Kalad Vs Kairi

Un nuevo día se ponía en la villa de la hoja, y yo tenía un combate en el coliseo contra una tal Kairi, sabía que era nueva o eso creía porque no había oído ese nombre, pero por eso no debía subestimarla, tenía que ser un combate justo, aunque al igual que yo no tenía datos sobre la que iba a ser mi contrincante durante lo que durara el combate ella tampoco de mí, ni el clan ni sus jutsus, ni las armas, nada.

Aunque no debía de pensar en eso, tenía el combate por delante y debía hacer lo posible por ganas. Cogí la ropa con la que me cambiaría en los vestuarios del coliseo. Me puse en marcha y en menos de veinte minutos estaba delante del coliseo, entré en los vestuarios y allí me cambié, como siempre me puse mi traje negro, mi cinta en la frente, el kunai en mi bota, y la Kouken a la espalda. Me dispuse a entrar en la arena donde me batiría en duelo contra Kairi, al ver que me encontraba solo, no tuve más remedio que esperar a que mi contrincante llegara, supuse que no tardaría mucho, aunque en mi mente ya se tramaba un plan que ella no adivinaría, estaba impaciente por ganar el combate, así que me puse a apenas cuarenta metros de la salida de mi contrincante.

Ficha:

Estado:

Kouken:

Batsu no Jubaku:

Info de arena clásica:

Un combate en el coliseo se me había presentado, tenía que asistir a este sin falta, no me gustaba hacer esperar a mis retadores. Un tal Kalad, o así se hacía llamar mi adversario, no sabía nada de él, aunque esto no importaba, la adversidad y el destino eran muy grandes e impredecibles y el camino que yo había tomado ahora me impedía perder. No podía perder, hasta que mi villa fuera reconstruida. Puse rumbo al coliseo en cuanto estuve lista para ello. Me puse un traje negro, cambiando así la rutina monótona de siempre en la que me ponía aquel traje naranja para ir al coliseo. Un traje negro de volantes, que me llegaba hasta las rodillas, unos largos guantes negros que llegaban más allá de mis codos, un lazo negro en la cabeza, el cual dejaba mi cabello enganchado en una larga coleta. Finalmente unas botas negras con un tacón más grueso y alto de lo normal. Esta vez, en vez de ponerme la máscara plateada que usaba antes para combatir, me coloqué un antifaz de color rojo sangre, que iría a juego con un collar que llevaba puesto, un collar con una piedra en forma de alas.

Llegué a las puertas del coliseo, estas, imponentes como siempre me dejaron paso nada más verme llegar, sonreí cuando estas se abrieron, dejándome entrar finalmente en el coliseo de batalla, donde caería mi próxima presa. Al fin y al cabo, después de tantos años separada de mi villa y mis amigos, había conseguido el poder para hacer que los vivos se arrodillaran ante mí y que los muertos se levantaran a mi paso, para ayudarme en mi bienandanza.

Mi contrincante se encontraba a cuarenta metros exactos de mí, comencé a caminar hacía el. Con paso lento pero seguro, sin temer a nada ni a nadie. En unos segundos había reducido la distancia que nos separaba en diez metros, quedando a una altura de treinta, ahora el ninja, el cual ahora era mi oponente fuera quien fuere, podría escucharme claramente, dado que cuando el ángel negro hablaba, lo hacía solo una vez. Hice una cadena de dos sellos mientras comenzaba a recitar mis primeras, y últimas palabras en aquella pelea. Solo tardaría dos segundos en hacerla.

Tú… ¿Eres un ser vivo? Si es así, caerás ante mis pies, si respiras, si vives, no podrás escapar de mi influencia… Todo lo vivo muere y todo lo muerto renace, un futuro incierto, un destino todavía por escribir, tomará ahora control de tú cuerpo, bienvenido al campo de batalla, la muerte, se cierne ahora sobre tu fino cuello.

Mi voz, podía llegar fácilmente a los oídos del muchacho, mi voz, que aun sonaba dulce, como la de una niña pequeña y adorable, totalmente inocente, la cual no conocía aun el dolor. Sonreí sin despegar los labios, sin dejar que mis dientes se mostrasen, el juego había comenzado, las cartas ya estaban sobre el tablero, solo la suerte, y el ángel del juicio degollarían a uno de los que allí estábamos, solo uno ganaría. Miles de virus volaban ahora por el ambiente, rodeando al chico más allá de quince metros, volando a mí alrededor en un radio de cuarenta y cinco metros. Apliqué más cantidad de chakra, el combate no duraría mucho, y mis pequeños amigos, ya se habían introducido dentro del chico, ya fuese al respirar, al inhalar aire por la boca, por alguna herida, o incluso por sus propios poros de la piel, aquel no sería un combate fácil para él. Mis pequeñines tenían hambre, lo sentía. Ellos sin duda serían los más beneficiados en aquella batalla. Hice otra cadena de tres sellos, solo tardaría dos segundos en realizar la cadena de sellos. Cuatro de los cinco virus “tsumi” y sus derivados que se encontraban dentro del chico, recorrerían rápidamente su sangre, llegando a su brazo derecho, y comenzando a devorarlo por dentro, comiéndose sus carnes provocándole hemorragias internas, laceraciones... Hice un sello con ambas manos, el cual tardaría en hacerlo un segundo, haciendo evolucionar a los cuatro microorganismos que se hallaban en su brazo, aumentando así la carne que estos se comían, aumentando así el dolor de mi oponente. Tras esto use otro segundo de mi vida para hacer un sello con ambas manos, haciendo involucionar a uno de los “tsumi” a su forma de larva origen, esta comenzaría a alimentarse del chico por dentro, esto haría que en mi interior, los virus que dormían involucionasen, la larva en mi interior se sincronizaría con la del muchacho, nutriéndome con la vida que le robara al chico.

Esto dejaría al joven medio moribundo, y sin duda habría perdido su brazo derecho por el resto de la batalla. Tras realizar todas mis acciones, articule nuevas palabras con la misma dulce voz que antes había usado.

Todavía estas a tiempo de rendirte, o morir sin remedio.

Info de Nana:

Acciones:

Gastos y daños:

La joven apareció en escena, en el coliseo de batalla, la escena era conmovedora, la pequeña joven realizó varios sellos a lo que yo me ponía en posición defensiva, aunque algo no iba bien, la joven estaba quieta, ahí, sin moverse, que estaría tramando, no lo sabía, aunque algo realmente no pintaba bien, me empezaba a sentir mareado, veía a la joven doble, parecía que un había hecho un bushin, pero no, esto no iba bien, comencé a sentirme mareado, pero la batalla debía continuar, cogí uno de mis kunai y me dirigí a la máxima velocidad que podía, además de eso, iba con una idea clara, ese kunai era para la cabeza de mi contrincante, aún tan desvalido como estaba, cuando estuve a 1 metro de mi contrincante, con la mano izquierda, la cual me quedaba hice que mi kunai pasara la cabeza de mi contrincante con un golpe seco, ahí terminaba todo.

Acciones:

Gastos y daños:

Estado:

Imprudencias. ¿Cuantas imprudencias cometía el ser humano? Movimientos, acciones, palabras equivocadas, que podían llevarnos por el camino equivocado, hasta acabar muertos. Vida o muerte. Eran dos senderos que permanecían siempre abiertos, al asecho. Equivócate, al fin y al cabo es humano equivocarse, pero a veces, este error, nos acercaría cada vez más al sendero negativo. Luchar por lo que querías, por tus seres queridos o por lo que amabas y quisieses proteger, hay residía la verdadera fuerza. El inútil era solo aquel que se creía inútil. Porque hasta un animal cojo, podía servir para algo.

Aquel chico, era simplemente otro más. Otro que luchaba con ganas, pero luchaba equivocadamente. El daño interior, era daño interior. El daño externo era daño externo, y era el más fácil de sanar. El daño emocional, ese era el mayor daño. ¿Por qué no usar la fuerza de tu adversario contra sí mismo? ¿Por qué actuar sin pensar? El muchacho empezó a correr hacía mí, con un kunai en la mano que le quedaba, pero como ya había dicho, tenía dos opciones rendirse o morir. Su velocidad de movimiento abarcaba no mucho, en unos cuatro segundos llegaría a mí, dispuesto a atravesar mi hermosa cabeza con aquel kunai envenenando de odio. Había pasado un segundo, ocho metros había recorrido el joven. Solo veintidós metros nos separaban ahora, solo tres segundos me separaban de la muerte. Los virus que había en el interior del muchacho se habían movido hasta su pierna derecha. Su mano derecha se había quedado inutilizable a no ser que un médico le curase dicha extremidad. Entonces, impulse a mis pequeños aliados a que devoraran el interior de su pierna derecha, nuevas hemorragias internas se desatarían. El daño causado en la pierna del chico fue tal, que al correr con esta, cayó al suelo, ahora su pierna también estaba inutilizable. El cuerpo del chico, ahora inconsciente por todo el dolor que su interior había sufrido, se hallaba a cinco metros de mí.

Comencé a caminar hacia él. Su cuerpo inconsciente estaba boca abajo, me agaché y le puse boca arriba, su brazo derecho y su pierna derecha comenzaban ya a sangrar, hasta que un médico no le atendiese, no podría volver a utilizar dichas extremidades.

Que el suave beso de la noche, caiga sobre ti. Que las plumas del ángel del juicio, te bendigan en tu bienandanza, joven guerrero. Ahora, la maldición del ángel negro te persigue.

Tras decir esto, cogí una pluma negra de mi porta kunais, pasándola por mis labios, recordando aquel beso, en aquel paramo insistente en las aguas de kiri. Agaché mi cuerpo, algo desgastado y coloqué la pluma de color negro azabache encima del pecho del joven, tras esto me levanté, mirando como a lo lejos los médicos se acercaban para llevar y curar las extremidades del joven. Seguiría inconsciente por un tiempo, y no pretendía quedarme allí con él. La multitud comenzó a aplaudir ante mi victoria. Ignorando sus aplausos, comencé a salir del coliseo, elegante y orgulloso, el ángel vuela.

Acciones:

Gastos y Daños:

Usui: 50 exp, 2 Puntos de Ranking.
Nana: 300 ryos, 15 exp, 4 Puntos de Ranking.