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Mensaje por Damocles Sáb Mar 16, 2013 1:11 am

En lo mas profundo de esta ciudad dorada custodiada por los Shinobis más poderosos de esta era a punto de finalizar, bajo las torres que rasgaban las nubes tocando el cielo, tras las paredes bellamente adornadas con tapices, cuadros, estatuas. En las inmediaciones del infierno, podría decirse pues estaba oculto en una profundidad tal que si verdaderamente existía tal lugar, debía encontrarse cercano a donde me dirigía. Llevaba cerca de una hora fluyendo a través del espacio, y seguramente del tiempo, pues cruzar todas y cada una de las barreras que se alzaban frente a mí en estas construcciones copiando las ancestrales puertas de los palacios divinos me estaba costando mucho más de lo que esperaba. Fuera de mi influencia, seguramente el tiempo había transcurrido mucho más lento, haciendo que en lo que a mí me parecían horas, para el resto fueran tan solo minutos. No sabía como, pero los dos ninjas que me habían salido a perseguir se mantenían aún en su cometido, moviéndose a extremas velocidades, seguramente guiados por Suzaku hacia el Núcleo, donde me dirigía. La tierra que estaba atravesando en estos momentos palpitaba con el poder del Gran Rey, la plaga ya se había extendido hasta aquí, y nada podría expulsarla. Era un buen presagio, me estaba acercando a la meca de mi viaje.

Mas pronto que tarde, la tierra acabó y volvió el metal dorado que conformaba toda edificación creada por el vástago de los cuatro dioses, formando una esfera de tamaño variable, dependiendo de quien lo mirase. A mis ojos, ocupaba tanto como la propia bóveda celeste en la que mi maestro se hallaba encerrado. Al traspasar las barreras doradas e introducirme en el interior de la esfera, mis poderes espacio temporales se desactivaron, volviéndome de nuevo natural y físico. La lógica diría que al dejar de levitar hacia donde desease, caería por las paredes cóncavas de la estructura hasta la zona inferior, pero desde que crucé el límite dorado había penetrado en los dominios de un poder mucho mayor que la propia naturaleza, aquí había otras normas, y con ellas una lógica diferente. Mis pies no se posaron, sino que simplemente se mantuvieron donde yo deseaba, llevándome sin moverme, en un instante, al centro de dicha esfera. Las paredes doradas brillaban por el reflejo de una intensa luz variable como la que se observaría debajo del agua al mirar a las alturas, que bañaban el oro divino con su presencia. Al observar el centro de la sala, no podrías ver la fuente de la luz, pero sabías que ahí estaba, y ahí es donde me había dirigido. Frente a mí, flotando estirado verticalmente, había un hombre de cabellos rubios y lisos, tan finos que parecían hebras de oro extraídas de la tierra por el mejor de los artesanos. Su piel era clara, excepto en la mejilla izquierda, donde mostraba un tatuaje kanji rojo con la palabra Amor inscrita para siempre en su piel. Todo su cuerpo estaba envuelto por una túnica blanca, que holgada, fluía ingrávida a su alrededor, mecida lentamente por la energía que el cuerpo expelía. Sus ojos estaban cerrados, acabando de pintar en su faz un cálido gesto de felicidad durmiente. Tras dos años al fin lo he encontrado. Con una expectante tensión apoderándose de mi cuerpo, avanzo el metro que me distancia de la envuelta terrenal de mi señor y pongo mis manos en sus mejillas, cerrando los ojos a mi vez y insuflando en su interior toda la fuerza oscura que la puerta me llevaba ofreciendo desde que los incautos la abrieron por accidente, logrando lo que nosotros no habíamos hecho en tantos siglos. La piel del Sabaku comenzó a mostrar pequeñas marcas de oscuridad, como tentáculos que se extendían desde mis palmas, surcando su cara hasta llegar a sus ojos, acumulándose sobre sus párpados hasta colmarlos de oscuridad, sobrepasando las ojeras naturales que los de su clan mostraban. Fue entonces cuando mi Dios abrió los ojos, renaciendo finalmente en el mundo que le correspondía por ley natural. Su mirada era tan intensa que en seguida sentí como mi cuerpo se marchitaba, y mi alma se corrompía. Tan solo la energía que fluía aún hacia mi interior desde el portal en Iwagakure me mantenía vivo, a pesar de los cambios que mi cuerpo estaba sufriendo, entre convulsiones y temblores. Las bendiciones del Gran Rey se mostraban en mí, tornando mi piel negra bajo la capa y la máscara, y mi cabello de un azul celeste claro. Mis vestiduras, mostrando que el Loto Negro era mi vida, se deshacían, transformándose en otras muy distintas, que al igual que las de mi maestro, flotaban a mi alrededor, aparentemente formadas por pura luz. Sin darme cuenta, me había quedado fascinado observando la inmensidad del universo en los ojos de mi señor, y no había sido consciente de su cambio. Ya no tenían el color azul que sabía, natural del contenedor, sino que un Naranja intenso con decenas de estrías negras fluía desde las escleróticas oscuras, brillando con intensidad.

El mundo ha florecido hermoso en mi ausencia... pronto será un paraíso.



La voluntad del Gran Rey retumbó en todo el mundo, afectando a cada objeto, animal y planta de una forma u otra. La esfera había comenzado a vibrar desde que le puse la mano encima y cuanta más energía pasaba por mi cuerpo, mas violento era el temblor. Por desgracia debería pararme y luchar, pues mientras mi señor acumulaba la energía suficiente para liberar su verdadero cuerpo, dos insectos habían entrado desde lo mas alto de la cúpula esférica, caerían hacia nosotros en segundos y no podía dejar que su llegada nos interrumpiera. Sentía el gozo de mi señor, sabiendo que pronto se reuniría con sus captores, pues Suzaku y lo que quedaba del maltrecho Byako venían con los asaltantes, mientras que el cobarde Seiryu se hallaba en la superficie apoyando a los que trataban de salvar lo que quedaba de la raza patética en que se había convertido al humanidad. Una vez liberado mi señor, solo quedaría Genbu, y sería el fin.
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Mensaje por Viral Dom Mar 17, 2013 3:15 pm

La carrera se había vuelto un método de persecución inútil ante el asaltante de la Ciudadela, pues su capacidad para evadir obstáculos como si éstos no existieran, pasando a través de ellos sin problemas era demasiado increíble como para que lograse trazar un plan victorioso. Cada segundo que pasaba, se sumaba más distancia a la que nos sacaba, hasta que finalmente, antes de llegar al primer edificio dorado, se introdujo en el suelo, siendo tragado por la suave hierba como si de agua de lluvia se tratase. Mis ojos Sharingan fueron capaces de seguir su subterránea trayectoria durante varios segundos, pero pronto lo perdí de vista. Pensando en cual debiera ser nuestro siguiente movimiento giré la vista hacia Blank, mi hermano de batalla perdido tantísimos años atrás, quien ahora estaba unido a mí por un lazo mucho mas profundo y poderoso que la simple amistad con un voto más sagrado que el propio matrimonio, y vi en sus ojos el conocimiento de lo oculto e inexplicable. Había sentido ese mismo sentimiento en mi interior cientos de veces, cuando Garudá lanzaba a mi mente imágenes con lugares, gentes y situaciones que jamás había visto ni vivido, ni lo haría, pues muchas de ellas habían ocurrido hacía miles de años. Así fue como me enseñó la realidad oculta tras la maldad de Damocles y el Loto Negro, el por qué de su cruzada y lo que podría volver a pasar si salían victoriosos, liberando al Gran Rey, Anarkía. Mi compañero se lanzó a correr hacia uno de los edificios secundarios que rodeaban mi dorado palacio, pudiendo yo alcanzarle con mucho esfuerzo, pues su velocidad era ampliamente mayor que la mía. Traspasamos las puertas del lugar con rapidez, entrando en un cascarón vacío sin rastro alguno de vida en su interior, que llevaba hacia los túneles que toda la ciudadela conectaban por medio de monoraíles. Sin dudarlo un segundo, Blank saltó en uno de estos monoraíles, que enseguida comenzó a moverse, primero lentamente, luego cogiendo velocidad, acercándose cada vez más al comienzo de un túnel oscuro sin luz alguna que permitiera seguir su trazado. En el último momento, salté la vaya del transporte y caí sobre uno de los asientos de pasajeros, justo antes de que nuestro tren se lanzara a toda velocidad hacia un abismo negro de increíble pendiente, cuya oscuridad surcamos durante largos minutos que parecieron años por el miedo de que el transporte se estrellara contra un suelo invisible que en medio de esta cueva oscura no veríamos llegar. Podríamos haber muerto en cualquier momento, pero de alguna forma logramos sobrevivir para ver la siguiente maravilla que nos esperaba. Mientras el tren se detenía lentamente, tras frenar con la suficiente rudeza para no descarrilar, pero sin llegar a lanzarnos despedidos por los aires de pura inercia, tanto Blank como yo vimos algo que nunca esperé ver aquí abajo, a lo que serían kilómetros de profundidad. Una luz intensa y dorada, como la del sol de verano, se desprendía hacia nosotros desde lo más alto de un corredor ascendente, que comunicaba nuestra sala, donde desembocaba el monoraíl, con alguna otra habitación hasta la que la luz diurna conseguía colarse, a pesar de lo escondidos que nos hallábamos en el seno de la tierra. Hipnotizados por el resplandor Blank y yo salimos del tren que nos había traído hasta aquí y caminamos rápidamente, subiendo los escalones de dos en dos apresurándonos para poder ver aquello que nos había querido indicar el benefactor de mi amigo. Cruzamos el último arco que delimitaba el final del pasadizo y salimos a una nueva sala, mucho más pequeña que la anterior, de tan solo tres metros de alto y unos cinco de ancho y largo, permitiéndonos movernos con libertad, pero al menos en mi caso, sin librarnos de la impresión agobiante que se siente al entrar en lugares tan angostos bajo tierra, con la amenaza constante de quedar enterrado bajo toneladas de tierra y roca. Pero nada de esto siguió preocupándome cuando vi lo que había en el centro de la sala, que no era otro que el lugar del que fluía la cálida luz. Como una nube perfectamente esférica, o una burbuja de jabón dorado, la crisálida destellante flotaba ingrávida, ascendiendo y descendiendo delicadamente. Su luz no seguía un patrón fijo, pero iluminaba más ciertos lugares que otros, siendo la que nosotros ocupábamos, la zona mas brillante de toda la habitación, o al menos eso me parecía a mí. Podía decirse que la esfera se movía y cubría con su luz aquello que deseara, pues parecía tener cierta voluntad propia. Blank dio el primer paso hacia ella, seguramente guiado de nuevo por el ser que le había acompañado desde hacía ya tanto tiempo, y yo le seguí, temiendo de nuevo quedarme atrás como había pasado anteriormente, pues en este estado mi amigo descartaba la previsibilidad de sus características. Sin tapujo alguno, el Kazekage posó una de sus fuertes manos en la esfera, que siseó, como si sintiera la presencia de algo que le disgustaba, pero a los pocos segundos, su luz comenzó a intensificarse en nuestra dirección, hasta que todo lo demás desaparece.

El tiempo de preparación había pasado, todos estos momentos desde mi nacimiento había sido invertido en el día de hoy, cuando la profecía se cumpliría para bien o para mal, y el Gran Rey volvería a tocar el mundo con su mano de la destrucción. Cada día de mi vida había sido influido por un plan superior a mí, a todos nosotros, en el que cuatro seres ultradivinos jugaron con los destinos de cientos de personas para poder llegar a esta encrucijada ahora. Los vientos del tiempo cruzaban con rapidez el mundo a mi alrededor, mostrándome escenas de mi pasado remoto, de como mis padres se conocieron y como los padres de mis padres fueron casados para mantener la pureza de sangre Hozuki. También el futuro era revelado frente a mis ojos en este río eterno e imposible de detener, imágenes de una niña de cabellos verdes y ojos dorados en brazos de alguien cuyo rostro se difuminaba. Si giraba la cabeza hacia la izquierda, podía ver esa misma niña, pero esta vez en mis propios brazos. El destino se reía de mí, mostrándome lo que podría haber sido si mi camino hubiera sido otro, lejano a la búsqueda de la ancestral ciudad sumergida, si nunca me hubiera cruzado con la luz de Suzaku ni hubiera dado muerte a Uchiha Edu. Solo la muchacha de cabellos oscuros se mantenía firme en cada posibilidad, ya fuera pescador, mercenario, agricultor o emperador, solo sus ojos cristalinos se mantenían sobre mí sin alejarse, fuera cual fuera el inicio de la historia. Mi vida había tenido sentido, llena de hermosos motivos que impulsaban mi corazón hacia la lucha final. Pasado, presente y futuro ya no importaban, pues ninguna de las tres dimensiones temporales tendría sentido o cabida para el ser humano si fallábamos aquí.

Al cesar la luz, tanto Blank como yo nos vimos impulsados al interior de la espera, que nos tragó como si fuéramos motas de polvo. Ahora flotábamos en lo alto del interior de lo que seguramente sería una estrella. Las paredes estaban hechas de llamas que eran expulsadas hacia el exterior, iluminando la oscuridad del espacio, pero el núcleo, donde nosotros nos hallábamos, estaba hueco de materia, recorrido tan solo por corrientes de una fuerza desconocida, pero que no podía traspasar las barreras de fuego que formaban la nueva esfera. Posiblemente Blank estuviera viendo lo mismo que yo, pero quizás fuera otro paisaje el que en su cerebro se estuviera formando en estos mismos instantes. La luz intermitente de las llamas se reflejaba en mi dorada armadura, dándole al oro de los dioses que la cubría el efecto de movimiento que tendría si fuera líquido y fluyera de unas zonas a otras sin resistencia alguna. Si uno se concentraba en las corrientes, podía sentir el frío en ellas, exentas de toda luz y calidez, fluyendo desde el centro del esférico e ingrávido lugar en el que ahora nos hallábamos. Con tan solo desearlo, mi cuerpo avanzó hacia ese lugar profundo, el más lejano de todas las paredes flamantes que constituían la prisión celeste. Conforme me acercaba, la oscuridad se apoderaba de mis ojos, alejando de ellos la luz hasta que simplemente no hubo nada. Aún no había llegado al centro, lo sentía en los huesos, aún quedaba más camino por recorrer, pero no podría recorrerlo solo.

- Garudá, te necesito.

Respondiendo a mi llamada, la armadura que portaba comenzó a brillar, alejando poco a poco cada mancha de oscuridad que me rodeaba hasta crear mi figura una pequeña linterna guía entre la densidad de este mal oculto. Sentía el abrazo del fénix en el interior de la armadura, como si los brazos de mi compañera de viajes se hubieran colado bajo la firme chapa de Brionnúdéithe y me ayudasen alejando de mí el frío de la muerte con su eterna llama. Ahora podía acabar de avanzar el camino que quedaba, llegando hasta el mismísimo y verdadero núcleo de la esfera. En él encontré a dos figuras, una de ellas, que reconocí como el primer Kazekage, eterno rival de mi maestro Kimura Sadoru, se hallaba inconsciente, flotando en el preciso medio de la estrella, la otra era sin duda Damocles, el líder del Loto Negro y el enemigo que habíamos venido a derrotar hoy.

El mundo ha florecido hermoso en mi ausencia... pronto será un paraíso.



La voz llegó hasta mí y me golpeó con fuerza, haciendo que mi armadura se oscureciera levemente durante varios instantes, antes de recuperar de nuevo su brillo innato. Tal era el poder de tan solo un pensamiento esquivo e inofensivo que se había colado de la mente de un mortal siendo usado como filtro para llevar a la tierra la palabra del Gran Rey. Si ahora que estaba débil su fuerza era tal, la verdadera magnitud del peligro debía ser inigualable e imposible de medir. Sin embargo, con estas palabras llegó un milagro. Damocles, que mantenía sus manos sobre las mejillas de Asuke, comenzaba a sufrir convulsiones y temblores tan fuertes, que podía notar como castañeteaban sus dientes tras la máscara. Todo estaba ocurriendo tal y como Kirugani había explicado durante la reunión de Kages, y para el asombro de todos, el cuerpo que debíamos llevarnos de aquí, alejándolo así del receptor espiritual y del propio Damocles, era el mismísimo Asuke, maestro de mi compañero Blank. Desde que entramos en la esfera le había perdido de vista, pero en el momento en que comencé a necesitarle, éste cruzó la oscuridad en un segundo y clavó sus poderosas garras eléctricas en la espalda de Damocles, atravesándolo de parte a parte y causando que éste vomitase un coágulo de sangre fresca sobre la inmaculada túnica de Asuke. Tanto Blank como yo sabíamos lo que debía hacerse, pero tan solo a mí se me había revelado el final de que fuera yo quien portase esta armadura, y no cualquier otro luchador dedicado al cuerpo a cuerpo, quien le daría mas y mejor uso. Sentía a Suzaku, filtrándose desde el dorado material hasta mi carne, poco a poco, así había sido desde el inicio del día, desde cuando no me la había quitado para nada. El proceso de transmisión ya estaba casi acabado, pero Damocles se resistía a quedarse quieto, y Blank no podría retenerlo así eternamente. Juntando mis manos, hice un sello mientras expandía mi chakra, de un visible agua marina en este especial lugar, tocando con su color a Damocles y Blank, quienes automáticamente cayeron en mi genjutsu. Mi compañero no se vio afectado en lo más mínimo por esto, pero Damocles, en cuanto el genjutsu se ejecutó, sufrió terribles mutilaciones y torturas en su mente, durante más de 100 horas, para finalmente se traspasado por una cuchilla dorada en forma de fénix, que lo empalaba de boca a pies. Cuando el genjutsu se deshizo, Damocles había sido empalado, la ilusión se había vuelto realidad mediante los Nueve Versos del Fin, y mis ojos habían perdido la luz, volviéndose completamente inútiles. Aunque ya poco me servirían, pues de las junturas doradas de Brionnúdéithe, vapor dorado comenzaba a salir, siseando como una tetera a punto de explotar. Como último acto de voluntad racional, empujé a Blank para que se alejase de Damocles, mientras éste caía al suelo, aún atravesado por la cuchilla de ilusión. Mi cuerpo ardía, con la fiereza de un incendio que amenazaba con consumir mi alma, pues era ésta quien daba sustento a las llamas, y no mi cuerpo. Podía sentir como mi voluntad perduraba y se expandía en todas direcciones, formando las cenizas de mi corazón y mi alma, llegando a cada punto donde había sonreído, arremolinándose allá donde Sonzu y yo fuimos realmente felices, surcando los mares que habían sido mi vida. Invisible, los fragmentos de mi conciencia viajaban hasta llegar a todos aquellos por los que luché, y logré salvar, quedándose flotando a su alrededor para siempre, hasta que su vida acabase y su propia alma se fusionase con la mía en el más allá. No tenía mucho tiempo, y mi último pensamiento racional fue para Blank, quien sabía, podía sentir todo aquello que yo sentía, y sabría comprender el mensaje que le mandaba, un instante antes de lanzarme contra Damocles y rodearle con mis brazos, haciendo que su alma ardiera junto a la mía, siendo consumida hasta la destrucción absoluta mientras que Anarsuke, tras perder su fuente de alimento comenzaba a brillar con violencia deshaciéndose también por la potencia del alma que cargaba en su interior, cuyo cuerpo mortal ya no podía seguir manteniendo. Algo había salido mal, pero si destruía los dos cuerpos que aquí se hallaban, aún había esperanza. Anarkía no se liberaría, y la maldad que se filtrase se quedaría aquí, en La Ciudadela, eternamente sellada.

- Vete de aquí hermano. Vete y cuídalos a todos.

Tras esto, oscuridad, y esta vez no podría librarme, no había escapatoria, pues la vida tiene mil caminos, pero tan solo hay una salida, común para todos ellos. Tres muertes traerían equilibrio al mundo. A cambio de la vida de dos hombres que aprendieron a amar a sus semejantes, millones vivirían. Un futuro había sido asegurado, pudiendo la raza humana proseguir su lucha por mantenerlo.

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Mensaje por Blank Lun Mar 18, 2013 9:34 am

La persecución que durante tanto tiempo habíamos llevado a cabo fue poco a poco tornándose inútil, pues incluso con mi velocidad superior, adquirida durante meses de entrenamiento, no era capaz de alcanzar a aquel fantasma efímero, que gracias a su etérea existencia atravesaba todo obstáculo que ante el se postrara, sacándonos incluso más y más ventaja cada vez. Pronto se me hizo necesario dar uso de los ojos sharingan que en mis cuencas se encontraban, uno cortesía de mi compañero de penurias Viral, con quien ahora mismo me unía un lazo inquebrantable. Es increíble cuan irónico puede llegar a ser el destino, pues era con un Hozuki, clan por el que en el pasado sufrí en mis carnes la sombra del odio y la venganza que ahora amenazaba con devorarme, con quién había acabado uniéndome un lazo tan grande, uno de los mayores que había formado hasta ahora. Los ojos, que primero se mostraban de un color verde esmeraldino, se tornaron rojos como la sangre misma, con tres aspas girando en su centro, que acabaron por formar una figura parecida a una estrella negra, atravesada en su interior por círculos concéntricos de igual color que el iris. Estos me permitieron seguir sus movimientos cuando incluso la tierra atravesó, hundiéndose en el interior de las bastas llanuras, hasta de mi vista desaparecer, dejándonos a ambos estancados, sin saber por donde continuar.

"Estás cerca, no te rindas."

"Byakko, necesito tu ayuda para poder continuar, no podemos permitirnos fallar, hoy no."

"Lo sé, por ello es que aquí estoy. Capaz no soy de sentir a vuestro perseguido, sin embargo si se a donde se dirige, aún puedo sentir el influjo del resto de mi ser."

"Guíanos pues."

Estas palabras dieron paso a un torrente de información tal que por un momento pensé que podría llevarme con el en su rápida pasada. Byakko prácticamente tomó el control de mis acciones, guiándonos a Viral y a mí directos a uno de los edificios que el maravilloso palacio rodeaban, mientras que yo lo contemplaba todo desde mi interior. El imparable Dios del Oeste avanzó usando mi cuerpo como vehículo y al mismo tiempo como guía, atravesando todo lo que en su camino se encontraba hasta llegar a la dorada estructura, carente de toda vida en su interior. No podía ver desde aquí si Viral había conseguido seguirme el paso, sin embargo poco importaba eso, pues él bien sabría a que lugar nos dirigíamos, no por algo sus ojos y su mente fueron los que dieron vida a aquella maravilla dimensional, conocida como Rac Álainn. Atravesando los vacíos pasillos los tres llegamos a uno de los monorraíles que como transporte se usaban, pues toda la ciudadela estaba en su interior surcada por este medio de transporte, que conectaba todos y cada uno de los lugares de esta. Byakko saltó de golpe a uno de estos y sin dudarlo lo puso en marcha, avanzando este hacia el oscuro pasillo que más allá se extendía, y donde ni siquiera mis privilegiados ojos podían ver, dejando nuestro destino en una incógnita, al menos para mi persona. El monorraíl comenzó a moverse, poco a poco al principio, y aumentando de velocidad a medida que avanzaba por las doradas vías que en el infinito se perdían, pude vislumbrar desde mi posición como Viral saltaba en el último momento al interior de este, antes de que su velocidad de movimiento aumentara y se perdiera en la oscuridad. Solté un suspiro de alivio al ver que los tres habíamos conseguido montar en nuestro transporte, y ahora solo quedaba ver donde desembocaría este, que en movimiento se mantuvo por aquella oscuridad durante lo que me parecieron horas debido a la angustia provocada por aquello que desconocemos, por aquello que no podemos predecir ni manejar, aunque por suerte aquella angustia solo se quedó en lo que era, un sentimiento, pues el monorraíl llegó a su destino. Mientras este se detenía poco a poco pude notar como Byakko me había devuelto el control sobre mi cuerpo, pudiendo moverme con total libertad, y fue entonces cuando tanto Viral como yo mismo pudimos contemplarla, aquella luz dorada, intensa como la que bañaba el país del Viento antes de que aquella tormenta de arena cubriera los cielos, resplandecía en medio de la absoluta oscuridad que nos rodeaba, mostrándonos el camino ascendente a la sala de donde esta era despedida. Como si de dos polillas nos tratásemos, ambos avanzamos raudos por aquel corredor guiados por la luz que este bañaba, hasta acabar en nuestro destino, una pequeña sala dorada que resplandecía como si de un cuerpo celeste se tratara, y en el interior de esta, la causa de tan bello resplandor. En el centro de esta angosta sala que, a pesar de su tamaño nos permitía cierta movilidad, como si de una estrella se tratase, una pequeña esfera dorada resplandeciente flotaba ingrávida, moviéndose como si voluntad propia poseyera por el lugar, mientras que con su cálida luz nos bañaba, calmando nuestro corazón y alejando las dudas de este, una sensación que me era muy familiar.

"Adelante, tócalo, os llevará a vuestro destino."

Las palabras de Byakko simplemente dieron permiso a una acción que pensaba llevar a cabo de igual forma, pues mis pies ya se movían dirección a la esfera. seguidos de los de Viral, que parecía no querer volver a separarse de mí como anteriormente pasó. Solté una pequeña sonrisa algo burlona, pero feliz al fin y al cabo, pues cuando esto terminara un mar de posibilidades se abriría ante mí, liberándome por fin de aquella sombra que me perseguía, o al menos en aquel momento es lo que pensé. No quise alargar más lo que no debía ser alargado, de modo que de inmediato posé mi mano derecha sobre la esfera, agarrándola con fuerza, acto ante el que respondió siseando e intentando liberarse, mientras mi palma quemaba sin piedad. La esfera reaccionaba a la oscuridad de mi interior, una prueba más de que debía de ser algo más que un simple sentimiento negativo, intentando destruirme, cosa a la que me negué, era demasiado tarde ya para rendirse, demasiado tarde para retroceder, ahora me tocaba luchar, por todos aquellos que conmigo estaban, tanto en cuerpo como en alma. La esfera tardó unos segundos en dejar de luchar contra mi determinación, tras lo que su resplandor se intensificó, obligándonos a la vista apartar si no queríamos quedar ciegos ante un foco de tal magnitud, que se amplió hasta rodear toda la sala, y a nosotros con ella.

La luz en la que me había sumido aquella esfera pronto se transformó en oscuridad, oscuridad que me mostraba los acontecimientos que habían marcado mi vida, hasta hoy, todos ellos manchados por la negra sangre de la maldad. La muerte de mis padres y del resto de personas que completaban mi extinto clan, quienes en el interior de mis recuerdos se mostraban como dos sombras, sin rostro, sin forma. Mi estancia en Kirigakure, durante la cual siempre me sentí como un extraño, como un vulgar perro callejero en un mundo de arrogantes felinos, que con sus garras marcaban mi cuerpo y mi alma. El descubrimiento de la verdad sobre la desaparición de mi familia, que tan grande sentimiento de venganza y de odio hizo despertar en mi ya entonces herido corazón. Las penurias que pasar tuve para huir de todo aquello, que casi mi vida reclamaron en todas las ocasiones, y que desembocaron en la muerte de inocentes, llevada a cabo por mis propias manos, que como si de una maldición se tratara en afiladas armas se habían convertido, incapaces de mantener ninguna vida entre ellas. Vista así mi vida había sido un cúmulo de errores, incapaz de salvar a aquellos que me importaban, incapaz de huir de la oscuridad, siempre perseguido por la muerte, que se apoderaba de aquellos que a mi alrededor se encontraban como si de unos simples juguetes se trataran. Aquella oscuridad comenzaba a cubrirme, como si de la mía propia se tratara, y yo simplemente me dejé atrapar, sin resistirme, sin luchar, dándolo todo por perdido, hasta que una luz apareció. Esta comenzó a brillar en todas las escenas, mostrándome un aspecto totalmente contrario al que aquella sombra me mostraba. Podía vernos a Viral y a mí, de niños, jugando como los buenos amigos que éramos, en aquel entonces estuve bastante tiempo enfadado con él por haber pisado mi chocolate, escena que me hizo soltar una amplia carcajada al volverla a contemplar, pero al final acabábamos perdonándonos mutuamente. Pude observar también como en aquel cúmulo de penurias que pasé cuando huí de mi hogar conocí al que sería como mi nuevo padre, Asuke, quien cuidó de mí a pesar de no ser nadie conocido para él. También pude observar todos los lazos que hice a lo largo de mi vida desde ese momento hasta el actual, ví a Rouuse, Akiyoshi, Marduck y todos aquellos que en Sunagakure me esperaban, a mí, a su emperador, a su amigo. Pude ver también al joven Alzack, cuya existencia de las garras de la muerte rescaté, y que ahora con todos nosotros vivía en su nuevo hogar. Pude ver a la bella Sonzu y al Hozuki cuya vida arrebaté, quienes con sus actos, ya fueran buenos o malos, consiguieron rescatarme de la oscuridad que en aquel momento me sumía. Todos ellos estaban ahí, como aquella vez en el ahora país del Mar Helado, velando por mí de una manera u otra, ellos eran mi luz, y mientras a mi lado los tuviera, ni la más negra oscuridad podría conmigo. Aquellos pequeños destellos de luz me iluminaron totalmente, alejando las oscuras escenas de mi alrededor, puede que hubiera cometido muchos fallos en mi vida, y puede que muchos más me quedaran aún por cometer, pero había algo por lo que aún debía luchar, una razón por seguir de pié un día más, y mientras esta me bañara con su dorado resplandor, nada ni nadie podría detenerme, mi decisión estaba tomada.

Cuando mis ojos se abrieron en otro lugar muy distinto me encontraba, como si la esfera a su interior nos hubiera tragado. En este lugar, que tendía hasta el infinito, podía ver lo que en mi interior era la representación de mi alma en forma de vidriera circular gigante, con múltiples escenas de mi vida, tanto oscuras como luminosas, representadas en su vidriosa superficie. Esta se encontraba bajo nuestros pies, a la distancia suficiente como para que pudiera ser contemplada en todo su esplendor, pero al mismo tiempo no pudiera ser alcanzada. Flotando en la infinita y oscura estancia, fragmentos de otras vidrieras, de otras almas ajenas a la mía propia, se hallaban flotando sin rumbo alguno, mientras en la más absoluta oscuridad se sumían, deshaciéndose muy lentamente en polvo que brillaba con luz propia unos instantes, antes de desaparecer. No se si Viral contemplaría los mismo que mis ojos aún carmesíes me mostraban o el vería otra cosa distinta, pero en el caso de que la primera opción fuera la correcta seguramente no entendería el dolor y la desesperación que a mí me inspiraba esa escena, que no era otra cosa si no la destrucción personificada. Avancé junto a mi compañero con una simple orden mental, lo que demostraba otra vez que en aquel lugar las leyes del reino de los mortales no se aplicaban, y flotando en aquel espacio nos adentramos más y más hacia el centro de la estancia, donde una vidriera más podía vislumbrar en la lejanía en vertical posición, esta completa y resplandeciente, aunque no podía reconocer lo que en ella aparecía, hasta que no me hube acercado lo suficiente. Se trataba nada más ni nada menos que la representación del alma de quien era mi actual padre, y a sus pies no se encontraba otro que Asuke, con sus ojos cerrados, cubierto por una túnica resplandeciente en su totalidad, y a su lado, la figura que habíamos estado siguiendo, y a quién debíamos derrotar, quién posaba sus manos en las mejillas de mi padre y mentor, momento en el que todo se torció.



El mundo ha florecido hermoso en mi ausencia... pronto será un paraíso.


Aquellas palabras retumbaron en mi propia alma, provocando que su integridad se tambaleara durante unos instantes, amenazando con hacerme caer aun más a su oscuridad, tal era el poder de un simple pensamiento etéreo, no podía imaginar que ocurriría si aquel ser del que el Demonio Danzante nos habló fuese liberado. Cuando pude volver a contemplar la figura de ambos todo estaba muy distinto, la vidriera que tras ellos antes resplandecía ahora solo mostraba oscuridad, mientras que con un quejido de dolor y desesperación su figura se resquebrajaba, desapareciendo a pasos agigantados. Sus lamentos en mi interior se agolpaban, aumentando mi rabia y mi mismo dolor, hasta que decidí que era suficiente. Mis brazos adoptaron el aspecto de los de una bestia, aumentando en tamaño y musculatura, y desarrollando una gran cantidad de vello gris plateado a su alrededor, como si de las mismas extremidades de una bestia se tratasen, las cuales se rodearon inmediatamente de una capa de electricidad que resplandecía con su azulado fulgor en la oscuridad de la estancia. En ese momento el cuerpo de aquel que se hacía llamar Damocles comenzó a convulsionarse como si la vida se agotara en su interior mientras sus manos aún en el rostro de mi padre mantenía, algo de lo que Kirugani ya nos había prevenido, habíía cumplido su trabajo satisfactoriamente, y ahora nos tocaba a Viral y a mí cumplir nuestra parte. Ajeno a lo que él tuviera preparado, pero confiando enteramente en su juicio, me impulsé contra el cuerpo del líder del Loto Negro, atravesando su pecho de lado a lado, desgarrando piel, carne, huesos, todo a mí paso. Una gran cantidad de sangre expulsó desde la boca, manchando el inconsciente cuerpo de mi padre, cuya alma aún se mantenía en pié con poco más que fuerza de voluntad, podía sentir como depositaba sus últimas esperanzas en todos nosotros, dándonos la fuerza necesaria para continuar. Damocles se resistió a mi poder, deshaciéndose de mi persona con un simple movimiento de brazos, como si del dueño de la propia gravedad se tratase, tras lo que se giró, dispuesto a acabar con la vida de los que aquí nos encontrábamos. Mi compañero viral se encontraba en la lejanía, seguramente preparando su ofensiva, si él había decidido exponerse de esa manera es porque confiaba en su táctica para poner punto y final a la batalla, y en mí mismo para proteger su ahora vulnerable cuerpo, y eso es lo que haría. Portando en mi diestra la espada de mis ancestros, Artema, y en mi siniestra el arma creada por las joyas de mi clan, ambas envueltas en un aura eléctrica centelleante, me abalancé contra aquel demonio, dispuesto a darlo todo, incluso mi vida por pararle, por acabar con él. Así ambos nos enzarzamos en una batalla frenética en la que estaba en total desventaja, los golpes de ambos alcanzaban sin duda al contrario, sin embargo solamente yo parecía estar sufriendo su dolor, al menos internamente, obligándome a retroceder poco a poco.

"Ese poder, es demasiado para ti... Esa oscuridad, dolor, demasiado dolor emana de ella... Úsame otra vez, pelea contra la oscuridad usando el poder de esta misma, déjate consumir por ella, y te dará lo que necesites."
El combate continuaba de la misma forma, hasta que me dí cuenta de que no podría ganar si no daba la vuelta a la situación, había llegado el momento, puede que me autodestruyera al hacerlo, pues dejaba mi alma, mi esencia, demasiado expuesta, pero no había otra opción. Continué el combate mientras acumulaba energía en mi interior, aumentando la calidad de esta por medio de la palabra.
"Parece que no aprendes nunca, y no tengo tiempo para explicártelo otra vez, no pienso aceptar un poder maldito como ese."

- Yo soy el filo de mi arma.

"Siempre igual, alzando tu espada contra el destino, aún si sabes que perderás, aún si sabes que no tiene sentido, aún si sabes que no eres lo suficientemente fuerte. Eres un necio Blank."
Saiken responde a mi negativa de la forma que esperaba ¿Un necio? puede que lo fuera, pero ¿Desde cuando eso era malo? Mientras que en mi exterior la encarnizada lucha continuaba, una nueva lucha, esta vez de ideales, se iniciaba en mi interior, observada por los ojos de Byakko y de su guardián, que me acompañaba allá donde fuera.
"Si, tienes razón, soy un necio..."

- Acero es mi cuerpo, electricidad es mi sangre, luz es mi alma.

"... Pero ¿Sabes? es con los necios con los que hay que tener cuidado..."

- Abandonado por la muerte, desconocido por la vida.

"... Pues cuando todos los demás se han rendido..."

- Espero su llegada, sin lamentos, pues es mi único camino.

"... Cuando sus corazones se han dejado arropar por el manto de oscuridad de la impotencia, hasta perder todo atisbo de luz..."

- Concédeme el poder de atravesar las dimensiones y el destino.

"... Serán los necios los que seguirán luchando contra lo imposible, pues ellos serán los que, al final..."

- Por aquellos por los que lucho, por su libertad, yo te invoco...

"... Traerán la destrucción."
Las voces de los dos dioses resuenan en mi interior, mientras noto como mi poder está listo para liberarse, puede que mi ideal estuviera maldito, pero no estaba equivocado, y se lo demostraría a todos aquellos que osaran burlarse, pues ese era mi destino, el destino de un necio. Lanzo mis dos armas al cielo tras repeler a Damocles, tras lo que ejecuto una rápida cadena de sellos, recogiendo ambas a su caída de nuevo, y pronunciando el nombre de aquel poder que me concederá la victoria.
"¡Todos juntos, dadme vuestro poder!"

¡¡CLAIDHEAMH!!

Una gran luz rodea mi cuerpo y sale despedida, absorbiendo a todos aquellos que en aquella oscuridad nos encontramos, y transportándonos a una zona totalmente distinta. La fragua eterna que en el interior de los Tsukidomo sigue trabajando sin parar, el poder de nuestra alma convertido en un ser, en una estancia, en una realidad, tal es el lugar en el que nos encontramos en este momento. El espacio paranoico dejó paso a un páramo de tierra que se extendía hasta el infinito, arropado por un cielo malva totalmente despejado de nubes en el que resplandecían las últimas luces del crepúsculo. De la baldía tierra brotaban sin parar cenizas como si del interior de una fragua se tratara, y verdaderamente podría ser considerado como tal, pues el suelo de la zona, delimitada por una muralla de gigantescas y etéreas cadenas doradas que impedían el avance más allá de sus límites a los que en su interior se encontraban, estaba cubierto por infinidad de armas de fuerza y poderes desconocidos e inmanejables por aquellos que no compartieran un lazo de sangre con el invocador. Espadas, dagas, mazos, sierras, hachas, todas las armas imaginables y fabricables en esta dimensión se encontraban, una dimensión sujeta enteramente a mis normas, una dimensión que hoy se volvería la tumba de aquellos que contra la vida misma atentaban. Mi tiempo era limitado, pues el mantener esta realidad estable absorbía a pasos agigantados todo mi chakra, de modo que no demoré más lo inevitable y al combate me lancé, cargando con mis dos armas contra Damocles. A mi paso, cientos de armas alzaban el vuelo rodeadas de una dorada aura eléctrica, tras lo que se abalanzaban contra mi adversario a gran velocidad, buscando con su vida acabar. Muchas eran repelidas, otras muchas evitadas, solo algunas daban en el blanco, pero su fuerza era la suficiente como para provocar daños en su integridad. Este buscaba escapar de estas haciendo uso de sus dones, pero rápidamente era cercado por mí, que además de haber aumentado mi velocidad y poder, había obtenido la habilidad de aparecer en la posición de cualquiera de las armas que aquí se agolpaban, y que no se agotaban por más uso que les diera. Esta situación nos llevó a ambos al límite, cuando por fin pude sentir y ver la esperanza, en forma de un brillante chakra aguamarina, en cuya presencia Damocles no habría reparado debido a la presión a la que expuesto le tenía. Todo pasó demasiado rápido entonces, en apenas unos segundos el cuerpo de Damocles se retorció y convulsionó, para luego ser empalado por una gigantesca cuchilla dorada con la forma del ave inmortal, dando fin al combate. Habíamos traído la luz al mundo de nuevo, una luz de esperanza, de determinación, una luz de vida, y como resultado, ambos caímos en la más profunda oscuridad. Mientras que el cuerpo de nuestro rival caía y la realidad que tanto tiempo llevaba manteniendo se deshacía, llevándose con ella el resto de mis fuerzas, mi compañero de batalla Viral arremetió contra mi cuerpo, impulsándome lejos de él mismo y del cuerpo inerte de Damocles. Su cuerpo ardía con fiereza, expulsando humo su dorada armadura como si de una olla se tratase, sus ojos toda luz que podían tener habían perdido, sumiéndose en la oscuridad ¿Era tal el precio que mi compañero, que mi amigo, debía pagar por librar al mundo del mal? Mis ojos caer una lágrima dejaron ante los desbordantes sentimientos que de él emanaban, los cuales me envolvían como si de un cálido abrazo se tratase, tan cálido como las llamas que con consumir su cuerpo y su alma amenazaban.

- Vete de aquí hermano. Vete y cuídalos a todos.

Las últimas palabras de mi amigo llegaron a mis oídos a través de la oscuridad que poco a poco comenzaba a rodearnos, mientras que él se abalanzaba contra Damocles, acabando con su cuerpo y con su alma con las mismas llamas que pronto consumirían la suya propia. El cuerpo y la representación del alma de mi padre también comenzaron a desaparecer, deshaciéndose en partículas de luz tan pura como la que despedía Byakko, que ahora se encontraba a mi lado en representación etérea. No podía permitirlo, no podía volver a perder a ninguno de los dos, pero poco pude hacer, pues mi carencia de fuerza por el sobreesfuerzo anterior hizo que cayera agotado y cerca de la inconsciencia, mientras que las lágrimas caían de mis ojos por mis mejillas, para luego perderse en tan profunda oscuridad.
"Yo cuidaré de ti, hasta el final, ahora, descansa..."
La voz de Byakko, los desbordantes sentimientos de Viral, y mi impotencia por no haber podido hacer nada por ellos, fue lo último que pude sentir, antes de que mi cuerpo fuera rodeado por una intensa luz, tan intensa que las sombras que allí se agolpaban retrocedieron ante su fulgor, para luego dar paso a una absoluta oscuridad.
_________________________________________________________________________________________________________________________

Cuando los ojos abrí ya no me encontraba en aquella oscura dimensión, si no que al lado de una mujer cubierta por una túnica blanca en su totalidad me encontraba, cuyo rostro me era ya muy conocido, pues se trataba del mismo dios que su poder usó para salvarme ya en más de una ocasión. Volvía a encontrarme con el mismo muro con el que me he estado encontrando siempre, incapaz de proteger a los que más me importan, por mucho que luche, por mucho que caiga, por mucho que me esfuerce... Sin embargo esta vez era distinto, tenía mucho por lo que luchar, ahora en mis hombros tenía los sentimientos y deseos de dos de las personas más importantes en mi vida, rendirse a la oscuridad como la otra vez no era una opción, para nada. Haciendo uso de mis fuerzas y de las de aquellos que junto a mí espiritualmente se encontraban, me puse en pié una vez más, preparado para todo.
"Viral... Tus sentimientos y deseos estarán conmigo, para siempre..."
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Kage Suna
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