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Mensaje por Sabaku no Asuke Lun Nov 07, 2011 2:02 pm

En Suna existía una legenda bastante popular entre las parejas de la villa. Ésta decía que si dos amantes se encontraban bajo la luz de la Luna Llena en el desierto, sus almas quedarían fundidas bajo el calor de la arena y nunca podrían separarse. Hacía más de diez años desde aquella mágica noche en que Írin y Asuke se conocieron, ambos jóvenes shinobis, ambos enmascarados con una careta de los Anbu. Ella pertenecía a una pequeña villa que desapareció años después en la guerra, mientras que él era unos de los ninjas más prometedores de Sunagakure. Al principio solo se observaron, midiendo los movimientos del otro preparados para actuar en consecuencia. Sus miradas se cruzaban trazando cruces en cien caminos que recorrían sus estilizados cuerpos de soldado, eran como nudos que ataban cuerdas sobre el otro, como si de esa forma pudieran evitar su movimiento y mantenerle en esa posicion eternamente. Fué ella quien rompió el primer nudo, cuando su mirada dejó de vagar sobre la piel del joven y se dejó llevar directa a sus ojos; esos ojos claros tan poco comunes en El País del Viento. Sin romper el contacto visual ni un segundo, Írin comenzó a alzar lentamente su mano derecha separándola de su cuerpo para que su adversario pudiera verla claramente en todo momento, hasta colocarla en su nuca, y con un chasquido, soltar la blanca máscara que cubría su rostro, haciéndola caer a las cálidas arenas desérticas para revelar su rostro. Nunca olvidaría como los ojos del que ahora era su marido se abrieron de par en par tras la máscara ni la manera en que su cuerpo se tensó. Írin siempre pensaría que el joven e ingenuo Asuke en ningún momento había pensado que se enfrentaba a una Kunoichi, la armadura de Anbu disimulaba las curvas y no es que Írin tuviera demasiadas, además de que su largo y rojizo pelo ondulado estaba recogido en un moño sobre su cabeza. Írin bajó los brazos hasta colocar las manos sobre sus caderas y esperó. Su corazón le decía que no debía temer a ese ninja, y como tantas otras veces, acertó. Asuke, tras varios segundos de anonadamiento, se quitó la máscara, revelando un rostro sonrojado de frente a barbilla, y no exactamente por el calor. Al ver todo roja la cara de su contrincante, Írin soltó una risilla traviesa, que se mantuvo en sus rojos labios en forma de media sonrisa. Años después, Asuke seguía afirmando que fué eso lo que le hizo enamorarse de su esposa.

Si, habían pasado más de 10 años, pero Írin lo recordaba como si fuera ayer. Una sonrisa traviesa se apropiaba de su pequeña boca cada vez que el recuerdo pasaba por su mente, y sin duda era uno de los recuerdos más felices de su vida. Algún día se lo contaría a sus hijos, y Asuke seguiría poniéndose tan rojo como la primera vez. Éste pensamiento pasaba a menudo por su mente, sin embargo nunca había estado tan cerca de cumplirse como en ese momento. Desde la terraza del despacho de su marido, Írin colocó la mano derecha sobre su vientre hinchado por la vida que había crecido esos nueve meses en su interior, y que ya estaba a punto de llegar. La sonrisa se apretó y un par de lágrimas de cristal rodaron por las mejillas de la mujer, llegando a las comisuras de sus labios y prosiguiendo hasta la barbilla, donde colgaron unos segundos antes de caer finalmente al suelo. La cálida noche de la aldea se cernía a su alrededor, con miles de estrellas mirándola desde el firmamento, pero en su espalda, un escalofrío subió desde su coxis a su cuello, poniéndole el vello de punta. Desde hacía meses había decidido que daría aluz en la casa de sus padres, que por ser dos de los pocos supervivientes de su aldea natal, se habían instalado en un pequeño pueblo, cerca de Suna, y el momento de partir había llegado. Estaba programado para la medianoche de ese día, tan solo en un par de horas, pero Írin ya lo había preparado todo, y había venido a visitar a su marido, y despedirse por un día, lo que tardaría Asuke en acudir a la casa familiar como principio de unas pequeñas vacaciones que habían planificado. El viaje no era para nada peligroso desde el punto de vista de la futura Mamá, pero el futuro Papá había insistido en que no saldría de la villa con menos de cuatro de los mejores Anbus de la villa. Al final lo habían dejado en 3 anbu, uno de ellos el mismísimo Akasuna Nobu, el pupilo del Kazekage, y un gennin que iría solo a acompañarles y aprender de una misión de escolta. A Írin seguía pareciéndole demasiado, pero su marido ya estaba al borde de un ataque de nervios, y no quería que se preocupara más.

Como si éste último pensamiento hubiera llamado su atención, Asuke apareció tras su bella esposa y la abrazó pegando sus cuerpos y colocando la mano derecha sobre la de su mujer, en su vientre. La barbilla del hombre quedó apoyada sobre el hombro de la mujer, y sus mejillas rozándose suavemente, manteniendo un silencio que la pareja había desarrollado mucho tiempo atrás, solo disfrutando de la presencia de su otra mitad, sin estropear el momento con palabras. Pero como todos los momentos, ése tenía su final.


-No quiero que te vallas...

Írin suspiró una vez más, con una sonrisa en el gesto de sus ojos cerrados y acarició el rubio cabello de su marido con la mano izquierda. Su rostro giró hacia la izquierda hasta colocar los labios sobre la boca de Asuke, donde depositó un suave beso tranquilizador.

-A chan, ya eres todo un hombre grande, y solo será esta noche. Mañana vendrás conmigo y estaremos una larga temporada disfrutando de nuestro bebé sin preocuparnos de la villa, ni del País del Viento ni del papeleo. Nobu lo hará bien.

Asuke apretó los ojos con fuerza y acarició la mejilla de la persona que más amaba en la vida. No soportaría verla marchar, pero debía hacerlo, y después de todo, ella tenía razón. Era cuestión de horas y comenzaría una nueva y muy feliz época de su vida.


~Un par de horas después~

En las puertas de la Villa, un pequeño comité de despedida de había reunido. A esas horas, tan solo los Anbu portal y algún gennin muy retrasado pasaban por las puertas, así que era el momento perfecto para partir. Al frente de la pequeña expedición se encontraba el famoso marionetista de la villa, Akasuna Nobu, famoso por crear algunas de las marionetas más ingeniosas de la nueva generación. Para el Kazekage y su esposa, era prácticamente un hermano pequeño, pues ambos lo conocían desde que no era ni un estudiante y verdaderamente le habían cogido mucho cariño. Al no tener padres, había acabado por comer en la casa de los futuros padres todos los Domingos, y Írin le reñía como si fuera su propia madre, lo que generaba bastantes chistes entre los ninjas. La tan famosa Bruma Sangrienta (como se conocía a la 1ª dama por su pelo rojo al aire cuando peleaba) regañando como una madre a uno de los anbus más respetados por toda la villa. Sin duda era una de esas cosas que habían hecho a la Villa de la Arena un poquito más feliz. Además de Nobu, el único Anbu que no portaba máscara, estaban los otros dos Anbus que se había escogido y el joven Sasogi.

-Tranquilo, Chichi San, la cuidaré como si fueras tú mismo, después de todo, pronto seré tío.-Tan solo oyendo la manera en que Nobu se refería a su Sensei, se podía notar lo unidos que estaban.

Asuke le respondió con una sonrisa cariñosa a su viejo amigo mientras abrazaba a su mujer por última vez en ese día.


-Seguro que es Írin quien acaba cuidando de ti, hasta Sasogi está más preocupado que tú.

La pareja se despidió con varias palabras dulces, que hicieron a Asuke sonrojarse y a Nobu soltar una risotada antes de comenzar a andar hacia el desierto, envueltos en sus capas de Arenisca. Poco a poco, los viajeros anónimos se fueron perdiendo entre la leve tormenta de arena que se había desatado fuera de la villa. Por suerte, Írin iba en el interior de un pequeño carro tirado por un caballo, pues en su actual estado no podría recorrer caminando todo el trayecto.

Asuke se quedó osbervando el horizonte hasta mucho después de que el grupo desapareciera de la vista. Tenía un mal presentimiento, y no lo podía evitar...



~En el camino~


Como llevaban un carro, el grupo tardaría unas dos horas en llegar a su objetivo. En el interior del vehículo iban la protagonista del día, y el joven gennin. Írin había conocido al padre del joven ántes de que muriera, y el parecido físico entre ambos era notable. Sin duda Sasogi pertenecía a la casta de los Marionetistas, presentando rasgos físicos parecidos a los de Nobu. Aunque no habían dicho nada, repentinamente la mujer se dio cuenta de que quizás el pequeño se sentía incómodo ante su escrutinio, pero era una manía que tenía, no lo hacía por malicia.

-Perdóname, Sasogi Kun, no te miraba por nada en particular, solo, que me recuerdas mucho a tu padre.

La sonrisa de la mujer iba acompañada con una leve expresión de vergüenza y clara sinceridad hacia el joven.

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Mensaje por Nakashaki Mar Nov 08, 2011 4:10 am

Estaba terminando de hacerle unos pequeños arreglos a karasu y preparando todas mis cosas para la hora de partir.
Hoy era mi primera mision como genin de sunagakure,en la mison participavan el Kazekage y nobu un gran ambu de la aldea oculta de la arena en ese grupo,me sumaba yo tambien, un genin de suna Nakashaki Sasogi,hijo del gran Nakashaki Biaku un gran marionetista que habia en sunagakure.

La hora de salida de la aldea era a medianoche, en las puertas de suna.
Finalmente sili de mi casa hacia las puertas de suna,las puesrtas estaban a unos 10 minutos,alli me estarian esperando el resto de componentes para esta mision,en teoria era un mision sencilla ya que solo habia que escoltar a la mujer de Kazekage,pero tenia un mal presentimiento,no me gustaba el olor de esa noche,olia a sangre,pero podia ser que solo fuera mi imaginacion dadas la circustancias de que es mi primera mision supongo que estare un poco nevioso,poco a poco me fui a proximando asta las puertas de suna donde me esperava el resto de shinobis.

Finalmente habia llegado,ya habian llegado todos,una vez to el equipo abandonamos suna para partir hacia nuestros destino,el viaje diraria aproximadamente dos horas asta llegar a nuestro objetivo,mientras avanzavamos,Irin se quedo mirandome con una mirada algo extraña,Perdona Sasogi-Kun no te miraba por nada en particular,solo,que me recuerdas mucho a tu padre.

En ese instante pense,no sabia que mi pdre fuera un shinobi tan recordado en esta villa,eso me enorgullecia por dentro,sacando una leve sonrisa.
Me di cuenta de una cosa no se me habia olvidado el rostro de mi padre,lo podia ver como si lo tiviera presente el era muy parecido ami fisicamente,y mi madre me decia que en el caracter tambien somos iguales,con un gran sentido de la justicia.

Maldicion,este mal presentimiento por que sera,nolo entiendo...


Finalmente continuamos nuestro largo camino asta una aldea situada a la otra punta del pais del viento donde vivia la familia de la mujer del Kazekage.
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Mensaje por Sabaku no Asuke Miér Nov 09, 2011 1:38 pm

El desierto era un buen lugar en el que vivir si sabías como hacerlo. Para poder alcanzar ese grado de conocimiento, los shinobis de Sunagakure pasaban largas temporadas anualmente en las arenas, sobreviviendo solos, buscando agua y comida. Aprendiendo a escuchar la lengua de la arena. Y es que era un idioma caprichoso, y en muchos casos cruel. Había que tener paciencia y mucho valor para ser un Verdadero Guerrero del Desierto, pero al final valía la pena. Al igual que los Ninjas de Kiri eran considerados increíbles asesinos, famosos por su técnica de asesinato silencioso, pues al entrenar entre niebla, el único modo de detectar a su adversario era el oído y tras sus entrenamientos eran prácticamente invisibles al oído, los Shinobis de Suna desarrollaban una increíble resistencia a los efectos externos, al tiempo y a los venenos. La voluntad del Viento, se llamaba a los jóvenes gennin de la villa, pues eran la brizna de viento que talla la Piedra en que se habían convertido sus maestros, creando la Arena que llenaba todo el País.

Nobu sabía eso, pero según le decían todos, aún seguía siendo un perfecto ejemplo de La voluntad del viento, a pesar de tener ya más de 20 años y un rango elevado en la aldea. Según los ancianos, el marionetista tenía la madurez de un hombre, pero la imaginación de un niño, convirtiéndole en un peligroso oponente. Nunca había fallado a su sensei, Asuke, que además era su Líder y su mejor amigo, y ésta vez no sería menos. Además... su futuro sobrino iba dentro de la carroza, junto a la reina de la villa.

En sus labios se iluminó una sonrisa, al entrever a lo lejos una edificación cilíndrica de tres pisos de altura y con tejado plano, como era estilo en Suna y sus alrededores. Las ventanas estaban cerradas por persianas y la puerta. Haían llegado a su objetivo...

Off: Oke, nosotros hemos terminado aquí. La Saga sigue en éste tema
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