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Encuentro de Kori y Suir
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Encuentro de Kori y Suir
Me desperté, como era normal en la rutina de cualquier persona, y dejé mi cómoda cama atrás para prepararme. Hoy tenía algo importante que hacer. Me había costado decidirme, pero al final me incliné por hacerlo.
¿Qué era lo por lo que me había inclinado? Un objeto especial. Un objeto que, sin tener un gran peso, tenía un gran valor. Aunque no todo el mundo sabía usarlo. No todas las personas tenían la suficiente vista como para apreciarlo. Y no era cuestión de miopía, era cuestión de principios.
Iba a recuperar un instrumento; un violín en concreto. Años atrás, mis padres habían insistido en ello, en que supiera música. No era lo peor del mundo, por lo que acepté, y acabé cogiendo gusto por ello.
Cuando me fui de casa, no quería que mi violín sufriese ningún daño, ni que lo regalaran, pues ellos no sabían sacarle bellas notas; pero tampoco podía arriesgarme a llevarlo conmigo, pues era algo que tenía gran valor, tanto monetario como sentimental. Por lo que entonces decidí esconderlo debajo de una de las grandes baldosas que formaban la entrada del templo del fuego. Esa había sido la única vez que había visitado el lugar, pero no sería el último; pues en cuanto terminase de prepararme, me dirigiría allí para rescatar lo que siempre fue mío.
Recordaba el tacto de las cuatro cuerdas que poseía el instrumento. Sol, re, la y mi. Las efes que se hallaban a ambos lados del violín para permitir la resonancia. El puente, el mástil, las clavijas, el alma. Todo ello hecho con cariño, con delicadeza, con esmero y mimo. Todo ello hecho para mí. El arco, que no era completamente recto, como debía ser, si no ligeramente curvado, con perfección. La madera que formaba el cuerpo, de color marrón rojizo, era brillante; y por detrás, rayas de un marrón más oscuro que lo decoraban. El mástil remataba, en vez de con una especie de caracol, como era corriente, en una feroz cabeza de dragón.
Lo mejor de todo, era que dicho objeto era mío, y sólo mío. Y, por lo tanto, sólo lo podía tocar yo. Había pasado tiempo desde que mis dedos habían rozado por última vez sus cuerdas, y aunque recordaba su tacto, tenía presente que me costaría sacar un buen sonido al instrumento. Pero me esforzaría. Si un asesinato no hacía prematura mi muerte, todavía me quedaba tiempo.
Tiempo... Miré el reloj que tenía colgado de un colgante. Mejor partía ya de mi hogar, si quería volver a casa pronto y empezar con mi "entrenamiento", si así se podía llamar. Me levanté del sitio en el que estaba sentada, desayunando. Ya me había bañado, peinado y vestido. Aunque llovía, no me apetecía coger el paraguas, aunque eso significase mojarme.
No era una lluvia muy espesa, por lo que no me molestaba apenas. Caminé lentamente, con la cabeza gacha. No había prisa, aunque el tiempo corría. Pasé al lado de un charco. Me paré, y vi reflejado en él el cielo azul del que caían las gotas, y a mí misma. En mi pelo se veían las finas gotas, que lo decoraban como si fuesen perlas. El flequillo me caía sobre la frente, y mis manos parecían, al reflejarse, más pequeñas de lo que eran en realidad, por acción del agua.
Después de mirarme un rato, seguí caminando en dirección al templo del fuego, con el mismo paso, el mismo tempo. En pocos minutos, si seguía a el mismo ritmo, estaría enfrente de su puerta. Nadie caminaba a estas horas de la mañana, nadie quería mojarse. Todo el mundo prefería estar en su casa, caliente, charlando con sus amigos, con su familia, con una persona especial...
Con una persona especial. ¿Qué sería de...? Hacía siglos que no lo veía. Hoy era mi cumpleaños... Lo iba a pasar sola, como de costumbre. Al menos tendría la dulce compañía de un objeto. De un objeto que, aunque era especial, no dejaba de ser algo inanimado, que no te podía dar compañía, no podías contarle tus penas, ni que te contara las suyas... No tenía en realidad tanto valor. Me sentí mal. Estaba dando demasiada importancia algo que carecía de ella. Lo que de verdad tenía significación eran las personas... Aunque eso no evitaría que recuperara mi violín.
Vi por fin el templo. Seguía tal cual lo recordaba; limpio, cuidado... El tiempo parecía no haber pasado por allí. Aunque tampoco había pasado tantísimo, a mí se me había hecho largo. No pasaba nadie, estaba totalmente muerto, por lo que con el kunai quité el pegamento que unía la baldosa con las demás. Estaba seco y fue fácil quitar la baldosa. El violín estaba entero, aunque sucio. Pero eso carecía de importancia, pues traía el equipo para limpiarlo; un limpiador de resina para la madera, resina para el arco y alcohol para las cuerdas. Me senté en una roca que había y me dispuse a realizar una limpieza.
Después de unos minutos, el instrumento parecía totalmente nuevo. Me levanté de la piedra, guardé mi kunai y dejé los trastos en mi anterior asiento. Pasé el arco lentamente, cuidando que no rozara el puente. No sonaba del todo mal. Comencé a afinar el instrumento con las clavijas, pues por el tiempo, la presión y la humedad estaba totalmente desafinado. No tardé demasiado, aún así.
Pronto pude darme cuenta de que había perdido menos práctica de la que imaginaba, por lo que comencé a tocar una canción que recordaba y que siempre me había encantado.
Kori- Genin Konoha
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Re: Encuentro de Kori y Suir
Las luces de la mañana inundaban de nuevo mi bello país, el llamado Del Agua. Un nombre bastante adecuado para una enorme isla que flota en un mar. Al menos, tiene un nombre más apropiado que otros países, como el del Colmillo. Pero yo no soy quien para ridiculizar tales nombres, y jamás expresaré tales opiniones en voz pública, quien sabe las consecuencias que podría traer un acto como ese a una nación. Podría desembocar hasta en una guerra, y mi última intención sería algo así. El mundo está ahora demasiado complicado con todo lo que les está ocurriendo a los aldeanos, y a nuestros países, como para siquiera molestarme en plantear algo así.
Creo que es hora de dar un pequeño paseo, para meditar un poco y poder aclarar mis ideas. Me tomaré dos semanas para ello, dejando el cargo de la villa a Haruo y a Hika. Ellos dos se encargarán con diligencia de llevar mi villa, pues conocen todas mis posibles decisiones, y lo que yo haría en su lugar. Es como una extensión de mi persona, en forma de dos grandes amigos, con los que he pasado grandes aventuras, y otras no tan grandes. Aquellas borracheras son cosas que tendría que olvidar...
Una vez hube tomado un hatillo con provisiones, compuestas principalmente por pan duro y latas de conserva, me dispuse a cruzar el mar de Kirigakure en barco. Normalmente podría haberlo hecho volando, o andando, pero no me apetecía nada ello, la verdad. De modo que me dispuse a confimar mi identidad al capitán del barco para poder viajar sin problemas y gratis. Nadie me negaría en mi propio país algo así. Y yo no era una persona que usara la violencia, pero... el puesto de Kage siempre tienes sus ventajas. Lo mejor para el Mizukage, suelo decirme entre dientes cuando me pasan cosas así.
Rio un poco para mí cuando ocupo uno de los mejores camarotes, y me tumbo allí a dormir hasta que pasa todo el trayecto. Me informan cuando acabo de que han sido varios días, y que no entienden como he podido dormir tanto. Había puesto una trampa en el pomo de la puerta con un hilo ninja y un sello explosivo, por lo que nadie entró. Avisé de que no quería que nadie se adentrara en mi camarote, por lo que si alguien no deseado entraba, se llevaría un regalo de sorpresa y me alertaría de su presencia. Por suerte no topé con una tripulación demasiado cotilla, ni con un mal oleaje.
Las tormentas que asolaban el Mar de Kiri eran bastante peligrosas, un auténtico engorro que podia hundir barcos fácilmente. Aproveché el tiempo de sueño, en el que solía abrazar mis armas, para profundizar en mis conocimientos ninjas y aprender algunas técnicas en el interior de Choumei. Pero aquello era algo que era innecesario relatar ahora. Quedaban menos de dos horas de viaje cuando yo desperté, y casi podía ver tierra si me subía al palo de mesana. Por lo que decidí narrar todo lo ocurrido en mi diario, que saqué de mi bolsillo de la chaqueta de la zona del pecho. Relaté mi viaje y mis dos últimas semanas para poder continuar con mi vida otras dos semanas, como acostumbraba a hacer los dos ultimos meses. Ya ni tenía tiempo para cumplir la función que lleva su nombre: Diario. Un auténtico engorro, lo dicho. Por lo que estas dos semanas de "pseudovacaciones" me serían más que útiles para ponerme al día en estos temas. Más tarde realizo un sello, y la tinta vuelve a ser invisible. Solo yo podía acceder a este conocimiento, y mi chakra era la llave para abrirlo. No había ningún dato realmente importante, nada distinto al diario de un joven adulto. Pero era íntimo y personal, realmente.
Cuando ya hube tocado tierra, continué mi viaje. Tenía muchisimo hambre, y había acabado con las reservas de pan duro, el cual me encantaba, por una razón que no llegaba a determinar, y me quedaban pocas latas de conserva. El lugar que decidí para ir a pasar la noche, fue un templo que había en el país del fuego, lugar donde había llegado ya, y que no estaba demasiado lejano a la costa. En menos de cinco horas, había alcanzado el susodicho templo. Allí hallé a una joven, que tañía un instrumento de cuerda del cual sacaba un hermoso sonido. Nunca fui un gran apasionado de la música, pero aquello no estaba mal. Me dirigí hacia ella, aún con mi hatillo en la mano, mis armas en el costado, ambas katanas en sus fundas, mirándola despreocupadamente, mientras ponía mi mano izquierda tras la cabeza, y sonriendo, la decía:
Buenas noches, Señorita. Le importaría decirme si este templo está deshabitado?
Creo que es hora de dar un pequeño paseo, para meditar un poco y poder aclarar mis ideas. Me tomaré dos semanas para ello, dejando el cargo de la villa a Haruo y a Hika. Ellos dos se encargarán con diligencia de llevar mi villa, pues conocen todas mis posibles decisiones, y lo que yo haría en su lugar. Es como una extensión de mi persona, en forma de dos grandes amigos, con los que he pasado grandes aventuras, y otras no tan grandes. Aquellas borracheras son cosas que tendría que olvidar...
Una vez hube tomado un hatillo con provisiones, compuestas principalmente por pan duro y latas de conserva, me dispuse a cruzar el mar de Kirigakure en barco. Normalmente podría haberlo hecho volando, o andando, pero no me apetecía nada ello, la verdad. De modo que me dispuse a confimar mi identidad al capitán del barco para poder viajar sin problemas y gratis. Nadie me negaría en mi propio país algo así. Y yo no era una persona que usara la violencia, pero... el puesto de Kage siempre tienes sus ventajas. Lo mejor para el Mizukage, suelo decirme entre dientes cuando me pasan cosas así.
Rio un poco para mí cuando ocupo uno de los mejores camarotes, y me tumbo allí a dormir hasta que pasa todo el trayecto. Me informan cuando acabo de que han sido varios días, y que no entienden como he podido dormir tanto. Había puesto una trampa en el pomo de la puerta con un hilo ninja y un sello explosivo, por lo que nadie entró. Avisé de que no quería que nadie se adentrara en mi camarote, por lo que si alguien no deseado entraba, se llevaría un regalo de sorpresa y me alertaría de su presencia. Por suerte no topé con una tripulación demasiado cotilla, ni con un mal oleaje.
Las tormentas que asolaban el Mar de Kiri eran bastante peligrosas, un auténtico engorro que podia hundir barcos fácilmente. Aproveché el tiempo de sueño, en el que solía abrazar mis armas, para profundizar en mis conocimientos ninjas y aprender algunas técnicas en el interior de Choumei. Pero aquello era algo que era innecesario relatar ahora. Quedaban menos de dos horas de viaje cuando yo desperté, y casi podía ver tierra si me subía al palo de mesana. Por lo que decidí narrar todo lo ocurrido en mi diario, que saqué de mi bolsillo de la chaqueta de la zona del pecho. Relaté mi viaje y mis dos últimas semanas para poder continuar con mi vida otras dos semanas, como acostumbraba a hacer los dos ultimos meses. Ya ni tenía tiempo para cumplir la función que lleva su nombre: Diario. Un auténtico engorro, lo dicho. Por lo que estas dos semanas de "pseudovacaciones" me serían más que útiles para ponerme al día en estos temas. Más tarde realizo un sello, y la tinta vuelve a ser invisible. Solo yo podía acceder a este conocimiento, y mi chakra era la llave para abrirlo. No había ningún dato realmente importante, nada distinto al diario de un joven adulto. Pero era íntimo y personal, realmente.
Cuando ya hube tocado tierra, continué mi viaje. Tenía muchisimo hambre, y había acabado con las reservas de pan duro, el cual me encantaba, por una razón que no llegaba a determinar, y me quedaban pocas latas de conserva. El lugar que decidí para ir a pasar la noche, fue un templo que había en el país del fuego, lugar donde había llegado ya, y que no estaba demasiado lejano a la costa. En menos de cinco horas, había alcanzado el susodicho templo. Allí hallé a una joven, que tañía un instrumento de cuerda del cual sacaba un hermoso sonido. Nunca fui un gran apasionado de la música, pero aquello no estaba mal. Me dirigí hacia ella, aún con mi hatillo en la mano, mis armas en el costado, ambas katanas en sus fundas, mirándola despreocupadamente, mientras ponía mi mano izquierda tras la cabeza, y sonriendo, la decía:
Buenas noches, Señorita. Le importaría decirme si este templo está deshabitado?
Suiryumaru Hozuki- Ex Kage Kiri
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Re: Encuentro de Kori y Suir
Mientras mis dedos acariciaban por primera vez en mucho tiempo las cuerdas del instrumento, y arrancaba notas de él, no me percaté de la presencia de lo que después me parecería un viajero, hasta que dijo las siguientes palabras, que me hicieron parar de tocar.
-Buenas noches, Señorita. ¿Le importaría decirme si este templo está deshabitado?
Me bajé el violín y lo cogí en la mano derecha, donde también sujetaba mi arco. Me giré, hacia el lugar de donde me parecía que había provenido el sonido de su voz, y, en efecto, allí estaba.
Era un hombre. Sus cabellos azulados caían sobre su frente. Por sus ropajes, y la agilidad en sus movimientos, bien podría ser un ninja. Aún así, no podía saberlo con seguridad; debería preguntarlo si quería tener la certidumbre.
-Hola -saludé amablemente en voz baja, como acostumbraba hacer-. Siento anunciarte que no puedo responder a tu pregunta -comencé-... hacía tiempo que no pasaba por aquí. ¿Eres por casualidad un ninja? -pregunté sin andarme con más vueltas, pues la curiosidad me estaba matando.
Estaba cansada. Llevaba ya tiempo ensayando, y a lo tonto y a lo bobo se estaba haciendo de noche. Cuando me ponía, no podía parar, y el tiempo se escurría como el viento.
Mientras esperaba sur espuesta, busqué con la mirada un sitio en el que poder sentarme y poder descansar. Supuse que él también estaría cansado, por lo que el sitio que tenía en mente era lo suficientemente ancho como para que cupiéramos los dos. Tras unos minutos mirando a mi alrededor, encontré una piedra ancha y plana que podría servir como asiento. Aunque pareciera distraída, en realidad estaba sumamente atenta a los movimientos que pudiera realizar el desconocido, y había cambiado el instrumento de mano, para así poder tener libre la derecha, en caso de que el viajero decidiese atacarme. Me dirigí entonces a la piedra, que quedaba, desde donde nos encontrábamos, bastante cubierta visualmente por el templo del fuego, de forma que tan sólo se podía visionar una esquina de dicho pedrusco.
-¿Quieres venir? –le invité, mirándole, y me senté.
A pesar de la vergüenza que siempre tenía, no estaba dispuesta a dejarle marchar sin antes tener más información sobre él. ¿Qué le traería aquí, precisamente el mismo día que me había traído a mí a este templo?
Dejé el violín apoyado en el suelo, cosa que hice con delicadeza, pues temía romperlo. Crucé una pierna, me recoloqué el vestido y aguardé a que el desconocido decidiera acercarse o no a mí.
-Buenas noches, Señorita. ¿Le importaría decirme si este templo está deshabitado?
Me bajé el violín y lo cogí en la mano derecha, donde también sujetaba mi arco. Me giré, hacia el lugar de donde me parecía que había provenido el sonido de su voz, y, en efecto, allí estaba.
Era un hombre. Sus cabellos azulados caían sobre su frente. Por sus ropajes, y la agilidad en sus movimientos, bien podría ser un ninja. Aún así, no podía saberlo con seguridad; debería preguntarlo si quería tener la certidumbre.
-Hola -saludé amablemente en voz baja, como acostumbraba hacer-. Siento anunciarte que no puedo responder a tu pregunta -comencé-... hacía tiempo que no pasaba por aquí. ¿Eres por casualidad un ninja? -pregunté sin andarme con más vueltas, pues la curiosidad me estaba matando.
Estaba cansada. Llevaba ya tiempo ensayando, y a lo tonto y a lo bobo se estaba haciendo de noche. Cuando me ponía, no podía parar, y el tiempo se escurría como el viento.
Mientras esperaba sur espuesta, busqué con la mirada un sitio en el que poder sentarme y poder descansar. Supuse que él también estaría cansado, por lo que el sitio que tenía en mente era lo suficientemente ancho como para que cupiéramos los dos. Tras unos minutos mirando a mi alrededor, encontré una piedra ancha y plana que podría servir como asiento. Aunque pareciera distraída, en realidad estaba sumamente atenta a los movimientos que pudiera realizar el desconocido, y había cambiado el instrumento de mano, para así poder tener libre la derecha, en caso de que el viajero decidiese atacarme. Me dirigí entonces a la piedra, que quedaba, desde donde nos encontrábamos, bastante cubierta visualmente por el templo del fuego, de forma que tan sólo se podía visionar una esquina de dicho pedrusco.
-¿Quieres venir? –le invité, mirándole, y me senté.
A pesar de la vergüenza que siempre tenía, no estaba dispuesta a dejarle marchar sin antes tener más información sobre él. ¿Qué le traería aquí, precisamente el mismo día que me había traído a mí a este templo?
Dejé el violín apoyado en el suelo, cosa que hice con delicadeza, pues temía romperlo. Crucé una pierna, me recoloqué el vestido y aguardé a que el desconocido decidiera acercarse o no a mí.
Kori- Genin Konoha
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Re: Encuentro de Kori y Suir
El viaje se me había hecho algo cansado, la verdad. No esperaba que fuera a serme tan aburrido las varias horas de trayecto que me esperaron en tierra. No obstante, ahora había encontrado alguien con quien conversar un rato. Así al menos, no me aburriría durante las próximas horas, o lo que durase nuestro encuentro.
La miré tranquilamente, con esa parsimonia que a veces me suele caracterizar como el tranquilo hombre que soy. Me froté suavemente la cabeza, sonriendo mientras esperaba la respuesta de la joven dama que tenía frente a mí. Mi pelo estaba suave, como de costumbre, aunque algo descuidado por el tiempo que llevaba sin recibir los cuidados que le solía ofrecer cuando estaba en la villa. Me pareció que era mejor por el momento ser discreto, por lo que ocultaría mi identidad.
El cabello color violáceo de la mujer que tenía delante era largo, como a mí me gustaba en las mujeres. Detestaba ver aquellas marimacho de pelo corto que solían tener un carácter más masculino que femenino. Una falta total a su honor como mujeres.
Idiota...
Y que te aflige a ti ahora?
Yo antes tenía el pelo cortito.
Como iba diciendo, marimachos con caracter masculino.
Cómo te atreves a decirme algo asi? No esperes usarme en el próximo mes.
Como quieras. Aún me queda mucho poder por usar, estés tú o no estés. Como por ejemplo el del capullo que va a aparecer en tres, dos, uno... Siete.
Siete? Alguien dijo mi número?
Sabía que aparecerías, que predecible que eres, repliqué al ver aparecer ante mí la jaula de Choumei, que se solía poner en guardia al oír su número, el de colas que poseía, siete. La más minima mencion a aquel dichoso número me daba más de 20 minutos de tabarra en los que preguntaba por si se le había llamado, y luego discutía conmigo por ver quien era el que más odiaba al otro. Solía ganar el aquella discusión, ciertamente. Luego exprimía su chakra como si de un limón se tratase y se le bajaban un poco los humos.
Predecible? Voy a matarte como vuelvas a decir mi número en vano, maldita escoria, y cuando lo haga, te descuartizaré con saña, y continuaré... Dejó de oirle hablar, me esfuerzo un mínimo en que hacer que desaparezca de mi mente, y así no le oiga de nuevo. No es muy dificil controlar el sello, ahora que poseo total dominio sobre él. En el fondo, no nos llevamos mal. Pero él nunca faltará a su honor como ser que se cree más poderoso que yo, y en el fondo, podría ser así realmente.
Toda la conversación ocurrida se llevó a cabo en el tiempo que duraría un pestañeo, por lo que mi hermosa acompañante no sería consciente de lo que acababa de pasar. Continuaba aún frotándome el pelo en espera de la respuesta que me brindara mi tímida acompañante.
Tardó aún un poco en responder, no más de 4 segundos, y lo hizo con un hilo de voz ínfimo, denotando que realmente sí que era algo tímida. Me dijo también que no sabía con exactitud si el susodicho templo estaba desierto o no, por lo que no sabría responder con veracidad.
Acto seguido, me preguntó si era un ninja, una pregunta frecuente en estos días en que cualquier asesino acaba con la vida de cualquier chica que se encuentre indefensa en un templo como éste. Realmente ella es afortunada de tenerme aquí, no todos los dias alguien tiene la suerte de tener a un Kage a su lado para protegerte. Aunque, claro estaba, aquello era un dato del que ella no tendría por qué disponer.
Satoshi Murasame a su servicio, señorita. Espadachín de la Villa de la Niebla, rango Chuunin. Golpeé a Yukianesa, la katana que llevaba más arriba, con el dedo corazón, tras acercarlo a mi pulgar para darle impulso reteniendole. Le tendí una reverencia al acabar, sabiendo que ella no sabría mi identidad. Mis ropajes oficiales se hallaban tapados por una larga capa de tela gris; que se cerraba, pareciendo casi un ponche enorme que llevase puesto. En cuanto al sombrero, lo llevaba por detrás de la cabeza, y mi mano estaba colocada entre éste y mi testa, por lo que no dejaría ver nada de esos datos. Era hora de que ella se presentase, y seguiría un rato entreteniendome con aquella bella señorita.
Si no es indiscreción, usted es?
Esperé su respuesta, mientras que buscaba algún lugar donde tomar asiento. Aún me hallaba cansado por mi viaje, por lo que querría que se me fuese un poco más llevadero el descanso mediante el merecido asiento que todo hombre tiene al finalizar su jornada. Dejé que fuera ella la que buscase un sitio donde ocupar nuestro descanso, ya que, según había dicho ella, era conocedora del lugar, aunque fuera poco, más que yo. Si hacía mucho que no estaba allí, es que había estado.
Una vez la hubo encontrado, no fue más que cuestión de esperar a que ella se sentase. Yo mismo era un caballero, y no quería que ella se sintiese amenazada, por lo que tuve mis manos en lo alto antes de sentarme junto a ella. No iba a atacarla en ningún momento, pero sería más preciso decirselo a la cara:
Confíe usted en que no le causaré ningún daño, Mademoiselle. En cuanto a la oferta del asiento, la aceptaré con sumo gusto.
Me acerqué andando sin perder en ningún momento mi fuerte postura ni mis andares precisos. No quería que se me tomase por un pusilánime ni por un sin sangre. Aún seguia siendo un Ninja de Kirigakure, fuera mi rango el de un Chuunin o el del mismísimo Mizukage.
Apoyé mis dos espadas junto a mí en la roca, tras lo que me tumbé sobre ella, teniendo ambas a mi derecha. Podrían estar preparadas para cualquier ataque enemigo en cualquier momento.
Señorita, no esté descuidada en ningún momento. Los bandidos acechan estos lugares.
La miré tranquilamente, con esa parsimonia que a veces me suele caracterizar como el tranquilo hombre que soy. Me froté suavemente la cabeza, sonriendo mientras esperaba la respuesta de la joven dama que tenía frente a mí. Mi pelo estaba suave, como de costumbre, aunque algo descuidado por el tiempo que llevaba sin recibir los cuidados que le solía ofrecer cuando estaba en la villa. Me pareció que era mejor por el momento ser discreto, por lo que ocultaría mi identidad.
El cabello color violáceo de la mujer que tenía delante era largo, como a mí me gustaba en las mujeres. Detestaba ver aquellas marimacho de pelo corto que solían tener un carácter más masculino que femenino. Una falta total a su honor como mujeres.
Idiota...
Y que te aflige a ti ahora?
Yo antes tenía el pelo cortito.
Como iba diciendo, marimachos con caracter masculino.
Cómo te atreves a decirme algo asi? No esperes usarme en el próximo mes.
Como quieras. Aún me queda mucho poder por usar, estés tú o no estés. Como por ejemplo el del capullo que va a aparecer en tres, dos, uno... Siete.
Siete? Alguien dijo mi número?
Sabía que aparecerías, que predecible que eres, repliqué al ver aparecer ante mí la jaula de Choumei, que se solía poner en guardia al oír su número, el de colas que poseía, siete. La más minima mencion a aquel dichoso número me daba más de 20 minutos de tabarra en los que preguntaba por si se le había llamado, y luego discutía conmigo por ver quien era el que más odiaba al otro. Solía ganar el aquella discusión, ciertamente. Luego exprimía su chakra como si de un limón se tratase y se le bajaban un poco los humos.
Predecible? Voy a matarte como vuelvas a decir mi número en vano, maldita escoria, y cuando lo haga, te descuartizaré con saña, y continuaré... Dejó de oirle hablar, me esfuerzo un mínimo en que hacer que desaparezca de mi mente, y así no le oiga de nuevo. No es muy dificil controlar el sello, ahora que poseo total dominio sobre él. En el fondo, no nos llevamos mal. Pero él nunca faltará a su honor como ser que se cree más poderoso que yo, y en el fondo, podría ser así realmente.
Toda la conversación ocurrida se llevó a cabo en el tiempo que duraría un pestañeo, por lo que mi hermosa acompañante no sería consciente de lo que acababa de pasar. Continuaba aún frotándome el pelo en espera de la respuesta que me brindara mi tímida acompañante.
Tardó aún un poco en responder, no más de 4 segundos, y lo hizo con un hilo de voz ínfimo, denotando que realmente sí que era algo tímida. Me dijo también que no sabía con exactitud si el susodicho templo estaba desierto o no, por lo que no sabría responder con veracidad.
Acto seguido, me preguntó si era un ninja, una pregunta frecuente en estos días en que cualquier asesino acaba con la vida de cualquier chica que se encuentre indefensa en un templo como éste. Realmente ella es afortunada de tenerme aquí, no todos los dias alguien tiene la suerte de tener a un Kage a su lado para protegerte. Aunque, claro estaba, aquello era un dato del que ella no tendría por qué disponer.
Satoshi Murasame a su servicio, señorita. Espadachín de la Villa de la Niebla, rango Chuunin. Golpeé a Yukianesa, la katana que llevaba más arriba, con el dedo corazón, tras acercarlo a mi pulgar para darle impulso reteniendole. Le tendí una reverencia al acabar, sabiendo que ella no sabría mi identidad. Mis ropajes oficiales se hallaban tapados por una larga capa de tela gris; que se cerraba, pareciendo casi un ponche enorme que llevase puesto. En cuanto al sombrero, lo llevaba por detrás de la cabeza, y mi mano estaba colocada entre éste y mi testa, por lo que no dejaría ver nada de esos datos. Era hora de que ella se presentase, y seguiría un rato entreteniendome con aquella bella señorita.
Si no es indiscreción, usted es?
Esperé su respuesta, mientras que buscaba algún lugar donde tomar asiento. Aún me hallaba cansado por mi viaje, por lo que querría que se me fuese un poco más llevadero el descanso mediante el merecido asiento que todo hombre tiene al finalizar su jornada. Dejé que fuera ella la que buscase un sitio donde ocupar nuestro descanso, ya que, según había dicho ella, era conocedora del lugar, aunque fuera poco, más que yo. Si hacía mucho que no estaba allí, es que había estado.
Una vez la hubo encontrado, no fue más que cuestión de esperar a que ella se sentase. Yo mismo era un caballero, y no quería que ella se sintiese amenazada, por lo que tuve mis manos en lo alto antes de sentarme junto a ella. No iba a atacarla en ningún momento, pero sería más preciso decirselo a la cara:
Confíe usted en que no le causaré ningún daño, Mademoiselle. En cuanto a la oferta del asiento, la aceptaré con sumo gusto.
Me acerqué andando sin perder en ningún momento mi fuerte postura ni mis andares precisos. No quería que se me tomase por un pusilánime ni por un sin sangre. Aún seguia siendo un Ninja de Kirigakure, fuera mi rango el de un Chuunin o el del mismísimo Mizukage.
Apoyé mis dos espadas junto a mí en la roca, tras lo que me tumbé sobre ella, teniendo ambas a mi derecha. Podrían estar preparadas para cualquier ataque enemigo en cualquier momento.
Señorita, no esté descuidada en ningún momento. Los bandidos acechan estos lugares.
Suiryumaru Hozuki- Ex Kage Kiri
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Re: Encuentro de Kori y Suir
-Satoshi Murasame a su servicio, señorita. Espadachín de la Villa de la Niebla, rango Chuunin -se presentó el desconocido, revelando así su nombre. No pude evitar sonreír levemente al tratarme de usted y como a una dama. Nunca nadie lo había hecho antes-. Si no es indiscreción, ¿usted es? -preguntó Satoshi, movido, al parecer, y como era natural, por la misma curiosidad que yo tenía antes.
-Kori -contesté con sencillez, sin dar más datos de mi clan ni de mi procedencia.
Parecía que el ninja desconocía que yo también era ninja, aunque de menor rango que él, por lo que sabía menos cosas y sería posible que me ganase en un combate. Aunque eso no me preocupaba ahora, yo seguía estando atenta a todos sus movimientos; y sabía que un despiste podía ser la derrota de hasta el mejor de los ninjas. La información también es un poder. Así que cuánto menos supiera sobre mí, mejor... No obstante, posiblemente en poco tiempo empezara a interesarse más por mí, y no me gustaba mentir, por lo que si quería algo tendría que sacarlo poco a poco.
-Confíe usted en que no le causaré ningún daño, Mademoiselle. En cuanto a la oferta del asiento, la aceptaré con sumo gusto –contestó amablemente Satoshi, palabras a las que respondí con una leve sonrisa y con un gesto de la mano, indicando dónde se podía sentar.
El ninja se dirigió hacia donde yo me encontraba, se tumbó en la roca y puso las espadas apoyadas a cada lado de ésta, de forma que si algún peligro aparecía, podría responder rápidamente. También podría atacarme en segundos, por lo que debía estar atenta, sin tener en cuenta lo que me había dicho de que no me haría daño... yo era así.
Luego comentó que no estuviese descuidada, pues malas gentes había por estos lares. Le contesté:
-No te preocupes, siempre estoy atenta –dije, en parte diciendo la sencilla verdad, en otra parte quizás como advertencia de que estaría preparada si algo me hacía.
-Kori -contesté con sencillez, sin dar más datos de mi clan ni de mi procedencia.
Parecía que el ninja desconocía que yo también era ninja, aunque de menor rango que él, por lo que sabía menos cosas y sería posible que me ganase en un combate. Aunque eso no me preocupaba ahora, yo seguía estando atenta a todos sus movimientos; y sabía que un despiste podía ser la derrota de hasta el mejor de los ninjas. La información también es un poder. Así que cuánto menos supiera sobre mí, mejor... No obstante, posiblemente en poco tiempo empezara a interesarse más por mí, y no me gustaba mentir, por lo que si quería algo tendría que sacarlo poco a poco.
-Confíe usted en que no le causaré ningún daño, Mademoiselle. En cuanto a la oferta del asiento, la aceptaré con sumo gusto –contestó amablemente Satoshi, palabras a las que respondí con una leve sonrisa y con un gesto de la mano, indicando dónde se podía sentar.
El ninja se dirigió hacia donde yo me encontraba, se tumbó en la roca y puso las espadas apoyadas a cada lado de ésta, de forma que si algún peligro aparecía, podría responder rápidamente. También podría atacarme en segundos, por lo que debía estar atenta, sin tener en cuenta lo que me había dicho de que no me haría daño... yo era así.
Luego comentó que no estuviese descuidada, pues malas gentes había por estos lares. Le contesté:
-No te preocupes, siempre estoy atenta –dije, en parte diciendo la sencilla verdad, en otra parte quizás como advertencia de que estaría preparada si algo me hacía.
- jutsus aprendidos:
5-Ayatsuito no Jutsu
Técnica de Manipulación de Hilos
Requisitos: Hilo Ninja
Tipo: Ninjutsu
Rango: D
Carácter: suplementaria
Efecto: permite controlar los Hilos Ninja
Chakra: 5 Chakra
Descripción: mediante éste técnica el Ninja aplica Chakra a los Hilos metálicos Ninja que esté tocando, lo que le permite controlar su movimiento a voluntad, y por lo tanto poder usarlos mejor para colgarse, deslizarse, atrapar a un enemigo o similares. Si el hilo tiene un arma en su extremo, lo que se controla es la punta del hilo, no el arma.
8-Kai
Liberación
Requisitos: un sello con ambas manos
Tipo: Genjutsu
Rango: D
Carácter: suplementaria
Efecto: libera al usuario o al blanco de los efectos de un Genjutsu (4 usos)
Chakra: 50% del coste del Genjutsu a anular
Descripción: formando un sello con las manos y pronunciando Kai el Ninja es capaz de cortar el flujo de Chakra de su cerebro el tiempo suficiente para anular el efecto de un Genjutsu que intenten emplear contra él. No se puede realizar una vez ya se está afectado por el Genjutsu, solo antes. Además también puede emplearse para anular los efectos del Genjutsu en otra persona.
Palabras necesarias: 800 + 800 = 1600
Realizadas: +1600
Kori- Genin Konoha
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