Entrenando fuerza

El día anterior me prometí ir a entrenar mi fuerza, y yo nunca fallo a una promesa. Estoy algo cansada, ya que ayer estuve entrenando forzosamente e incluso acabé con dos dedos quemados. Los tengo vendados con una crema para las quemaduras, receta casera que aprendí de mi padre, el que siempre decía que a él se la enseñó la abuela. Además de las quemaduras calma varios dolores más, pues tiene algo de analgésico, y me lo solía poner siempre que me hacía heridas cuando era una cría. A veces añoraba todos esos momentos, cuando me curaba y me daba un besito de cura sana, las nanas de mi madre para que me durmiera sobre la cuna… La mera protección de estar acompañado, el poder presumir de tener una familia. Eran cosas que no estaban presentes en mi vida desde hacía mucho tiempo, eran mis miedos, mis pesadillas y mis temores. Pero nunca se los había mostrado a nadie, me cerraba cuando llegaba la hora de hablar de mi pasado, me costaba relacionarme con las personas, especialmente con aquellos que consideraba peligrosos debido a alguna actitud que hubieran tenido. Es casi incontrolable… Como aquella vez que encontré al chico que me regaló la bufanda con mi kage dándole un ojo enfrascado, era una imagen que me había atormentado por las noches durante mucho tiempo. ¿Quién me aseguraba que no lo harían conmigo?
Igual que las pesadillas del día anterior… No me gusta soñar esas cosas, pero al menos hoy no ha habido nada de eso, no recuerdo lo que he soñado, pero estoy segura de que no es nada malo, o simplemente he permanecido toda la noche con la mente en blanco. De todas formas me siento mejor, no plenamente alegre o satisfecha, pero mejor al fin y al cabo. No puedo pedir mucho más ante estas visitas al pasado que parecer dejarme tan tocada, tengo que aprender a controlar mis propias emociones.

Lo primero que hago es entrar a la ducha, con el frío tacto del agua sobre mi piel para despejarme. Al salir vuelvo a mirarme en el espejo, de todas las formas posibles, y me alegra ver que a pesar de estar delgada y disponer de bastante fuerza como partir una rama con un solo golpe, no se me marcan los abdominales ni se puede apreciar una gran musculatura. En realidad no me gustan las mujeres que tienen el cuerpo muy trabajado y se les puede ver a simple vista, aunque tenga que entrenarme para ser más fuerte es debido a que mis técnicas precisan de dominar el taijutsu, no porque quiera convertirme en una musculitos.
Al terminar me visto con una camiseta azul celeste y unos pantalones negros cortos, con las sandalias ninjas del mismo color. Me recojo el pelo en una coleta alta, con los mechones que hacen de flequillo cayendo sobre mi frente para que no me moleste sobre la jornada. Paro unos instantes a contemplar mis ojos sobre el espejo... Hoy los veo de una manera diferente a otros días, descubro en ellos la misma forma que los de mi padre, mientras que tengo las largas pestañas propias de mi madre. Igual que mis labios, que solían decir que eran herencia por parte de la familia de mi madre. Todo esto mientras miro la foto en la que salimos sentados en el porche de nuestro anterior hogar, sonriendo, conmigo siendo una niña que no debe pasar de los 3 años sobre las piernas de mi madre, mientras que mi padre le pasa un brazo por los hombros y yo sujeto uno de los dedos de su mano.

Es una fotografía que siempre me ha gustado y he tratado con especial cariño, así que antes de salir de la habitación la beso con dulzura y, acto seguido, la vuelvo a colocar en su sitio. Camino hasta la cocina mientras me preparo leche caliente con cereales... Cereales que tienen un poco de chocolate, sino seguramente no me gustarían. Me lo tomo tranquilamente, lo que me hace perderme varias veces entre mis pensamientos y acabar saliendo precipitadamente, para aprovechar bien el día. A mi espalda llevo uno de los muñecos que uso en los entrenamientos de sala especial en el edificio del Tsuchikage. El pobre recibirá hoy unos cuantos golpes... Pero bueno, para eso está, para entrenar, y en vez de coger uno nuevo he usado el que ya está quemado, con una raja de kunai, golpeado... Seguramente esta tarde le de la jubilación.

Voy hasta las montañas y me pongo en uno de los sitios que son más áridos, con un gran espacio para poder moverme. Comienzo a atestar puñetazos al maniquí, que he clavado en el suelo para que logre aguantarlo, y empiezo a dar alguna que otra patada. Recuerdo las veces que veía a mi padre hacer estas cosas e intentaba imitarle, sin éxito alguno, ojala me viera ahora... El primer brazo de madera del muñeco ya se ha caído al recibir uno de mis puñetazos, y cuando atesto uno sobre su cara desfigurada también se rompe definitivamente, clavándose algunas astillas sobre mi puño. Quito los trozos más grandes y prosigo con mi labor, intentando ignorar el dolor. Pronto su otro brazo cae también... Y más tarde el tronco del maniquí se parte en dos al recibir una patada fuerte y otro de mis puñetazos, casi seguidos. No queda casi de él, y a pesar de estar sudando, me queda más por aprender... Aunque puedo comprobar por la posición del Sol que llevo varias horas entrenando.
Hay un árbol seco cerca, que sigue en pie por alguna extraña razón. Sin pensármelo dos veces descargo nuevos golpes sobre él, sin parar, aunque mis nudillos ya están sangrantes y doloridos... No importa, debo continuar.

Jadeante prosigo con los golpes, llevando un ritmo sin darme cuenta, intercalando alguna patada y moviéndome alrededor del árbol para golpearle por todos los flancos. Noto como empieza a desquebrajarse, y le miro respirando pesadamente, mientras me echo unos pasos hacia atrás.... Cojo carrerilla y salto sobre él con el puño delante, haciéndolo impactar en la corteza de este, lo que lo rompe definitivamente...
Después de un descanso para recobrar el aire, vuelvo a casa, deseando descansar de nuevo, sintiéndome más fuerte. Es algo maravilloso y reconfortante para mí.
Oh, papá, mamá... Si me vierais os enorgulleceríais de mi.

Revisado.