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Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
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Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
Desperté a las siete de la mañana, debido a mi despertador. Tenía forma de sapo, un sapo azul con ojos de hiena y cola de ratón, que en vez de hacer "¡¡Ring!! ¡¡Ring!!", decía "¡¡Beeee!!" A la vez que le salían unos cuernos de cabra.
Pude decir antes de que el sapo me saltase a la cabeza, y me comiera la nariz mientras decía "¡¡Mamá!!"
En ese momento, me desperté en mi cama, a las verdaderas siete de la mañana, con un reloj normal en mi mesa, que sí hacía "¡¡Ring!! ¡¡Ring!!" Mientras lo detenía, me restregué los ojos, somnoliento. Al parecer, había sido un sueño, creado por el calor que hacía en mi habitación... Cómo no. En pleno agosto, era precisamente lo que tenía que hacer: calor. Maldito calor de los demonios. Sin embargo, aún no había salido el sol, y no estaba tan agobiado como de costumbre. Había puesto la alarma para despertarme a esa hora, pero la verdad es que no me acordaba de la causa. Con tranquilidad, me levanté de la cama, y me di una relajante ducha fría. Mientras dejaba que el agua helada recorriese mi piel, relajando mis músculos y potenciando la circulación sanguínea, recordé que había quedado con Shika, la chica que me había acompañado en mi primera misión de la villa. Me había caído bastante bien, y me agradaba realizar un entrenamiento con ella. También venía una tal Sonzu... No sabía quién era, pero si era amiga de Shika, seguramente me caería bien.
Con paciencia, pues aún quedaba tiempo, me puse a desayunar, pues para realizar un entrenamiento tenía que coger energía. Tras alimentarme como era debido para los entrenamientos, me puse una ropa más deportiva que la que solía llevar, y cogí mi banda metálica de Iwagakure. Todo listo, y el sol aún sin salir. Perfecto. Con tranquilidad, me puse a correr por las vacías calles, saludando de vez en cuando a los dependientes que abrían sus puestos y tiendas. Tras salir de la villa, fijé mi mirada en las montañas, y me dirigí hacia ellas sin pausa, pero disfrutando del paisaje y de lo bello del camino: pequeños animales que corrían por el borde siguiéndome, unos pájaros que se espantaron al pasar por su lado, el ruido de algún río cercano el sol casi alcanzándome por detrás...
Pensé, mientras aceleré sin pensarlo dos veces, huyendo de la calurosa luz. Durante quince minutos, estuve corriendo a sprint, mirando de reojo de vez en cuando para ver que no me alcanzaba, y seguía corriendo, pues la luz del sol seguía empeñada en alcanzarme.
Lo que en principio había sido un bonito trote mañanero, se había convertido en una cómica persecución de película americana. Tras esos largos quince minutos, llegué a la gigantesca piedra donde habíamos quedado, y me lancé detrás de ella, ocultándome en su sombra. Con mi metro con setenta y siete oculto tras la piedra, esperé a mis dos compañeras. Se podía observar que era ligeramente delgado, pese a tener un cuerpo bien trabajado, y que mi tono de piel era levemente pálido. Mi largo cabello liso llegaba hasta la altura del diafragma. El color era absolutamente negro, un negro metalizado, que se confundiría con la misma oscuridad. Esta vez lo llevaba recogido en una coleta baja. Mis ojos, de un color azul verdoso, notablemente oscuros, miraban cansados al cielo, que se iluminaba por momentos, y mis largas pestañas los hacían bastante llamativos. Mi nariz, fina y recta, y los labios suaves y finos también. Vestía una camiseta marrón clara de tirantes, ceñida y sin adornos. Un pantalón de chándal negro y corto, pirata, y las típicas sandalias ninja, ajustadas. Llevaba un collar de cuero negro ceñido a la mitad del cuello, y tres pendientes de aro de plata en la oreja izquierda. En la mano derecha tenía un anillo con un tribal, también plateado, y enrollada en el bíceps derecho, la tela que fijaba la banda metálica de mi villa al brazo.
Madre mía, ya estaba sudando... ¡¡Maldito calor!!
-¡¡Pero qué nari...!! |
En ese momento, me desperté en mi cama, a las verdaderas siete de la mañana, con un reloj normal en mi mesa, que sí hacía "¡¡Ring!! ¡¡Ring!!" Mientras lo detenía, me restregué los ojos, somnoliento. Al parecer, había sido un sueño, creado por el calor que hacía en mi habitación... Cómo no. En pleno agosto, era precisamente lo que tenía que hacer: calor. Maldito calor de los demonios. Sin embargo, aún no había salido el sol, y no estaba tan agobiado como de costumbre. Había puesto la alarma para despertarme a esa hora, pero la verdad es que no me acordaba de la causa. Con tranquilidad, me levanté de la cama, y me di una relajante ducha fría. Mientras dejaba que el agua helada recorriese mi piel, relajando mis músculos y potenciando la circulación sanguínea, recordé que había quedado con Shika, la chica que me había acompañado en mi primera misión de la villa. Me había caído bastante bien, y me agradaba realizar un entrenamiento con ella. También venía una tal Sonzu... No sabía quién era, pero si era amiga de Shika, seguramente me caería bien.
Con paciencia, pues aún quedaba tiempo, me puse a desayunar, pues para realizar un entrenamiento tenía que coger energía. Tras alimentarme como era debido para los entrenamientos, me puse una ropa más deportiva que la que solía llevar, y cogí mi banda metálica de Iwagakure. Todo listo, y el sol aún sin salir. Perfecto. Con tranquilidad, me puse a correr por las vacías calles, saludando de vez en cuando a los dependientes que abrían sus puestos y tiendas. Tras salir de la villa, fijé mi mirada en las montañas, y me dirigí hacia ellas sin pausa, pero disfrutando del paisaje y de lo bello del camino: pequeños animales que corrían por el borde siguiéndome, unos pájaros que se espantaron al pasar por su lado, el ruido de algún río cercano el sol casi alcanzándome por detrás...
"¡¡Mierda!!" |
Lo que en principio había sido un bonito trote mañanero, se había convertido en una cómica persecución de película americana. Tras esos largos quince minutos, llegué a la gigantesca piedra donde habíamos quedado, y me lancé detrás de ella, ocultándome en su sombra. Con mi metro con setenta y siete oculto tras la piedra, esperé a mis dos compañeras. Se podía observar que era ligeramente delgado, pese a tener un cuerpo bien trabajado, y que mi tono de piel era levemente pálido. Mi largo cabello liso llegaba hasta la altura del diafragma. El color era absolutamente negro, un negro metalizado, que se confundiría con la misma oscuridad. Esta vez lo llevaba recogido en una coleta baja. Mis ojos, de un color azul verdoso, notablemente oscuros, miraban cansados al cielo, que se iluminaba por momentos, y mis largas pestañas los hacían bastante llamativos. Mi nariz, fina y recta, y los labios suaves y finos también. Vestía una camiseta marrón clara de tirantes, ceñida y sin adornos. Un pantalón de chándal negro y corto, pirata, y las típicas sandalias ninja, ajustadas. Llevaba un collar de cuero negro ceñido a la mitad del cuello, y tres pendientes de aro de plata en la oreja izquierda. En la mano derecha tenía un anillo con un tribal, también plateado, y enrollada en el bíceps derecho, la tela que fijaba la banda metálica de mi villa al brazo.
Madre mía, ya estaba sudando... ¡¡Maldito calor!!
Dártirus- Chunin Konoha
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Re: Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
Solía despertarme con la luz del amanecer, por eso no tapaba las ventanas al dormir. Nunca me gustó dormir con las cortinas echadas, o demás formas de tapar la ventana. Ese día era como cualquier otro, me desperté con la misma luz de siempre, pero algo falló cuando miré hacia la ventana. ¿Un mono? ¿Qué hacía un mono en mi ventana? Allí no había monos. ¿De dónde había salido el maldito mono? Sacudí la cabeza y me senté en el borde de la cama sin perder de vista al intruso. Me acerqué a la ventana y, al abrirla, nueve monos más saltaron desde el suelo para colarse en mi habitación. En un momento me vi corriendo por la casa perseguida por diez monos hambrientos y, al parecer, bastante aburridos. Me rompieron una gran cantidad de muebles, tiraron los platos de la cocina al suelo y se comieron toda mi comida. ¡Mi mermelada! ¡No! ¡Ese iba a ser mi desayuno!
Me enfadé, cogí una escoba y fui detrás de los monos dando golpes al suelo hasta que salieron por el mismo lugar por el que habían entrado. Claro está, antes se llevaron toda la ropa que había en mi armario. Nada, me habían dejado sin más ropa que la que llevaba puesta. Sin embargo, ahí no se acababa la situación. Alguien llamó a la puerta, por lo que tuve que ir a la entrada y, cuando abrí… ¿un elefante? ¡Venga ya! ¡Aquí no vivían esos animales! Era increíble, no podía creerme todo lo que estaba pasando. Cuando el enorme animal entró en mi casa, terminó de destrozarla. Y cuando me pisó, desperté del sueño.
Estaba sudando muchísimo, el calor comenzaba a hacer de las suyas otro año más. De nuevo comenzaban las alucinaciones y mi casa resultaba invadida por los animales que menos podría esperarme. Esta vez, al mirar a la ventana, lo único que vi fueron los colores de siempre en el cielo. Todo estaba en calma otra vez, simplemente lo de los animales era un sueño. Fui al baño y me di una larga ducha fría. Tenía tiempo antes del amanecer, porque me había despertado un rato antes de lo normal por culpa del calor y los malditos animales invasores. Últimamente todo eran invasiones en mi vida.
Una vez refrescada abrí el armario y, de nuevo con mi ropa de siempre, pude vestirme para ir a entrenar con Sonzu y Dártirus. Me puse una camiseta azul celeste y unos pantalones finos pero largos, de forma que me protegerían de las ortigas sin darme demasiado calor. Eran de color negro. Me puse también unas sandalias, pero esta vez las acompañé de tabis para no llevarme ninguna sorpresa con las serpientes… supuse que aquel día los animales estarían presentes durante bastante tiempo.
¿Quién me mandaba a mí soñar con una invasión de monos aburridos? Sinceramente, los monos aburridos eran algo que me parecía bastante peligroso… en cuestiones de escándalos. Eran bastante ruidosos, alborotadores y… todo lo que se les pudiera llamar que conllevara montar muchos jaleos. No pude evitar reírme frente al espejo. ¿De verdad estaba pensando en cómo llamar a los monos? El sueño debía haber afectado a mi cerebro o algo.
Cogí un lazo de color cian y con él até mi pelo en una coleta alta. Así mi cabello no me daría demasiado calor. Después, fui a la cocina y, bastante aliviada, descubrí que mi mermelada seguía allí. Había dado también un bote a Sonzu para que la probara y, si le gustaba, le daría más. Era bastante fácil hacer mermelada, así que podría incluso enseñarle. Simplemente le pediría que viniese de vez en cuando a coger arándanos conmigo.
Unté varias tostadas con la mermelada y después me serví un tazón de leche fría. Con el calor que hacía por esas fechas, había que desayunar bien por las mañanas, porque se gastaban más calorías al hacer ejercicio… y no quería que me diera un algo por el camino. Tras tomarme el desayuno, busqué mi mochila y la encontré tirada en el sillón. La verdad es que a veces era bastante desordenada, pero eso no importaba. En ella metí lo que necesitaría, sin escatimar en terrones de azúcar. Quién sabía si aquel día, con el calor que hacía, le daría un bajón a alguien… y no quería correr el riesgo de no estar preparada para esas situaciones.
Una vez preparada la mochila, me la eché al hombro y abrí la puerta. La situación que tenía delante me dejó helada. Mi rosal… mi precioso rosal… ¿Por qué los animales habían decidido tomarla conmigo aquel día? Primero la invasión de los monos, luego el pisotón del elefante y entonces… ¿los caracoles? ¿Por qué la habían tomado con mi rosal? Me acerqué a la planta y acaricié el tallo. Las hojas estaban agujereadas y las flores prácticamente habían desaparecido. Los malhechores seguían rodeando el lugar del crimen.
Miré con todo el desprecio que pude a los caracoles y, con la frente bien alta, cerré la puerta de la casa con llave y me puse a andar hacia las montañas, pues allí habíamos decidido entrenar todos juntos. Por el camino pensaba en las rosas blancas que unos días atrás habían alcanzado todo su esplendor. Decidí plantar otro rosal en conmemoración a la planta perdida. Pobres rosas…
Por el camino me encontré una montaña de cucarachas. Esas criaturas me causaban mucha repugnancia, por lo que no pude evitar sentir náuseas. Sin embargo, aparté la mirada y seguí caminando en dirección al lugar acordado. No entendía por qué las cucarachas iban a estar apiñadas en una montaña, pero no tenía la mínima intención de comprender a esos horribles bichos. Mejor dejé el tema zanjado en mi mente, no quería seguir pensando en… eso.
Seguí caminando mientras veía el amanecer y pronto pude contemplar, a unos cien metros de mí, una roca apostada en la montaña. Seguí caminando en esa dirección y, cuando llegué al… elemento, me asusté al ver una figura detrás.
- ¡Dártirus! -dije a modo de saludo. Resultaba ser que esta vez yo llegaba segunda y no primera. Solo quedaba esperar la llegada de Sonzu.
Mi amigo y compañero de aldea parecía bastante exhausto y acalorado. Conociéndole, habría emprendido una carrera enloquecida en la interminable huída del sol. Aquel chico adoraba las sombras.
Me enfadé, cogí una escoba y fui detrás de los monos dando golpes al suelo hasta que salieron por el mismo lugar por el que habían entrado. Claro está, antes se llevaron toda la ropa que había en mi armario. Nada, me habían dejado sin más ropa que la que llevaba puesta. Sin embargo, ahí no se acababa la situación. Alguien llamó a la puerta, por lo que tuve que ir a la entrada y, cuando abrí… ¿un elefante? ¡Venga ya! ¡Aquí no vivían esos animales! Era increíble, no podía creerme todo lo que estaba pasando. Cuando el enorme animal entró en mi casa, terminó de destrozarla. Y cuando me pisó, desperté del sueño.
Estaba sudando muchísimo, el calor comenzaba a hacer de las suyas otro año más. De nuevo comenzaban las alucinaciones y mi casa resultaba invadida por los animales que menos podría esperarme. Esta vez, al mirar a la ventana, lo único que vi fueron los colores de siempre en el cielo. Todo estaba en calma otra vez, simplemente lo de los animales era un sueño. Fui al baño y me di una larga ducha fría. Tenía tiempo antes del amanecer, porque me había despertado un rato antes de lo normal por culpa del calor y los malditos animales invasores. Últimamente todo eran invasiones en mi vida.
Una vez refrescada abrí el armario y, de nuevo con mi ropa de siempre, pude vestirme para ir a entrenar con Sonzu y Dártirus. Me puse una camiseta azul celeste y unos pantalones finos pero largos, de forma que me protegerían de las ortigas sin darme demasiado calor. Eran de color negro. Me puse también unas sandalias, pero esta vez las acompañé de tabis para no llevarme ninguna sorpresa con las serpientes… supuse que aquel día los animales estarían presentes durante bastante tiempo.
¿Quién me mandaba a mí soñar con una invasión de monos aburridos? Sinceramente, los monos aburridos eran algo que me parecía bastante peligroso… en cuestiones de escándalos. Eran bastante ruidosos, alborotadores y… todo lo que se les pudiera llamar que conllevara montar muchos jaleos. No pude evitar reírme frente al espejo. ¿De verdad estaba pensando en cómo llamar a los monos? El sueño debía haber afectado a mi cerebro o algo.
Cogí un lazo de color cian y con él até mi pelo en una coleta alta. Así mi cabello no me daría demasiado calor. Después, fui a la cocina y, bastante aliviada, descubrí que mi mermelada seguía allí. Había dado también un bote a Sonzu para que la probara y, si le gustaba, le daría más. Era bastante fácil hacer mermelada, así que podría incluso enseñarle. Simplemente le pediría que viniese de vez en cuando a coger arándanos conmigo.
Unté varias tostadas con la mermelada y después me serví un tazón de leche fría. Con el calor que hacía por esas fechas, había que desayunar bien por las mañanas, porque se gastaban más calorías al hacer ejercicio… y no quería que me diera un algo por el camino. Tras tomarme el desayuno, busqué mi mochila y la encontré tirada en el sillón. La verdad es que a veces era bastante desordenada, pero eso no importaba. En ella metí lo que necesitaría, sin escatimar en terrones de azúcar. Quién sabía si aquel día, con el calor que hacía, le daría un bajón a alguien… y no quería correr el riesgo de no estar preparada para esas situaciones.
Una vez preparada la mochila, me la eché al hombro y abrí la puerta. La situación que tenía delante me dejó helada. Mi rosal… mi precioso rosal… ¿Por qué los animales habían decidido tomarla conmigo aquel día? Primero la invasión de los monos, luego el pisotón del elefante y entonces… ¿los caracoles? ¿Por qué la habían tomado con mi rosal? Me acerqué a la planta y acaricié el tallo. Las hojas estaban agujereadas y las flores prácticamente habían desaparecido. Los malhechores seguían rodeando el lugar del crimen.
Miré con todo el desprecio que pude a los caracoles y, con la frente bien alta, cerré la puerta de la casa con llave y me puse a andar hacia las montañas, pues allí habíamos decidido entrenar todos juntos. Por el camino pensaba en las rosas blancas que unos días atrás habían alcanzado todo su esplendor. Decidí plantar otro rosal en conmemoración a la planta perdida. Pobres rosas…
Por el camino me encontré una montaña de cucarachas. Esas criaturas me causaban mucha repugnancia, por lo que no pude evitar sentir náuseas. Sin embargo, aparté la mirada y seguí caminando en dirección al lugar acordado. No entendía por qué las cucarachas iban a estar apiñadas en una montaña, pero no tenía la mínima intención de comprender a esos horribles bichos. Mejor dejé el tema zanjado en mi mente, no quería seguir pensando en… eso.
Seguí caminando mientras veía el amanecer y pronto pude contemplar, a unos cien metros de mí, una roca apostada en la montaña. Seguí caminando en esa dirección y, cuando llegué al… elemento, me asusté al ver una figura detrás.
- ¡Dártirus! -dije a modo de saludo. Resultaba ser que esta vez yo llegaba segunda y no primera. Solo quedaba esperar la llegada de Sonzu.
Mi amigo y compañero de aldea parecía bastante exhausto y acalorado. Conociéndole, habría emprendido una carrera enloquecida en la interminable huída del sol. Aquel chico adoraba las sombras.
Shika- Kage Konoha
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Re: Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
Otra vez había dormido realmente mal, ni siquiera había completado mi descanso demasiado, pues a la habitación apenas llegaba la luz, solo la Luna alumbraba una noche abrigada por las estrellas que se encontraban con ella. Me incorporé en la cama y me eché el pelo para atrás, del mismo color que el cielo a esas horas, con un suspiro eché un vistazo por la ventana abierta, apoyándome en el marco de madera de esta. Dejo la vista perdida, cuando veo como si algo se moviera por debajo de mi casa. Entre asustada y curiosa, me asomo más para ver qué es aquello que ha pasado. Al principio no logro ver nada entre tanta oscuridad, y como no quiero dejar de observar, con la única mano que busca torpemente una linterna en mi mesilla no logro hacer nada. Pero de repente a lo lejos logro ver una figura, parece tener los ojos perdidos y camina con paso tranquilo hacia aquí. Lleva sujeto un machete que golpea ligeramente el suelo, haciendo un inquietante sonido. Meto la cabeza dentro, intentando que se me vea menos, pero sin dejar de observar a la chica (o al menos, la silueta parece femenina) que se dirige hacia mí. Cuando caigo en el detalle de que tiene el pelo largo y suelto, cayéndole como una cascada por la espalda… Y este es de color rosa. Rosa… ¡Es Shika! La chica que viene hacia aquí con un machete es Shika. Pero no es posible que haga esas cosas… ¿acaso piensa matarme? Soy de las únicas personas que viven aquí, seguramente si gritara nadie me oiría, y si buscara a alguien cercano bien podría tardar 20 minutos hasta llegar a su casa.
Parece percatarse de mi presencia, alza la cabeza y me mira sonriendo, nuestras miradas se encuentran y la suya parece tener un brillo sobrenatural. Se me acaba el aire, me quedo sin respiración y… Desaparece. ¿A dónde ha ido? Vuelvo a la realidad y me giro para buscar en la habitación alguna pista. Mal hecho, al dar media vuelta me encuentro con el machete rozando mi cuello y a Shika como nunca antes había imaginado que sería, todo su ser me aterra horriblemente.
<>, dice sonriendo, mientras que yo espero mi muerte. El arma roza mi cuello y siento el frío metal, a la vez que brota un hilo de sangre… Es el fin…
-Ahhhh - grité fuera de mí misma, saltando de la cama y empezando a sacudirme.
¡¡Una araña!! ¡¡Una araña!! Lo que rozaba mi cuello no era un machete, no era de noche, y Shika no estaba aquí. Un asqueroso bicho peludo se había colado por la ventana y se había introducido en mis sueños. Y el Sol ya comenzaba a salir y el calor se notaba en la habitación, por lo que supuse que era demasiado tarde, y si no me daba prisa no llegaría a tiempo al entrenamiento que tenía hoy.
Al darme cuenta de esto me fui desvistiendo a toda prisa, y me puse una camiseta azul eléctrica combinada con los pantalones negros y las sandalias ninja del mismo color. Sin acicalarme aún fui a desayunar cuanto antes, apenas tenía tiempo para comer bien, por lo que tuve que hacerme algo rápido y esperar que no durara demasiado el entrenamiento o acabaría muriéndome de hambre. También podía tomarme un tentempié, pero eso lo pensaría después. Ahora era momento de engullir como una loca dando vueltas por toda la casa las dos tostadas con aceite y azúcar que me había preparado, mientras preparaba la mochila que me serviría para guardar lo que fuera necesario. Una cantimplora y algo ligero para los 3… Sí, eso estaría bien. Tenía unas moras que recogí hace poco de las montañas, así que mientras me tomaba el último trozo de tostada buscaba por los armarios de la cocina que están encima del fregadero, y en cuanto estuvo en mi poder lo meto en mi bolsita de viaje. Después cogí una botella de agua bien fría y realicé la misma operación, la necesitaríamos sino queríamos deshidratarnos bajo el Sol. Aunque había un riachuelo por las montañas, que es donde iba de nuevo a entrenar, pero no sería muy seguro beberse esa agua. Al menos refrescaba un poco el ambiente, en cuanto estabas cerca era una gran tentación pegarse un baño…
¡Pero que decía! ¡Tierra llamando a Sonzu, despierta, despierta! Aún quedaba mucho por hacer y tenía que llegar también al punto de encuentro, al menos no vivía demasiado alejada de allí, como hubiera tenido que ir al centro de la villa no habría llegado nunca…
Me miré al espejo, y este me devolvió la imagen de una chica de los ojos algo hinchados al estar recién levantada, con el pelo completamente desaliñado y revuelto. Uff… Intenté mejorar mi aspecto cuán rápido pude, incluso hice el “truco del almendruco” con una cuchara para dar más forma a las pestañas, así no se quedaban los ojos tan hinchados, quién se imaginaría que esta herencia perlada pudiera resultar tan fea por las mañanas… Bueno, nunca pueden ser todo convenientes. Me recogí el pelo en una coleta alta para que no me molestara, con el flequillo recto cubriéndome la frente y dos mechones algo más largos a los lados. Así estaba mejor que cuando parecía el rey león.
Me puse la mochila a la espalda mientras corría hacia la puerta de la casa, pero antes de llegar a esta me di en el dedo meñique del pie derecho con el pico de una de las paredes que daban paso al recibidor. Será algo pequeño, pero el dolor era insoportable… Entre pequeños quejidos salí por fin, medio cojeando, pero intentando ir lo más rápido posible. Ya veo las montañas por detrás, y junto a una roca puedo observar las figuras de dos chicos, de mis dos compañeros. Uno de ellos está a la sombra de la gran piedra, encogido sobre sí mismo para que no le dé la luz del Sol, debe ser el chico que ahora también va a entrenar con nosotras, aunque no le conozco casi... Pero, ¿no era él quién estuvo en el entrenamiento con nuestro Tsuchikage? Sí, seguramente lo fuera. La escena me resulta graciosa, y me tapo la boca con una mano mientras me río ligeramente. Cerca de él está Shika, que parece haber llegado hace poco.
A la mente me llegó el sueño que he tenido esta noche, y no pude evitar pensar en qué pasaría si de verdad Shika fuera una psicópata asesina que quisiera matarme… Pero, vaya, es imposible, ¿o entonces yo qué sería? ¿Una violadora? Estupideces…
Les saludo sonriendo con un movimiento de manos, mientras acorto las distancias que me separan de ellos, esta vez sujetando ambas asas de la mochila.
-Buenos días chicos, perdón por el retraso - les dije enérgicamente.Seguidamente me acerqué al chico de la roca y le tendí la mano, a modo de presentación. -Yo soy Sonzu, encantada de conocerte -y le sonreí amablemente. Después me dirigiría a ambos, deseosa de empezar ya el entrenamiento, y les diría:
-¿Qué os parece si comenzamos ya? ¿Estáis preparados?
Parece percatarse de mi presencia, alza la cabeza y me mira sonriendo, nuestras miradas se encuentran y la suya parece tener un brillo sobrenatural. Se me acaba el aire, me quedo sin respiración y… Desaparece. ¿A dónde ha ido? Vuelvo a la realidad y me giro para buscar en la habitación alguna pista. Mal hecho, al dar media vuelta me encuentro con el machete rozando mi cuello y a Shika como nunca antes había imaginado que sería, todo su ser me aterra horriblemente.
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-Ahhhh - grité fuera de mí misma, saltando de la cama y empezando a sacudirme.
¡¡Una araña!! ¡¡Una araña!! Lo que rozaba mi cuello no era un machete, no era de noche, y Shika no estaba aquí. Un asqueroso bicho peludo se había colado por la ventana y se había introducido en mis sueños. Y el Sol ya comenzaba a salir y el calor se notaba en la habitación, por lo que supuse que era demasiado tarde, y si no me daba prisa no llegaría a tiempo al entrenamiento que tenía hoy.
Al darme cuenta de esto me fui desvistiendo a toda prisa, y me puse una camiseta azul eléctrica combinada con los pantalones negros y las sandalias ninja del mismo color. Sin acicalarme aún fui a desayunar cuanto antes, apenas tenía tiempo para comer bien, por lo que tuve que hacerme algo rápido y esperar que no durara demasiado el entrenamiento o acabaría muriéndome de hambre. También podía tomarme un tentempié, pero eso lo pensaría después. Ahora era momento de engullir como una loca dando vueltas por toda la casa las dos tostadas con aceite y azúcar que me había preparado, mientras preparaba la mochila que me serviría para guardar lo que fuera necesario. Una cantimplora y algo ligero para los 3… Sí, eso estaría bien. Tenía unas moras que recogí hace poco de las montañas, así que mientras me tomaba el último trozo de tostada buscaba por los armarios de la cocina que están encima del fregadero, y en cuanto estuvo en mi poder lo meto en mi bolsita de viaje. Después cogí una botella de agua bien fría y realicé la misma operación, la necesitaríamos sino queríamos deshidratarnos bajo el Sol. Aunque había un riachuelo por las montañas, que es donde iba de nuevo a entrenar, pero no sería muy seguro beberse esa agua. Al menos refrescaba un poco el ambiente, en cuanto estabas cerca era una gran tentación pegarse un baño…
¡Pero que decía! ¡Tierra llamando a Sonzu, despierta, despierta! Aún quedaba mucho por hacer y tenía que llegar también al punto de encuentro, al menos no vivía demasiado alejada de allí, como hubiera tenido que ir al centro de la villa no habría llegado nunca…
Me miré al espejo, y este me devolvió la imagen de una chica de los ojos algo hinchados al estar recién levantada, con el pelo completamente desaliñado y revuelto. Uff… Intenté mejorar mi aspecto cuán rápido pude, incluso hice el “truco del almendruco” con una cuchara para dar más forma a las pestañas, así no se quedaban los ojos tan hinchados, quién se imaginaría que esta herencia perlada pudiera resultar tan fea por las mañanas… Bueno, nunca pueden ser todo convenientes. Me recogí el pelo en una coleta alta para que no me molestara, con el flequillo recto cubriéndome la frente y dos mechones algo más largos a los lados. Así estaba mejor que cuando parecía el rey león.
Me puse la mochila a la espalda mientras corría hacia la puerta de la casa, pero antes de llegar a esta me di en el dedo meñique del pie derecho con el pico de una de las paredes que daban paso al recibidor. Será algo pequeño, pero el dolor era insoportable… Entre pequeños quejidos salí por fin, medio cojeando, pero intentando ir lo más rápido posible. Ya veo las montañas por detrás, y junto a una roca puedo observar las figuras de dos chicos, de mis dos compañeros. Uno de ellos está a la sombra de la gran piedra, encogido sobre sí mismo para que no le dé la luz del Sol, debe ser el chico que ahora también va a entrenar con nosotras, aunque no le conozco casi... Pero, ¿no era él quién estuvo en el entrenamiento con nuestro Tsuchikage? Sí, seguramente lo fuera. La escena me resulta graciosa, y me tapo la boca con una mano mientras me río ligeramente. Cerca de él está Shika, que parece haber llegado hace poco.
A la mente me llegó el sueño que he tenido esta noche, y no pude evitar pensar en qué pasaría si de verdad Shika fuera una psicópata asesina que quisiera matarme… Pero, vaya, es imposible, ¿o entonces yo qué sería? ¿Una violadora? Estupideces…
Les saludo sonriendo con un movimiento de manos, mientras acorto las distancias que me separan de ellos, esta vez sujetando ambas asas de la mochila.
-Buenos días chicos, perdón por el retraso - les dije enérgicamente.Seguidamente me acerqué al chico de la roca y le tendí la mano, a modo de presentación. -Yo soy Sonzu, encantada de conocerte -y le sonreí amablemente. Después me dirigiría a ambos, deseosa de empezar ya el entrenamiento, y les diría:
-¿Qué os parece si comenzamos ya? ¿Estáis preparados?
Sonzu~- Imperatrix de Kiri
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Re: Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
Tras la roca, aún jadeante, contemplaba la larga sombra que se formaba por el ángulo de los rayos del sol. La roca era de dimensiones bastante extrañas, pues encontrar una roca sola en el camino, de ese monumental tamaño y sin más rocas alrededor, daba que pensar en cosas tan filosóficas como
Y cosas así, que pasaron por mi cabeza. Pero no pasó mucho tiempo desde que comencé a filosofar, cuando la voz de Shika me sacó de mis pensamientos. Me giré para verla, y allí estaba, mirándome desde detrás de la roca. Tras sonreír levemente, me levanté, aún cubierto por la sombra de la roca monumental, y desde ahí le dí los buenos días.
Y tras reír levemente ambos por lo divertido de la situación, me daría cuenta de que, a lo lejos, nos saludaba una chica...
Seguramente sería esa tal Sonzu, la amiga de Shika. Según se fue acercando, me di cuenta de que ya la conocía, al menos de vista. Era la chica con la que había entrenado, junto a Shika y otro chico, en la sala del Tsuchikage. Sí, estaba seguro de que era ella. Lo malo es que tras salir del entrenamiento, agotados, no nos habíamos presentado, y no sabíamos ni siquiera nuestros nombres. Pero bueno, aquella era una perfecta ocasión para realizar esa presentación. Cuando estaba a unos metros de nosotros, se disculpó por la tardanza. Sin embargo, Shika pronto le quitaría importancia, indicando que no era molestia alguna, y yo correspondí a su saludo. Iba a realizar una reverencia, pero en ese momento alargó su brazo, y me corté la reverencia para estrechar su mano. Era la primera vez que saludaba así, así que el apretón me resultó algo torpe.
Dije con una agradable sonrisa.
Tras las presentaciones, era hora de ponernos en marcha, como bien indicaba Sonzu. Aún con una amable sonrisa, y detrás de la roca, en su sombra, asentí con la cabeza.
Con tranquilidad, pues, movimos el campamento, y comenzamos a caminar hacia el riachuelo. En el camino se podía notar el cambio que realizábamos con cada paso. Al principio habíamos quedado en un camino de tierra, rodeado por un césped de baja altura y una enorme roca seca y caliente. Sin embargo, al poco rato estuvimos pisando un camino de hierba, con más alrededor y de más altura, más verde y más fresca, y a nuestros lados veíamos un bosque no muy frondoso, pero sí amplio. Estaba lleno de árboles preciosos, animales que corrían por doquier y algún que otro manantial. Una vista maravillosa. Durante el camino solté algún que otro comentario, y alguna pregunta a Sonzu sobre ella, para conocerla mejor. Cosas como
Y así era. Tras una corta caminata, habíamos llegado al lugar. A nuestra derecha había una cascada de unos treinta metros de altura, y la anchura del agua que caía, tan clara como el cristal, era de unos cinco metros. No mucho, pero perfecto. Pues alrededor de la misma, las blanquecinas rocas reflejaban las ondulaciones que los rayos del sol hacían notar a través de las copas de los árboles. La casada daba a un lago pequeño, redondo, de unos quince metros de diámetro, y el agua apenas nos llegaría por las rodillas si nos metíamos. A nuestra izquierda podríamos ver cómo el agua que desbordaba el lago caía en pequeñas cascadas hacia el final de la montaña.
Dije antes de sonreír, y acercarme al lago.
Sonriendo a mis compañeras, me metí en el agua, y así me introduje en ese pequeño paraíso que habíamos encontrado. Me acerqué pues a una de las rocas que se superponían a la superficie de aquél agua tan tranquila, y me subí encima de ella. Una roca no muy ancha, pero medianamente lisa en su superficie. Así pues, me senté en la misma, y las invité a acompañarme:
Y de nuevo, sonreí, complacido. Mientras ellas se acomodaban, yo me concentré en relajar mi cuerpo. Y cuando las vi tomar posiciones, cerré los ojos. Sentado, con las piernas cruzadas, la espalda recta, los brazos sobre mis piernas y mis dedos tocándose los extremos, mantuve la cabeza con la rectitud de mi espalda. Así, comencé a centrarme en mi flujo de chackra. Poco a poco, me aislé del bosque. Dejé de escuchar a mis compañeras y sus respiraciones, dejé de escuchar a los pájaros del bosque, y a algún que otro animal que saltaba de rama en rama. Dejé de oír los movimientos de un pez en el lago... Y me quedé con la cascada. El sonido del agua al caer, y chocar con las piedras... El sonido del constante roce con su nacimiento, y con el agua que ya había en el pequeño lago... Escuché su regularidad, acompasada con los latidos de mi corazón... Y poco a poco, intensifiqué el mismo. Noté cómo mi cuerpo volvía a tensarse, pero volví a relajarme mientras intensificaba el flujo del chakra. Así, a la vez que lo potenciaba, me centraba en relajar mi cuerpo. Cuando lo hube dominado, de mis manos comenzaron a salir ligeros rayos de electricidad, insonoros. Poco a poco, me recubrieron los brazos, el torso, la cabeza, las piernas... A medida que se expandían, más difícil era controlar la intensidad de chakra, pero podía aguantar.
Hasta que, finalmente, no pude evitar descontrolar la tensión de mi cuerpo. Lo noté en el acto, pero continué con el flujo de chakra. Oía a la cascada, que me marcaba el constante zumbido que había comenzado a producirse en mi oído por la electricidad. Aún así, sabía que podía durar un poco más... Pero no fue mucho. La tensión de mi cuerpo, al final, me hizo perder la concentración, y abrí los ojos, antes de recibir un calambre leve por el corte de concentración. Había llegado a mi límite... Pero me había cundido bien. Fijándome en la posición del sol, deduje que habíamos estado allí durante dos horas sin parar. Y la verdad, a mí no me habían parecido más de quince minutos. Jadeando, deshice poco a poco mi posición, con los músculos entumecidos. Tras sentarme en una posición más cómoda, miré a mis compañeras, que aún estaban concentradas en su ejercicio. A ambas se las veía ya cansadas, pero seguramente aguantarían lo menos una hora más.
Ya eran casi las doce de la mañana, y yo tenía que hacer cosas de casa, como comprar la comida y recoger todo, que con las prisas no había tenido tiempo. Además, por la tarde había quedado con una amiga que había conocido dos días antes, y tenía que ducharme antes de vernos. Porque sí, pese a no haberme movido del sitio, me sentía como si hubiera corrido cincuenta kilómetros, y estaba sudando. Así pues, lentamente, me bajé de la roca, notando de nuevo la frescura del agua inundándome las sandalias y acariciando mi piel hasta más o menos la rodilla. Sonreí por ello. Del bolsillo del pantalón saqué una pluma de tinta negra, y con una hoja que cogí del borde del lago, dejé una nota en mi antigua posición. Tras ello, volví al camino, y antes de irme, me di la vuelta para estar de frente a ambas. Realicé una reverencia de agradecimiento y despedida, y sigilosamente, me fui.
Cuando se despertaran, en mi roca podrían ver una hoja del árbol más cercano, sujeta con un par de piedras en sus extremos para que no saliera volando. En ella habría un mensaje escrito con tinta negra:
Al día siguiente, Shika me encontró por la calle, y me confirmó que tendríamos esa quedada.
Y así, terminé mi entrenamiento
"¿De dónde |
- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido? Espero que bien... Oye, no te puedes imaginar la persecución que he tenido hasta llegar aquí... Una verdadera locura, créeme... |
Seguramente sería esa tal Sonzu, la amiga de Shika. Según se fue acercando, me di cuenta de que ya la conocía, al menos de vista. Era la chica con la que había entrenado, junto a Shika y otro chico, en la sala del Tsuchikage. Sí, estaba seguro de que era ella. Lo malo es que tras salir del entrenamiento, agotados, no nos habíamos presentado, y no sabíamos ni siquiera nuestros nombres. Pero bueno, aquella era una perfecta ocasión para realizar esa presentación. Cuando estaba a unos metros de nosotros, se disculpó por la tardanza. Sin embargo, Shika pronto le quitaría importancia, indicando que no era molestia alguna, y yo correspondí a su saludo. Iba a realizar una reverencia, pero en ese momento alargó su brazo, y me corté la reverencia para estrechar su mano. Era la primera vez que saludaba así, así que el apretón me resultó algo torpe.
- Hola Sonzu, yo soy Dártirus. |
- Es un placer. |
Tras las presentaciones, era hora de ponernos en marcha, como bien indicaba Sonzu. Aún con una amable sonrisa, y detrás de la roca, en su sombra, asentí con la cabeza.
- Sí, comencemos ya... Hay un poco de camino hasta el riachuelo donde vamos a entrenar, pero en diez minutos llegamos caminando. |
- Vaya, esto es precioso... - ¡Mirad, esa ardilla se ha puesto a correr! ¡Jajaja! - Bueno, Sonzu, y ¿de dónde eres? - ¿Qué te gusta? - ¿Por qué quisiste ser shinobi de Iwa? - ¿Vas a presentarte al examen de Chunnin? - ¿Y tú, Shika? - Seguro que los tres nos lo sacamos. - Sonzu, ¡me encantan tus ojos! Antes no me había fijado en ellos, pero son muy bonitos. - Mirad, ya llegamos. |
- Es... hermoso... |
Sonriendo a mis compañeras, me metí en el agua, y así me introduje en ese pequeño paraíso que habíamos encontrado. Me acerqué pues a una de las rocas que se superponían a la superficie de aquél agua tan tranquila, y me subí encima de ella. Una roca no muy ancha, pero medianamente lisa en su superficie. Así pues, me senté en la misma, y las invité a acompañarme:
- ¡Venga! Hemos venido a entrenar, ¿no? |
Hasta que, finalmente, no pude evitar descontrolar la tensión de mi cuerpo. Lo noté en el acto, pero continué con el flujo de chakra. Oía a la cascada, que me marcaba el constante zumbido que había comenzado a producirse en mi oído por la electricidad. Aún así, sabía que podía durar un poco más... Pero no fue mucho. La tensión de mi cuerpo, al final, me hizo perder la concentración, y abrí los ojos, antes de recibir un calambre leve por el corte de concentración. Había llegado a mi límite... Pero me había cundido bien. Fijándome en la posición del sol, deduje que habíamos estado allí durante dos horas sin parar. Y la verdad, a mí no me habían parecido más de quince minutos. Jadeando, deshice poco a poco mi posición, con los músculos entumecidos. Tras sentarme en una posición más cómoda, miré a mis compañeras, que aún estaban concentradas en su ejercicio. A ambas se las veía ya cansadas, pero seguramente aguantarían lo menos una hora más.
Ya eran casi las doce de la mañana, y yo tenía que hacer cosas de casa, como comprar la comida y recoger todo, que con las prisas no había tenido tiempo. Además, por la tarde había quedado con una amiga que había conocido dos días antes, y tenía que ducharme antes de vernos. Porque sí, pese a no haberme movido del sitio, me sentía como si hubiera corrido cincuenta kilómetros, y estaba sudando. Así pues, lentamente, me bajé de la roca, notando de nuevo la frescura del agua inundándome las sandalias y acariciando mi piel hasta más o menos la rodilla. Sonreí por ello. Del bolsillo del pantalón saqué una pluma de tinta negra, y con una hoja que cogí del borde del lago, dejé una nota en mi antigua posición. Tras ello, volví al camino, y antes de irme, me di la vuelta para estar de frente a ambas. Realicé una reverencia de agradecimiento y despedida, y sigilosamente, me fui.
Cuando se despertaran, en mi roca podrían ver una hoja del árbol más cercano, sujeta con un par de piedras en sus extremos para que no saliera volando. En ella habría un mensaje escrito con tinta negra:
Lo siento, he tenido que irme pronto porque tengo cosas que hacer. Ha sido un placer realizar este entrenamiento con vosotras, y conocernos como es debido, Sonzu. Espero que os haya cundido. Por cierto, pasado mañana no tengo nada que hacer. ¿Os parece volver a quedar donde hoy para correr? Un saludo, Darty.
Al día siguiente, Shika me encontró por la calle, y me confirmó que tendríamos esa quedada.
Y así, terminé mi entrenamiento
- Offrol:
- Tres cosas: primero, sois unas robaideas, que lo del sueño era cosa mía T_T xD
Segundo, Sonzu... Tostada de aceite con... con... a... ¿azúcar? ¡¡¡¿¿azúcar??!!!
Y tercero: Lo del truco de la cuchara... Lo he intentado y... ¡Es mentira! T_T
xDDDDDD
Ah, y os dejo aquí lo que tendréis que poner en RG por mi parte, para que luego no haya líos ;P Con la tontería he escrito más de 2000 palabras, así que al final también tendré el entreno de 2000 xD Bueno, aquí os lo dejo:- Código:
[b]Nombre del Ninja:[/b] Dártirus
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[b]Links a Ficha:[/b] http://www.narutomundo.com/t1533-ficha-de-dartirus
[b]Revisión: [/b]Entrenamiento de 2000 palabras junto a Shika y Sonzu: http://www.narutomundo.com/t1802-entrenamiento-de-sonzu-shika-y-dartirus#13469 Atributo de Control de Chakra (+200)
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Re: Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
Sonzu llegó a la roca poco después de mí y lo primero que hizo fue tenderle la mano a Dártirus para presentarse. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que ellos solo se conocían de vista por haber estado juntos en un entrenamiento que habíamos hecho con el Tsuchikage y otro chico de la villa del que apenas me acordaba. Se dirigieron unas cuantas palabras y después comenzamos el camino hacia el riachuelo en que entrenaríamos aquel día.
Me gustaba la idea de estar rodeada de agua durante el entrenamiento, pues así el calor no se notaría tanto, suavizado por la temperatura que el agua ofreciera. Durante el camino, Dártirus sometió a mi amiga a una especie de interrogatorio, o por lo menos eso me pareció a mí. No dejaba de hacerle preguntas y comentar cosas sobre el bosque, el camino, el paisaje, los animales o incluso llegó a hablar sobre la propia Sonzu y sus ojos, a los que halagó. A mí me resultaba una situación bastante cómica, pues tenía la sensación de que la naturaleza le revolvía y le daba una vitalidad que en la villa no presentaba.
Yo me limitaba a escuchar su conversación y a continuar el camino intentando no tropezar con las piedrecitas, pues parecía que se me ponían delante justo en el momento en que iba a pasar solo para hacerme caer. En el camino hacia el riachuelo, me caí varias veces por culpa de los objetos que había en el suelo, la otra caída fue bastante diferente. Yo iba andando tan tranquila mientras mis amigos hablaban, escudriñaba el suelo para no tropezar con las cosas, pero vi algo diferente. Me pareció una serpiente y di un brinco antes de comenzar a correr como una loca alrededor de los otros dos, que no entendían nada. Entonces comencé a gritar que había visto una serpiente a modo de explicación. Tropecé con una piedra y caí, con la suerte de aterrizar enfrente de lo que en un principio me había parecido un animal… y que resultó ser simplemente un trozo de corteza del árbol más cercano.
Mis compañeros de entrenamiento se rieron bastante de mí, pero yo juraría que había visto una serpiente… estos animales… parecía evidente que aquel día estarían bastante presentes en mi comportamiento… y, claro está, en mi vida. Ignorando las risas de Dártirus y Sonzu, me levanté y seguí caminando en dirección al lago.
Al llegar no pude hacer otra cosa que adorar la belleza del lugar. Era un sitio precioso, con una cascada de considerable altura que, al caer, generaba bastante espuma… y un sonido bastante relajante. Había un pequeño lago más bien redondo y poco profundo. Dártirus comentó lo hermoso que le parecía el lugar antes de correr hacia el agua y sentarse en una roca bastante plana que había en el centro del lago. Desde allí nos hizo una seña para que fuéramos a su lado y nos sentáramos con él.
Yo no dudé en entrar en el agua, sintiendo un gran alivio al sentir el frescor en mis piernas. Me acerqué a una de las piedras que había al lado de la que había escogido el chico y me senté. Allí, me crucé de piernas y cerré los ojos, escuchando cada sonido del bosque. La naturaleza de aquel lugar me maravillaba, adoraba escuchar el canto de los pájaros, el sonido que hacía el agua al caer por la cascada, la brisa al pasar entre las rocas de los árboles, el chapoteo de los peces al saltar sobre la superficie del lago… Todo me parecía maravilloso.
Me centré en la melodía que los pájaros repetían una y otra vez, alterándola un poco en cada intento. Cambiaban notas, tonos y tiempos. Formando una melodía que, lentamente alcanzaba la perfección. Podía escuchar cantar a los pájaros que más tiempo llevaban ahí, pero era consciente de que a cada minuto llegaban diferentes animales para unirse a la canción. Escuchaba a diferentes especies entonar la melodía de diversas formas y, en mi mente, se unían todos los cantos de cada criatura para formar la canción completa.
Comencé a dejar que el chakra fluyera por mi cuerpo, centrándome en enviarlo a mis manos. Tenía los ojos cerrados, por lo que no sabía si alguna persona ajena a mí podría distinguir algún cambio. Sin embargo, ese era un detalle que poco me importaba en ese momento.
Algo me movió y una gota de sangre en mi mano derecha me hizo perder la concentración. Cuando abrí los ojos para fijarme en la herida que podía tener, descubrí trocitos de cristal en la palma de mi mano y me pregunté si había formado alguna figura que se hubiera roto. Sin embargo, aquello me sirvió para saber que podía conseguir hacer cosas de cristal si me lo proponía.
Giré la mano para dejar caer los pequeños cristales y estos desaparecieron bajo el agua en cuanto tuvieron la ocasión. Yo me limité a observarlos caer y perderse entre las pequeñas piedras que había en el fondo del lago mientras una sonrisa adornaba mi rostro.
Cuando miré a la roca que tenía al lado, vi que Dártirus no estaba y que, en su lugar, había una hoja sujeta con dos piedras para no salir volando. Supuse que tendría algo escrito, pues parecía obra del que un momento fue mi compañero de misión. Cuando me acerqué, pude ver que la hoja tenía algo escrito con tinta negra. La cogí con cuidado y leí su contenido, sabiendo así que mi amigo se había ido un rato antes. Me pregunté qué hora sería y miré al cielo, buscando la posición del sol. Supe que ya habían pasado varias horas desde que habíamos llegado al lago, pero no cuántas.
Suponiendo que ya sería mediodía, me giré hacia Sonzu para proponerle volver a la aldea, pues yo ya empezaba a tener hambre.
- ¿Volvemos? -me limité a decirle.
Me gustaba la idea de estar rodeada de agua durante el entrenamiento, pues así el calor no se notaría tanto, suavizado por la temperatura que el agua ofreciera. Durante el camino, Dártirus sometió a mi amiga a una especie de interrogatorio, o por lo menos eso me pareció a mí. No dejaba de hacerle preguntas y comentar cosas sobre el bosque, el camino, el paisaje, los animales o incluso llegó a hablar sobre la propia Sonzu y sus ojos, a los que halagó. A mí me resultaba una situación bastante cómica, pues tenía la sensación de que la naturaleza le revolvía y le daba una vitalidad que en la villa no presentaba.
Yo me limitaba a escuchar su conversación y a continuar el camino intentando no tropezar con las piedrecitas, pues parecía que se me ponían delante justo en el momento en que iba a pasar solo para hacerme caer. En el camino hacia el riachuelo, me caí varias veces por culpa de los objetos que había en el suelo, la otra caída fue bastante diferente. Yo iba andando tan tranquila mientras mis amigos hablaban, escudriñaba el suelo para no tropezar con las cosas, pero vi algo diferente. Me pareció una serpiente y di un brinco antes de comenzar a correr como una loca alrededor de los otros dos, que no entendían nada. Entonces comencé a gritar que había visto una serpiente a modo de explicación. Tropecé con una piedra y caí, con la suerte de aterrizar enfrente de lo que en un principio me había parecido un animal… y que resultó ser simplemente un trozo de corteza del árbol más cercano.
Mis compañeros de entrenamiento se rieron bastante de mí, pero yo juraría que había visto una serpiente… estos animales… parecía evidente que aquel día estarían bastante presentes en mi comportamiento… y, claro está, en mi vida. Ignorando las risas de Dártirus y Sonzu, me levanté y seguí caminando en dirección al lago.
Al llegar no pude hacer otra cosa que adorar la belleza del lugar. Era un sitio precioso, con una cascada de considerable altura que, al caer, generaba bastante espuma… y un sonido bastante relajante. Había un pequeño lago más bien redondo y poco profundo. Dártirus comentó lo hermoso que le parecía el lugar antes de correr hacia el agua y sentarse en una roca bastante plana que había en el centro del lago. Desde allí nos hizo una seña para que fuéramos a su lado y nos sentáramos con él.
Yo no dudé en entrar en el agua, sintiendo un gran alivio al sentir el frescor en mis piernas. Me acerqué a una de las piedras que había al lado de la que había escogido el chico y me senté. Allí, me crucé de piernas y cerré los ojos, escuchando cada sonido del bosque. La naturaleza de aquel lugar me maravillaba, adoraba escuchar el canto de los pájaros, el sonido que hacía el agua al caer por la cascada, la brisa al pasar entre las rocas de los árboles, el chapoteo de los peces al saltar sobre la superficie del lago… Todo me parecía maravilloso.
Me centré en la melodía que los pájaros repetían una y otra vez, alterándola un poco en cada intento. Cambiaban notas, tonos y tiempos. Formando una melodía que, lentamente alcanzaba la perfección. Podía escuchar cantar a los pájaros que más tiempo llevaban ahí, pero era consciente de que a cada minuto llegaban diferentes animales para unirse a la canción. Escuchaba a diferentes especies entonar la melodía de diversas formas y, en mi mente, se unían todos los cantos de cada criatura para formar la canción completa.
Comencé a dejar que el chakra fluyera por mi cuerpo, centrándome en enviarlo a mis manos. Tenía los ojos cerrados, por lo que no sabía si alguna persona ajena a mí podría distinguir algún cambio. Sin embargo, ese era un detalle que poco me importaba en ese momento.
Algo me movió y una gota de sangre en mi mano derecha me hizo perder la concentración. Cuando abrí los ojos para fijarme en la herida que podía tener, descubrí trocitos de cristal en la palma de mi mano y me pregunté si había formado alguna figura que se hubiera roto. Sin embargo, aquello me sirvió para saber que podía conseguir hacer cosas de cristal si me lo proponía.
Giré la mano para dejar caer los pequeños cristales y estos desaparecieron bajo el agua en cuanto tuvieron la ocasión. Yo me limité a observarlos caer y perderse entre las pequeñas piedras que había en el fondo del lago mientras una sonrisa adornaba mi rostro.
Cuando miré a la roca que tenía al lado, vi que Dártirus no estaba y que, en su lugar, había una hoja sujeta con dos piedras para no salir volando. Supuse que tendría algo escrito, pues parecía obra del que un momento fue mi compañero de misión. Cuando me acerqué, pude ver que la hoja tenía algo escrito con tinta negra. La cogí con cuidado y leí su contenido, sabiendo así que mi amigo se había ido un rato antes. Me pregunté qué hora sería y miré al cielo, buscando la posición del sol. Supe que ya habían pasado varias horas desde que habíamos llegado al lago, pero no cuántas.
Suponiendo que ya sería mediodía, me giré hacia Sonzu para proponerle volver a la aldea, pues yo ya empezaba a tener hambre.
- ¿Volvemos? -me limité a decirle.
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- Tu post ya va a ser el último, Sonson.
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Re: Entrenamiento de Sonzu, Shika y Dártirus
Decidimos ir al riachuelo que estaba cercano a allí, seguramente sería el mismo donde conocí a Shika y el chico de la nube que encontré hablando con ella… La verdad es que este lugar podía traerme bastante recuerdos, me preguntaba dónde estaría ahora el chico que me había llamado Luz de Noche, aquel tipo tan curioso que me había hecho sentir bastante calmada al estar a su lado y me había sacado una sincera sonrisa con su sola presencia. Con estos pensamientos volví a sonreír mientras caminaba al lado de ambos e íbamos dejando atrás la tierra para adentrarnos en un paisaje más salvaje, la hierba parecía crecer con cada paso que dábamos, y como suelo hacer dejé que mi mano acaricie las plantas y me correspondieran con el ligero cosquilleo que recorría las yemas de mis dedos. Casi podía sentir su respiración sobre mi palma, era magnífico aquello… Volvía a llenarme de vida por dentro, como si absorbiera todo lo que tenía el lugar.
Algunos animales de allí se escondían al vernos, mientras que otros más curiosos se asomaban a quienes eran los intrusos con los que compartirían el día de otra jornada de verano. De vez en cuando me paraba a contemplar las cosas que más me llamaban la atención, que miraba con los ojos brillantes, y se las señalaba a mis compañeros para que no se perdieran ni un solo detalle: una familia de perdices que corría por la colina, un águila que cruzó el cielo majestuosa, un árbol hueco y medio seco que servía de cobijo a distintos animales, unas hormigas trajinando alrededor de un hormiguero, incluso un pájaro carpintero que hacía ruido mientras construía su madriguera en un gran árbol.
Ellos dos también parecían maravillados, mirando con expectación cada rincón y haciendo algún comentario por si algo se nos había pasado desapercibido. También Dártirus empezó a formularme alguna pregunta, al oír la primera me encontraba algo despistada, perdida en el verdor del sitio, y me sorprendí al escuchar que se dirigía a mí. No hizo solo una, incluso halagó mis ojos, lo que me hizo sonrojarme y bajar la mirada… Vaya, parecía notarse que no estaba muy acostumbrada a los cumplidos.
-Yo vivo a las afueras de Iwagakure… No me gusta el bullicio del centro. Prefiero estar más cerca del bosque, me encanta venir aquí.
Y parecía notarse, pues en mi mirada se adivinaba una gran admiración, tenía un brillo especial que solo se encontraba en lugares tan preciosos como este… Y además podía disfrutar de buena compañía, las pesadillas de esa noche quedaban enterradas por las cosas que iban ocurriendo, por la belleza y la conversación, las sonrisas y las miradas cómplices de fascinación.
-Claro, os veré a ambos en el examen chunnin… ¿Verdad? Seguro que los tres nos estamos esforzando mucho y logramos pasarlo… ¡Demostremos todo lo que valen los shinobis de la villa oculta de las rocas! ¡Hagamos que todos tiemblen ante nuestro poder!
Acabe riendo ante mis propias palabras, aunque estaba convencida de todas ellas.
-G-Gracias por el cumplido… Tú también tienes unos ojos bonitos, igual que Shika, tienen colores muy lindos…
Y en verdad lo pensaba, porque los míos eran simplemente blancos… Ellos podían presumir de distintos tonos en los mismos, mientras que a mí apenas se me notaba la diferencia… Podían decir que les acompañaba el color del mar, del cielo, el verde de los árboles y de las aceitunas… En cierto modo me daba envidia, aunque no despreciara la herencia de mi familia.
No tardamos mucho en llegar al sitio donde nos estábamos dirigiendo, ahí estaba la cascada donde el chico de la nube se había bañado… Se oía el agua caer chocando contra las rocas, escuchaba el chapoteo que emitía y veía la espuma que se formaba abajo. El agua estaba cristalina y podía ver el fondo del lago redondo que se formaba allí. Parecía un manantial mágico, lleno de vida… La vez anterior estuve en la orilla opuesta, pero seguro que aquí también estaba el cangrejito… Me acerqué corriendo al agua mientras me quitaba las zapatillas torpemente y las cogía con las manos, sin pensarlo dos veces me metí dentro, disfrutando del freso agua sobre mi piel… Qué bien se estaba aquí. Y como había sospechado, algún animalillo nadaba por ahí, disfrutando también.
Fuimos a sentarnos a unas rocas planas sobre el centro, Dártirus se puso en medio, Shika a la derecha y yo me coloqué a la izquierda. Ahora tocaba relajarse… En un sitio así debía ser sencillo… Dejé los pies sumergidos en el agua, dejando que esta me acariciara con su suave movimiento, mientras yo cerraba los ojos e intentaba concentrarme. El agua ya no era lo único que sentía sobre la piel, ni la brisa que mecía mi cuerpo, notaba como una gran energía fluía en mi interior, cada vez con más claridad. Era algo puro y que me pasaba muchas veces desapercibido, a pesar de tener los ojos cerrados era como todo estuviera teñido de un color morado en mi mente.
Así permanecí lo que me pareció poco rato, hasta que un movimiento de Shika me sacó de mis ensoñaciones… Había sido como despertarse de un letargo reparador. Me miré la mano justo cuando ella estaba poniendo la suya en el agua, y quizás fueran imaginaciones mías, pero juraría haber sentido una ligera luz que se esfumó de mi dedo en cuanto tuve consciencia de su presencia.
Leímos la nota que Dart nos había dejado y volvimos a casa después de un día productivo. A pesar de estar algo cansada, me sentía mejorada por dentro.
Algunos animales de allí se escondían al vernos, mientras que otros más curiosos se asomaban a quienes eran los intrusos con los que compartirían el día de otra jornada de verano. De vez en cuando me paraba a contemplar las cosas que más me llamaban la atención, que miraba con los ojos brillantes, y se las señalaba a mis compañeros para que no se perdieran ni un solo detalle: una familia de perdices que corría por la colina, un águila que cruzó el cielo majestuosa, un árbol hueco y medio seco que servía de cobijo a distintos animales, unas hormigas trajinando alrededor de un hormiguero, incluso un pájaro carpintero que hacía ruido mientras construía su madriguera en un gran árbol.
Ellos dos también parecían maravillados, mirando con expectación cada rincón y haciendo algún comentario por si algo se nos había pasado desapercibido. También Dártirus empezó a formularme alguna pregunta, al oír la primera me encontraba algo despistada, perdida en el verdor del sitio, y me sorprendí al escuchar que se dirigía a mí. No hizo solo una, incluso halagó mis ojos, lo que me hizo sonrojarme y bajar la mirada… Vaya, parecía notarse que no estaba muy acostumbrada a los cumplidos.
-Yo vivo a las afueras de Iwagakure… No me gusta el bullicio del centro. Prefiero estar más cerca del bosque, me encanta venir aquí.
Y parecía notarse, pues en mi mirada se adivinaba una gran admiración, tenía un brillo especial que solo se encontraba en lugares tan preciosos como este… Y además podía disfrutar de buena compañía, las pesadillas de esa noche quedaban enterradas por las cosas que iban ocurriendo, por la belleza y la conversación, las sonrisas y las miradas cómplices de fascinación.
-Claro, os veré a ambos en el examen chunnin… ¿Verdad? Seguro que los tres nos estamos esforzando mucho y logramos pasarlo… ¡Demostremos todo lo que valen los shinobis de la villa oculta de las rocas! ¡Hagamos que todos tiemblen ante nuestro poder!
Acabe riendo ante mis propias palabras, aunque estaba convencida de todas ellas.
-G-Gracias por el cumplido… Tú también tienes unos ojos bonitos, igual que Shika, tienen colores muy lindos…
Y en verdad lo pensaba, porque los míos eran simplemente blancos… Ellos podían presumir de distintos tonos en los mismos, mientras que a mí apenas se me notaba la diferencia… Podían decir que les acompañaba el color del mar, del cielo, el verde de los árboles y de las aceitunas… En cierto modo me daba envidia, aunque no despreciara la herencia de mi familia.
No tardamos mucho en llegar al sitio donde nos estábamos dirigiendo, ahí estaba la cascada donde el chico de la nube se había bañado… Se oía el agua caer chocando contra las rocas, escuchaba el chapoteo que emitía y veía la espuma que se formaba abajo. El agua estaba cristalina y podía ver el fondo del lago redondo que se formaba allí. Parecía un manantial mágico, lleno de vida… La vez anterior estuve en la orilla opuesta, pero seguro que aquí también estaba el cangrejito… Me acerqué corriendo al agua mientras me quitaba las zapatillas torpemente y las cogía con las manos, sin pensarlo dos veces me metí dentro, disfrutando del freso agua sobre mi piel… Qué bien se estaba aquí. Y como había sospechado, algún animalillo nadaba por ahí, disfrutando también.
Fuimos a sentarnos a unas rocas planas sobre el centro, Dártirus se puso en medio, Shika a la derecha y yo me coloqué a la izquierda. Ahora tocaba relajarse… En un sitio así debía ser sencillo… Dejé los pies sumergidos en el agua, dejando que esta me acariciara con su suave movimiento, mientras yo cerraba los ojos e intentaba concentrarme. El agua ya no era lo único que sentía sobre la piel, ni la brisa que mecía mi cuerpo, notaba como una gran energía fluía en mi interior, cada vez con más claridad. Era algo puro y que me pasaba muchas veces desapercibido, a pesar de tener los ojos cerrados era como todo estuviera teñido de un color morado en mi mente.
Así permanecí lo que me pareció poco rato, hasta que un movimiento de Shika me sacó de mis ensoñaciones… Había sido como despertarse de un letargo reparador. Me miré la mano justo cuando ella estaba poniendo la suya en el agua, y quizás fueran imaginaciones mías, pero juraría haber sentido una ligera luz que se esfumó de mi dedo en cuanto tuve consciencia de su presencia.
Leímos la nota que Dart nos había dejado y volvimos a casa después de un día productivo. A pesar de estar algo cansada, me sentía mejorada por dentro.
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