Entrenando fuerza de nuevo.

Ya habíamos pasado el examen chunnin… Mi grupo era el primero en acabar, los demás seguían en aquellas puertas que decidirían su destino. A pesar de que se encontraba gente de mi villa, no pensé en esperarles. Shika era mi prioridad en esos momentos, por lo que después de que la hicieran una revisión en el centro médico del recinto del examen y me dijeran que necesitaba reposo, la llevé conmigo a casa. A pesar de que quería quedarme a su lado, algo en mi interior me lo impedía… Podía ver a la criatura creciendo con cierta apariencia humana, más que los otros seres, y sabía que sería lo más parecido a un hijo que mi amiga podría tener. Aquella experiencia se había llevado su pureza y fertilidad, supuse también que se quedaría con el engendro… Apoyaba sus decisiones, y sabía que seguramente yo habría actuado de la misma manera, pero también que la llegaría a recordar los fantasmas del pasado, que tardaría tiempo en superarlo, y que a mí misma me costaría acostumbrarme a la situación.

Pero, a pesar de que todo había pasado, sentía que no era suficiente. Que había fallado… Estaba enfadada conmigo misma, y sabía que debía descansar, que necesitaba estar al lado de Shika para cuidarla… Me prometí que volvería pronto, y esa muda promesa que sabía que no iba a cumplirme por mucho que quisiera fue suficiente para salir de mi casa en dirección a las montañas en cuanto mi amiga quedó dormida en un reparador sueño sobre mi cama. Nunca traía visitas, básicamente porque hasta hace poco nadie me importaba lo suficiente como para invitarle a mi morada, al sitio que me aportaba seguridad… Al principio tuve miedo de compartirlo con alguien… Ya no quedaba ningún lugar donde estar completamente sola, y la idea me aterraba…. Aunque, su compañía… Me veía agradecida por tenerla a mi lado.

Así salí de casa, titubeante al dejar la puerta atrás, a dejarla sola. En parte por miedo a que algo la ocurriera. En parte por miedo a que despertara y pusiera a curiosear en mi espacio personal sin mi consentimiento.
No llegaba a acertar en lo que se cocía en mi interior. ¿Por qué aunque hubiera pasado el examen, estando entrenando anteriormente, me sentía débil? ¿Por qué no me alegraba por mí misma? ¿Era acaso la situación de mi amiga lo que me hacía comportarme así? ¿O el sentir que había fallado al no haber dado lo suficiente de mí? Necesitaba despejarme… Tenía ganas de llorar, las pequeñas lágrimas que había derramado por mi amiga se quedaban cortas en el dolor de mi corazón. Y hacer que más agua salada brotara de mis ojos sería de nuevo apiadarse de mí misma. Como ya había pensado anteriormente, no estaba dispuesta hacerlo.

Llegar a las montañas siempre había sido algo bonito y que había acogido con calidez, pero esta vez no me revitalizó por dentro de la misma forma. Simplemente porque estaba cegada por mi debilidad. No podía ser, debía entrenarme… De nuevo me sumergí en un claro, con algún árbol seco, con alguna piedra. También me había servido con anterioridad y todavía quedaban en él los restos de un muñeco de madera, típico de las salas especiales en el edificio del Tsuchikage. La rabia se apoderaba de mí mientras pensaba en todo lo que había podido cambiar , en como las cosas hubieran sido distintas de haber actuado de una manera u otra, y descargaba mi frustración en un árbol seco y medio caído. Los puños traspasaban la corteza de un simple puñetazo, al igual que las patadas. Algunas astillas se clavaban sobre mi piel. Mejor así. El sufrimiento causado era más que necesario, pues si era físico sería más sencillo de acallar que cualquiera mental. Ya tendría tiempo de preocuparme de los rasguños en mis manos, de la sangre que empezaría a brotar después, ya curaría mis heridas. Pues el daño de los años anteriores se resentía a irse, no había medicina que pudiera taparlo. Tenía miedo de que todo ello me acarreara consecuencias, de no poder controlar la voz de mi cabeza. ¿Me había dejado llevar, a caso? ¿Cuántos errores eran los que había cometido sin ni siquiera darme cuenta?
No podía evitar sentirme culpable ante la situación que había sufrido mi amiga de cabellos rosados, ni con el miembro amputado de mi líder. Al menos Raiken, el otro Hatake, estuvo a salvo y nada le ocurrió. Al igual que a mí… ¿Y eso no debería alegrarme? ¿El estar viva? Quizás si… Si alguien me hubiera felicitado por mi labor, si tras aquellas puertas hubiera habido alguna persona que me hubiera abrazado y apoyado, que hubiera sufrido por mí pensando que la muerte podía llegar a mi corazón. Quizás solo entonces, sabría que había merecido la pena… Pues a pesar del agradecimiento de Shika parecía que no estuviera completa del todo.
No llevaba demasiados puñetazos si no recordaba mal, de todas formas ya había acabado con el árbol y no veía ninguno seco por ahí. Romper la vida de una planta que pudiera crecer y servir para otros animales, arrebatarle aquello, era algo que no estaba dispuesta a hacer, por lo que me acerqué a una gran roca que se encontraba cerca. Era más grande que yo, tanto a lo ancho como a lo largo, un nuevo reto… Le dediqué una sonrisa torcida a mi enemiga, y comencé a descargar una serie de patadas y puñetazos. Entonces sí que sentí el verdadero dolor en mis nudillos… El árbol no era nada contra eso. La dura estructura hacía trizas mis huesos, no estaba preparada… Pero aún así no me rendí, necesitaba sentir el sufrimiento, porque más tarde podría acallarlo. Concentré toda mi fuerza en mi puñetazo… Con un penoso resultado, solo hice una pequeña grieta a la piedra, y mis huesos se vieron afectados hasta el punto de romperme la muñeca por no calcular bien el golpe.
Era… insoportable. Pero necesario. Quería seguir, a pesar de saber que no debía llegar a tales extremos, aunque acabé parando… Prometiéndome de nuevo, en una promesa que si cumpliría, volver para acabar lo que había empezado.

Revisado.