Entrenando CCK a altas horas de la noche

Información del entrenamiento:

Llevaba varios días en que la noche se me hacía eterna, enrollada entre las sábanas y con las mejillas húmedas. Me despertaba a mitad de la noche por culpa de las pesadillas, que me perseguían desde varios días atrás. Me sentaba en la cama con la espalda apoyada en la pared y con los brazos alrededor de mis rodillas, esperando al amanecer. La oscuridad que me acompañaba durante esas horas contribuía al hecho de que mi mente pensara en el pasado. Todo el mundo estaba seguro de que el trauma se me pasaría rápido, pero yo no lo veía tan fácil. Solo Sonzu sabía lo mal que lo pasaba por las noches, lo poco que dormía y lo mucho que lloraba por esas fechas. Solo ella se atrevía a acercarse a mí y ayudarme, solo ella me abrazaba y tranquilizaba para espantar a los malos sueños que me acompañaban cada noche.

Aquel día no fue diferente a los demás, desperté varias horas antes del amanecer entre jadeos y lágrimas, faltándome poco para gritar. Me agradecí a mí misma el hecho de no haber gritado, pues habría despertado a Sonzu. Viendo que no podría dormir en toda la noche, me levanté y abrí el armario para coger una camiseta negra y un pantalón largo del mismo color. Até un lazo negro a mi muñeca y salí de la casa en silencio, cogiendo antes un muffin que mi amiga había hecho el día anterior. Tuve suerte de no despertar a Sonzu ni a Yami, pues así no tuve que darles explicaciones sobre el lugar al que iba.

Necesitaba olvidar todo lo que me había pasado, pero esa era una opción que se presentaba muy difícil en mi mente. Otra solución era asimilarlo, opción que no parecía tan imposible, pero sí difícil. Con ese motivo iba a las montañas aquel día en plena noche, cuando no había podido dormir. La luz de la luna iluminaba el camino lo suficiente como para no tropezar con nada, por lo que pude avanzar sin problemas hasta llegar a ladera. Las pesadillas volvían a mi mente a esas alturas del camino y las lágrimas se acumulaban en mis ojos, pero no frené la marcha, dispuesta a llegar a mi destino. Caminé por la montaña durante un rato más, adentrándome en el bosque en busca del lago que tanta calma me había transmitido durante los entrenamientos con Dártirus y Sonzu.

En poco tiempo divisé la cascada y me acerqué a la orilla del agua, donde me arrodillé y refresqué el rostro, limpiándome las lágrimas. Permanecí unos segundos arrodillada a la orilla observando el reflejo que me ofrecía el agua con tristeza. Parecía bastante destrozada, las horas sin descansar que me perseguían desde varias semanas atrás se reflejaban en unas ojeras difíciles de disimular. No me podía creer que el examen hubiera tenido esos efectos sobre mí, pero tampoco podía dejarme llevar y estar así, la situación tenía que cambiar y para eso tendría que asimilar mi trauma.

Me puse en pie y, tras quitarme las sandalias que me había puesto antes de salir de casa y remangarme el pantalón, comencé a adentrarme en el lago con la intención de sentarme en una de las rocas del centro. El agua me llegaba hasta las rodillas, refrescando mi piel y transmitiéndome la calma que las noches en casa me negaban. Di varios pasos hasta llegar a la roca que había en el medio y me senté en ella con las piernas cruzadas, observando el bosque. Tal vez cuando era más pequeña habría tenido miedo del bosque durante la noche, pero la experiencia me había hecho madurar y aprender que hay cosas peores que la oscuridad, fácil de espantar con un poco de luz, como la que la luna me ofrecía en ese momento. Cerré los ojos y escuché el sonido del agua al chocar contra las rocas, el sonido de la cascada al deslizarse en dirección al lago.

Podía escuchar también a los grillos y a los animales que aprovechaban la noche para salir de sus madrigueras y alimentarse, explorar o simplemente llevar su vida. Escuché durante un rato a todos los animales que se acumulaban en el bosque y me dejé llevar por cada sonido del bosque. Respiré hondo y comencé a jugar con el flujo de chakra por mi cuerpo. Acumulaba chakra en las manos para luego llevarlo hasta los pies y seguir jugando durante un buen rato, mientras el sonido del agua al caer ofrecía a mi mente la tranquilidad que tanto necesitaba en esos días.

Comencé a pensar con tranquilidad en todo lo que había ocurrido durante el examen, intentando mirar todos los acontecimientos desde un punto de vista diferente. Cuando llegué al momento en que el monstruo me raptaba, las lágrimas volvieron a acumularse tras mis párpados, pero conseguí evitarlas y seguir pensando con la cabeza fría. Pude desenterrar el recuerdo del momento en que vi cómo algo engullía la pierna del que había sido mi líder y tragué saliva, posiblemente lo que él se llevaba del examen era peor que toda mi experiencia. Además, yo me había traído a Yami conmigo.

Mientras mi mente recorría cada recuerdo, yo jugaba con mi chakra, llevándolo de una parte de mi cuerpo a otra. Llevaba ya un rato así, con los ojos cerrados, los oídos atentos al sonido que la cascada me ofrecía y la mente atenta a cada recuerdo, intentando analizarlos para, poco a poco, conseguir asimilar el trauma que me había quedado tras el examen. Observando la situación desde un punto de vista diferente, un pensamiento resonaba tras las imágenes que mi mente recorría: “Podría haber sido peor”.

Y no pude negarlo, pues, al fin y al cabo, seguía viva y habiendo pasado la prueba. Ahora era Jounnin en la villa y tendría que dar la talla como tal, no permanecer acurrucada en una esquina de la casa permitiendo a las lágrimas pasear por mis mejillas. La rabia entró en mi mente por un momento mientras me echaba en cara a mí misma haber estado así durante tantos días, compadeciéndome de mí misma mientras preocupaba a mi única amiga en la villa.

Abrí los ojos y descubrí que caían pequeñas gotas de sangre de mi mano, fruto de un corte con un trozo de cristal que se había formado mientras jugaba con el flujo de chakra de mi cuerpo. Sonreí al recordar que en el último entrenamiento que había hecho para mejorar mi control de chakra había obtenido el mismo resultado. Y es que al distraerme el trozo de cristal que había en mi mano me cortaba. Miré el reflejo del agua y pude ver cómo algunas gotas de mi sangre se disolvían lentamente en el lago, como las otras habían hecho. Recordé también los trozos de cristal que habían caído e hice lo mismo con los que permanecían en mi mano.

Tras esto, volví a la orilla del lago y, tras calzarme y colocar bien el pantalón, comencé el camino de regreso a casa, sabiendo que por fin comenzaba a superar el trauma que el examen había dejado a modo de huella en mi mente… y con la satisfacción de haber mejorado un poco en control de chakra, aunque teniendo que curarme el corte después.

Revisado.