Entrenamiento de Inteligencia.

Datos del entrenamiento:

Desde que llegué del examen chunnin no paraba de entrenar, incluso el día que fui a las montañas para intentar relajarme porque la voz de mi cabeza estaba muy molesta acabé peleando contra un chico… O eso creía. Bien cierto era que no me había tratado de forma muy amable aún estando en mi villa, ¿pero robarle el perro? No recordaba muy bien lo que había pasado, de repente yendo de camino a casa me di cuenta de que llevaba una criaturita de lomo negro y tripa blanca en brazos. Espero que no hubiera sido muy grosera… En cualquier caso, al menos a él no le había hecho nada grave, mi kunai estaba libre de sangre. Lo más probable es que le hubiera dejado inconsciente en un solo golpe, no debía ser muy fuerte.
El perro, del que no sabía el nombre siquiera y no tuve tiempo de bautizar, estaba bastante asustado. Antes de que le hubiera dado a él había visto como dejaba inconsciente a su dueño, y después le había robado. De todos modos se acabaría acostumbrando a mí, ya tenía un plan en mente para que se le pasaran esos gemidos lastimeros que traía desde la habitación. Había optado por encerrarle en una sala de invitados bastante grande, con comida y agua sin opción a que Yami la traspasara por si era dañado. Me costó bastante llegar a pensar la forma de que me acabara cogiendo cariño, y aún me quedaba poner el plan en práctica, la verdad es que últimamente me estaba centrando en aumentar mi poder físico, mientras que estaba dejando atrás la lectura y matemáticas, estas últimas nunca me habían resultado nada llamativas…

En cambio desde pequeña me gustaba leer, y alguna vez había intentado escribir yo misma, sin muy buen resultado, pero iba siendo hora de ponerse en serio. Aprender a pensar y ponerme en situaciones para aumentar mi inteligencia y capacidad de reacción me sería muy útil a la hora de reaccionar en un combate. Y escribir y leer me serviría para enriquecer mi vocabulario léxico. En realidad no tenía una biblioteca demasiado pequeña en casa, siempre que podía compraba algún libro que me llamara la atención, aunque finalmente acabaran olvidados debido a que no solía tener tiempo para leerlos. Pero aún así había bastantes, algunos cultos, populares, otras historias fantásticas y de amor, como alguno de historia o geografía. Siempre me había gustado más la fantasía, en soñar con historias que sabía que no ocurrirían me sacaba una sonrisa, y muchas veces creaba yo las propias mías, aunque nunca las hubiera pasado a escrito… Y ya era hora, una de las cosas que más me habían llamado la atención de aquí es que se decía que había un hada protectora en el bosque para que nada malo ocurriera a sus preciados árboles. Sabía que no sería así, que sería solo un cuento, pero imaginaba la idea, sonriendo sin poder evitarlo.
El frío comenzaba a hacer mella en la villa, ya no había un continuo calor y un sol resplandeciente, las nubes acababan tapando el cielo y la brisa soplaba fría en Iwagakure. Por ello nunca salía sin mi chaqueta de manga larga, abrochada por debajo del cuello, y los pantalones cortos se habían cambiado por los largos de color negro, a conjunto con las sandalias de ninja del mismo color. El color de la camiseta variaba, pero solía ser de manga corta. Así, cuando tenía frío cerraba la cremallera hasta el final, y cuando hacía más calor la abría para estar a una temperatura siempre moderada. Eché un diccionario a la bolsa, junto con varios bolis y una libreta y salí de casa con los primeros rayos de la mañana.

Era obvio que iría a las Montañas, a comenzar a escribir sobre el hada protectora, y me dirigí a la cascada donde había conocido al Chico de la Nube. No le veía desde que yo salí del examen, cuando terminé él seguía dentro, ¿le estaría saliendo bien? De vez en cuando le había observado por la villa entrenando, y cada día parecía un poco más fuerte, por lo que supuse que debía estar bien preparado. Cuando llegué al río salté de roca en roca hasta llegar a las grandes planas que había en el centro del lago, con cuidado de no mojarme los pies, y ya ahí me senté y saqué lo necesario.
Abrí el diccionario y comencé a leer algunas palabras… Mmm, por más que lo intentaba, al repetirlas no se me quedaba su significado. Incluso me di cuenta de que tenía por costumbre usar de modo cotidiano las emplearía con completa soltura, pero si después me pedías que la describiera para explicarte lo que era me costaría lograrlo. Miré al árbol y no pude evitar pensar en que era como una piruleta verde, pero esa descripción no me serviría. Repasé su nombre en la cabeza, escribiéndolo mentalmente, con cuidado de no confundir ninguna letra y poner bien la tilde, después lo pasé al papel, donde fui colocando palabras sueltas que se reflejaban en mis ojos: árbol, hierba, césped, búho, agua, río… Había algún que otro tachón al descubrir que no escribí la palabra correctamente cuando contrasté mis conocimientos con los del diccionario. Desde luego, si escribía cosas tan básicas de forma errónea no podía empezar a escribir una historia, por lo que me prometí enseñar hoy esto y dejar al hada protectora para otro día. Intenté subir la dificultad de escritura, pasando del cielo azul a “el agua cristalina que se movía con soltura balanceada suavemente por el viento”. Redactar las cosas de forma más complicada era divertido, y rápidamente comprobé que no era tan mala en estas cosas. Necesitaba práctica, estaba claro, pero las faltas de ortografía irían disminuyendo a lo largo de los días, y estas cosas me acabarían sirviendo para contar a Shika historias por la noche, inventar historias juntas y contárselas al pequeño Yami, mejorar mi estrategia en combate y lograr pensar con más claridad. Además… Era divertido. No pude evitar llegar a casa con una sonrisa en el rostro, a pesar de haberme molestado un poco conmigo misma por costarme tanto aprender cosas simples. De cualquier modo, a medida que lo practicara mejoraría. Era como todo.

Revisado