Entrenando habilidades (con Reika)

Desde el primer día de mi nacimiento vi Amegakure, estaba acostumbrada a esta villa y sus continuas lluvias, pero hasta un tiempo después no me di cuenta de lo dictaminada que estaba al lugar. El cielo llora cada día, al igual que mi corazón, un constante manto acuoso cubre toda la ciudad sin dejarnos ver la luz del Sol. No recuerdo como es sentir el calor sobre el rostro, ni mirar al cielo y que se quemen mis oscuros ojos, hace mucho que no me recorre de nuevo esa sensación. Me veo obligada a llevar siempre una máscara para no delatar mi debilidad, para que piensen que soy feliz, a pintarme una falsa sonrisa y seguir adelante a duras penas. La única razón de que no haya dejado de luchar recibe el nombre de Riyü, y está desaparecida. Cuando me pierdo y creo que todo debe de terminar al fin, cuando pierdo la única tenue luz que llega a guiarme, cuando me vuelvo egoísta y quiero darme un descanso, la recuerdo a ella. Sé que nadie me quería aquí, lo que hizo Él fue abusar sexualmente de mi madre y ella le castigó entregándole una hija. Esa niña que en un principio fue desobediente y tantos problemas le causó soy yo. Muchas veces me veo tentada a volver a huir, lejos de todo lo que me hace daño, hacer lo mismo que cuando era pequeña y que se coma la cabeza de nuevo para encontrarme. Pero puede que siga atada de pies y manos, no sé con certeza que me retiene. Quizás haya adoptado la posición de mi madre que tanto odiaba y me haya vuelto sumisa... En verdad no tengo a ningún sitio donde ir, una niña de 15 años no puede escapar del dominio de su padre. Al menos no aún, es uno de los motivos por los que quiero ser una gran ninja. No hay nada que me retenga en verdad aquí, dar la vida por un sitio me resulta algo estúpido, mi propia supervivencia es más importante que todo eso. Por otra parte no sé en que situación se encuentra mi hermana, el amo podría dar la orden de matarla en caso de que la tenga retenida por algún sitio al que no puedo acceder, si es que sigue viva. No creo que haya acabado con su vida aún, le sigue resultando útil para que no escape.
En mi memoria debe ser mucho más pequeña de lo que en realidad era, la recuerdo cuando era una criatura de vivaces ojos que con sus movimientos de mano pidiendo "Aupa" me hacía sonreír... Una sonrisa verdadera, no como las que tengo ahora, que contrastan tanto con el brillo apagado de mi mirada. ¿Merece la pena esta tristeza? Hay situaciones que me llevan a pensar que no debería estar así, porque las cosas que me hieren tienen solución... Lo único malo es que no está en mi mano, nada de lo que hago o llegaré a hacer es o será suficiente. Como no tengo a nadie en quien confiar juego a contarme los problemas a mí misma, y lloro, o a veces no me salen las lágrimas, pero me doy cuenta de que por muchas cosas que pasen hay un vacío oscuro en mi corazón que no creo que nada nunca pueda llenar. Y es entonces cuando me tengo miedo a mí misma, porque he llegado a ocultar tanto a los demás que ni yo sé con certeza como soy. Otras tantas me digo que tampoco hace falta, mis pasos siguen un firme recorrido hacia el sendero que creo me llevará hacia mi hermana, por quien entreno, por quien sigo adelante, por quien encierro todo lo malo que siento en una cajita y la tiro al mar.
Si la volviera a ver seguramente ella tuviera la llave que abriría dicho contenido y entonces no podría parar... Me abriría frente a ella. Pero ahora mismo no hay nada ni nadie que pueda hacerme ser yo misma.

Mi padre sigue culpándome de todo lo que le pasa y es propenso a pegarme por ello. Ya he cogido la costumbre, cierro los ojos e intento protegerme la cara, que es de los sitios más sensibles y donde más me costaría tapar mis lesiones. Después dejo mi cuerpo a su antojo, para que descargue conmigo toda la ira que siente, quizás eso le haga sentir mejor y así no dañe a Riyü o pida que la hagan daño en el caso de que siga en su posesión. Lo único que me asusta es que abuse de mí de la misma manera que lo realizó con mi madre, alguna vez ha hecho el amago y he opuesto toda la resistencia que he podido, hasta que se ha terminado por enfadar y ha acabado pegándome. Mientras mantenga las primeras caricias hacia sitios prohibidos en mi cuerpo para alguien especial, todavía conservaré la poca dignidad que me queda delante suya. Con mi edad quedan cosas por desarrollarse aún, aunque mis caderas comienzan a parecerse a las de una mujer. Lo único de lo que estoy siendo dotada es de pechos, ya que mi figura materna me dijo una vez que al ser joven los hombres se quedaban despampanados ante su constante movimiento de caderas y las delicadas pero jugosas frutas que escapaban del escote de sus prendas. Aunque no dispongo del dinero suficiente para serlo, soy una chica algo coqueta, cosa que nunca admitiré, eso está claro, ser coqueta es de señoritas delicadas y débiles. Yo no soy nada de eso.
Suelo hacer mis propios vestidos para entretenerme e ir bien vestida, conjuntándolo normalmente con adornos en el pelo, como gorros o algún lazo. Si el amo los encuentra suele destrozarlos entre risas, así que siempre los escondo, o les doy nuevos usos, re haciéndolos de nuevo para así no repetirlos mucas veces. Hoy me he puesto una de mis últimas creaciones. Lo primero que he hecho, con la ropa interior ya puesta, ha sido atarme varias tiras de vendas alrededor del pecho para ocultarlo, haciendo que este parezca menor de lo que es. Se podría decir que es mi método de protección ante Él. Después he cogido de las pocas perchas de mi armario el vestido negro, es de manga corta, y se ata dando una vuelta al cuello. No es precisamente ajustado, más bien ligero, para que no moldee mi figura, algo delgada debido a la poca y escasa alimentación que tengo. Termina por encima de las rodillas con algunos volantitos que le dan forma y aportan un poco más de color, ya que tienen tonos morados... Más bien un violeta pálido, similar al color de mi pelo, que queda suelto, enmarcándome el rostro con los dos peculiares rizos. Arriba de la cabeza llevo un lazo negro, ladeado al lado derecho, adornando así mi cabello. Como zapatos llevo unas botas del mismo color carbón, algo desgastadas por el uso, que no llegan a la altura de las rodillas pero quedan cerca.
Él sigue durmiendo, por lo que no tendré problema en salir, ayer llegó de nuevo borracho a casa y me propinó otra paliza. Tampoco es que necesite alcohol para hacerlo, pero la bebida le vuelve más agresivo. Uso la bandana propia de Ame para tapar uno de los moratones de mi brazo, por encima del codo, mientras que una pulsera morada y algo gruesa cubre las recientes heridas que tengo en la muñeca izquierda. Al estar lista salgo en dirección a las cloacas de Amegakure. No es que me haga demasiado gracia ir allí a entrenar, pero no es la primera vez que los visito. Los usé una vez cuando escapé con Riyü de casa, hay una red de túneles que conecta la ciudad subterráneamente y pueden llegar a ser muy útiles, aunque por entonces no los conocía lo suficiente, cosa que ahora tampoco sigo haciendo pero voy mejorando. Llevo un paraguas de color morado, más oscuro que mi pelo, para no empaparme bajo la lluvia. Ya no me disgusta, pero la sensación de estar completamente mojada es algo que me resulta desagradable.
Cuando llego cierro el paraguas, aunque algunas gotitas se cuelan por las gritas del techo. Es un sitio donde paran a entrenar bastante shinobis pero es grande, lo que nos hace coincidir pocas veces, mi dirección se centra en el Templo del Amekage, donde me será mucho más cómodo entrenar. Una sonrisa ha adornado mi rostro contrariando todo sentimiento que me llegue a perturbar. Pienso aprender una de las habilidades más sencillas que todo shinobi debe conocer: trepar superficies verticales. Lo dejé a medias el día que Él me descubrió haciendo las cosas que ahora realizo sin temor a escondidas.
Lo primero que debo hacer es concentrarme en el chakra que fluye por mi cuerpo y traspasarlo a mis pies, no tengo un gran dominio sobre la energía que contengo por lo que me resulta algo complicado. Sé que me será útil practicarlo más adelante y me prometo hacerlo mudamente. No dejo que nada perturbe mi mente durante ese tiempo, ni el constante traqueteo de las goteras sobre el suelo, ni el chirrido de ningún animal salvaje, ni los pensamientos negativos que me dicen que no lo lograré. Quizás haya tardado un poco en recuperar el entrenamiento que muchos han llevado sin problemas, pero me esfuerzo todo lo que puedo en alcanzarles para no ir retrasada. Cuando creo estar preparada pongo uno de mis pies sobre la pared, y luego otro... Así hasta un par de pasos, pero no es suficiente y me caigo al suelo con el trasero por delante, por lo que acabo algo dolorida en esa zona. Me invade la frustración de no lograrlo y no encontrar jamás a mi hermana, cosa que no muestro a pesar de creer que nadie me mira. Vuelvo a levantarme con gesto orgulloso y sonriendo de medio lado pruebo a intentarlo otra vez, con un poco menos de énfasis por miedo a caerme. Por suerte consigo el resultado deseado y llego hasta arriba, para después bajar lentamente al suelo.

-Sabía que podía hacerlo.

Digo en un tono de voz media, mintiéndome a mí misma, y busco con la mirada un sitio para practicar la siguiente habilidad. No muy lejos de ahí hay una especie de piscina, aunque el mantenimiento no debe de ser demasiado bueno y no es que tenga un color precisamente bonito. Todo lo contrario, me atrevería a decir que es algo sospechoso. Esto es más difícil, sé que me costará más, pero por intentarlo no pierdo nada. Lo perdería si no lo hiciera, podría perder la oportunidad de salvar de alguna manera a Riyü.

Técnica aprendida:

Prim… ella es la única que ocupa mi mente, la única que realmente llegó al fondo de mi alma en su momento, por la que luché y la que ya no está junto a mí. Las injusticias que el mundo trae consigo se la llevaron en forma de enfermedad tras tantas noches de tortura, tanto sufrimiento con un final demasiado temprano. Mis ojos se humedecen cada vez que recuerdo su rostro, su mirada viva y alegre y su pasión por las historias. Mi alma dejó de ser pura en el momento en que la perdí, en que la calma me llenó y la alegría desapareció. Pocas veces sonrío desde que ella falta a mi lado más que cuando consigo algo por lo que ella lo habría hecho, cuando me siento orgullosa de aprender algo que ella habría querido. Ella me animó a seguir el camino que ahora mis pies pisan, el eterno sendero embarrado en el que jamás deja de llover. Posiblemente ese sea uno de los motivos por el cual me gusta tanto la lluvia, y es que va acorde con la calma que acompaña a mi alma, con todo aquello que me lleva a vivir así.

Dejé la casa en que me crié hace varios años, vagué por el mundo en una búsqueda continua que me llevó hasta la villa oculta de la lluvia, hasta la aldea en que jamás deja de llover. No ver el sol que en tantas ocasiones ha emborronado mi vista, que en tantos momentos me cegó en el camino me ayuda. Adoro que las gotas de agua caigan sobre mi piel, me empapen y me hagan pensar que no estoy sola en este mundo en que la locura siempre se hace presente. Sé que mi mente no es la más cuerda, que mi alma no es la más pura y que mis fines no son los más sinceros, pero no hay quien me frene en un camino que me acompaña desde hace años. No hay quien pueda hacerme cambiar de opinión, quien consiga hacerme evitar la búsqueda de aquella persona que aún me ata al mundo. No quiero morir sin antes conocer a la hermana que aún hay en este mundo, sin terminar con los sufrimientos que posiblemente pueda tener.

En su lecho de muerte, mi madre me contó el relato que tanto tiempo había ocultado, el que revelaba mi verdadera identidad. Dijo entre susurros que tenía otro padre, que mi progenitor no era aquel que siempre había pensado yo. Reveló ante mí la fugaz historia de un amor imposible que finalmente terminó en tragedia, de dos jóvenes que terminaron odiándose. Me desveló el secreto de mi verdadero padre, aquel que al enterarse de mi futura existencia descargó contra ella su rabia. Odio a aquel hombre. Aunque no guardara un gran aprecio a mi madre, no soy capaz de comprender las penosas razones que le llevarían a comportarse así con una mujer. Saber que tengo una hermana poco más pequeña que yo y que posiblemente esté sufriendo por culpa de ese desgraciado me desgarra el alma, me obliga a recorrer un camino que se me muestra eterno.

A veces mis pies se hunden en el barro, mis piernas se rinden y no quieren luchar, no quieren continuar por el sendero que tanto les cuesta atravesar. Pero Prim siempre está ahí, suplicándome cada segundo que no me rinda, que busque a la que es mi hermana, que la proteja como no pude hacer con ella. Y entonces mi alma me pide seguir, mi cuerpo se recarga de energía y mis piernas continúan, evitando los charcos que pueden hundirme en la más pobre de las miserias. De mi familia posiblemente sea yo la única superviviente, la única que aún se mantiene con los pies en la tierra, caminando por este amplio sendero que marca la vida. No sé nada de mi hermana ni del padre que nos une, pero algo me dice que no debo rendirme, que algún día mi búsqueda tocará su fin y entonces alcanzaré la tan ansiada felicidad que hace tiempo me abandono.

Me froto los ojos, aparto la humedad que los había inundado y evito el llanto, odio llorar. No me gusta sentirme débil, he de ser fuerte y encontrar aquello que hace años me fue encomendado buscar, aquello que mi madre pidió en su lecho de muerte.
“Encuéntrala”, dijo. “No dejes que él haga lo mismo con ella”. En ningún momento llegué a profesar por ella el cariño que Prim consiguió sacar de mi alma, el que siempre guardé en su recuerdo, pero aún así me sentía obligada a cumplir su voluntad, a buscar a la hermana que aún tenía en el mundo.

Miro con paciencia las nubes que cubren el cielo y noto cómo mi rostro se empapa del agua que cae, obligándome a calarme más la capucha y seguir adelante. La lluvia me gusta, pero hoy llueve más de lo normal y no quiero resfriarme, por lo que tendré que darme prisa en llegar hasta las cloacas. Mis pies caminan despacio entre los charcos, evitando los que pueden y empapándose con aquellos que me cuesta esquivar. No tengo ánimos para saltar los charcos, pero según llego al lugar me olvido de las penas y me centro en el presente, formándose en mi rostro una expresión impasible, mostrando que realmente ahora no siento nada.

Atravieso las alcantarillas hasta llegar al templo del Amekage, donde me adentro buscando la sala de entrenamientos en que tendré que entrenar hoy. Últimamente no suele utilizarla nadie, por lo que no he necesitado reservarla, sin embargo, espero que no haya nadie, pues es la única que me sirve de todas las que hay. Necesito la piscina que hay ahí para poder aprender la habilidad que requiero.

Cuando llego a la sala descubro que no está vacía. Abro lentamente la puerta sin hacer ruido y contemplo a la joven que hay en el interior, que en este momento aprende la habilidad de escalar por superficies verticales. Observo con paciencia cómo realiza varios intentos, consiguiendo aprender rápido la habilidad. Es entonces cuando baja, susurra algo para sí misma y yo decido entrar. Termino de abrir la puerta y entro en la sala sin hacer mucho ruido, pero el suficiente como para que sepa que estoy aquí.

- Enhorabuena, has aprendido la técnica muy rápido. A mí me costó un poco más que a ti, pero bueno -intento ser lo amable que puedo, aunque mi tono de voz no suena como el más alegre-. Siento interrumpir el entrenamiento, posiblemente molestarte, pero yo también tengo que entrenar y esta es la única sala en que puedo hacerlo. Como entenderás, con la que está cayendo un entrenamiento no es muy agradable fuera -la explicación se alarga más de lo que esperaba, por lo que termino con una simple pregunta-. ¿Te importaría que entrenara aquí contigo?

Técnica aprendida:

Ya estando frente a la piscina miro varias veces el agua, intentando infundir el chakra suficiente a mis pies, con cierta paciencia, sabiendo que es distinto a la de las paredes y que no debo actuar demasiado deprisa. Soy una persona precavida y la paciencia se ve recompensada. Para lograr mayor concentración he cerrado los ojos, dándole la espalda al lugar por el que entré, pero en cuanto oigo que un ruido viene desde allí los abro de golpe y me giro bruscamente, preparada para un posible ataque. No es que mi experiencia en combate sea muy grande, por no decir que nunca he combatido, aunque estoy dispuesta a hacerlo si es necesario.
La chica que ha entrado debe tener mi edad, o ser ligeramente mayor, la analizo en un breve vistazo cuando aún permanece sin moverse. Si quiere entrenar tampoco va muy encaminada a ese paso. Al menos ha aludido mi entrenamiento, lo que me hace sentir algo realizada conmigo, el superar a otro. Me queda mucho trabajo por hacer, pero si me esfuerzo lo suficiente, sé que podré ser una gran shinobi. Mi sonrisa cerrada sigue adornando mi rostro, solo se despegan mis labios para hablarla:

-Lo he logrado antes porque no te esforzaste lo suficiente. Si no hay más remedio entrena aquí, aunque al paso que vas también te superaré con esto.

Tal vez mis palabras hayan sonado algo bruscas, no es algo al que le de muchas vueltas. Estas relaciones no se me dan bien, y es su presencia la que ha interrumpido mi tranquilidad y por ello tendré que empezar de nuevo. Mi tono siempre es usado con cierto aire de superioridad, menos en presencia de Él, si no la gusta mi actitud ya se irá a otra parte, a no ser que se vea realmente interesada en aprender la habilidad. Me muevo hasta estar en uno de los laterales del borde de la piscina, para no darla la espalda, nunca debes girarte ante un desconocido. Antes de mirar al frente vuelvo a dirigirme a ella, pero la observo un poco con el rabillo del ojo.

-¿Vas a venir ya, o qué?

En cierto modo sus ojos azulados me recordaban a los mismos que tenía Riyü, eran distintos porque guardaban tristeza, podía notarlo. Quizás si fuera más amable me habría preocupado por preguntarla qué era lo que le hacía estar así, pero todos tenemos problemas. Las formas de su cuerpo me traían recuerdos de las noches pasadas con Yuuki. Éramos pequeñas y nuestros cuerpos no estaban demasiado desarrollados, a pesar de ello ya se comenzaban a notar los rasgos que nos diferenciaban de las personas del sexo contrario, y en nuestras noches solas a veces experimentábamos con caricias furtivas hacia lugares nunca tocados. Era un auténtico juego de niñas, nos divertíamos... Ya lo creo que nos divertíamos, explorábamos nuevos sitios desconocidos hasta la fecha, probando cosas nunca hechas. Aunque me hubiera traicionado, aunque hubiera hecho de mi la persona desconfiada que era ahora, se lo agradecía... Son las experiencias de la vida las que nos forman y nos hacen más fuertes. Intentaba quedarme con los momentos buenos, incluso a veces extrañaba que ya no tuviera nadie con la que compartir las cosas, nada en lo que apoyarme o quien compartir nuevas aventuras. No era dada a sentir necesidades físicas, en el caso de que lo hiciera no pasaban de meras necesidades carnales, nada más que el deseo. La búsqueda de mi hermana era lo más importante, lo único importante en realidad. Las palizas no eran nada, nada comparado con el dolor que me suponía pensar que unca más la volvería a ver. Mientras pienso eso me doy cuenta de que el subir y bajar por las paredes practicando ha bajado la bandana que llevo en el brazo izquierdo, haciendo así que se vea mi moratón. Espero que la chica no se haya dado cuenta, durante un breve instante en mis ojos se puede leer el miedo... Miedo a que sepa que soy débil. Es solo un fugaz momento, inmediatamente me coloco de nuevo el protector de Amegakure con calma, tapándolo en su totalidad, y vuelvo a hablarla, con el mismo tono de voz.

-Al saber la otra habilidad esta no debe resultarnos muy complicada. La mayor diferencia es que el chakra que se usa con las paredes debe ser aplicado tan solo una vez, la cantidad exacta, mientras que aquí ha de ser constante. No te desconcentres.

Cuando podía me gustaba presumir de conocimientos, era una chica aplicada respecto a estas cosas. Nadie lo apreciaba, de hecho Él me dañaría si me mostrase de esta manera delante suya, pero ahora que se me había presentado la ocasión tampoco iba a desaprovecharla. Esperaba que mi... ¿compañera? Bueno, que la chica esa me entendiera bien y pudiera hacerlo sin demasiada dificultad.

Tras hacer la pregunta a la chica que había ya en la sala, esta me responde con un tono de voz un poco brusco, pero que no me ofende. Comprendo que pueda molestarle mi inoportuna interrupción, más aún pensando que para ella soy una completa desconocida, pero necesito entrenar. Con parsimonia, me encojo de hombros y comienzo a caminar hacia la piscina ante otra respuesta de mi nueva compañera de entrenamiento, la que es tan agradable y me dice cosas bonitas en un tono dulce y tierno.

No me queda otra que pensar que estará ofendida, pero no me molestará ninguna represalia ni ningún tono fuera de lo esperado. Noto su insistente mirada puesta sobre mí, vigilando mis movimientos. Sé que desconfía de una desconocida y me alegro por ella, pues nunca hay que fiarse de aquel a quien no se conoce, aunque podría ser un poco menos hostil, pero ese es tema que no me incumbe.

No consigo evitar que mis ojos se posen sobre el moratón de su brazo, que rápidamente ella se limita a tapar como si no estuviera. Soy consciente del miedo que cruza por un momento sus ojos y de que la incertidumbre cruza los míos. ¿Por qué habría de tener miedo ante mí? No le voy a hacer nada, pero tal vez ese moratón tenga algo que ver con ello, por lo que decido indagar en el tema, preguntarle sobre la herida.

- ¿Cómo te hiciste ese moratón?

Mi voz suena calmada, aunque se puede distinguir en ella un cierto tono de curiosidad que difícilmente podría disimular. Al tiempo que hablo camino en dirección a la piscina, en que entrenaré la habilidad. Ella ya me ha dado un consejo sobre cómo llevarlo mejor y decido hacer caso, por lo que me descalzo y comienzo a dirigir el chakra hacia la planta de mis pies. No me cuesta mucho esfuerzo, acostumbrada al entrenamiento que hace unos días hice.

Cuando me considero preparada, sin dejar de aplicar chakra en mis pies, comienzo a caminar por el agua. Parece que voy bien y consigo llegar hasta el otro lado de la piscina, pero a la vuelta me hundo bajo la superficie. Tras un momento asomo la cabeza fuera del agua para después nadar hasta la orilla, levantarme y mirar de nuevo a la chica que tengo delante.

- Por cierto, ¿cómo te llamas? -pregunto curiosa-. Yo soy Reika.

Me quedo un momento mirándola, esperando una respuesta para después volver a ir al agua, esta vez con más suerte. Consigo llegar al otro lado de la piscina y volver, después comienzo a correr para acostumbrarme y más tarde llegan los saltos, tras los cuales sé que ya he aprendido la habilidad.

- Tienes un vestido muy bonito.

Las palabras salen de mi boca con timidez, pero poco a poco me acostumbro a hacer pequeños comentarios de vez en cuando, haciendo así más llevadero el entrenamiento que estamos haciendo juntas al fin y al cabo.

Mi rostro es inexpresivo, en él no se aprecia ninguna sonrisa ni gestos de alegría o tristeza, que simplemente puede notarse en el brillo apagado de mis ojos. Pienso en Prim de vez en cuando, ella me anima a continuar con los entrenamientos y a intentar ser más amable con la chica con que estoy entrenando, que tan contrariada parece en algunos momentos.

Parece que me he topado con una persona curiosa, pues no le sirve que tape mi moratón rápidamente para que no lo vea, todo lo contrario, si no que pregunta sobre su origen. Me pregunto un momento si lo hace por puro fisgoneo o le he preocupado, el que seamos unas completas desconocidas se inclina más a la balanza de lo primero. En cualquier caso no creo que tenga ningún derecho a preguntarme, y yo tampoco obligación en decirle la verdad.

-Un buen ninja tiene peleas de batalla. Yo no podía ser menos.

La miento, reacia de decirle nada sobre mí, y matizo mi respuesta con una subida de cabeza, como si estuviera muy orgullosa de mí misma y fuera superior a ella, lo suficiente como para mirarla por encima del hombro. No era así, ni mucho menos, pero a veces me acababa creyendo mis propias mentiras.

-De todos modos tampoco es de tu incumbencia.

Creo que hace caso de las indicaciones que le doy, lo primero que hace es quitarse los zapatos, a lo que yo correspondo imitando sus acciones, es algo que no vendrá nada mal. Me parece que la chica se ha apresurado empezando la habilidad, aunque ya sepa la anterior esta es distinta, y el camino de ida va bien... Pero en el de vuelta se hunde bajo las aguas. Durante un momento me preocupo un poco, pero se pasa en cuanto asoma la cabeza. Yo no soy tan precipitada, y mientras hacía eso, yo estaba concentrada induciendo chakra a mis pies descalzos. Cuando llega a la orilla me pregunta por el nombre, estoy ocupada haciendo eso sin perder la calma, por lo que la contestaré después. Primero coloco una de las plantas y no me caigo, así doy dando paseos, hasta coger confianza y moverme con más libertad, incluso corriendo y saltando ahí. Reika me ha imitado y ahora vamos a la par, consiguiendo ambas lograr nuestros objetivos. Al menos yo no me he caído ni un momento, cosa que aunque a ella no la moleste, a mi me ha merecido la espera. Al amo no le gusta que llegue mojada y manche el suelo. Hace un cumplido a mi vestido, entonces me alegro más aún no caerme. Me gusta que haya apreciado mi trabajo. Por mi parte miro de arriba a abajo sus ropas, y suelto:

- Gracias, también podría hacer algo con esos trapos que llevas.

Por una vez no es con malicia ni he intentado ser grosera, en cualquier caso mi voz sigue en el mismo tono. Cuando me quiero dar cuenta, es más tarde de lo que debería. No he tardado demasiado en aprender ambas cosas, pero el camino de vuelta puede hacerse largo y si llego tarde me pegará. No quiero una paliza ahora, después de sentirme realizada, por lo que salgo corriendo fuera de la piscina hacia la puerta. Antes de salir, me giro hacia ella y respondo a la segunda pregunta que me hizo y yo había dejado en interrogante.

-Taila. Me llamo Taila.

Después me giro y desaparezco tras el portal, corriendo a toda velocidad por el lugar para no retrasarme. La verdad es que esto último ha sido bastante agradable por mi parte. Nada más conocerla y la he dicho mi nombre, aunque ella no lo apreciará para mi es un gesto grande y significativo, como darla las gracias por el entrenamiento. Pero esas palabras no saldrán de mis labios, es más sencillo ocultarlo y que no me hagan daño.

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