Dannia vs. Enfermera sersi

Arena:

Hacía una nueva mañana en Kirigakure, esa mañana me encontraba sentada frente a una mesa de madera en el interior de mi casa. Sobre esta, varios papeles y en concreto uno, una nueva citación llegada desde el coliseo de iwagakure. Se hacía llamar Dannia, realmente no entendía los múltiples retos provenientes de aquel lugar pero tampoco le molestaban. Había pasado toda la noche ingeniándoselas para evitar incluso usar su elemento Suiton en la arena que mi contrincante había elegido, de hecho, esperaba mantenerse quieta y esperar a que la misma muchacha se acercara a mi. Tras haberlo pensando unos minutos cerré los ojos y suspiré hondo, levantándome de la silla donde me encontraba. Apoyé la mano en el papel y lo hice una pequeña bola de papel tirándola a la basura, ya sabía todo lo necesario.
Me acerqué a mi habitación y recogí de detrás de la puerta mi capa negra y me puse la capucha por encima, me esperaba un largo viaje hasta Iwagakure. Abrí la puerta de la casa y la cerré tras de mi totalmente oculta por mi capa, a excepción de dos mechones de pelo que caían en cascada por mis hombros. Tras esto desvié un poco la mirada hacía la derecha, dos niños se encontraba jugando en el porche de una casa recordaba a aquellos niños, pero había algo que había cambiado, si, sus padres se encontraban allí, recordaba haberlos rescatado de las manos de los bandidos que intentaron robar en la mansión de los parientes del señor feudal del país del agua. Parecían felices, eso me sacó una sonrisa inocente, pero por suerte para mi, nadie pudo verla pues la sombra que provocaba mi capa impedía reconocerme. Seguí caminando hacia adelante, escuchando el palpitar de mi corazón acelerado por lo que pudiera esperarme aquel día, escuchaba el sonido del pequeño tacón que poseían mis zapatos contra el duro suelo de piedra, un sonido ritmico pero a la vez tranquilizador e hipnótico. Pude observar un poco más adelante como una mujer barría con una escoba el porche de su casa, aunque la niebla no me dejaba ver más allá de un pequeño puesto de dulces que se encontraba a un metro de mi, y que se iba acercando a cada paso que daba.

Sus ojos se cerraron por un momento rememorando sucesos pasados, recordaba como Kuroda besaba mis labios en aquella isla, ofreciéndome con cariño el calor de sus brazos, recordaba también como había sido atacada por aquella muchacha que intentaba proteger a Kiara, en ese momento coloqué mi mano sobre mi estómago recordando aquel terrible dolor que me causaron sus manos y por supuesto recordaba la primera vez que vio a Kiara, entonces, no pude evitar tocar con la yema de mis dedos la herida en forma de K de mi cuello. Cuando quise darme cuenta, ya me encontraba frente a las puertas de Kirigakure, de donde debía partir hasta llegar a Iwagakure, aquello me llevaría bastante tiempo. Comencé a andar con paciencia pero sin pausa, siguiendo los caminos de tierra marcados. Para mi suerte no me había cruzado con ningún bandido durante mis días de camino, así que llegaba como nueva desde Kirigakure, ya podía escuchar como la gente aclamaba desesperaba un combate en el coliseo.
Me acerqué a la puerta trasera, la cual me llevaría hasta los vestuarios, en estos desabroché mi capa negra, dejándola sobre un pequeño armario y de donde cogí mi máscara, la cual, color azul claro, tapaba mis ojos y parte de mi nariz, tras esto, me aproximé a la puerta de salida, como podía apreciar, mi contrincante aun no había aparecido, por lo que podría planear algo.

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