Limomalo vs. Eevee

Al levantarme, lo primero que pienso es que tengo un nuevo combate en el coliseo. Esta vez yo he retado a otro shinobi y tendré que ser puntual. Me preparo, desayuno y salgo de casa para dirigirme al coliseo. Al llegar, entro en los vestuarios y me quito la capa de mi villa para guardarla. Cojo la máscara marrón que suelo utilizar y me la pongo. Acto seguido, comienzo a caminar por el pasillo en dirección a las puertas que me llevarán a la arena. Llego a la sala oscura que precede al campo de batalla y espero pacientemente hasta que oigo un ruido metálico y una línea de luz comienza a colarse por la rendija que se abre entre las puertas.

Doy unos pasos y salgo al campo de batalla, donde el público espera con impaciencia la llegada del actual rey de los shinobis. Sí, es a él a quien he retado y no puedo evitar estar un poco nerviosa, pues sé que es de un nivel mucho mayor que el mío, pero tardo poco tiempo en concentrarme de nuevo y volver a estar tranquila. Observo con atención la puerta contraria a la mía y doy varios pasos hasta quedar a ochenta metros de ésta. Supongo que no es muy original mi forma de esperar al rival contra el que lucharé hoy, pero supongo que cuando él entre al campo de batalla por la puerta que tengo enfrente esa será mi menor preocupación.

Miro a mi alrededor y contemplo los dos árboles que hay en el centro del campo. El sol los ilumina sin ninguna nube de obstáculo. Vuelvo la vista de nuevo a la puerta por la que saldrá mi rival al oír el sonido metálico que indica que se van a abrir.

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Limomalo tenía prisa ese día, había quedado para tomar el té con una loca que se hacía llamar La violadora de tu barrio, y aún tenía que resolver varios asuntos más para que su casa no se callera de encima de su nube. Y para rematar la faena, Limobueno no aparecía por ningún lado, el maldito debía haberse quedado bebiendo Hidromiel pitufa en su pequeña casita del bosque; en fín, no le guardaría rencor, se merecía unas vacaciones. Al salir a la arena me encuentro con la típica escena. Los espectadores armando barullo, los dos mismos árboles de siempre y los cien metros de arena que se abren frente a mí despiadadamente. Hoy, a ochenta, veo a una chica dispuesta a combatirme. Si no tuviera tanta prisa puede que hubiera jugado un poco con ella, pero hoy no es el día adecuado. Justo al salir de mi puerta, comienzo a hacer sellos mientras alzo la pierna izquierda hasta casi mi cara, para bajarla a toda velocidad, brillante de chakra verde. El taconazo contra el suelo abre una grieta de un metro de anchura frente a mí, momento en que comienzo a vomitar llamaradas de un calor excepcionalmente alto. Al principio parece no pasar nada, pero tras dos segundos, toda la arena explota en una corriente de magma. Los árboles, los cien metros y la chica son calcinados. Doy un paso atrás para no caer en toda esta destrucción, que a no ser que la niña lograse esquivar un jutsu de área con tanto calibre, sería el fin del combate. Pronto llegarían los médicos para hacer su trabajo.

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Gasto y Daño:

Mi contrincante acaba de entrar en el campo, parece que el combate va a empezar ya. Veo cómo comienza a hacer sellos al tiempo que levanta una pierna y sé que el combate terminará en poco tiempo. Cuando baja la pierna, una grieta se abre en el suelo frente a él. Varios segundos después, solo soy consciente del calor que hace. Parece ser que hoy el rey de los shinobis no quiere perder el tiempo. Ha tardado menos de un minuto en terminar el combate. Estoy chamuscada, pero al menos tengo la suerte de que los médicos del coliseo podrán curarme sin problema alguno. No aguanto más, cierro los ojos y caigo inconsciente, esperando la llegada de los médicos.

Shika Shika + 100 Exp.