunque ahora no tuviese ninguna gana de hacer de nuevo el examen, algún día tendría que enfrentarme de nuevo a él, o si no, me costaría mucho más esfuerzo aprender cualquier técnica que a otro ninja de más nivel.

Con esta idea en mente, me dirigí al baño. Me daría un largo baño para despertarme, mientras pensaba en qué técnicas podría aprender, y luego ya saldría de la ducha y me prepararía para ello. Ya tenía en la mano la ropa que me pondría para entrenar; un vestido negro, largo para combatir el frío, que tenía un lazo morado en el cuello, y una especie de cinturón, también morado. La manga de dicho vestido me llegaría por el codo, pero también me llevaba una chaqueta del mismo tejido que el vestido y del mismo color, que me cubría todo el brazo, aunque era elástica y cómoda.

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Dejé la ropa encima de una estantería del blanco baño, y me quité el pijama que llevaba puesto, de color azul, y que no me gustaba demasiado, pero al menos era abrigado y no me dejaba sentir el inmenso frío que hacía y que tanto odiaba.

Me quedé unos minutos tiritando, mientras del grifo de la ducha salía el agua caliente y la bañera se iba llenando del agua, y finalmente cerré dicho grifo y me metí en la bañera.

El agua estaba ardiendo, pero me gustaba así de caliente. Tenía ganas de quedarme para siempre en ese estado, aunque una parte de mí sabía que después tendría que irme al frío exterior, si quería aprender las técnicas.

De mi rango, ya había aprendido todas las técnicas raiton y nara, por lo que debía, o bien buscar un jutsu común que no supiera, o bien pensar en jutsus de mayor rango, que podían serme muy útiles. Repasé mentalmente primero los jutsus de mi elemento; palmada eléctrica, uno que consistía en que tus manos se quedaban cargadas de energía, con las que podías electrocutar a cualquiera a quien tocases. También estaba la técnica de la nube de tormenta, que como su propio nombre indicaba, servía para hacer surgir una nube, con la que después, realizando un jutsu ofensivo especial, podías provocar una lluvia de agujas Senbon, o si utilizabas el otro que había, que sólo era realizable si primero hacías la técnica de la nube de tormenta, como el anterior, y el resultado sería una explosión. Las tres técnicas parecían realmente geniales; pero me concentraría en hacer dos de ellas, y la tercera, aprenderla otro día. Ya tendría tiempo para aprenderla; quizás al día siguiente. Porque estaba claro que me iba a costar mucho aprender dichas técnicas, si es que me daba tiempo a aprender las dos... Pero me pondría una fecha límite de una semana para aprenderlas todas, más hacer un entrenamiento de habilidades.

Cogí el champú y comencé a echármelo encima del cabello, y a frotar cuidadosamente y con esmero cada punta, cada milímetro, pues era muy largo y me costaba lavármelo. El flequillo, al estar mojado, me molestaba en los ojos, por lo que decidí lavarlo en último lugar, para que el champú no me entrara en los ojos.

Mientras frotaba, seguí pensando. ¿Cuál sería el lugar más apropiado para entrenar? Cualquier lugar del valle del fin suponía que estaría bien, aunque podría pasar frío, y la nieve no ayudaba mucho a entrenar. No tenía más remedio que entrenar al aire libre, en vez de en mi santuario, pues no me apetecía hacer una nube en el interior de él.

Mi santuario... ¿seguiría estando tal cual lo dejé? ¿Alguien se habría atrevido a entrar? O lo que me preocupaba más, ¿alguien habría sido capaz de encontrar su entrada? El valle del fin era solitario, y aquella zona en la que se encontraba dicho rincón estaba escondida en el bosque, por lo que aquella posibilidad era muy remota. Pero posible. Aún recordaba la última vez que había ido allí, que aunque la recordase, la tenía en mi mente como un hecho muy lejano. Sin duda, después de entrenar tendría que ir allí a ver cómo estaban las cosas, y de paso descansar del entrenamiento.

Me aclaré el jabón que tenía y repetí la operación. Cuando hube terminado de ducharme de los pies a la cabeza, salí de la ducha y cogí una toalla. La toalla era de color blanco, muy limpia, y con pequeños pájaros en gris oscuro decorándola en las esquinas. Era grande, y me la puse a modo de vestido, mientras me cepillaba el pelo, aún húmedo. Mojado era mucho más largo de lo que parecía al estar seco y cobrar un ligero volumen, y también parecía más oscuro de lo que realmente era. Un día tendría que cortármelo, pues estaba un poco alocado y desigual.

Me vestí con las ropas que antes había cogido y salí de casa. Hacía frío... Pero yo no tenía frío. Mi corazón estaba cálido y con eso bastaba para mantenerme con buena temperatura.

Caminé lentamente; no tenía prisa por elegir un buen sitio en el que realizar lo que quería. Las huellas se iban marcando en la nieve, aunque no muy profundamente, pues la nieve era espesa y resistía bien mi peso. Si decidiera correr, sí que se notaría mucho más mi paso por aquellas tierras... por lo que seguí caminando despacio.

Finalmente llegué a un buen lugar. No había nada alrededor de mí, por lo que si no llegaba a controlar bien dicha nube, no pasaría nada. No podría destruir absolutamente nada.

Realicé un sello con ambas manos. Envié una onda de chakra al cielo y una nube empezó a formarse lentamente. La nube en cuestión era negra, con aspecto amenazante; daba la sensación de que en cualquier momento caería la peor de las tormentas, destruyendo y ocasionando desperfectos al terreno. Pero yo tenía el control sobre la nube. Sólo yo sería capaz de ordenarla si tenía que atacar a alguien con afilados rayos o, por el contrario, desaparecer sin dejar ni la más mínima huella de su existencia.

Por alguna razón, todavía no me apetecía aprender ninguna de las otras dos técnicas con las que haría útil la nube. Pero me quedé un tiempo observando la nube que acababa de crear con mis habilidades ninja, como esperando a que algo apareciese...

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Mensaje por Shika Lun Ene 07, 2013 11:28 am

Desperté como cada mañana, envuelta en las sábanas de mi enorme cama, sin compañía alguna. Los rayos de sol incidían directamente sobre mi rostro, haciendo más dificultosa la tarea de abrir los ojos sin molestias. Cuando estuve capacitada, observé atentamente el espacio que me rodeaba. Era todo igual que cada día, no había cambios en la habitación puesto que apenas pasaba tiempo en ella. Observé las estanterías, pensé que leer algún libro en ese momento no sería mala idea, aún estando recién despertada. Me incorporé sobre la cama, llevando como vestimenta una simple camisa, acompañada de la ropa interior. Me lavé la cara y de nuevo posé mi atención sobre los tomos que me esperaban sobre el mueble, me preguntaba a mí misma qué debía coger aquel día para entretenerme. Leer muchas veces lo mismo me resultaba terriblemente aburrido, quería una historia nueva, algo que no hubiera pasado antes por mi mente de ninguna forma. Sonreí y cerré los ojos mientras dejé a las yemas de mis dedos pasear por el lugar. Finalmente, tras un rato pasando la mano por las tapas de los libros, frené en seco y cogí aquel sobre el que había quedado posado mi dedo índice.

Abrí la tapa, parecía bastante interesante aquella historia. Era extraña, me gustaba. Caminé hasta la otra punta de la habitación, sentándome en el suelo junto a la ventana, me acomodé y comencé a leer. Era pronto, tan solo había amanecido y aquel día no tenía planes por la mañana apuntados en la agenda. De cualquier forma, en el momento en que se requiriese mi atención alguien vendría a buscarme o se comería el coco buscándome por toda la villa y por cualquier lugar en que pudiera estar. A veces encontrarme podía ser una tarea difícil, pero solía intentar permanecer dispuesta para las peticiones que pudieran hacerme. Dejé de distraerme, si pensaba en algo diferente mientras mis ojos se paseaban por las palabras no conseguiría siquiera comprender el significado de una sola frase. Me centré, por tanto, en imaginar el mundo que se describía en las páginas de aquel tomo. Me gustaba bastante la lectura, era una actividad en que el tiempo no se perdía a lo tonto, siempre y cuando encontrara algo interesante. Cuando me cansé, cerré el libro y dirigí la mirada hacia la ventana. Podía ver un amplio paisaje ante mí, el patio de la mansión, el Bosque de la Muerte, la aldea y más allá los enclaves del país. El valle del fin me parecía un lugar encantador, lleno de preciosos bosques. Tal vez pasaría por allí un rato más tarde, primero debía encontrar algún otro entretenimiento dentro de mi propio hogar. A esas horas seguramente no habría ninguna persona entrenando allí, en tal caso acudir no sería tan emocionante. Prefería estar en compañía que sola, aunque fuera de un desconocido y en medio de un combate. Al fin y al cabo, pelear siempre me resultaba entretenido.

Me di cuenta de que mi propia personalidad era extraña, así como los pensamientos que recorrían mi mente. Hacía tiempo que no pensaba abiertamente en que combatir era tan encantador a mi parecer. Aunque ciertamente nunca me pareció una pérdida de tiempo. Las cosas que ocurrían por esas fechas eran muy extrañas, no iban a ser menos mis principios. Observé mi larga melena rosada, que tapaba mi cuerpo como si de una manta se tratase. Ya era primavera, pero no quería cortarme mi cabello de ángel bajo ningún concepto, eso iría en contra de mi forma de ser. Pasé la mano por un mechón, enroscándolo alrededor de mi dedo para después soltarlo y comprobar cómo volvía a su forma original. La verdad es que era algo bastante bonito a la vista. El tacto era sedoso, suave como una pluma.

Unos pasos pesados en el jardín de la mansión llamaron mi atención, haciendo notar que Negro Kun ya estaba en pie y bastante contento, persiguiendo al minino de un lado a otro. Reí, era un sonido agradable para mis oídos el de mi propia risa. Me hacía bien comprobar que estaba feliz, que nada se interpondría en mi camino hacia la felicidad. No tenía todo cuanto podía desear, pero mi vida era realmente dichosa. Debía agradecer a alguien, incluso a mí misma, el poseer todo aquello que podía alcanzar con los dedos de una mano. Cerré los ojos, dejando que la luz del sol bañara mi rostro durante un momento, y pensé que era una de las sensaciones más gratificantes del mundo. Después, mis celestes ojos volvieron a escrutar el horizonte en busca de anomalías o respuestas a la sencilla pregunta de qué podía hacer en ese momento para no aburrirme.

Finalmente, decidí salir del hogar y pasear durante un rato por el precioso valle del fin. Era una idea bastante buena, hacía tiempo que no acudía a aquel lugar y a mí siempre me había gustado caminar entre los árboles del bosque, escuchar a los pájaros entonar bellas melodías y contemplar la luz pasar entre las hojas. Bajé rápido las escaleras, habiéndome arreglado a una velocidad que pocas veces más había alcanzado en situaciones como aquella. Tomé una rebanada de pan con mermelada y miré a Negro Kun disfrutar de la alegría de la mañana durante un rato hasta que finalmente le informé de que iría a los enclaves. Insistió varias veces en acompañarme, pero como últimamente hacía, le dije que debía vigilar la mansión y cuidar del gato. Con todo solucionado, recorrí el Bosque de la Muerte saltando de árbol en árbol hasta llegar al final de éste y salir por la puerta. El sendero que escogí a continuación fue simplemente saltar desde el tejado de las casas, de una a otra y corretear por el lugar hasta alcanzar las murallas. Era un bello paisaje el que podía contemplar desde allí.

Me deslicé por el lugar hasta llegar a las puertas de la villa, donde los propios ninjas que vigilaban se sorprendieron al verme llegar. Seguramente no pensaron que aquel día fuera a tener planes de salir, pero mi paso por las calles de Konoha solía llamar la atención. Si no iba acompañada de una enorme criatura a la que catalogaba como mi propio hijo, saltaba de tejado en tejado a una velocidad medianamente elevada. No era la más rápida, la propia Sonzu me había superado tiempo atrás y si hiciéramos una carrera yo quedaría en clara desventaja, a no ser que no corriera haciendo uso de mis piernas. Cada una de las dos se había entrenado en un ámbito, yo me esforzaba más en controlar mi propio chakra y mi mente, ella tenía una fuerza tal que me partiría en mil pedazos tan solo con rozarme y una velocidad suficiente para llegar a un lugar antes que las hojas en otoño.

Sonreí a los anbus, informándoles de la dirección que tomarían mis pasos para que si se me necesitara pudieran encontrarme. No estaba bien que la encargada de una villa desapareciera sin dejar tras de sí información sobre sus movimientos. A no ser que planeara algo altamente secreto, en tal caso tan solo mis superiores podrían impedirme seguir avanzando o pedir información acerca de lo que tenía entre manos. Una vez fuera de la villa, caminé con calma. No tenía más prisa, el bosque estaba muy cerca de mí. Sin embargo, entre paso y paso, crujido de la nieve, contemplé en el cielo una extraña nube de mal aspecto, bastante oscura. Me recordó a una técnica del elemento Raiton que ni tan siquiera yo había entrenado aún, siendo una de las más básicas. Había cosas que llevaba bastante atrasadas, al parecer.

Observé a una chica de pelo morado parada en medio de la nada, mirando fijamente al fenómeno que se extendía sobre ella. Me sonaba de algo, aunque no conseguía descubrir en mis propios recuerdos de qué conocía a aquella joven. Parecía de la villa, pero hasta que me acercara más no podría descubrir en ningún lugar la bandana de Konoha. Esbocé una sonrisa y me acerqué en su dirección. Seguramente el sonido de los pasos sobre la nieve le alertaría de mi presencia en aquel lugar, pero no tenía importancia puesto que mi intención no era atacarla. Simplemente quería informarme y pasar un buen rato, tal vez esa nube la hubiera creado ella y podíamos entrenar juntas. Si no me distinguía, seguramente me trataría como a una igual y la mañana sería más agradable. Paré a unos aproximados seis metros de distancia de ella, ni detrás ni delante. Estaba a su izquierda, aunque más en un ángulo en que podía contemplar su espalda fácilmente, pero no su rostro.

- Buenos días, ¿esa enorme nube que hay en el cielo la has creado tú?

Miré por un momento el fenómeno, después volví a dirigir hacia ella mi mirada. Estaba interesada, parecía que lo había hecho bien, después de todo. A lo mejor era genin o chunin de la villa, pero realmente me sonaba de algo y no terminaba de ubicar su rostro. Tal vez se había presentado al segundo examen… No conseguía recordarlo. Algunas veces mi mente descartaba datos que veía innecesarios en el día a día, ya le preguntaría a la chica lo que fuera necesario para descubrir la proveniencia de aquella certeza en mi propia mente, que yo era incapaz de descifrar en aquel momento.

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Mensaje por Kori Miér Ene 09, 2013 8:52 am

Oí unos pasos que se acercaban hacia mí. Me puse en alerta. Eran unas pisadas suaves; no parecía que hubiera mucho peso detrás de ellas. Posiblemente una mujer fuera la causante.

-Buenos días, ¿esa enorme nube que hay en el cielo la has creado tú? –dijo una voz femenina, confirmando mi suposición.

Cuando las pisadas cesaron, dejé de observar la nube que acababa de crear, y me di la vuelta, con la intención de descubrir cómo era la persona que tan amablemente se dirigía a mí. Fui mirándola lentamente. Tenía los cabellos rosas, como mi amiga Nana, y unos preciosos ojos azules de un color extrañamente intenso. Era muy guapa, y de mi edad, aproximadamente. Era de Konoha, como indicaba su bandana.

-Sí, la hice yo –dije en voz baja, aunque suponía que lo suficiente como para me oyera-. ¿Cuál es tu nombre? –pregunté, movida por la curiosidad de saber con quién estaba hablando; y, aunque siempre existían las viles mentiras, esta vez sentí que me diría la verdad.

Seguía haciendo frío, y no pude reprimir un escalofrío. Tenía las manos totalmente congeladas, por lo que me las froté, en busca de algo de calor. Casi no sentía mis músculos. No sabía qué hacer ya para calentarme, pues estaba claro que las manos no recuperaban. Mi cuerpo comenzó a temblar notablemente.

-¿Te apetece... ir a entrenar algo? –dije temblando. Así al menos seguro que entraba en calor.

Podría entrenar velocidad, ya que no era muy veloz, y además ese entrenamiento sí que me podría servir para entrar en calor, como cualquier otro que requiriera algún esfuerzo físico en vez de mental.
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Mensaje por Shika Vie Ene 25, 2013 9:11 am

No necesité siquiera hablar antes de que la chica se diera la vuelta para mirarme. No podía encontrar nada que marcara si era de Konoha o de otra villa diferente, pero su expresión no parecía ser la de alguien desagradable. Parecía tranquila, aunque siempre atenta y en parte desconfiada ante los demás, como debía mostrarse una kunoichi. Además, no vi ningún cambio brusco en sus facciones al comprobar que yo era de la villa oculta de la hoja. Su voz llegó en un tono muy bajo hasta mis oídos cuando afirmó el hecho de que ella había creado la nube que se situaba en el cielo. Después, preguntó mi nombre. No había tenido el detalle de decir el suyo primero o saludarme, pero no me importó lo más mínimo. Estaba acostumbrada a tratos más groseros que aquel, como el que había recibido en las puertas de Amegakure. Por un momento dudé en si debía decirle mi nombre o no, desconfiando como habría hecho normalmente. Las opciones eran claras, al igual que las consecuencias o los beneficios que traerían. Decirle la verdad no traía excesivos beneficios, al igual que tampoco lo hacía el mentir. Los inconvenientes, sin embargo, se presentaban numerosos allá donde mirase. Finalmente, me decidí por ser sincera ante la chica que tenía delante.

- Mi nombre es Shika, encantada.

Sonreí amablemente después de que el hilo de voz saliera de mis labios y observé que la chica comenzaba a temblar notablemente. Pensé en ofrecerle mi propia capa, pero traía más inconvenientes que quedármela yo, por lo que decidí que la mejor forma de deshacernos de ese tembleque sería entrenar algo para que ella entrara en calor. Pronto me propuso entrenar con ella, ante lo que yo asentí mientras volvía a mirar la nube que había en el cielo. Yo aún no había aprendido a realizar aquella técnica, pero de poco podría servirnos encapotar el cielo en pleno invierno para calentarnos. Si fuera Katon, podría ayudarle creando una chispa y haciendo una hoguera, pero sin serlo aquella tarea me llevaría más trabajo.

Me pregunté qué querría entrenar la chica. Sabía poco de ella más que el hecho de que tenía entrenamiento ninja, pero el haber realizado una técnica sencilla no me mostraba más aspectos de su personalidad o su experiencia en combate. Estar prevenida no me vendría mal si por algún casual recibía un ataque sorpresa, ya fuera por su parte o proveniente de alguna persona diferente. Tal vez con entrenar se refería a combatir amistosamente o a aprender jutsus en compañía. Al menos ya sabía que coincidíamos en el dominio del elemento Raiton, pero ella no tenía motivos para ser consciente de la coincidencia. Igualmente, yo podía estar confundiendo la nube con cualquier cosa diferente que no había sido capaz de ubicar. Lo más sencillo sería mejorar nuestras cualidades físicas o compartir conocimientos de técnicas comunes. Supuse que lo que fuera sería suficiente para que la chica que tenía delante pudiera entrar en calor, aunque con mayor facilidad si hacía esfuerzos físicos que si simplemente se molestaba en concentrar su chakra en alguna parte de su cuerpo.

- Dime qué quieres entrenar, yo me adaptaré como pueda.

La sonrisa de unos momentos antes seguía presente en mi rostro, al igual que la amabilidad aún permanecía impregnada en el tono de mis palabras. Ganar la confianza de la de pelo morado sería un beneficio que superaría a una gran cantidad de problemas. Tenía curiosidad por saber cuál sería su nombre, pues si íbamos a entrenar algo juntas dirigirme a ella por un apodo sería más sencillo que gritando ”¡ey!” o cosas similares para llamar su atención. Esperé con paciencia las respuestas que necesitaba, esperaba que la chica no se demorara mucho en decidir lo que hacer.
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Mensaje por Kori Dom Ene 27, 2013 10:44 pm

La chica de cabellos rosados, después de mi pregunta, me reveló su nombre.
--Mi nombre es Shika, encantada -dijo tranquilamente y con gran amabilidad.

-Yo soy Kori -contesté, en voz baja pero a su vez más alta y confiada que la que había usado antes.

La chica me inspiraba un poco más de confianza después de escuchar una vez más su voz. Era de Konoha, eso estaba claro; excepto si la bandana que lucía en su cabeza había sido robada de un ninja de estos lares. Entonces debía tomar precauciones, pues sería peligrosa. Aunque tomar precauciones no era mi punto débil, pues siempre era sumamente precavida. Mi problema, si así se podía llamar, pues hasta cierto punto era sano, era que nunca terminaba de confiar en nadie.

Caminé unos pasos hacia Shika y la observé con mis ojos rojizos. Su rostro me recordaba a alguien... era probable que la hubiera visto alguna vez. Aunque me sentía incómoda, pues no sabía ni su rango, ni nada sobre ella. Bien podía estar hablando con una estudiante o con una hokage. Y es que, como apenas salía del pequeño valle del fin, nunca me enteraba de las novedades. Eso también era un fallo que debía remediar. Al menos, como la chica parecía amable, podría averiguarlo después de que cogiéramos un poco más de confianza.

- Dime qué quieres entrenar, yo me adaptaré como pueda -dijo Shika.

-Me interesaba la velocidad -contesté-. ¿Echamos una carrera? -dije mientras hacía movimientos de estiramiento.

Observé el vestido que tenía, de color negro. Afortunadamente no era muy largo, así que no me molestaría para correr. Volví a mirar a la chica para ver lo que me iba a contestar.
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Mensaje por Shika Mar Ene 29, 2013 6:36 am

Después de que yo dijera mi propio nombre, ella comentó que se llamaba Kori. Era un nombre poco común, y aún así me sonaba. Tal vez si hacía memoria descubría que conocía a esa chica de algo, pero algunas cosas estaban mejor en el olvido. Sonreí ante sus palabras, de modo que si hubiera hablado las mías habrían sido encantada. Tenía un nombre bonito. Me di cuenta del detalle que suponía el tono de su voz. Ésta salía bastante baja de entre sus labios, tal vez por vergüenza, desconfianza o miedo. Me pregunté por un momento si sabría quién era yo, pero sus palabras de un rato antes me hicieron saber que realmente no me había reconocido. No tardó demasiado tiempo, después de que yo hablara, en decir que le interesaba entrenar velocidad. Ciertamente, era una cualidad que a nadie le venía mal tener entrenada, por tanto a mí también me iría bien echar una carrera con aquella chica de pelo morado.

Asentí ante su propuesta, roté un momento los tobillos y alguna articulación para evitar romperme huesos en el trayecto o dañarme más de lo necesario. Estaba acostumbrada a recibir ataques, pero siendo Kunoichi dañarme un pie durante una carrera sería una humillación, más aún siendo la encargada de una villa como era Konoha. Miré nuestro alrededor buscando un punto que pudiera hacer de meta. A lo lejos pude contemplar un árbol y pensé que ser rápida también podía servir de mucho si se combinaba con la agilidad. No tardé demasiado tiempo en decidir lo que haríamos.

- Mira, ¿ves ese árbol, a lo lejos? Sus ramas más altas serán la meta en esta carrera.

Miré durante un momento a la chica y después cogí una piedra del suelo, decidiendo que si una de las dos daba la voz de salida, esa tendría más ventaja. Lancé por encima de mi mano la piedra, recogiéndola de nuevo en el aire durante su caída, mientras pensaba. Después, una vez decidida, dirigí la vista de nuevo a la chica y le mostré el objeto que llevaba en la mano.

- Para evitar ventajas con la voz de salida, el factor que determine el momento en que debemos empezar a correr será el golpe de esta piedra contra el suelo cuando la lance. Será lejos, así que ni tú ni yo sabremos con anterioridad el momento en que se producirá el golpe.

Acto seguido, levanté la mano que aguantaba la piedra para prepararme. Pronuncié una simple palabra a modo de pregunta, ¿preparada? y, cuando la chica que había a mi lado asintiera, lanzaría el objeto lo más lejos que pudiera. Caería a unos veinte metros de nosotras y yo reaccionaría prácticamente al mismo tiempo en que cayera, con pocas décimas de segundo de retraso. Me esforzaría al máximo en la velocidad que debía poner para llegar pronto al árbol, que resultaría estar un poco más lejos de nosotras de lo que yo había pensado. Eran unos doscientos metros de carrera continua por un terreno llano, a la máxima velocidad que ambas pudiéramos mostrar. Yo no miraría atrás para comprobar la distancia a la que me encontraba de la chica, puesto que si me pisaba los talones eso podría provocar que me adelantara. Sabía que yo iba primera porque no la llevaba delante, aunque bien podría haber hecho alguna técnica para que yo no pudiera verla y así lograr confundirme.

Confiaba en que ella se esforzara al máximo, sin importar su nombre, su edad, su familia, su etnia o los fracasos que hubiera tenido a lo largo de su vida. Aquella carrera era divertida, una meta de superación en aquella llanura en que nos encontrábamos. Tras un rato de continuos pasos llegaría a las raíces del árbol, teniendo que saltar los obstáculos para no caer al suelo. Y en cuanto tuviera oportunidad saltaría hacia arriba para subirme a las ramas y escalar por ellas. Me gustaba correr por el bosque y tenía práctica a la hora de moverme por las ramas de los árboles, puesto que era mi camino muchas veces cuando atravesaba el Bosque de la Muerte.

Una vez llegada a la rama más elevada capaz de soportar mi peso, me sentaría y esperaría. Con las hojas que habría ante mis ojos no sería capaz de ver la llanura, por tanto habría perdido de vista a la chica de pelo morado hasta el momento en que llegase a mi posición. Aunque, claro está, no podría situarse en la misma rama que yo puesto que si lo hiciera ambas caeríamos al suelo.

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Mensaje por Kori Sáb Feb 02, 2013 8:53 am

Tras la propuesta que le hice a la chica de cabellos rosados, ésta asintió, y después, hizo un pequeño estiramiento para evitar posibles lesiones. Decidí imitarla, pues no quería tener que, por una simple carrera, guardar reposo unos días por una factible contusión. No podía desperdiciar días de ninguna de las maneras.

Realicé la preparación que había aprendido cuando iba a la escuela. Comencé girando lentamente los tobillos, cada uno de ellos, primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Luego pasé a las rodillas, que giré mientras las flexionaba, después a la cadera, y así sucesivamente hasta haber calentado todas las articulaciones que poseía. Corrí en el sitio unos tres segundos.

Me fijé en que Shika estaba posando su mirada en diferentes puntos del valle del fin; supuse que estaba pensando una meta para la carrera. Dependiendo de la distancia que supusiera el recorrido, podía acabar influyendo la resistencia en el resultado. Me concentré entonces en las probabilidades que tenía de alcanzar a la que ahora, aunque fuese de forma amistosa, sería temporalmente mi rival. Cada segundo sería decisivo en el resultado final, por lo que la salida era tan importante como la llegada.

-Mira, ¿ves ese árbol, a lo lejos? Sus ramas más altas serán la meta en esta carrera –dijo mi amiga, si es que podía considerarla así después de unas pocas palabras cruzadas entre las dos.

Miré hacia donde dirigía su mirada la chica. Estaba lejos, sí, pero era una distancia razonable para hacer una carrera. Si era demasiado corto el espacio, sería incómoda, así que más valía así. Dirigí mi vista hacia las piernas de Shika. Eran rápidas, seguro. Pero con este entrenamiento, estaría un paso más cerca de serlo tan rápida como ella, eso si es que mis ojos no me engañaban, y la chica no era tan rápida como parecía.

Parecía que ella estaba pensando, por lo que pensé en mis cosas mientras esperaba a que dijera algo respecto a la carrera. Lo primero que vino a mi mente fue él. Él. ¿Qué había sido de él? ¿Por qué no lo había vuelto a ver? ¿Me había abandonado? Sabía que sí. Pero no podía hacerme a esa idea. Recordé esos “para siempre”. Todas esas palabras, mentira. Todos los “te amo”, juegos con mi corazón. Estaba claro que no le importaba, que no significaba nada para él... sólo una chica más. ¿Pero y si no era así? ¿Si le había pasado algo? Pero había demasiados “y si...”. Si nunca lo volvía a ver, nunca sabría lo que había ocurrido en realidad. No obstante, ¿cómo le podía encontrar? Y, si le encontraba, ¿qué le diría? Tampoco quedaba de más decir si realmente quería hallarlo. Me encontraba confusa.

Y no tenía ganas de nada. ¿Por qué siempre que pensaba en algo acababa en este estado? Era imposible vivir así. Sacudí mi cabeza, como si así todos los malos pensamientos se fueran a ir. Siempre lo hacía, era mi particular manía, aunque en el fondo supiera que no servía para nada.

-Para evitar ventajas con la voz de salida, el factor que determine el momento en que debemos empezar a correr será el golpe de esta piedra contra el suelo cuando la lance. Será lejos, así que ni tú ni yo sabremos con anterioridad el momento en que se producirá el golpe –sentenció Shika.
Podían haber pasado unos minutos o una hora. Había estado tan concentrada pensando en... aquello, que no me había dado cuenta de lo que ocurría a mi alrededor. Un fallo por mi parte que no debía volver a permitir.

-Me parece bien –contesté, dejando en mis palabras un tono amargo.

Shika tiró la piedra, y, en cuanto tocó el suelo, salí disparada dirigiéndome a la meta. Con la velocidad y el viento en mi cara, además del frío –aunque ya el frío no me preocupaba demasiado-, me olvidé de los problemas por un segundo, hasta que llegué a las ramas que había señalado la chica de cabellos rosas anteriormente. La adrenalina se liberó en mi cuerpo. Me sentí libre de todo temporalmente. El gélido aire se colaba por mi nariz y me dificultaba respirar, pero yo seguí corriendo, imparable, hacia mi objetivo.

Cuando hube llegado, miré a ver si Shika ya había llegado antes o después que yo con curiosidad, mientras la imagen de Nana y Víktor en el hospital no abandonaba mi mente.

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Mensaje por Shika Lun Feb 04, 2013 1:55 am

Pronto llegó la chica también a una de las ramas del árbol, y en cuanto se hubo sentado comenzó a buscarme con la mirada. Al parecer, igual que yo, ella había corrido por la pradera sin fijarse en quién de las dos avanzaba en primer lugar. Cuando miré sus ojos me di cuenta de que se presentaba ante mí más ausente que antes, tal vez pensando en algún recuerdo. Alguna vez me había ocurrido aquello a mí, quedar ausente en medio de una conversación al recordar algo que bien podía dañarme o hacerme feliz. Me apenaba en cierto modo verla así, aunque no la conociera de nada, aquello en que pensaba no parecía completamente triste, pero tampoco veía en su rostro expresión alguna de alegría.

- ¿En qué piensas?

Las palabras salieron curiosas de entre mis labios, llevadas por la intriga que había aumentado lentamente en mi mente mientras yo pensaba. Me aburría encontrarme frente a una persona y que ésta no hiciera nada por encontrar algún tema de conversación, pero sabía que no debía presionar a los demás si a mí tampoco me agradaba que lo hicieran. Todos necesitábamos en algún momento estar acompañados tan solo por la soledad o recapacitar nuestros propios actos. Le dirigí una sonrisa a la chica, esperando que, dentro del ensimismamiento, fuera consciente del gesto. Me había parecido simpática, y encantada me informaría acerca de su vida, sus costumbres, sus entrenamientos e incluso si realmente era de Konoha. Pero para eso necesitaba también su consentimiento, su participación en la conversación.

No esperé mucho tiempo antes de bajar cuidadosamente del árbol, dar un salto desde la rama más baja, situada a unos dos metros de altura, y posar mis pies sobre el suelo. Entonces estiré los brazos y observé el cielo, en que la nube creada por Kori había desaparecido ya. Seguramente habría perdido la concentración y cortado el flujo de chakra que la mantenía. Pensé que hacía buen día mientras el sol iluminaba mi rostro.

- ¿Sabes? Yo también tengo muchos recuerdos con los que puedo quedarme embobada, tanto buenos como malos. Pero he aprendido que lo más inteligente a lo largo de las horas es fijarse en el presente, no dejarse llevar por el pasado.

Tal vez mis palabras resultaban ridículas ante sus oídos, aunque mi intención principal era darle un sencillo consejo. Tal vez me preguntaría entonces acerca de mi pasado y sería una oportunidad para descubrir si mi fama como la que llevaba siempre un monstruo detrás llegaba fuera de la villa también. Incluso tal vez conocía a la chica que fue violada por una criatura en un examen Chunin. El mundo podía resultar ser un pañuelo, el cual al doblarse podía juntar los destinos de varias personas. Y otra cosa no, pero a mí me gustaba hablar con los demás y hacer amigos, tanto fuera como dentro de la villa. Aunque no fueran íntimos y algún día acabaría teniendo que separarme de todas las amistades, no importaba. Desde siempre se sabía que el camino de un ninja no solía traer excesiva compañía, aunque había quien aprendía cómo conservar las amistades y los amores a lo largo de los años.
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Mensaje por Kori Dom Feb 10, 2013 11:59 pm

Como había supuesto, Shika ganó la carrera. Se notaba que tenía más velocidad que yo, pero no me preocupé por eso. Algún día quizás fuera tan rápida como ella, algún día, quizás.

Pero la ninja no me dejó pensar más en esa pequeña competición sin importancia, recordándome de nuevo en lo que estaba pensando antes, lo que verdaderamente tenía importancia... al menos en mi corazón.

-¿En qué piensas? -dijo con curiosidad.

-Verás... -contesté con esa palabra, para introducir lo que iba a contarle. La miré a los ojos, buscando su alma en ellos -. Pensaba en una historia que alguien me contó. Trataba de una chica que se sentía incomprendida en el lugar donde vivía, por lo que decidió irse con otros que estaban en su misma condición. Pero ella fue la única que llegó a su destino... Sola. Aunque eso no es lo importante de la historia, ni en lo que pensaba. Se enamoró de un chico, que parecía que también la amaba a ella... Después de algún tiempo, dicho chico desapareció, y ella no lo volvió a ver nunca más, y se quedó sola una vez más... además de triste y confundida -hice una pausa larga. En todo el tiempo no había parado de mirar a Shika-. Esa chica soy yo -dije con tristeza -. Y todavía le espero.

No le conté más. Había omitido muchas cosas en mi historia, pero eran entes que no influían en lo que realmente me importaba en ese momento. Lo único que me preocupaba era mi soledad y mi larga espera sin resultado. Quizás era egoísta que sólo me preocupase por lo que a mí me ocurría. Aunque, también, ¿de quién más me podía preocupar, si no tenía a nadie a mi lado? Los contados amigos que tenía los veía cada mucho tiempo. Casi nunca teníamos tiempo de contarnos todo lo que nos había pasado, y no de manera lo suficientemente continua como para poder ayudarnos realmente. Hasta que nos volviésemos a ver, el problema habría desaparecido y habrían surgido otros nuevos, que mi amigo tendría que enfrentar sin mi ayuda. Pero los problemas que surgieran mientras no nos veíamos quedarían olvidados, de forma que cuando nos volviésemos a ver yo ni siquiera me enteraría de ellos. En resumen, era complicado estar apartada de todos.

Tenía que replantearme abandonar mi actual hogar, aunque me resultase difícil, pues allí era donde había crecido, y en las cercanías se hallaba la tumba de mis padres. Aunque también era en mi casa donde ellos habían muerto. Y ese era un episodio de mi vida que mi mente no estaba dispuesto a olvidar, repitiéndomelo siempre que tenía un mal día, para terminar de rematarlo. Pero no podía hacer nada para remediarlo. Lo pasado, pasado estaba. Ellos no podrían volver a la vida. Yo no podía cambiar un pasado en el que me escapé de su cuidado. Simplemente, tenía que vivir el presente, por complicado que fuese.

¿El cambio de hogar me haría olvidar el cariño que recibí en esos primeros quince años de vida, junto a las reprimendas? No. ¿Cambiaría el hecho de su muerte? Tampoco. ¿Me olvidaría de una vez de aquella espantosa escena de sus cadáveres ensangrentados? Sabía que tampoco. Y entonces comprendí que nadie ni nada me ataba a aquel lugar, a excepción de mis antiguos pensamientos. Era libre para hacer lo que quisiera, y estaba segura de que en cuando tuviese ánimos y ocasión, me iría a ver mundo, conociendo a más gente y permaneciendo al lado de la gente que amaba de verdad.

Eso estaría bien, desde luego. Olvidarme de Víktor, también. Aunque eso seguiría persiguiéndome hasta que conociese a otra persona que hiciese renacer aquellos sentimientos en mi corazón. Pero si no me movía de aquí, no podría conocer a esa otra persona.

Sacudí la cabeza, como acostumbraba a hacer. Siempre acababa pensando lo mismo. Mi mente me torturaba una y otra vez repitiendo lo mismo y sacando las mismas conclusiones... sin dejarme plantearme otras cosas más importantes y hacer caso a las conclusiones que sacaba.



Última edición por Kori el Lun Mar 11, 2013 8:59 am, editado 1 vez
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Mensaje por Shika Lun Mar 11, 2013 4:08 am

La chica, con su pelo morado ondeando al viento tras su carrera, subió al árbol poco tiempo después de mí, habiendo sido yo la ganadora de aquella carrera improvisada. Sonreí al verla, aunque algo en la expresión de su rostro me hacía pensar que no todo estaba bien, le pregunté acerca de aquello que pensaba y, tras un rato en que permaneció pensando aún en cómo contarme algo, su relato comenzó con un breve “verás”. Esa palabra pretendía llamar mi atención, hacer a mi cerebro asumir que la intención de la chica era contarme algo con relevante importancia para ella, algo a lo que yo debía atender e incluso, si podía, aconsejar. Despejé mi mente, preparándome para escuchar todo aquello que tuviera que contarme, aunque ninguna de las dos nos conociéramos, o tal vez sí pero no lo recordábamos, de antes. Yo en ese momento no sabía si ella era o no de la villa oculta entre las hojas, más conocida como Konohagakure, o de algún lugar lejano del grande mundo en que vivíamos. Pero no me importaba, parecía preocupada por algo y yo estaba dispuesta a ofrecerle mi ayuda en la medida de lo que pudiera. No todo era posible para mí, ni mucho menos, pero ayudar a una persona que se esforzaba en ser amable conmigo no suponía para mí ningún problema, ningún impedimento u obstáculo que no me permitiera seguir con mis intenciones. Quería ayudarla.

Las palabras fueron saliendo de entre sus labios sin demora entre unas y otras, sintiendo ella en su fuero interior aquello que estaba contando. A medida que relataba la historia de una joven que había vivido siempre sola, me identificaba con la chica del cuento y pensaba que, de la forma en que ella lo explicaba, bien podía ser un ejemplo que se refería a la misma persona que lo contaba. Mis pensamientos se vieron afirmados cuando, momentos después, la joven dijo que ella era protagonista de aquella historia. Que había estado sola a lo largo de toda su vida para después encontrar a un chico del que aparentemente se había enamorado, para dejar por un tiempo de sentirse tan despechada. Pero no todas las historias felices son eternas, lo más común es que los relatos tengan un triste final, que detrás del fueron felices y comieron perdices haya una separación, pudiendo ser ésta la misma muerte si no se encuentra otra. Pensé que cuando dos personas se casaban lo que se solía decir era “hasta que la muerte nos separe”, aunque una gran multitud de parejas acudían al divorcio en vez de permanecer junto a la otra parte del matrimonio para ayudarla, para acompañarle en la salud o en la enfermedad, en la alegría o en la tristeza. Pensé en mi propio camino con respecto al amor, al parecer yo amaba a un hombre, a un chico que conocí cuando aún vivía en Iwagakure, al chico de la cascada que tantos sueños había ocupado a lo largo de los días en mi mente, tan confusa cada jornada, cada minuto, cada segundo. No era la mejor persona para aconsejar en temas referentes al amor, pensé, pero realmente esa chica necesitaba un apoyo, un consejo, una ayuda, algo que le hiciera seguir luchando adelante, pasar página o buscar al que aparentemente había sido el amor de su vida y que, de un modo u otro, había huido, escapado, desaparecido.

Ciertamente, yo había coincidido pocas veces con el joven, de nombre Shichika, que según Negro Kun había llegado a mi corazón, tocado fondo y echado el ancla. ¿Me había enamorado? No lo sabía, pero el desaparecía en cuanto yo me giraba y miraba a otro lugar. No sabía gran cosa con respecto a él, a su vida, pero me encantaba. Adoraba cada minuto que pasaba con él, cada segundo en que me sentía protegida, entre sus brazos. Cada mirada que me dirigía, cada sonrisa suya que yo podía contemplar. Su nombre, el susurro de su voz, cada milímetro de su rostro que tan bien conocía. Sabía que estaba dispuesta a pasar el resto de mi vida con él, que habría parado el tiempo en cualquiera de los momentos en que estaba con él para pasar así una eternidad. Y aún así seguía teniendo dudas, seguía sin saber si le quería, si le amaba o si aquello era un simple sueño pasajero. Tenía miedo de despertar y descubrir que su existencia no era real, que él había aparecido tan solo en sueños. Pero algo me decía que no era así, que podría contemplarle, que podría rozar su piel con la yema de mis dedos y cruzar mi mirada con la suya en un tiempo que me parecería una eternidad, que saciaría mi alma y la llenaría de alegría, de gozo, de amor. ¿Le amaba? Lo hacía. Y con todo mi corazón, toda esa eternidad sería corta siempre y cuando yo estuviera junto al hombre que había acelerado cada latido de mi corazón, que había susurrado junto a los animales del bosque aquel mote que había tomado por mi nombre. Que había tomado los mechones de mi pelo entre sus manos como si de un tesoro se tratasen para después acudir a mí cada vez que los podía oler, para rodar junto a mí por praderas, para parar la alocada carrera a las orillas de un lago y mirarme con infinita intensidad, para amarme, para abrazarme y saciar mi necesidad de ser querida.

Sí, había amado y comprendía esa sensación de soledad que recorría a la chica que tenía delante. No podía dejarla tal y como estaba sin siquiera dirigirle unas palabras que pudieran ayudarla en algún aspecto de su vida cotidiana. Me había sentido sola más de la mitad de los largos años que había durado mi vida. No había tenido padres, no me habían aceptado en un orfanato en que viví mucho más tiempo de lo normal, en que los niños habían creado bromas de mal gusto para reírse de mi gusto por el arte de la lucha, de mi capacidad de crear cristal. Pero había tenido, aún en ese lugar, un amigo que me había ayudado a escapar sacrificando para ello su vida. Tras su muerte, de nuevo me había sentido sola, y había viajado a lo largo del mundo intentando encontrar un hogar en que alguien me aceptase. Después de haber probado lo que se sentía al no estar sola, las garras del miedo, de la soledad se apoderaban de nuevo de mi alma mientras yo llegaba a Iwagakure y me creaba una vida. Allí conocí a Sonzu Hyuga, quien fue también mi amiga y de nuevo llenó en parte ese pozo que había quedado vacío en mi alma. Pero lo bueno se acaba llegado un momento y ella partió a Konoha con el que era el amor de su vida. Me quedé sola durante un tiempo en que la rabia llegó a mi mente con intención de que yo conociera el sentimiento. Fui más cruel con los demás durante un tiempo, hasta que Iwa fue destruida y fuimos al mismo lugar al que había ido mi amiga, convirtiéndose mi día a día en una busca de la mujer que tanto iba y venía. Resultó ser que el hombre con que compartía sus días y sus noches era el Kage de la villa, por lo que no fue tan difícil encontrarla.

Y, tras un tiempo, partió a la capital del imperio. Las cosas se terminaban en algún momento, con finales felices o con finales tristes. Con finales, al fin y al cabo. Me pregunté si algún día la relación de amistad que había tenido con Sonzu resurgiría, como el ave fénix resurge de sus cenizas. Pero algo me decía que aquello era difícil, que ella había retomado su vida apartándose su camino del mío lentamente, sin vuelta atrás, sin un retorno que volviera a juntar nuestros destinos. Aún quedaba en mi alma, aún así, una llama de esperanza, que aunque no pudiera seguir las amplias zancadas de mi amiga, podía buscar al hombre que había conocido en una cascada de las montañas del país de la roca. Debía buscar, algo me decía que algún día lograría encontrarle y comenzar una vida, que mis pasos alocados tomarían un rumbo y compartiría mis días y mis noches, las largas horas que formasen años y años, junto a alguien que convertiría mi vivir en alegría, en una felicidad completa.

Mis pensamientos viajaban más alto incluso que las nubes que habían comenzado a tapar el cielo en aquella mañana soleada. Realmente, la mañana seguía estando despejada, aunque diversas formas blancas viajaran sobre nuestras cabezas sin miedo a caer, sin miedo a desaparecer. Me pregunté los motivos por los cuales un hombre podría desaparecer de la vida de su amada, siendo correspondido, sin dar ninguna explicación. Las mentes de las diferentes personas que había a lo largo y ancho del mundo eran muy diferentes, llegué a la conclusión de que jamás lograría comprender completamente a ninguna persona, al igual que nadie podría llegar a comprenderme a mí, a predecir las acciones que a cada momento me vería impulsada a realizar. Una chispa de alegría, de gozo, había cruzado mi mirada momentos antes, pensando en amor, en alegría y felicidad. Pero en ese momento mis ojos mostraban un brillo crítico, mientras yo pensaba profundamente lo que debía decirle a la chica que tenía delante, que me había contado su historia sin preocuparse de lo que yo pudiera pensar de ella. No había dejado de mirarme durante el tiempo en que había contado el relato, lo que denotaba la verdad de sus palabras, así como la seguridad en lo que hacía y decía. La decisión que había tomado de buscar al chico que un día la amó, la llevó a amar y la abandonó. Pensé en cómo podría ser aquel chico, tal vez alguien agraciado y con muchas cualidades, o un pobre chico que no había tenido mucha suerte en la vida. Podía ser cualquier persona, cualquier nombre, cualquier apariencia y personalidad. Pensé durante un momento, una palabra, un enlace, un texto, una coherencia, una conclusión, unos argumentos, los componentes que habrían de formar lo que yo dijera para que tuviera coherencia y mis palabras fueran marcadas con la razón de alguien que habla sabiendo lo que dice. No debía equivocarme diciendo tonterías o yéndome por las nubes para dar falsas esperanzas a esta chica que tan sola se sentía a cada momento.

- Yo también me he sentido bastante sola a lo largo de mi vida. No siempre se tiene suerte y normalmente las personas que nos rodean van y vienen, formando parte de nuestros días durante un tiempo y yéndose después. No tengo padres, me crié en un orfanato en que nadie me aceptó hasta tener bastantes años, y lo único que tuve fue un amigo que sacrificó su vida para ayudarme a escapar del hogar que se había convertido en una prisión para mí.

Tomé aliento, pensando que ella podría ver mi relato como una tontería, pero decidida a contárselo sin dejarme partes, sin exagerar o sin preocuparme por todo lo que pudiera ocurrir, así como siendo fuerte como para contárselo sin encontrar problemas durante el relato.

- Caminé por el mundo, viéndome sola de nuevo, hasta que llegué a Iwagakure, donde por fin me vi aceptada, aunque seguí sin amigos cercanos. Un día conocí a quien se convirtió en mi amiga, aunque ella ya no comparte apenas momentos conmigo. Me siento sola de nuevo, viviendo en Konoha después de la destrucción de la villa en que me entrené para ser ninja. Creo que estoy enamorada, aunque nunca puedo evitar tener dudas, pero la persona que me quita el aliento viaja por el mundo y tan solo he coincidido con él en unas ocasiones. Estoy sola, como tú, aunque tengo esperanza, sé que algún día encontraré mi felicidad. He de pasar página con aquellos temas que me duelen, con aquellas personas que sé que no van a volver a mi vida o que se alejan poco a poco, y tener fe en el presente, luchar por aquello que quiero.

Tras el breve relato, las palabras en que le contaba mi vida a una chica que no conocía, o tal vez no recordaba haber conocido, después de que ella me hubiera relatado su propia vida. No sabía qué contestaría ante lo que yo le había dicho, pero esperaba que no tomara a la ligera mis palabras, que aunque no hubiera dado un consejo explícito, tomara en cuenta mis palabras y analizara lo que yo le había dicho. Había dado una conclusión con respecto a mí misma, aunque ella podía tomar aquello como una ley de vida, un ideal en su forma de hacerlo todo. Tal vez incluso momentos después decidiera decirme de dónde era ella, dónde se había criado o más detalles acerca de la brevísima historia que me había contado acerca de esa chica desconocida que tanto había sufrido. Me pregunté si ella era también huérfana, si había llegado a conocer a sus padres o si los había perdido a lo largo del tiempo. No creía que estuvieran con ella si tan sola se sentía. Yo no comprendía a aquellas personas que no veían un apoyo en su familia, que no consideraban realmente la felicidad que un padre o una madre podían ofrecerles si sabían valorar su compañía, sus esfuerzos. Yo no había tenido tales lujos, había sufrido a lo largo de una vida que por el momento era corta, aunque cada año me había parecido eternamente largo en una soledad que me había perseguido siempre. Las personas iban, venían, caminaban por el universo de las almas de un corazón a otro, por el abismo de los recuerdos para llenar huecos vacíos en las mentes de otras personas y compartir momentos, situaciones que llenarían abismos. Me gustaba, de vez en cuando, abstraerme y viajar por aquel abismo. Visitar los recuerdos que guardaba de tanto tiempo viviendo en aquel mundo, de tantas personas que había visto, de aquellas que habían llegado a mi corazón y aquellas que simplemente habían pasado sin significar un dato excesivamente importante para mí. Me gustaba repasar los errores que había tenido para de ellos aprender o mirar hacia el pasado para tomar decisiones con respecto a lo que había hecho y lo que aún me quedaba por hacer. Mirar en esas nítidas imágenes qué personas me habían hecho sentir unos sentimientos y qué situaciones me habían hecho sentir otros, en qué hombres me había llegado a fijar o qué personas había podido considerar como amigas para mí. Recordaba muchísimos momentos, mi mente era buena a la hora de recordar las cosas, al menos de aquello no podía quejarme. Todo podía ser maravilloso o penoso, dependiendo del punto de vista con que mirase las cosas, y me gustaba compararlo todo para descubrir en qué momentos había actuado con corrección y en qué ocasiones había hecho cosas que podrían haber supuesto para mí problemas tremendamente graves. Cuándo había actuado con cabeza y cuándo había seguido los consejos que frecuentemente mi corazón me ofrecía. Las direcciones que había tomado en un camino que se me antojaba algunas veces largo, otras pesado. Me gustaba, en general, mirar al pasado y sonreír. Vivir el presente y preocuparme, aunque no excesivamente, por mirar al futuro y decidir qué podría hacer. La vida podía ser bella si yo aprendía a mirarla con buenos ojos, a juzgarla con sabias palabras.
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Mensaje por Kori Lun Mar 11, 2013 7:33 am

La shinobi me contestó, contándome también los problemas que ella tenía.Yo no dije ni una palabra mientras ella hablaba. Shika me había escuchado, o si había estado metida en sus cosas no se le notaba, pues al fin y al cabo las palabras que me relataba estaban relacionadas con las que le había dicho yo. Suspiré. No podía mentir diciendo que yo era la única que así me sentía. Parecía ser que la búsqueda de la felicidad era una búsqueda común por todos. Nadie estaba libre de sufrir, absolutamente nadie. A todo el mundo le podía pasar algo malo, sin tener en cuenta su clan, su procedencia...

La felicidad completa no existía. Sin embargo, tenía claro que la zona del corazón destinada al amor era muy amplia, y sentía que cuando esa zona estuviese cubierta, estaría feliz. Habría cosas que me preocupasen, que me quitasen el sueño, pero si él estuviese ahí mientras me ocurría todo ello, le restaría importancia.

Me hubiera gustado permanecer a su lado, contarle todo lo que en esos momentos pasaba por mi cabeza, consolarla a ella también... Las palabras eran incapaces de salir por mi boca. Quizás no le parecería muy amable por mi parte mi silencio, como a mí no me lo parecería si ella me lo hubiese hecho, pero no sabía qué decirle, excepto dos palabras que dije lentamente:

-Te comprendo.

Eran dos palabras, dos sencillas palabras. Aún así, estaba segura de que las agradecería.

La miré a los ojos mientras le dije en voz baja una despedida, usando un tono diferente al que había usado cuando intercambiamos nuestras primeras palabras. Se lo dije de forma suave y amable, de una forma que si alguien me hubiese escuchado podría pensar que nos conocíamos desde hacía mucho tiempo.

-Siento comunicarte que debo irme ya. Se me está haciendo tarde, aunque quiero que veas una última cosa.

Salté de la rama en la que nos encontrábamos las dos, pues no nos habíamos bajado desde que acabó la carrera, y me dirigí con presteza a un lugar más cercano a en el que anteriormente había creado la nube, de color oscuro. Shika podría verme desde allí, igual que yo pude verla a ella cuando giré la cabeza atrás, buscando su mirada. Estaba en un punto medio entre la ninja y la nube.

Escudriñé con la mirada un punto al que dirigir el ataque que en breves realizaría. Tras unos segundos buscando, localicé una gran bola de nieve, que tenía el aspecto de haber sido anteriormente un muñeco, pues se podía distinguir lo que parecía ser una zanahoria tirada en el suelo.

Con la punta de un dedo -concretamente el índice-, señalé dicha nube, y con la otra mano que me quedaba libre, apunté al estropeado muñeco de nieve. La shinobi podría observar, si me estaba atendiendo, cómo una lluvia de eléctricas agujas caían sobre el muñeco. Cuando la lluvia cesó, ya apenas quedaba nada de él. Sonreí levemente pensando en lo útil que podría ser contra un enemigo real, aunque tampoco debía hacerme demasiadas ilusiones, pues la nieve no dejaba de ser un objeto inanimado.

jutsu aprendido:


Después de ello, le hice una última señal de despedida a Shika con el brazo, esta vez sin girarme atrás, sin comprobar que ella siguiera allí o si ya se había marchado. Internamente esperaba que ella siguiese en el mismo lugar, temiendo que alguien pasara por allí y me tomase por una loca que se despedía de personas inexistentes, a pesar de que era conocedora de las pocas personas que pasaban por allí.

Mis tripas rugían del hambre. Desconocía el tiempo que había pasado entrenando mientras nevaba. Los únicos datos reales de los que disponía eran que me había levantado por la mañana y que ahora tenía apetito. Por lo tanto, deduje que sería la hora de la comida aproximadamente, o quizás más tarde, pues yo era de poco comer.

Pensé mientras llegaba a casa en la comida que podría preparar. Estaba muy cansada después de todo lo que había pasado. Había aprendido dos nuevas técnicas de mi elemento, había aumentado considerablemente mi velocidad, y había conocido a una nueva ninja. Sin duda me echaría una buena siesta en cuanto pudiese. Antes de abrir la casa miré una última vez hacia el lugar donde había visto por primera vez a Shika.

Spoiler:


Última edición por Kori el Lun Mar 18, 2013 2:27 am, editado 1 vez
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Mensaje por Shika Lun Mar 11, 2013 8:32 am

Tras mi relato, la respuesta de la chica fue bastante sencilla, aunque yo no pedía más. Tal vez me hubiera molestado en caso de no haber recibido más contestación que el propio silencio, pero no lo sabría mientras ella me dijera esas dos simples palabras. Ambas sabíamos ya aproximadamente la historia de la otra, aunque yo había ofrecido más detalles sin saber siquiera si ella era o no de Konohagakure. Pronto dijo, cambiando ya el tono de voz con respecto al que había tenido en un principio, que debía irse, pues se hacía tarde. Y era cierto, el tiempo había pasado increíblemente rápido a lo largo del encuentro que habíamos tenido. Había conocido a una chica de la cual antes no sabía nada, o no recordaba saber nada. Pero, antes de marchar, me pidió que observara cómo hacía algo.

Bajó del árbol y se situó bajo la oscura nube que al parecer había creado ella, pensé que yo no había aprendido aún el jutsu de elemento raiton que me permitiría hacer aquello, al igual que me faltaban una gran cantidad de técnicas elementales por aprender para sentirme realmente satisfecha. Conocía prácticamente todas las técnicas de mi clan, tanto defensivas como ofensivas o suplementarias, y aún debía esforzarme en manejar mis naturalezas elementales para poder atacar a los enemigos y ganar ventajas en combates. Debí proteger la villa oculta entre las hojas, el imperio. Mi misión en la vida, la principal, era servir al imperio, al emperador, ante todo, sin importar los obstáculos que encontrara en el camino. Y si quería ser capaz de salvar todos los problemas que se presentaban, debía ser fuerte y esforzarme al máximo, así como estar preparada mental y físicamente.

Observé atentamente cómo ella destrozaba un muñeco de nieve a base de lograr que una lluvia de agujas electrificadas cayera sobre él. Sonreí y después se volvió a despedir con un gesto, bajando yo del árbol. Hice un sello con ambas manos, rodeando una gran esfera de cristal a lo que quedaba de muñeco de nieve, para momentos después reventarse la esfera. Un montón de partículas de cristal se clavaban en la nieve mientras yo me giraba, reemprendiendo el camino de vuelta a casa. Era momento de cuidar de la casa, a Negro Kun y al minino, ambos estarían tan hambrientos como yo lo estaba en ese momento.

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