Erik Lycan vs Squirrel

Información de combate:

Desperté una mañana un tanto alegre, fresca y tranquila. Estábamos a mediados de noviembre, un noviembre fresco y tranquilo, que al parecer avanzaba con cada vez menos luz, más nubes y más frío... Desde las ventanas abiertas de mi habitación, el aire fresco que deseaba llegar ya al invierno me abrazaba con delicadeza, intentando congelar mis labios en un beso que me despertó de mis sueños. Abrí los ojos en una sonrisa satisfecha, y solté una pequeña nube de vapor al bostezar. El frío dormía todo mi cuerpo, obligándome a centrarme en todos y cada uno de mis músculos para poder despertarme... Era una sensación tan bella...

Tras darme una ducha tranquila y placentera, me puse a desayunar un frío tazón de leche. Todo era frío, al fin... Aún no apretaba tanto como el frío invernal que nos invadiría en unos días, pero ya se notaban las bajas temperaturas. Y me encantaba... Tras desayunar y asearme, me dirigí al Coliseo sin prisa alguna, sabiendo que llegaría a mi hora. Respirando profundamente, notaba el frío inundar mis pulmones y luego salir por mi boca convertido en aire caliente... Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios por ello.

Nada más llegar al Coliseo, me introduje en los vestuarios, preparándome para el combate. Con tranquilidad, me quité mis ropas, y elegí las que llevaría en la Arena de Especialista. Dado que me habían dado ventaja, pensaba utilizarla... Nada más dirigirme a la puerta que me daría paso al escenario, me di cuenta de que la misma estaba ya abierta, y que la de mi contrincante, a lo lejos, aún permanecía cerrada. Me daban el primer turno... Perfecto. Ante mis ojos, ví el campo como lo había pedido expresamente: cubriendo un veinticinco por ciento del campo, en círculo y pegada al muro circular, había una plantación de trigo que medía medio metro de alto. Era oscuro y grueso. El veinticinco por ciento del campo que no debía tocar era el propio suelo, de piedra en su totalidad salvo la tierra para el trigo, y lo que había pedido era que, tanto en su puerta como en la mía, a los lados, hubiese unos potentes focos de luz blanca en posición horizontal, y señalando a la puerta del contrario. En perpendicular, es decir, a noventa grados de los focos y a mitad del muro, a nuestra derecha e izquierda, había también un par de focos, que iluminaban al suelo en un ángulo de cuarenta y cinco grados, y entre esos cuatro focos, pequeñas lámparas de luz roja iluminaban las zonas más oscuras. El muro medía cuarenta metros, y los focos estaban a veinte, por lo que su luz no iluminaba el techo de piedra, para darle un aspecto más siniestro. Por último, específicamente en la cabecera de la puerta de Squirrel, se encontraba un último foco, que parpadeaba de vez en cuando, con un ritmo aleatorio, que le perseguiría mediante sensores de movimiento mientras se encontrase a veinte metros del foco.

A la luz de esos focos, que eran las únicas luces que iluminaban el cilindro de cien metros de diámetro, mi figura se recortaba como si se tratase de una sombra en la noche. Llevaba una máscara de lobo ibérico, hecha con la cabeza real de un lobo de esa raza. El pelaje caía hasta el cuello, cubriéndome toda la cabeza, los ojos, siendo los del lobo una membrana oscura (lo que me daba un aspecto tétrico), y parte de mi cabello. Sin embargo, el resto del cabello caía sobre mis hombros, resbalando hacia el pecho. Era de un color gris claro. Las ropas que utilizaba eran finas y ligeras, ajustadas a mi cuerpo: Una camiseta de manga larga negra, elegante, y unos pantalones largos y de tela fina, también negros. Era una sombra... El calzado en esa especial ocasión era unas sandalias japonesas de color madera de abeto.

Así pues, nada más entrar por la puerta, comencé a correr hacia la puerta de mi contrincante, que permanecería cerrada poco tiempo. Cuando hube recorrido los primeros veinte metros, esta empezó a abrirse... Squirrel, al salir, podría ver que corría con los brazos hacia atrás, igualando a los antiguos shinobi de las historias. De esta forma, no podía ver lo que hacía con mis brazos. Y no era algo de lo que tuviera que darse cuenta, pero si se fijaba, se percataría de que no había sombra alguna en el escenario. Eso me daba una clara ventaja.

Info de pj:

Acciones y jutsus:

Gastos y daños: